LP5 Revista de Literatura y Arte

lunes, 7 de julio de 2014

MARTÍN ECHEVERRÍA. Poesía Actual Argentina



MARTIN ECHEVERRÍA (Mendoza, Argentina, 1968). Licenciado en Comunicación Social y periodista. Es autor de letras de canciones populares, algunas de las cuales que han sido musicalizadas y/o grabadas por diversos músicos argentinos. En 2011 publicó Los Invisibles y otros secretos. Editorial La Aldaba. En 1ra y 2da edición. En 2007 publicó Los Desangelados, abrazos en la intemperie. Su obra “Zamba de Almas Perdidas”, compuesta con Analía Garcetti, fue grabada en el CD “Doce Uvas” junto con el reconocido músico y compositor argentino, Jorge Fandermole. Su obra “Quedarme o ir” (Huayno) compuesta junto a el Maestro Daniel Morcos, fue registrada en la placa “Flores del Silencio” de Alejandra Bermejillo, Daniel Morcos y Ernesto Pérez-Mattas.



Selección por Gladys Mendía del Los invisibles y otros secretos





VII

Tienen ciertas propias
maneras de mirar
de reír
de indagar  lo cotidiano
con fruición. 

De lo común
se extrañan y se alejan.
Y suelen no estar conformes
con ciertas extrañas
maneras  propias
que tienen las cosas
de ser.

Viven incómodos con su era
como quien habita una piel ajena.

Algunas madrugadas
río arriba en la nostalgia
anhelan otras vidas
otros cielos
otros modos
otros tiempos en los que con mucho menos
tanto más.

Y así van viajando hacia el amor
los invisibles.
Inquilinos
pasajeros
pensionistas del tiempo
despojados que siempre se están yendo.






El don de enrojecer


Me gustan las mujeres que enrojecen.
Tanto cromática
poética
como políticamente.

Para empezar me gustan porque son
la única prueba contundente
de que aún hay vida
en mi huraño corazón.

No es que aborrezca
a las féminas azules
grises o celestes.
Es simplemente que en nada
se comparan
a las que tienen
el don de enrojecer
que equivale nada menos
a reinventar cada mañana la utopía
multiplicar los panes y los sueños
y poner las cosas más calientes
tanto romántica
poética
como políticamente.

Me gustan las mujeres que enrojecen
pues aquellas hembras
que aún suelen sonrojarse
son la última trinchera que nos queda
en la lucha contra el neo-desamor.

Cuando te tornas mi bien
del verdadero color de las estrellas
quisiera entonces tantas cosas
y entre ellas
ser peregrino en tu piel
cuando anochece
comer tus besos
uno a uno
lentamente
curar tu soledad
e incluso a veces
quisiera simplemente
amarte
amor
cuando enrojeces.      





           
Ser canción

Ser canción por memoria
de niño-padre roto de frío
de sólo luz de luna en el plato en cada cena
y los agravios del día en postre amargo
y sólo muy de cuando en vez
una porción pequeña de dulce de miradas
para no ir a dormirnos tan hambreados.

Ser canción
porque también a los invisibles
nos nombra la luna.
La rosa me nombra y en azul
la montaña me nombra y a veces
yo también la nombro
cuando suelo andar
callando hondo.

Ser canción porque la calle
madre dura
fumando las horas inmensas
con abrazo hueco
madre de los sin techo
de los sin nido
virgen sorda
madre al fin
me pariste a esta soledad mía
que es lo único mío además
de mi porfiada sombra.

Gracias madre
soledad mía
gracias miradas esquivas
oscuras miradas gracias
porque hasta ti me trajeron amor
para llenarme de vos los abrazos
y ser uno en canción de amorosos
transparente canción de etéreos perros urbanos
canción para las blancas manos panaderas
de compañeros canción
con el Armando, el Víctor, la Violeta.

Ser canción de hermanos
para tejer con mi voz
tal tibio manto de estrellas que cubra
hasta los más lejanos
y procurarle al fin
un nido a la luna nueva en mis zapatos.

Para esto quiero ser canción compadre
    [para que nadie se nos quede
                                           afuera de lo humano]








No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario aquí