JOSÉ
GREGORIO VÁSQUEZ CASTRO (San Cristóbal, Venezuela 1973) Poeta y editor. Ha publicado: Palabras del alba, 1998; Lugares del silencio, 1999; Ciudad de instantes, 2002; Bogotá siempre palabra, 2002; El Vago cofre de los astros perdidos.
Antología poética de César Dávila Andrade, 2003; 2011. El fuego de los secretos, 2004; La
tarde de los candelabros, 2009; Ingapirca,
2011; La noche del sol (donde se
reúnen algunos de sus poemas desde 1998 hasta el 2013), 2013; Cantos de la aldea, 2013.
Selección por Gladys Mendía de La noche del sol
De
El fuego de los secretos
*
Mientras
escribo…
otros
desde afuera
comienzan
a leer sus propias líneas…
Yo
doy vueltas alrededor de las palabras…
los
otros atraviesan esa aventura
de
los días...
*
Hoy
no he podido verte. Esa facultad mía que me permite observar tu quehacer
cotidiano desde cualquier distancia y a través de cualquier obstáculo, con sólo
cerrar la mano izquierda y apretar el pulgar con fuerza contra el índice, se
encuentra inhibida por la acción de un planeta oculto.
Sin
embargo huyo de esta condición rompiendo la imposibilidad que traza el destino
de un día, lo hago bruscamente, ciego, deseando saltar por un instante hacia un
abismo impronunciable, lo hago siguiendo las huellas de ese iluminado girasol
que habita en ti desde hace millones de lunas.
Busco
debajo de los párpados el color resplandeciente de tus ojos, ese color que me
muestra tu infinita bondad, tu alegría, tu llanto, tus días al sol y a las
estrellas, tus noches enlutadas por el exilio de Dios. Busco consuelo en las
palabras, refugio provisorio en los silencios, escondite eterno en las miradas.
Busco, y mientras la búsqueda se incrementa, mayor es mi distancia, mayor es la
distancia que abre el cielo con la tierra.
Dejo
entonces que todo suceda desde afuera, y me refugio en lo eterno que hay en ti,
me refugio para cantar a los instantes... a esos instantes que me recuerdan tu
belleza, tu delicado perfume de fuego eterno...
*
Me
despierto lentamente sintiendo que todo ha cesado ya. ¿Cesó la multiplicidad de
los hombres? No. Aún logro verme desde lejos en otro lugar; el que observa
también es observado, el que camina es seguido por su sombra. Sin darme cuenta
giro en estas palabras porque ellas dan giros invisibles en otras palabras y en
otros silencios. Soy movedizo, movediza también es el alma. Un río pasa por
debajo de mi cama, lo escucho desde la madrugada, lo escucho cuando está
crecido, cuando llueve sus piedras me levantan, sus aguas son también
movedizas. En la mañana, cuando todo ha pasado, el agua de ese río sigue
bajando lentamente las horas de marzo, las horas de un día que no vuelve a
repetirse: hijos son los días de la memoria, de las horas de la memoria, de los
instantes marcados en las memorias.
De
La tarde de los candelabros
a
Cada
día escribo una línea
y
la pronuncio monótonamente
para
no olvidarla
Cada
palabra deshila nuestro ahora
lo
deshilvana de toda forma
para
hacerlo primigenio
intacto
transparente...
Cada
palabra es ya un silencio
en
esta casa
llena
de sombras
La
casa que me protege
la
sigo llevando a cuestas
en
mi memoria
en
mi recuerdo
en
cada gesto que pronuncia
mi
infancia
La
casa de mis padres
sigue
agrietada por las aguas
y
cada sonido en las paredes
es
una tormenta sin descanso
Es
esta casa la que ahora me dicta
cada
una de nuestras líneas
Pequeños
sonidos ahora bajan multiplicándose
en
este árido movimiento de mi mano
Tiembla
la enfermedad que me condena
tiemblan
mis manos al oírlas
Yo
intentaba volver a la memoria
pero
desde afuera me gritaban desesperadas
otras
palabras...
guardadas...
silenciadas...
abandonadas...
La
tinta acaricia este olor
de
impronunciables sílabas
que
aún no han sido escritas
El
silencio nos quebranta al oírnos rozar
el
papel reseco de los años...
Es
la tarde de los candelabros
es
la hora inmóvil de las orugas
es
nuestra hora final
es
el sonido fúnebre de esta noche
es
el sueño de los apamates
La
sombra abierta nos protege
la
sombra de hiladas circunstancias
nos
detiene
y
entonces bajan por las paredes
otras
formas del lenguaje
que
ahora escribo con estas manos
atadas
de costumbre
con
estas manos
aún
heridas por los años...
Cada
día escribo una línea...
Cada
día muero al desprenderme de mí…
e
Acepto
mi distancia
mi
aflicción
esta
cárcel
que
me rodea
cuando
camino
Acepto
esta intemperie
la
tarde
el
ocaso
el
terrible
hedor
de los huracanes
Acepto
el dolor
de
vivir
y
el dolor de morir
la
noche acariciada por el alba
Acepto
esta multiplicidad
que
ahora me condena
el
nombre de un dios secreto
el
fuego eterno
y
la mudanza a un tiempo más etéreo
Acepto
esta mirada
estas
palabras
estos
trazos de vida
que
me han hecho
Acepto
el principio y el final
de
un pensamiento
Acepto
mi silencio
este
dolor
esta
herida
esta
inútil queja
este
desencadenado movimiento
Acepto
que ya no soy
que
no seré
que
he muerto
Acepto
que esta tarde
ya
no están
se
han ido
y
me encierro
Acepto
con resignación
este
destino
sabiendo
que también
no
lo acepto...
g
Que
me reúna una palabra y pueda desde entonces deletrearla, dibujarla en la memoria,
escucharla sintiendo el recorrido que ha marcado ya dentro de mí hace muchos
años...
