LP5 Revista de Literatura y Arte

jueves, 13 de agosto de 2015

JAIME ARAYA MIRANDA: Poesía Actual Chilena


Jaime Araya Miranda (Curicó,Chile. 1989). Profesor de Castellano y Comunicación y Licenciado en Lengua y Literatura Chilena e Hispánica (PUCV), estudiante de Magíster en Literatura Chilena e Hispanoamericana (PUCV).  Participó en el taller de Reescritura dirigido por Ximena Rivera (2010) en Balmaceda Arte Joven. Fue becario de la Fundación Pablo Neruda (2012). Ha publicado la plaquette "TWSC" (2010), Difusión Alterna, Buenos Aires. "Mano del deseo" (2010), Ediciones Jirafa Muda, Valparaíso. Así como en las antologías de "Puente de Madera + 13 poetas jóvenes " (2010), "Breve memoria de un instante" (2011), "Cápsulas de tiempo, invitación a la escritura dramática" (2013) y "Diáspora" (2015), su primer poemario publicado en México a cargo de Ediciones Simiente.

Selección por Gladys Mendía


*
Ningún lenguaje es más auténtico que el lenguaje
de los objetos,
el lenguaje transparente, el lenguaje honesto, colectivo,
del vuelo de las aves o de los objetos inmóviles
esperando una empujada para moverse sin dirección.




VIAJE INICIAL

Cuando viaje por un sueño
llegaré hasta donde el sonido es canto-poema
y la ciudad me mostrará sus nombres olvidados
como raíces sin tierra en un bosque/laberinto blanco;
muy adentro, me abriré un camino a pedazos
buscando hablar con Dios.
En el medio de su máscara/cáscara transparente
veré el reflejo de mi deseo
y un cazador aparecerá atrás, oculto.
Hacia el lado de afuera,
una caída de agua habita mi cuerpo
como el canto de los pájaros
que indican
mi punto
de origen.

Pewma amulen mew
dipufili ti kom pu ülkantun
ti warria pegelelenew ta ngoymankenchi üy
folil nienolu mapu reke
liq mawüdantu mew
itro punwi iñche gülaneañif rüpü
küpa dungualu Ngünechen mew.
Ñi liq takuangewe ragiñ mew
lilean ñi apill tañi aywin
ka kiñe tralkatufe wefalu
furitu püle, llunkülelu
wekuntu püle, kiñe trayenko
mogeley tañi kal´ul mew
wünün üñün reke
pegelkülelu
inche tañi tuwün.




*
Moja los pies al empujar el bote,
no le teme a lo que el mar le espera,
sabe que no hay tierra más firme
que una idea fija.




KALEWTUN
Fochon’amun’key ñi pelüntükufiel wampo
llükalay ñi peam fütra l’afken’ mew
kimniey ta genolu mapu doy fügkulu
ta kiñe anün rakiduam.




Kallfü ñamkü*

Un aguilucho quiere liberar a los encerrados
en la ciudad enemiga,
no le teme al fuego ni a la envidia,
conoce cada parte del laberinto,
los ve desde arriba.


*Águila azul



CACTARIO

Una bandada me despertó
mientras estaba buceando
en sueños colectivos y ajenos.
Pensé que anunciaban, al fin,
la llegada de un sueño premonitorio
pero sólo ingresaron por la ventana,
observando
me rodearon.

Me levanté
y comprendí que se trataba de otra cosa:
inmediatamente imité el gesto de las aves
y puse mi espectro en dirección
a nuestro desierto familiar.

Olí la tierra,
me cubrí de ella
como si fuese mi sepultura
dejándome ciego de tanto ver el sol
—porque los ojos nunca se entierran—
y en ese instante, sumergido en mi jardín seco,
transmuté
en un huevo caído,
perdido del nido,
rodeado de espinas y silencio,
y allí no pude modular palabra.
Pensé que experimentaba la muerte
—mi primera muerte—
pero estaba muy lejos de eso.

Recuerdo que ellos pensaron
que todo era una máscara,
pero estaban frente a mi primer rostro.
Recuerdo que las aves en lo alto planeaban en círculos
hasta llegar la noche.
Rodeado entre las sombras espinares
mi sed interior comenzó
por pedirme modular un (g)rito
pero mi cáscara frágil podía romperse
y la sombra, la vieja sombra,
como una verdad absoluta
me mostró la constelación de Géminis
explicándome
que en algún punto del globo,
bajo otro cactario
nacería nuevamente
con otro nombre secreto para mí.



Kurrüf* y la diáspora

Kürruf me invocó,
me invitaba a ser parte de la diáspora,
de sentir cómo mi cuerpo se hacía polvo
y se repartía por toda la geografía,
cómo se mezclaba por los bosques
y las piedras.
Diaspórico me quedé por días,
floté y caí,
todo en la inmediatez
que él me proporcionó.
Volé,
caí a las aguas,
en las bocas de los niños
que me recibían con las lenguas afuera
y los ojos cerrados,
agradecidos.
Me dejé multiplicar,
no había ataduras,
las aprehensiones humanas
son las anclas invisibles,
la falta de poder
oír
ver
oler
gustar
de verdad.
El mundo que conocemos es artificio,
los sabores eran otros
más sutiles,
los olores del cuerpo
más intensos,
nuestro tacto
más alerta,
la mirada siempre atenta.


* Viento.




Vrajathan

Por los poderes de San Cipriano
y de las tres almas que lo vigilan,
por todos los santos profanos
y cada pecado concebido.
Amén.


Vrajathan se pronuncia Bráyatan
como si fuera una palabra esdrújula.
Vrajathan es el reflejo de mi fuga,
la destrucción de mi dualidad,
la soledad del porvenir hecha baile.
Desde el País de Cucaña
se vino prófugo,
el hambre que tenía
no era por la falta de comida
sino por la carencia de fama.
Dicen que en su pueblo
del agua brotaba vino y leche,
que nunca faltaría la jarana,
como diría su ñusta*,
pero él quería escaparse
porque estaba atrapado en la ciudad.
Así, de noche (porque nadie puede huir de día),
tomó una maleta con lo esencial
y se vino peregrinando hasta el sur.
Todos los caminos llegan a Vrajathan
porque tarde o temprano iba a suceder,
la rutina terminó por liquidar
su deseo de permanecer,
debía iniciar su viaje,
explorar el mundo, bailar.
Cuando llegó a Valparaíso
no encontró más trabajo
que ser maestro de construcción
y allí, entre cimientos y cadenas
a medio hacer,
descubrió que todas las ciudades
son una misma
sólo que son vistas con otros ojos
y que cada habitante es un prisma,
una pupila.
De noche, Vrajathan
era bailarín exótico
en un antro del Barrio Puerto
allí se movía entre un caño
y música envasada.
Entre cada movimiento de cadera
una mano se asomaba con un billete
y Vrajathan debía venderse
por el placer del que mira,
él pensaba que todo era una paradoja,
porque como dice el dicho:
el que mira sufre,
el que toca goza.
Vrajathan es una serpiente
que se enrosca cuando no recibe aplausos.
Éste es su nuevo nombre
“artístico”,
su nueva piel,
porque en el fondo
era parte de la multitud y estaba solo,
por eso mismo llevaba siempre
su pulsera de huairuro
para protegerse del mal de ojo.
Vrajathan no creía en Dios
y pensaba que oriente y occidente
eran una misma cosa
de la que él no era parte.
Vrajathan no dormía
porque debía trabajar,
siempre llevaba lentes oscuros
porque,
en realidad,
no tenía mirada.

Vrajathan era sólo una alegoría.

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