LP5 Revista de Literatura y Arte

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Ensayo El Caballero Manuel. Por Camilo Morón


Ha muerto físicamente Manuel Caballero. Recibo la noticia en la carretera Morón-Coro, viniendo de Lara, su tierra natal. Contemplo el mar que es imagen de la comunión de todos los hombres en la muerte, la mar que es el morir. El hachazo homicida tronchó de repente a este hombre frondoso. Su caída liberó un eco de pena que desanda la sabana, la montaña, la manigua del alma. Pienso en Pedro Manuel Arcaya, Laureano Vallenilla Lanz, José Gil Fortoul, Mario Briceño-Iragorry, Augusto Mijares, Mariano Picón-Salas, y digo para mis adentros como los antiguos romanos “se fue con la mayoría”.

Cuando escribo estas líneas tengo en mi escritorio como faros ardientes de papel: “El Orgullo de Leer” (1988), “El Bien del Intelecto” (1997), “Por qué no soy Bolivariano” (2006), “Rómulo Betancourt” (1977), “La Internacional Comunista y América Latina. La Sección Venezolana” (1978), “Ni Dios ni Federación” (1995) y esa joya del intelecto venezolano que lleva el enigmático y bien puesto título de “Gómez, el Tirano Liberal” (1995). Presento esta relación de títulos al margen del ordenamiento cronológico adrede, porque estas obras están ordenadas desde dentro por una pasión: la pasión de comprender aquello que fue y es Venezuela. Desde la cátedra universitaria, desde las eruditas y sólidamente argumentadas páginas de sus libros, desde la tribuna periodística y desde la arena política, Manuel Caballero explicó que la historia no es cosa del pasado, que lo contemporáneo, lo actual, lo que estamos viviendo puede ser objeto de estudio histórico. Dijo que quien no tiene la capacidad de analizar en su integralidad los hechos de que ha sido testigo e incluso actor, es sencillamente porque no está hecho de la pasta de los hombres capaces de entender ni los más remotos acontecimientos que recoge la memoria humana.

Conocí breve y nítidamente a Manuel Caballero en un pasillo en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes. Puedo decir que fue nítido nuestro encuentro porque, como tempestuoso estudiante y de paso admirador suyo, le pregunté a quema ropa: “¿Cómo escribe sus libros? ¿Tiene algún plan de trabajo? ¿Un horario?” Capté un brillo malicioso detrás de sus lentes, y me respondió simple y llanamente que no, que no tenía planes, ni horarios, que los libros los escribía al ritmo de la pasión y las ganas. Cuando esta pulsión cardiaca se aúna a la erudición, a la meticulosa y paciente investigación que requiere la investigación histórica, el resultado es una veintena de obras que son una constelación en las que se aúnan las ciencias humanas con la buena escritura.

Manuel Caballero pidió a sus amigos que lo leyeran como si fuesen sus peores enemigos. Los consejos los oyó y desoyó por igual. Pensaba como el historiador inglés A. J. P. Taylor que el error puede ser fecundo, pero que la perfección siempre es estéril. En el Prólogo a “Cesarismo Democrático” (1990), escribió esta advertencia que nos previene de la historia-leyenda, de la historia-mito, la historia-deificada que reconstruye su tela de araña: “Otra vez se vuelven a elevar, inaccesibles, los hombres que derrotaron el Imperio. Que equivale a renunciar otra vez a la responsabilidad, a refugiarse otra vez en el regazo materno. Es renunciar a comprender nuestra historia, y sobre todo que ella la han hecho, y la continúan haciendo, hombres de carne y hueso, no siempre movidos por bellas intenciones o instintos.” Y precisa cortante: “Es renunciar a participar en esa historia conscientemente, pues sin conciencia lo hacemos todos los días.”

En 1633, John Donne amonestó a la Muerte: “Deja el orgullo, Muerte, aunque algunos te llamen terrible y poderosa, que nada de eso eres; porque aquellos a quienes pensaste que derribas no mueren, pobre Muerte, que ni aun puedes matarme.” Porque la muerte es sueño breve que pasa y despertamos eternos, de muerte liberados. En las puertas del siglo XX, Dylan Thomas escribió como una clarinada en el poema “Y la Muerte no Tendrá Poder”: “La fe en sus manos podrá quebrase en dos / Y tal vez como unicornio los atraviese el mal; / Pero igual que los troncos astillados, no se partirán. / Y la muerte no tendrá poder.” Asevera que aunque se vuelvan locos serán cuerdos, aunque se pierdan los amantes el amor perdurará, ellos seguirán martillando a través de las margaritas, florecerán bajo el sol hasta que el sol se pudra. Aunque se hundan en el mar resurgirán una vez más.

