Raúl
Heraud (Lima, 1970) Licenciado en Psicología. Ha publicado los poemarios
Hecho de barro, en 2001 y Respuesta para tres o cuatro en el 2002
bajo el fondo editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, El arte de la destrucción (Buenos Aires
– 2006, Teatro de la crueldad, (Lima
2009, presentado en la FIL de la Habana – Cuba), Orange ode (Edit. Mesa redonda 2009). Antología de la nueva poesía cubana 1970 – 2010 (Elefante editores
– 2010). Restos (Editorial Letra en
Llamas 2011). Rito Verbal – Muestra de
poesía peruana 2000 – 2010 (Elefante editores, 2011). La flor de la locura (Los Poetas del Cinco Editora -Santiago de
Chile, 2011) Me Usa, Breve Antología
Arbitraria Perú – Uruguay (Paracaídas editores, 2012), La piedra elemental (Camareta cartonera, Guayaquil, 2012). Ha sido
incluido en antologías sobre Poesía peruana como El ojo de la aguja, 2003, (U.I.G.V), Ríos viejos voces nuevas (Ed. Casa del poeta peruano 2005), Cuentos Reales, (U.I.G.V. 2005) Manual de literatura peruana (Afa
Editores 2008), Antología poetas del
mundo (Revista Hispanoamericana de Literatura 2008), Antología palabras sin fronteras (Universidad Ricardo Palma – 2009),
Antología de poetas peruanos (ediciones
Jaguar, México 2009), Confesiones de un
descreído (Lima, 2013) Ha editado un disco titulado “Orange ode” con el
músico peruano Carlos Alberto Cárdenas donde fusiona poesía y música. Ha
participado en festivales internacionales de poesía tanto en Perú como en
Argentina, Brasil Cuba, Estados Unidos, Ecuador y Chile. Ha ganado los premios
de poesía: Premio Hermandad Latinoamericana, Argentina 2006 y Premio
Hispanoamericano de poesía Rubén Bonifaz Nuño, México 2013.
Muerte y decapitación de un hombre sin fe
Cuesta abajo en el sendero de la calavera
donde la vida es una maldición que los hombres
soportan
un ángel apareció entre la mierda
besó a los esperpentos a pesar de estar condenados
los amó aun sabiendo que el amor nada podía
el ángel lavó
con vinagre mis heridas
posó sus alas y su viejo cuerno
sobre mis ojos de sapo disecado
nos habló sobre hombres que destejen sus vidas
abandonándolas como trapos inservibles
como raídos envoltorios huecos
todos guardamos silencio por vergüenza
lloramos en vano ante las entrañas de Sísifo
nada de lo que hicimos valió nuestra salvación
fuimos lanceados y apedreados
expulsados de la vida por hombres de fe
ante la llegada de la muerte
dios fue una piedra que tuve que cargar inútilmente
mañana después de mi decapitación
mi cuerpo será incendiado y arrojado a los perros
no escucharé llantos de mujeres ni vendrán putas
golpeándose el pecho
solo habrá una lapida sin nombre a la que vendré a
llorar yo mismo.
La cena más miserable
Este lugar es un inmenso cementerio en el que jugamos
a salir vivos
hombres y ratas todos sentados como en una gran mesa
familiar
y dios que lo sabe todo les da de beber mi sangre
como en un acto de expiación
un negro curare que no es más que mi propia vida
inútil como un cactus seco
todos comen y beben hasta el hartazgo
mi padre eructa el cebo de su puta infeliz
que dejó sus años colgados como res en alguna esquina
de la mesa
aquí todavía yacen sus restos junto al pellejo de su
hijo muerto
arroja mis huesos a la basura que luego serán
devorados por mis
hermanos hambrientos
mi madre engulle mis últimas tripas que más tarde
defecará sobre sus amantes
dos perros conocidos se disputan su corazón
revolcándose felices sobre el excremento
en el centro de la mesa
jóvenes hienas se disputan mis sesos por unas monedas
las ratas más gordas los animan a luchar
sedientos de mi
sangre
beben del cráneo de dios
quien les hace
a todos una reverencia con la mano derecha
como señal condenatoria de mis pecados
le indica al
más vil de ellos que ya puede recoger de la mesa
mis entrañas
y agradece a la concurrencia
algunos ríen y cantan otros lloran con la mitad de sus
rostros sin consuelo
se leen la suerte y vomitan sus odios disimuladamente
labio a labio
padres contra hijos
bajo las máscaras del amor.
Suicide
Street
Todos saben
que vivo en suicide street
que por las
tardes huyo
de esta
calle
que me
conduce al abismo
un ángel
arroja sus alas
dentro de
una gran hoguera
en medio de
ella arde dios
otro hombre
escribe su última balada
en una
vieja cantina
solo flores
muertas nacen de sus manos
en esta
calle gris como el lomo de una rata
como el
nefasto cielo de Lima
satán hace
la señal de la cruz
cada vez
que alguien tira de la horca
aquí la
esperanza es un vino agrio
que sólo se
sirve
en los
psiquiátricos
en suicide
street nadie cree en milagros
solo en un
ave negra que
vuela
melancólica
sobre estas
estatuas de sal.
El hombre elefante
Durante siglos
viví en una cárcel de oro
privado de toda libertad
como una criatura horripilante me alimenté de hombres
de seres que posaron sobre mí todo su odio
la vida era una ilusión que sucedía cada vez que mis
carceleros abrían la jaula
fue así que me arrastré sobre ti
como un animal desgajado que huye de la muerte
esperando una muestra de amor
entonces no hubo nada a lo que yo pudiera temer
cuando abriste la jaula
y me tomaste entre tus brazos como a una frágil
criatura
tu mano curó mis heridas
y no hubo dios ni hombre que se atreviera a doblar
nuestro destino
porque tú cuidaste de mí como a un resucitado
como a un muerto nacido otra vez
a la vida.
Lázaro en un bar de Lima
Lázaro levántate sal
del sepulcro, bebe de esta agua maldita
vístete con el cuerpo que abandonaste esta mañana
cuando la vida era una rosa muerta
un animal herido en medio de la calle,
has vivido
siempre al pie de este árbol que
agoniza,
tu amor se parecía
más a una piedra deforme
que ensuciabas con tu semen tibio
huyendo como el niño que encuentra en la oscuridad la
mentira de la vida
diciendo: dios
despiértame de este mal sueño
pero dios no existe
y su sombra es apenas un busto que otro hombre llora
y que como tú, reza para que la vida deje de ser un
espejismo
un libro sagrado de farsas
donde un triste hombre muere y resucita para nadie.
De: Anticielo
: Premio Hispanoamericano de poesia
Ruben Bonifaz Nuno/ Mexico
2013