LP5 Revista de Literatura y Arte

martes, 12 de enero de 2021

INDRAN AMIRTHANAYAGAM: Poesía Actual de Sri Lanka




Indran Amirthanayagam (www.indranmx.com) dirige The Beltway Poetry Quarterly (www.beltwaypoetry.com); es anfitrión de Poetry at the Port; es director de DC-ALT, una asociación de traductores literarios; es un curador de www.ablucionistas.com. Es bachiller de Haverford College y maestro de la Universidad de Columbia. Es poeta, músico, ensayista y blogger en inglés, español, francés, portugués y creole haitiano (https://indranamirthanayagam.blogspot.com). Ha publicado 19 poemarios, incluyendo  Sur l’île nostalgique (L’Harmattan, 2020), The Migrant States (Hanging Loose Press, 2020) y Lírica a tiempo (Mesa Redonda, 2020). The Elephants of Reckoning ganó el Premio Paterson 1994 en los Estados Unidos.  En música, ha producido el disco Rankont Dout. Ha publicado en The New York Times, The Hindu, Reforma, El Norte, entre otros.  Es becario de The Foundation for the Contemporary Arts (2020), the New York Foundation for the Arts, the U.S/Mexico Fund for Culture, and the Macdowell Colony. Ganó los Juegos Florales de Guayamas, Sonora en 2006. Dirige The Poetry Channel en Youtube https://youtube.com/user/indranam

De Lírica a tiempo (Mesa Redonda, 2020)


Grito

“No callo, soy grito, y te oigo a lo lejos”–L

No voy a callarme. Tienes razón. Voy a gritar con todo corazón.
Y no voy a preocuparme si la rima cae como la lluvia del monzón
sobre la tierra seca y sedienta. Voy a salir y tomar el agua
directamente del cielo. Voy a escribir poemas, aun si la chamba
me pide otro informe sin razón. Voy a decirte lo que la primavera
quería avisar a todos los cerezos y no voy a sentirme un fraude,
porque cito a Pablo en mi desempeño para convencerte que me tienes
para siempre, aun si a veces me caigo en un pozo sin fondo
y desaparezco, pero te aviso que saltaré de repente y me encontraré
aquí como la rana recién salida del charco y el mundo es verde
como en los tiempos de los dinosaurios y el hombre
no ha aparecido todavía en la tierra y el amor es animal,
sin artimañas ni hesitaciones, de una rana que grita.

Leticia, Estrella

Debo escribirte también en español.
Sol Camuflado no tendrá ni música
ni luz suficiente sino por tu intervención
quirúrgica a tiempo. Tú, amiga, il miglior
fabbro, traductora de las lenguas inglés
y español, cruzan la frontera
por las aguas del Rio Bravo, en los jabalíes
y pumas que atraviesan sin visa,
en las fiestas fronterizas con Octavio Paz
y Pablo Neruda, y otros diplomáticos
de nuestras lenguas americanas, entre ellas,
con su tinte particular, regio, con una voz
de cuerpo hondo, Leticia Damm de Gorostieta,
poeta rumbo ya, más allá del Cerro de la Silla.

Carta de un insomne

No me da sueño este intercambio.
Anoche pude dormir bien con la máquina
que va contra la apnea, y tomé justo
lo necesario de la botella de Scotch,
y hasta bailé un poco ante la pantalla.
Así que no te preocupes, estoy listo
para la lectura que podía haber sido
una batalla, hasta una guerra contra
el dominio del sueño, pero no,
la voluntad humana junto con
el apoyo de la tecnología,
me han dado una energía al parecer
inagotable para escribir sin fin
estos versos de un insomne neto.

Musa madura

Has vuelto a ser mi Musa y estoy de fiesta.
No siempre la vida nos da una segunda
o una tercera oportunidad para conectar,
aun en la distancia, y de tirarnos, de repente,
si queremos, el uno al otro, a través de la ventana.
Y uno siente la amistad de este amor tranquilo,
maduro, un intercambio sin los dilemas
y los estreses de la vida cotidiana. Es idea
y experiencia, recuerdo, anécdota.
Es un aprecio profundo de las personalidades
de cada uno. Y no es el poema que vale,
aunque escribe historia, pero el teatro
del momento, espontáneo, donde te llamo
frotando la lámpara, la pluma, o a lo mejor
lo hagas tú, y los dos asomamos por las ventanas.

Después del “Miércoles de Ceniza”


Escribo lírica indocumentada, dice mi amigo y le respondo
que no llegué de mojado al país, y aun si hubiera llegado así
estaría orgulloso de la falta de pasaporte y su estampilla
de autorización; además escribo sobre cosas táctiles,
aurales, vistas, saboreadas, hechas evidentes a mis sentidos,
diría documentados, y no soy fulano cualquiera componiendo
con una sintaxis prestada de algún otro idioma que se habla
en este lado del Rio Grande, que soy grande como la India
y no tengo que defenderme en un proceso donde el juez
se viste de lenguaje neobarroco; que ya he superado
la necesidad de vencer a mi amigo con balas o tinta,
que soy un asceta preparándome para la próxima etapa
de la vida migratoria, allá en Marte, o en algún otro planeta
donde haya vida después de que el crematorio me vuelva polvo.

A las torres universitarias


En las torres de marfil donde los críticos leen
libros pesados y fabrican argumentos nucleares,
en aquel Pyongyang de mis sueños, enviaré
un caballito de Troya, lleno de poetas
que escriben diariamente y leen solo
los diarios, poetas del noticiero, digamos,
reporteros de los hechos cotidianos:
asesinatos, robos, asaltos. Así distraeremos
con asuntos de la vida a aquellos estudiosos
de retórica complicadísima, de bombas barrocas.

El valor de lo dicho


Finalmente es una cuestión de cerrar
la puerta, de decir adiós y buena suerte,
no importa si viene la conversación
mucho después de la fecha idónea.
¿Quién sabe cuándo fue? ¿En 1984
o 1948, en 1999 o el año pasado?
¿Quién sabe a qué edad el lector
tomará estas líneas y qué reflexiones
hará sobre ellas? Cada poema
es único, y su lectura también.

Declaración lírica

No soy una fábrica de bestsellers. Me alegra
que te haya gustado aquel poema que cumplió
con tu estética surreal pinchando una vena.
Pero no me causa gracia ver tu sangre derramándose
y leer tu letanía de correos diciendo que debo
reproducir aquellos versos que brotaron
en un instante casi desapercibido. Basta, amigo,
marcando carriles y puestos de agua. No
me pongo límites en tema o estilo, salvo uno.
Soy yo quien dice el evangelio en esta parroquia.

Jardinero renovado

Cuando anuncié, la otra tarde, en el cóctel después del recital,
que me encuentro en el ocaso de mi carrera, una colega poeta
me agarró el hombro y me dijo: de ninguna manera,
que no estoy por morir, que debo todavía hacer mis mejores esfuerzos
para conquistar algún pedazo de tierra, comprando el terreno y el derecho al subsuelo, y dejar ahí unas semillas, encima de la casa para que puedan ver los vecinos y poner unos paneles solares en el techo y un letrero afuera (aunque se fue Corcuera, no sus ideas) que diga: “Aquí vive un poeta”.

Valentín, el día siguiente

De tu amiga que vive en el lado chileno de la cordillera
de los Andes, la que ama realmente el poema mío que pide
tu regreso a Montevideo, solo te puedo decir que te quiere mucho
y ve en mi poema una posible manera de que vuelvas a ella
para llenar su corazón vacío y hambriento, de tanto esperar.



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