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ROBERT BACA (Arequipa,
Perú, 1986). Egresado de
la escuela de Literatura y Lingüística de la Universidad Nacional de San
Agustín (UNSA). Luego de realizar un postgrado en Estudios Hispanoamericanos en
la Universidad SorbonneNouvelle (Francia), cursa el máster en Artes y Lenguajes
de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París, ciudad
donde radica actualmente. Su trabajo de investigación se orienta a las
relaciones entre literatura, cine y artes visuales producidas entre el área
amazónica y andina. Publicó los libros de poesía Ideograma (2006), Poemaoffroad
(2010). La aparición de Carta para Mónica Santa María (2017) forma parte de una
serie de artefactos poéticos, ...desde la República de Repúblicas (2018) es la
segunda entrega.
UNA PROCESIÓN DE VOCES AL INTERIOR DEL ÚTERO DE LA MARIANNE O
SIMPLES CARTELAZOS DESDE LA REPÚBLICA DE REPÚBLICAS
¿Es que ya nada se puede ante el arribo del ángel de alas irreversibles, Marianne?
Tus
telarañas ahorcándose unas con otras a estos subterráneos
han mordido el corazón mecánico de la primera esfera.
Ansiedad de diluir
el fino látex
que nos separa de todos los hemisferios celestes.
Amenguar la fatiga,
ese retazo fugaz donde desviamos la más ambiciosa de las sinapsis
hacia el cuerpo que se levanta diariamente
en la madrugada
y transita por las arterias del mundo,
el cosmos irreductible de una mujer que
abanica el otoño
va lamiéndose a sí mismo
en todas sus lenguas posibles y compactas
al interior de los túneles
para
iluminarlos.
Marianne, en el Perú
los mitos de las cuevas ignoran y evitan
estos epicentros babilónicos hoy en día,
estos rostros “verdaderos”
dictados por la órdenes virreinales de los
lienzos allá por
el S. XVIII
no son más que para ellos y nosotros mismos
la
depravación de una plebe y su
nobleza repudiando la única
verdad en el espejo embrionario,
esta enfermedad en conflicto que busca sin
resultados un solo y estúpido
rostro
en la más ruidosa de las envolturas.
Así
la mudez como
probabilidad de las representaciones:
Y de la mudez de la lluvia
Y de la mudez del arado
Y de la mudez de los telares
Y de la mudez de las carreras espaciales de
los cóndores
Y de la mudez de las serpientes con las
huellas dactilares evocando a los ancestros
Y de la mudez del río que se escapa del ande para desembocar en
su tercera orilla
Y de la mudez de los sueños subversivos
que los espectadores van leyendo en las
estrellas
Y de la mudez de la danza proverbial al interior
de las fiestas dominadas por las vírgenes
Y de la mudez creciente de la gran
maternidad de las maternidades que empolla el rostro de los niños alimentando
con su teta la lactancia de los lenguajes
Siempre
sordos
siempre mudos siempre
Y de la mudez de las amansias que callaron el
cortejo de sus ajenos y bastardos hijos
Y de la mudez de las escrituras líticas que esperan la sangre desde los museos
Y de la mudez de los desiertos vigilando las
rutas de los tatuajes para no enfurecer a las huacas
Y de la mudez del barroco sabor de la carne
en la disposición del plato más rústico
Y de la mudez de la semana cíclica donde niños cimarrones les prenden
fuego a los santos
Y de la mudez de la música
atiborrada más allá
del origen donde caen como astros las gotas
de lluvia
Y de la mudez hueca de los indicios que van
formando la eternidad de los relatos orales
Y de la mudez de los hipocampos surcando la
piel de las mujeres que consagran la bienvenida de los perros hacia los postes de las plazas públicas
Y de la mudez propia en la decoloración de
los vegetales expuestos en los mercadillos ante la acuática señal de la policía
Y de la mudez de los naipes lanzados bajo el
solitario atardecer de una cama
Y de la mudez de la infancia donde un padre
se ha llevado en uno de sus bolsillos el
primer esbozo de una caricia y en el otro el más preciado de los alimentos
ha brotado
ligera y necesaria la noche,
haciendo emerger de cada sombra polen de luz
lenta y fílmicamente
sobre estos campos sembrados ya de guerras
subterráneas
como si un rayo de sol concentrara su baba
luminosa en la curvatura de una infinita damajuana
hasta hacer bullir este añejo y pateado
licor del pasado que se avecina.
Marianne, desde aquí ya no puedo apagar
el inmenso interruptor de las ciudades para
contemplar el cielo,
desde aquí el Perú no
es más que una cobija
donde los ríos muerden sus metros cúbicos para obscurecer la densidad de los
horarios
y el
caos
se parece a un fruto que revienta ante la
cotidiana aparición de las civilizaciones
que no han entendido hasta hoy
el color de la noche en el primer arado,
la bifurcación
de los mapas mentales que imprimimos
todos
ante la pesadilla de lo
que pueda ya no ser,
un reino depositado entre
las manos
donde estirar tu nombre no
sea más que pedir
la ansiada
limosna del níquel
o retrasar este sucio milagro ante las
primeras iluminaciones
de la muerte.