Frente a las olas pardas de esta tarde plúmbea en el Caribe, bajo un cielo cruzado de nubes desgarradas, asaeteado de gráciles aves negras, siento más que pienso que la savia vital de Manuel Caballero corre por el tronco, las ramas y los retoños posibles de ese árbol, mutilado y floreciente, que en nuestros desvelos llamamos Venezuela.

Camilo Morón




Manuel Antonio Caballero Agüero (Barquisimeto, 5 de diciembre de 1931 - Caracas, 12 de diciembre de 2010) fue un destacado historiador, periodista, escritor y docente venezolano. Caballero estudió historia en la Universidad Central de Venezuela y obtuvo su PhD en la Universidad de Londres. Con la publicación de su disertación obtuvo el mérito de ser el primer venezolano en ser editado por la Cambridge University Press. En 1989 fue invitado por la Universitá degli Studi di Napoli de Italia. Recibió el Premio Nacional de Periodismo y el Premio Nacional de Historia en 1994 y en 2005 fue elegido como miembro de la Academia de Historia de Venezuela.




miércoles, 22 de diciembre de 2010

LUIS MANUEL PIMENTEL: Poesía Actual Venezolana













LUIS MANUEL PIMENTEL Nace en Barquisimeto, estado Lara [1979]. Tiene diez años de residencia en Mérida, donde inició, quizás ya con conciencia creativa, una labor escritural que lo ha llevado a incursionar, en la poesía [de manera más decidida], así como en la narrativa y el periodismo [empírico] cultural, en forma de artículos y crónicas literarias. Esta labor periodística la lleva a cabo en el Diario Pico Bolívar donde labora y coordina la sección de opinión, en cuyo espacio se aloja su columna de crónicas ficticias «Pasos de fauno», así como también coordina la Página Literaria «Ojos que tocan». Obtuvo en el 2004 la Licenciatura en Letras, mención Literatura Hispanoamericana y Venezolana en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes donde actualmente realiza estudios de Maestría en Literatura Iberoamericana. Se ha desempeñado como profesor de Lenguaje y Comunicación en el Instituto Universitario de la Frontera y en la Facultad de Artes de la ULA. Sus trabajos han sido publicados en diarios y revistas nacionales y extranjeros. Recientemente se publicó su primer libro de poemas titulado —no al azar— Figuras Cromañonas [Ediciones Caminos de Altair].


Selección por Gladys Mendía




La llave vítrea

Abro con esa llave
Que un día pusiste en mis manos
El corazón del bolso
Que todos los días me tercio
Para ir al trabajo.

Darse cuenta de las trampas
Es muy fácil
El río me abre sus brazos y me sumerjo
En el X distante de tu visita.

Amen al entrarse por pasar
Con piedras, palos, un poco de fuego
Y seguir quemando el pasado.

Luciérnaga verde
Que pronto eres estrella;
Rozas con la mirada
El encuentro de mundos indescifrables.

Logras en medio de tempestades marinas
Que el abuelo se asuste
Y crea que el agua se lo llevará.

Palpar con la llave vítrea
Lo que vi en ella detrás de sus senos,
Da como para seguir mirando.



Realismo mágico
a la memoria de Beatriz

Hablan los edificios
y los volantes de los carros
el mouse y no es Micky Mause.

Los libros respiran
y Remedios la Bella me dijo anoche
que el director de la escuela estaba en Macondo
buscando guayabas.

La mesa
se paró
y almorzó.

Anoche era de día.

Sor Juana Inés de la Cruz está viva,
la vi tomarse unas cervezas en el bar de la Viuda con tres enamorados,
toma mucho y no se embriaga,
aguanta la Sor Juana.

Las avenidas son automáticas
como las escaleras eléctricas
no hay carros
solo personas paradas
que ruedan solas.

Resucitó Beatriz
y me dijo que el lado de la muerte no es malo
simplemente es diferente,
huele a patilla.

Los ladrillos ríen
y yo escribo.




Espanto

Un dibujo: la noche.
Algunos pájaros carroñeros que se niegan a dormir
Las paredes amarillas
La ventana semiabierta
Una brisa fría que entra;
Doy cuatro pasos hasta llegar al closet.

