Ashle Ozuljevic
Subaique (Santiago de Chile,
1986) Licenciada en Lengua y Literatura hispánica. Universidad de Chile Magíster
en Estudios latinoamericanos. Universidad de La Serena Instructora de Yoga
integral. Federación Argentina de Yoga.
Selección de la autora
Hay distintos tipos de gritos
Ligado en lo estrecho
-a través de mis deditos toscos-
a la imposibilidad de tener
un orgasmo silencioso
a la negación síquico-fisiológica
[patológica
de mantener ese secreto tibio
[o cualquier otro
la misteriosa humedad sagrada
[o cualquier otra
dentro de la piel
Allí,
el grito,
la dificultad de permanecer estable,
correcta,
la imperiosa necesidad de ampliar ese vacío ansioso
con los ecos de una voz sorda y asqueada,
el reflujo constante que no se agota
de responderle a los mil rostros distintos
con que la muerte me ha perseguido;
un bichito de luz frágil
es
y su dura lucha contra la caída última
Desfallecer
Desfallecer
tal vez
en los labios otros,
en los ojos otros,
alcanzada por un rayo
en cualquier calle de cualquier ciudad,
darle hambre
tal vez
al monstruo que subyace en cada mañana
o calmarme la sed
con una gotera de arena;
desfallecer
alcanzada por un sueño
donde pueda hacer del exilio mi bandera,
perseguir siempre lo equivocado,
morir en brazos del enemigo,
moverme sin cuidado a través del tráfico convulso
las suficientes veces
que permitan volverme en ello especialista,
confirmar que todos mis engendros
tienen rostros familiares,
confirmar que persigo que muero que me muevo siempre
en el sitio inadecuado,
aventurarme
y fracasar,
huir como sea
del sinsentido de una vida
silenciosa
y demasiado tranquila.
Matta oriente
La revolución se hace, no se dice.
W.H
Propagar la revolución
cualquiera que ésta sea
difundirla como ley
alimentarla
vociferarla como un rezo apocalíptico
defender la revolución
peinarle el cabello y
acariciarle las mejillas
besar la comisura de la revolución
ponerle flores al cenicero y
hacer arder las chaquetas aterciopeladas
cocinar días enteros
amasando la revolución
soñar sin dormir
dejar de tomar aspirinas
renunciar a las escobas y a las casas sucias
impedir que la pena te trepe por los zapatos
abandonar la misericordia
dejarla tirada con sus piernas cortas
en una calle cualquiera
Defender la revolución de los consumistas
de los medievales de los templarios de los románticos de los joviales de
los utópicos de los suicidas de los temerosos de los realistas
defender la maldita revolución
plantando tomillo, yerbabuena y matico
bañándose en leche de higo
y comiéndose las granadas de los campos eriazos
expandir la piel del cráneo
-de ser necesario-
para libertar el pensamiento
agujerearse el pecho
para emancipar las emociones
hacer de cada suspiro un canto revolucionario
hacer de cada beso un ataque neurasténico contra el bien común
ser revolucionario
histérico
ser mentiroso
y brutalmente honesto
ser triste
ser caramelo ser pan ser perro
coger
escribir
leer
hacer la revolución
defenderla
esparcirla como semillas
propagarla con una vela en la mano durante toda la noche
por las calles de esta ciudad muerta
ser contrarrevolucionario,
de ser necesario,
pero propagar la revolución.
Maculada
I
Cuando el sol me enceguece
dudo de la realidad que me rodea
y de las teorías de las manifestaciones de un dios omnipotente
que en mis pecas colapsaría
como un aerolito extraviado.
II
Me leyó las pecas como si fueran las líneas de mi mano
le di monedas,
todas las que tenía:
necesitaba que me dijera
que iba a ser feliz.
III
Nunca se cansa el sol de martillar mi rostro:
cada peca es un clavito diminuto que no duele
cada peca es un clavito que me salva de encancerarme
cada peca es un espejo para insectos.
Cuando duermo ellos vienen a mirarse
sin quedar nunca felices
del reflejo que reciben
los mato uno a uno
con las yemas de los dedos
pues nunca han sido capaces de contestar
cuándo y quién me unirá las pecas
con una línea brillante que no duela.
Te digo
Te digo: he vuelto a no desear
nada material,
te digo: he regresado al no-consumo
de objetos manufacturados
sólo mantengo esta necesidad latente
de piel y sudor
de fluidos que emergen
más allá de mis confines
te digo: acércate prudente
todos somos frágiles
y todos feroces
te digo: el sol martilla mi rostro
cada peca es un clavito diminuto que no duele,
tal vez,
te digo: no te aproximes
mi puente de palitos delgados
pende de imperceptibles tuercas
el secreto es rodarlas yo sola
embarrarme las rodillas
y lamerme las heridas
te digo: he vuelto al desapego
nada más tengo apetito
de lo que no se puede comer.
Cuando las palabras no quitan la sed: Reseña del
libro Tres de
Ashle Ozuljevic Subaique
Por Daniel Agustín Moreyra
Profesorado en Letras
Universidad Nacional de San Martín
Buenos Aires. Argentina.
“…Alguien
tiene que llorar por los que no lloran,
alguien
tiene que poner el pecho,
alguien
tiene que amar por los que no aman…”
Hay distintos tipos de gritos, reza el título de uno
de los poemas de Tres, el nuevo libro
de la escritora chilena Ashle Ozuljevic Subaique. Pero, ¿Cuál es realmente el
grito de la protagonista? Tres es un
recorrido totalmente singular de un proceso de palabras que en principio
parecen ser tranquilas, pero encubren tormentas.
Cada uno de estos poemas actúan como un sapo
sumergido: cuando te das cuenta, estás atrapado en esa melancolía, en ese
recuerdo fallido, en un presente donde la protagonista se debate entre amar o
dejarse devorar por la indiferencia. Todavía conserva, su autora, la constancia
de referirse a sus pecas, marcas que, aunque no de nacimiento, viene prefigurándola
en la realidad y en la ficción hace ya varios años. Cabe preguntarse si no son
las cicatrices de algo más, las heridas de guerra de los amores consumados u
olvidados.
Poemas como Blanco,
negro y verde, son ejemplos de que las palabras crean mundos, y suscitan en
el lector una gran empatía por el yo poético. No hay forma de no enamorarse de
ella, de la chica que desea confiar en el mundo, en su revolución, en su amor.
El libro se divide en tres partes, partes que forman
el sentido general del poemario. Juntas son la confesión de distintas
situaciones donde los recuerdos de la niñez y de la adultez confluyen en penas
irresolutas y en incógnitas sin responder. En la segunda parte, el primer
poema, que funciona más bien como un epígrafe, sintetiza el sentimiento del
libro:
Léeme
léeme
léeme
involúcrate
del todo
esto que no lleva tu nombre
es para ti.
No queda más remedio que involucrarse, que
devorárselo en una sola noche o en una mañana de frío. Siempre la protagonista está
en ese lugar recóndito, ese lugar inaccesible llamado palabra, y que no puede domar.
Un libro, en fin, para luchar en el desencanto
general al que nos vemos sometidos en los tiempos modernos, un libro para enamorarse
después de la tempestad cotidiana de los años. Un nuevo libro que nos permite
seguir disfrutando nueva poesía de esta escritora chilena que supo venir a la
Argentina y hacer seguidores de este lado. Un libro para no quitarse la sed de
volver a intentar con confidencias como ésta:
Confieso que
no estoy demasiado joven
ni demasiado vieja
para dejar de creer en el amor…
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