Felipe Moncada Mijic (Chiloé, Chile 1973).
Fundador y director de la revista de creación literaria La Piedra de la Locura.
Ha publicado los libros de poesía: Irreal
(2003) ediciones El Brazo de Cervantes, Santiago; Carta de Navegación (2006) imprenta Almendral, San Felipe; Río Babel (2007) ediciones Casa de
Barro, San Felipe; Músico de la Corte
(2008) ediciones Fuga, Valparaíso; Salones
(2009) Manual Ediciones, Rancagua; Silvestre (2015) Ediciones Inubicalistas,
Valparaíso. Ha sido publicado en: Antología Concurso
Nacional 70 años de las Juventudes Comunistas (2002); Antología Poesía Nueva de San Felipe de Aconcagua
(2003); Antología 30 Poetas Jóvenes (2003)
ediciones U. de Playa Ancha; El Mapa no
es el Territorio Antología de la Joven Poesía de Valparaíso (2007)
ediciones Fuga, Valparaíso.
Selección
por Gladys Mendía de Silvestre
MORRILLO
Bajamos
del óxido de un aserradero hasta los verdes pozones de agua congelada, ¿puede
el tiempo ser líquido? Entramos en la gelatina, apretado el pecho en la nunca
vista turquesa. Ver esas burbujas bajo el torrente es deshacer el ruido del
mundo, y es que hay tardes en las que da asco estarse quieto, sepultado de
cortinas y maneras. Hay que hundirse entonces en el granito, sentir la espumilla
de las cascadas, gritar como animales para nacer de nuevo.
MANOS
DE MEMORIA
a Filomena Manquepi
¿Cómo
aprendió?
De
pura memoria, dice.
De
los murallones coronados por pehuenes
de
los cardos y los dos metros
de
nieve, de ahí, de lo que me acuerdo.
Si
en el silencio del fogón, lentamente
se
urde la geometría del azul,
la
flor silvestre de los barrancos,
la
esbelta fragancia del poleo, y si el viento
se
pudiera tejer, el balanceo
de
los grandes sauces,
sería
también de pura memoria.
ORFEBRERÍA
DEL BOSQUE
Hubieras
hecho un amuleto con la resina del pehuén, con el viento de manzanos golpeando
una pradera de cardos. Entonces un sur de memoria palidece ante el país pehuenche,
con veranadas colgando del cielo y fantasmas que rondan las cascadillas. Ahí va
Ezequiel cabalgando noche adentro, cruzando pinalerías y ceniza en el más ahora
de los presentes, año dos mil diez de los cristianos. Allá va Filomena de a pie
a vender tejidos a la Argentina, llevando el azul de la flor de los arenales.
No se puede vender alcohol en la comarca, no se puede cruzar la frontera sin
salvoconducto; lo que se puede es ahogar el pequeño cementerio, las colinas del
cordero, sembrar electricidad para los huesos. Hubieras hecho la forma del
viento con las curvas del coligüe; tu boca besaría el azul de las nubes,
hermano de los abedules de las sierras, de las algas que buscan el cuarzo en otras
playas.
CERAMISTA
a Alejandro Lavín
Podría
ser
un
inmortal desterrado
calando
ideogramas
en
la corteza de un canelo
o
un anacoreta pariente del Bocaccio
dedicado
a la consolación de las nativas.
La
cosa es que este Monje
sabe
más por viejo que por Tao,
más
por conocer la textura de las piedras
que
por traducir a Sutano o Mengano.
Y
si no le importa dónde termina la corteza
y
dónde comienza la cabaña
es
porque toma agua en hoja de lingue,
ya
que la taza es para el ojo y el tacto,
para
imaginar montes de caolín
cada
vez que llena una jarra
o
se bebe alrededor de la parrilla
bajo
la fronda de los avellanos silvestres.
LOS
QUE NO VOLVIERON
a Esteban Mijic
Ahora
que
un colibrí
flota
entre las chilcas
y
las familias regresan de las pozas,
algunos
lanzando piedras al río,
otros
en silencio, pensando
en
el pan de la tarde con los primos,
en
las truchas a la parrilla,
pienso
en los que no volvieron:
los
que dejaron su huella en el agua,
la
boca seca en la ceniza,
perdida
la esperanza en el cascajo.
Aquellos
solitarios,
ánimas
de los senderos,
quiera
el bosque llevarlos a su fronda,
beban
el rocío de los canelos,
sea
su canto el de las vertientes,
tengan
la paz de los remansos, ahora
que
un colibrí gira en el aire
y
busca
el
vino azul de las chilcas.
ANIVERSARIO
Ve desnudo como un signo
Hakim
Bey
Se
juntaron los años
y
aún sin posesiones efectivas,
con
miedo
a
mencionar la palabra amor,
a
perder la calma y todas las apuestas,
me
desnudo
y
entro en el torrente de montaña,
en
el verde múltiple
de
cien botellas de vino;
entro
en
el rumor de cascadillas
como
si quisiera borrar el tiempo,
curar
las heridas
y
nacer de nuevo en la corriente.
Voy
a perder la tarde
en
una piedra con forma de cuenco,
atento
al colibrí de la fronda:
ya
habrá tiempo
para
volver a perder la paciencia,
calcular
las deudas
y
las horas de trabajo.
Debiera
ser más ligero,
apostar
el tiempo restante,
el
ánima viene de la creación.
Así,
cuando vuelva
a
pasar mis dedos de animal
por
la tosca suavidad de un tronco,
no
me avergüence
de
haber cambiado la piel
por
un par de monedas falsas.
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