Whigman Montoya Deler, 1973, Santiago de Cuba, Cuba. Licenciado en Letras por la Universidad de Oriente. Cuba. 2000. Master en Estudios Cubanos y del Caribe. Universidad de Oriente. 2006. Ha sido profesor de español como lengua Extranjera por más de 14 años en la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba, la Universidad de La Habana y Tianjin Foreign Studies University, Tianjin, China donde además impartió Literatura Española y Latinoamericana. Además, fue profesor de Historia de la Cultura de Iberoamérica y el Caribe en la Facultad de Español como Lengua Extranjera de la Universidad de La Habana. (FENHI). Se dedica a la investigación en la enseñanza del español como Lengua Extranjera y al tema de la mujer en la Cuba Republicana. Ha publicado el libro titulado El Lyceum y Lawn Tennis Club: su huella en la cultura cubana, 2017 Uno&Otros ediciones y los poemarios El oscuro bosque de mis manos, 2019 Ediciones Laponia y Nudo gordiano 2021 Ediciones Laponia y la segunda edición ampliada del El Lyceum y Lawn Tennis Club: su huella en la cultura cubana, 2022 Ediciones Laponia. Recientemente acaba de salir su tercer poemario Los cantos de Samael, 2024. Ha publicado sus trabajos en diversas revistas digitales y en la antología poética Impertinencia de las moscas, Miami y la antología para temas LGBTQ Orgullo e identidad, auspiciada por la Revista Cardenal. Es editor y codirector junto a Jorge Venereo Tamayo de Ediciones Laponia LLC Huston, Texas.
El Toro de Falaris
Debemos ser dos para ser cuerno
toros o bueyes.
Da lo mismo girar alrededor del molino
andar sobre el barro
llevar la carga
tener “limitaciones” en cuanto a doma:
no aprender a caminar hacia atrás es requisito para la
/negación.
Hay que estar hasta los huevos, y no tenerlos, para salir al ruedo.
Hay que tener semen en el frontal para el día del embiste.
Allá ellos: los cérvidos y sus cuernas en días de mudanza
y los Falaris.
Desollamiento
Lo malo y lo aberrante se desplaza
la carne desprovista de ropaje
me dicen que por eso soy salvaje
yo soy un ser humano, de mi casa.
No sabe la persona que me abraza
que quita capa a capa con su mimo
que soy como una puerta, me reprimo
y con tiras de pieles me decoro.
De mí mismo las heces como el oro
yo cargo en mi indigesta mi racimo.
La pera de la angustia
Si el mundo fuera diferente
si no hubiese esa gran manivela, ese artilugio
el Behemot devorador de gramíneas
no habríamos terminado en esta angustia fálica
obligados, a golpes, a desenroscarle los tornillos al silencio
a entregar la tinta nombrada en cada hoja
luego ver el tormento de sombra perseguir al cuerpo.
Pero a pesar de todo:
de la pera, del lenguaje y el fuego en nuestras manos
convivimos con nuestra casa: cuerpo hueco.
Sobrevivimos sin importar cuan humillante sea la falta
sin ni siquiera pensar llevarnos a la boca ni un pétalo de loto
o nadie recordará lo que pasamos.
Péndulo
Cómo mírate por encima del hombro si me duele.
Yo también tuve parto de brazos a mi espalda
y camino izquierdo hacia la muerte.
Cómo encogerme de hombros frente al afecto
sólo lo haría para no dar respuestas
o frente a mi propia y atada indiferencia.
Si todos hubiéramos podido arrimar hombros
el efecto de separar lo unido hubiera sido más llevadero.
Dos minutos y medio cuentan:
no estamos en París sino en Cayena.
¡Yo que calafateaba barcos, esclavo de tus besos
hacía nudos y llevaba brazaletes empalmados
a la virginidad de las mujeres!
Pero ahora soy como un Flamen Dialis
impronunciable como la palabra cadáver
o carne cruda.
Cinturón de San Erasmo
Con cada movimiento me lacera
respiro lo preciso; limitado
ceñido a mi cintura lo has atado
verdugo, tú el gusano de la Era.
Estoy determinado en una esfera
ya nadie nos protege, nos desunen
que igual a un Ouroborus nos vacunen
tatuándonos la piel: la culebrilla
el hombro romperá la jeringuilla
los malos se trasmutan, se reúnen.
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