MARÍA RAMÍREZ DELGADO (Los Teques, Venezuela 1974) Poeta, narradora y orfebre; se ha desempeñado como gerente cultural,
productora e investigadora literaria. Ha
publicado: Navajas sobre la mesa, (bid&co, editor, 2009), Quemaduras
(Grupo Editorial Eclepsidra, 2004) y En el barro de Lesbos (Ediciones
Funsagu, 2002); Éramos malos y otros textos agrios (Ediciones Funsagu,
2002), ha sido publicada en las siguientes antologías: La mujer rota (Letralia
Editores, Guadalajara - México, 2008) y Voces nuevas 1995-97 (CELARG,
1998). En 1999 se estrenaron en Caracas sus siguientes textos teatrales El sabor de las uvas verdes, que
recibió mención especial del Proyecto Expresiones en 2003 y Punta de Piedras.
Forma parte de la Comisión
del Bicentenario. Mujer e independencia en América Latina. 1809-2009. Convocado
por el CEMHAL, Perú.
Selección por Gladys Mendía de
Navajas sobre la mesa
Cremarse
Las reposadas marcas del cigarrillo sobre la
palma de la mano permanecen mudas.
Entre los dedos se puede sostener un árbol
ardiendo. Las cenizas, esos gusanos anaranjados, esperan agonizantes sobre la
mesa la desnuda quietud de la respiración, para volar convertidas en palometas
hostiles.
Repararse inofensiva y dolorosa cauterizando
la locura, una caricia escandalosa.
Dos horas de espera, tres tazas de café,
veinte ampollas perfectas, circulares.
*
Soy
el principio de la mar inmensa dibujada por un niño en un cuaderno.
De
mí salen nuevas e infinitas mujeres bailando
fundiéndonos unas con otras.
La
insistencia se torna roja
y
nos complace alejarnos de aquello que pudimos haber sido.
Dejamos
nuestros cabellos regados por la playa,
como
un cuajo de leche cortada sobre la mesa.
Ausencia
que obliga a flagelar el vientre,
vagabundean ojos,
no nos dejen mirarnos,
de
hacerlo, nos gastamos
para
volvernos cometas.
Condenada
No nací en una isla pero contengo en los labios todas las arenas.
Escucho las piedras obstinadas gritando contra el arrecife. Como ellas soy terca, improbable, negra.
También soy el pájaro manchado transformado en serpiente que se arrastra cantándole a la tierra con las escamas.
¿Quién soñaría ver como la mar se abre y deja ver su vientre?
Sus hijos rasgados y desesperados se lanzan sobre mi boca y escupen dentro sus trozos de vida. Y ya no hay nada más, sólo la oscuridad del agua huyendo inútil del horror, para volver, cumpliendo una condena sobre el arrecife, sobre el pájaro que no he sido nunca, sobre la arena.
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