Busco la chaqueta beige
Me asomo de nuevo a la ventana,
Comienzan a caer gotas
La grama respira
Los perros se cubren de la intemperie,
Tocan la puerta,
Camino despacio,
hay mucho frío en el Vallecito

Mi mano en la cerradura
Abro
No hay nadie,
Volteo
Se oye de nuevo la puerta.

Miro la despensa
El café.
Sobre la cocina
El agua hierve.


Mi mano en la cerradura
Abro
No hay nadie
Cierro,
Doy cinco pasos
Levanto la tapa de la olla
Agrego el azúcar

Vuelven a tocar

Dejo el recipiente encima de la mesa
Mi mano en la cerradura
Abro
No hay nadie,
Vuelvo a cerrar.

Busco el colador
Vierto el polvo marrón
Dejo que cuele solo,

Espero.

Mi mano en la taza
Los perros mojándose
Son las dos de la mañana.


Saco mi garfio
Mi molotov
El revolver con el que descubrieron la traición de Martina,
Una nueve milímetros
Mientras la putas y los trasvesti a esta hora
Piensan en su familia.

Caminar a lo largo y ancho de la expresión
Como si fuera el cuento de la cenicienta
Para enseñarle a todos los hijos del mundo
Que la moraleja es una quimera.

Duerme creyendo que descansas
Porque en este momento
Los vallenateros en Colombia
Se toman un trago en tu honor y cantan.

Es tratar de tocar el sol
el crimen, la traición, la condolencia y la muerte.



El metafísico

Ninguno podía creer que el metafísico había muerto,
Se fue persiguiendo sus mejores luces,
A encontrar el amor que nunca le paró
Pero que un día tuvo entre sus manos.

Luego de tantas veces
Ir y venir
Y dar vueltas en el mismo eje
Decidió recostarse,
Junto al clavel que tenía en su mano.

Un espejo le cayó encima
Resquebrajando la visión
En miles de partículas su alma,
El metafísico murió
En medio de una larga lluvia de estrellas.

Llegamos a pensar que simplemente dormía
Pero el gato maullando no dejaba de rondarlo,
Atrapados en su silente infinito
Se hizo libre,
De aquella suerte errante
Ahora comulga con los pájaros, los perros, los árboles
Tendido frente a un muro de imágenes revolucionarias.

El metafísico anduvo desgarrando corazones,
El último día
Al verse en el espejo
Era un hombre viejo, desempleado y sin dientes
Todos se los habían entregado al ratón Pérez
Para que le diera alimento,
La realidad no fue así,
Toda palabra creada y rebuscada en la fantasía
De sus sueños familiares,
Con largas barbas
Y sin buen aliento,
Fue dejando en los corazones de todos
una gota de sangre.



Sorbo

El sorbo de un café vespertino
El olor rutinario de la computadora
Mi casa sola
La perra con hambre
El bombillo encendido alumbrando el desorden
La mesa no está servida,

El tiempo pasa como hojillas por la barba.


Sebastián naciendo

A mi sobrino que nació hace ocho horas

Sebastián cuerpo silente
Aparecido por la religión
Tu cuerpo de niño es una pintura
Que ha dibujado la fantasía.

Con una palmada,
Como las de antes,
Te veremos crecer
Como lagartija que suelta
Y distiende.

Vienes como otro ser más de la familia
Protegido y querido
Ante la incertidumbre de la posmodernidad,
Cabizbajo y sin importarte nada.

En nuestro encuentro
Sollozo todas las palabras del vallenato
Infunde mi cercanía
Tocando y festejando
Ahora hombre,
Sutil aliento de los Pimentel Villalobos,
Seres que jamás abandonaremos
El barco que apenas zarpa
Entre el viento Barquisimetano y el olor a los andes.

Como un trasnocho de la tarde
Ha sido tu parto
Bienaventurado en los Salmos y las Elegías
Tu cuerpo vivirá ochenta años
Llevando la historias de tu tíos,
Formadores de realidades sociales.

Tu suspiro hace que sigamos viviendo
En el agolondramiento de almas puras,
Y si lo quieres ver
Observa nuestras conversaciones
Que no tienen límite sino amor.

Tranquilo Sebastián
Que toda palabra vendrá y se devolverá
Como el río que lleva el acantilado de los sueños.
El devenir es pausado y rápido,
Como un pregonero de ansias y sincretismos
Estamos contigo, no te preocupes...