Sentir
ese viaje que ha emprendido, sentir su llegada; disfrutar por un instante su
sonido, sus vibraciones mágicas, sus impulsos escondidos; volver con ella al único
silencio que tatuaron en los labios nuestros dioses.
Quisiera
volver a las formas olvidadas de la escritura, a las formas misteriosas que
hacen de las palabras oraciones; quisiera que ella reuniera desde su extraña
presencia el infinito significado de los siglos; quisiera que ella expresara
con su sola belleza lo que pienso, lo que añoro, lo que han significado los
años, lo que han sido estos últimos días, lo poco que conozco, lo mucho que
falta por descubrir; quisiera también que esta palabra abriera el diálogo de
cada día y lo cerrara cada atardecer sin sentir esta dolorosa distancia: oficio
ciego de los hombres.
Una
palabra que llame a la noche y al mediodía, una palabra que se mantenga elevada
sin tiempo, sin riesgos, sin fracturas; una palabra como un grano de arena,
escrita en la piel de sus costados, en la sangre de sus entrañas, como un
amigo, como un árbol, como un río acompañando estos momentos. Quisiera que todo
estuviera en ella, que nada faltase: el día celebrado, la noche encantada por
el paso estelar de las estaciones, los ojos que no ven el mágico transcurso de
las cosas.
Una
palabra que sostuviera al Cielo y a la Tierra, que nombrara los distintos mares
y los distintos cielos, los vientos, las tormentas, los desaparecidos titanes
rasgando nuestro pecho; que nombrara a los distintos hombres y a los dioses,
una palabra que buscara en cada rincón la escondida esencia de la vida y la
perfumara para siempre.
Quisiera
que esa palabra denominara este momento, y la felicidad, y la tristeza, y la angustia,
y la infatigable angustia de los hombres que yacen perdidos, y la soledad...
Que
fuera ella el inicio del más lejano de los poemas, y el final de una metáfora
celeste; quisiera que ella estuviera escrita en tus ojos y en los ojos del
universo, en las miradas de los niños que pasan por la calle, y en los ancianos
que circulan sin los años; quisiera que ella dibujara el calor de la madre y la
presencia del padre; quisiera que todo estuviera en ella, que no me
correspondiera buscar en las afueras, en otros lugares, en otros tiempos, en
otros corazones sus alegrías y sus pesares...
Buscar
aquí una palabra que desde siempre denotara el abandono y la permanencia; una
palabra que se dibujara en el mar profundo y en el ancho seno de la creación
sin perderse, una palabra que calmara la diferencia sin sentir que está
presente, una palabra que naciendo de lo inefable volviera al silencio sin el
abatimiento que causa la costumbre.
Quisiera
abandonarme en esa palabra y después de una larga estancia pronunciarla, llamarla
por su nombre, por sus infinitos nombres acariciarla, volver entonces la mirada
mientras ella nos detiene y nos olvida...
a
Cada
día escribo una línea
y
la pronuncio monótonamente
para
no olvidarla
Cada
palabra deshila nuestro ahora
lo
deshilvana de toda forma
para
hacerlo primigenio
intacto
transparente...
…
De
Casa de silencios
Casa de silencios
A mis madres
y mis padres…
Con ellos aprendí a escuchar la
casa
I
Es
aquella casa
la
que me habita
Aquel
viejo lugar
que
protege mis palabras
y
en este ahora
me
permite
regresar
Todo
en mi recuerdo
duerme
desdibujándose
Soy
sombra entre mis pasos
apenas
reflejo borroso
e
imperceptible
de
algo que pasa
fugazmente…
Voy
a fuerza de tropiezos
aunque
todo tienda a desaparecer
Voy
torpemente
por
mis recuerdos
reuniendo
lo que me dictan
en
silencio
aún
las vagas imágenes
de
aquella casa
La
infancia
el
patio de ayer
el
olor de los años
mis
madres
mis
padres
mis
hermanos…
Todos
reunidos ante mí…
y
yo
desapareciendo…
Es
este agotado ahora
el
que me acompaña
estos
ojos caídos
estos
ojos apagados por la noche
cada
vez más oscura
Aún
así
intento
entrar en la casa
siempre
a fuerza de tropiezos
Al
caer la tarde
voy
lentamente a ella
aunque
todo ante mí
sea
una sombra
un
diluvio atormentado
de
imágenes solitarias
ya
sin alma
Las
puertas aún cerradas
me
alejan por completo de aquellos años…
Intento
llegar
ya
sin fuerzas
Sólo
en la intimidad
me
recupero para seguir lentamente
hacia
adentro
Estoy
tan cerca de la casa
Mis
pasos resuenan en otros pasos
en
otros años
en
los años de mis padres
también
en los de mis madres
ahora
míos
Voy
atado por la costumbre
Tiemblan
mis piernas
como
si una fuerza superior
me
impidiera
proseguir…
Voy
quedándome
como
en otras tardes
Aún
no logro entrar
Todo
se cierra
ante
mis ojos
Sigo
atento
a
cada movimiento de mi mano
Dejo
que todo suceda
afuera
mientras
escribo
en
otras manos
para
volverme palabra
Todo
en la casa
está
ahora atado a una palabra
y
no logro descifrarla
Voy
seguro
en
mi silencio
Adentro
me aguardan
todos
Me
piden esa palabra
que
los anima
Yo
a tientas
voy
deletreándola
en
el oído
de
mis recuerdos…
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