UN PERRO YONQUI Y OTRAS MENTIRAS LEVES (Paracaídas editores, Lima 2012)
de Armando Alzamora.
Por Miladis Hernández.
Con estos
relatos aunque quisiéramos –obtener- una grata lectura formal es imposible conseguir
esa satisfacción porque -literalmente-
su autor, anda buscando con objetividad: otras connotaciones. Esta propuesta, desde
el inicio, salva su jerarquía en cuanto al contenido, contención semántica, y
finalidad expresiva. Armando Alzamora al parecer, quiere darnos con esta
suma de once cuentos, lecciones congruentes.
Todo parece simple, -eso creemos-, pero su intención
primaria es mostrarnos a través de su
perro Maty una compleja atmósfera de
situaciones reales: situaciones de conductas contemporáneas. Realidades
convulsas y resultados fatales.
Maty, su mascota amada, ingiere primeramente una
sustancia tóxica que lo enferma, su dueño busca ayuda médica y logra sacarlo del decaimiento. Pero su mascota, pasado el tiempo, se vuelve
adicto, continúa bebiendo otras sustancias mucho más tóxicas provocando,
lógicamente un dolor en su dueño, y provocando que, finalmente, al cabo de dos
años, este perro cuasi drogadicto,
muera.
Esta historia por supuesto, no es ningún réquiem a Platero, ese burro que todos amamos en
la infancia, no es, ese tierno y dócil animal que vive por mucho tiempo, que se
ofrece en cuadros delicados, cuasi románticos y que, Juan Ramón Jiménez decide,
sin que los niños comprendan, ni yo misma aún, hacerlo morir.
La mascota de Armando Alzamora vegeta y define otros
contextos. Enuncia otras circunstancias, otros accidentes. Ella ha decidido
autoaniquilarse, ha elegido una vida que tiene por resultado último la
desaparición.
En esencia, estamos bajo una lectura tensional, y lo
que más puede chocarle al lector es: justamente que, no hay esperanzas.
Simbólicamente, el autor de este primer cuento predestaca y asume con mucha
sagacidad expresiva, conceptual, y estética un testimonio real de cualquier
individuo del mundo contemporáneo: el individuo sin esperanzas, sin ilusiones,
sin proyecciones: sin órdenes ni asideros espirituales posibles.
Lo que hace más honda esta historia es el lenguaje
escogido. Armando apela a un lenguaje directo, decanta con mucha habilidad
lexical una escena donde todo nos parece
real. No hay equívocos en esta –veloz- confrontación de sucesos cotidianos. No
hay merodeos. Su mascota parece estigmatizada por una cruenta realidad. Su
dueño personifica a esas innumerables familias que sufren la desidia, la
calamitosa enfermedad de los adictos a las drogas, al alcohol, al
resquebrajamiento del alma de los hombres. Por ende, el resultado, o el
producto último tiene que ser necesariamente la muerte prematura como señal,
como alumbramiento, como metáfora adicional para que, los desgraciadamente
poseídos tomen conciencia de la gravedad del asunto.
El lenguaje opera sobre una arquitectura de
contenido brusco, ostenta de igual modo una legitimación de los símbolos. Su
autor tiene como objetivo primordial lo filial específico, quiere y ha logrado
mediante una historia insólita, original y paradójica: corporificar la
monumental tragedia contemporánea. Maty,
se nos escapa entre los dedos, se desentiende y decide entrar en la curva de
los valientes. Se nos va –abajo- por el exceso, por su ingravidez, por la
sofisticada dependencia, y no podemos salvarlo.
Tras la muerte de Maty aparece la consiguiente anexión
de historias pertrechadas de desalientos. Turbación,
La mujer en la ventana, Hay un fantasma, La confesión, Vida y muerte del poeta, Muerte de Jesucristo en Los
Barrancones, El tiempo invisible, Frontera, Tautología, y Fábula ratifican la obsesión de este
escritor peruano nacido en Lima en 1982: personificar el héroe trágico, el
hombre que quiere escribir más allá de su compleja situación, el artista que
quiere emanciparse a través del hecho escritural como puede sugerir el último
cuento.
Esta selección publicada por Paracaídas Editores,
Perú, año 2012, nos indica que su autor clarea sus memorias, especula desde sus
realidades, bucea su propia biografía, repasa sus evocaciones, rasga su
existencia, y ha vencido sobre todos los estados de turbulencia.
La ficción o la no ficción de estos escenarios nos
muestran un sujeto inquieto que calcula con excelentes herramientas
técnicas los efectos expresivos, las concluyentes directrices de una voz
omnisciente que hurga sobre los inexorables entornos de otros sujetos que se
activan junto a él.
Este sujeto narra con una mancomunada poeticidad.
Sus diálogos o monólogos ocasionales están provistos de una factibilidad
poética, de una resonancia lírica- y conceptual que esplende y nos adhiere a
sus inmutables interrogaciones.
Con una predeterminada economía lexical este
narrador se programa, y nos reta con esa, -su presencia- expuesta a evidenciar
su coalición con los contextos sociológicos e historicista. Digo historia por
la contumaz coyuntura contemporánea. Es obvio que Armando es un cronista de
circunstancias cercanas, nada ajenas. Eventos comunes o menos comunes,
fantasmas o criaturas reales, todo está optimatizado por la negación, por la
irrefutable condición humana.
Sus personajes se sacrifican, imponen sus propias
leyes de comunicación. Se notifican e increpan sobre lo -social emergente-
sobre las condicionantes culturales y/o patrones sociales disímiles.
Cualquiera de los escenarios, de los retos o de las distintas orientaciones;
estos personajes tienen como eje común: la desesperación, la angustia, la
sedición y el paroxismo de su acontecer.
Tienen como acicate una vida lastrada por las
pérdidas, por la maquinación de propósitos suicidas, el engaño, el autoengaño,
la malicie, y el deterioro. Los vasos comunicantes están –íntimamente- ligados
a emisiones culteranas. Están permeados por lo esencial-humano: lo Universal
humano desde lo raigal artístico.
Armando no propone soluciones, no hay arreglos
definitivos, como tampoco salvación posible. Asume sus comunicados desde un
lenguaje que busca las fluencias de referentes socioculturales. Sin embargo sus
mensajes no están vacíos. Sus personajes vigorizan sus coordenadas estéticas,
se prolongan en el tiempo y se consumen en su propia enajenación. Destaco que
su intención está lograda: No es unilateral, ni absolutamente definitorio. Este
autor “ensaya” otros paralelos de la ceguera, y otros derroteros de la
decadencia humana.
Miladis Hernández Acosta.
Princesa de la poesía cubana.
Guantánamo, 9 de Julio 2013.
qué bonita palabra empleaste: "fluencias"...
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