Un silbido tuyo
Rastreará nuestras presencias
Sin llanto,
En el enorme entender
Que ahora
Estás en nuestro lecho.





sábado, 11 de diciembre de 2010

ALFREDO NICOLÁS LORENZO: POESÍA ACTUAL CUBANA




ALFREDO NICOLÁS LORENZO (Cama­güey, Cuba 1964). Poeta, narrador, ensayista literario y perio­dista independiente. Licenciado en Lengua y Lite­ra­tura His­pá­nicas por la Universi­dad de La Ha­bana en 1991. Fue fundador de la revista Pro­posiciones de la desapa­recida Fundación Pablo Milanés. Ha colabo­rado en las revis­tas Alforja Poe­sía y La Voz de Coahuila, México. Es miembro del Ta­ller de la Crea­ción Poética de la Fundación Nicolás Guillén. Su obra poética aparece en Memoria del encuen­tro de poetas del mundo (Edi­ciones el Ermitaño, Se­minario de Cultura, CONACULTA, 2011). Tiene una licenciatura en Historia del Arte, por la Universidad de La Habana en el 2009, y una Maestría en Etnolo­gía de la Fundación Fernando Ortiz. Ha tomado cur­sos en el Centro de Estudios Orientales sobre los asen­tamientos de los árabes en Cuba. Ha publi­cado Pa­labras mágicas de un poeta (2010), por la Colección Palabras del Oráculo, que di­rige el poeta Cesar Toro Montalvo en Lima-Perú.

Selección por Gladys Mendía




I


El número de vasos no puede ser cualquiera, siempre habrá un tendón sonoro que te avise los excesos de velocidad, como el sudor desborda nerviosos reflejos de sal.
Se puede conversar, juntando gotas de pericia sobre la eternidad del mundo aristotélico, bordado de fronteras donde tropiece nuestro tren de cálices; somos eternos cuando ebrio es nuestro presente, pero el vino se agota. La noche, entre risas, pasa, y descubres, al despertar con dientes de cebolla, la eterna esa frontericidad del universo, tú limite rasgado en la conciencia pasajera.




II



Solía acompañarlo hasta la parada, con el gesto de su amarillo lomo saludando a su amo de fluidas barbas. Pero un día el camino hasta la casa se le hizo demasiado largo.
Tan largo que su dueño no supo ya donde buscarlo y se afeito un día, como suele suceder. Desde el paraíso de los perros aúlla la espera de la silueta con barbas. Pero no aparece. Dios debió abolir las cuchillas que ponen lisas las caras de los dueños. O tal vez los caminos de no retornar.
¿Qué hacer con la balanza injusta que te lleva las barbas y tu perro?




III


El niño ofendió al anciano y salto hasta que dar fuera de su alcance. Este lo atrajo con gesto sereno y le propuso dos lecciones de cómo llegar a ser un caballero de ley.
La primera dijo el anciano, es que los criterios de un caballero se exponen de frente a frente. ¿Y la segunda? Ardiendo de curiosidad se le acerco más el muchacho. Que por ellos hay que saber responder dijo el anciano propinándole un bastonazo.




IV


El joven se acerco al auto preguntándole al chofer si este sabia donde se hallaba la biblioteca más cercana, o tal vez un sitio donde satisfacer una necesidad hondamente espiritual, o si conocía a un viejo sabio del cual se comentaba que vivía cerca y tal vez pudiese sacarlo de profundas dudas esenciales en la existencia, motivos suficientes para la preocupación de alguien cuya inquieta mente no le diera reposo ni en los momentos de ocio.
Y el chofer una, otra y otra vez mas negó saber algo que dilucidase las preguntas de su inquisidor. Gracias dijo el joven, aliviado, mientras se abotonaba la portañuela.




V


El hombre que ya nada esperaba de la primavera llego al mes de marzo sin arrancar una sola página de su calendario. En la calle todos se felicitaban previendo el seguro deshielo y los primeros retoños en los árboles del parque.
Pero el hombre que nada esperaba de la primavera sabia que todo era falso. El verde se volvería a cubrir de nieve en pocos mese y el cielo, encapotado, no sonreiría con los mimos engañosos de este marzo. Sentado frente a la ventana suspiraba por un sitio en el mundo donde la primavera fuese definitiva y profunda.
Hasta que decidió marchar y no se le vio durante muchos años. Retorno dicen para arrancar todas las páginas sobrantes de su calendario.