LP5 Revista de Literatura y Arte

lunes, 24 de noviembre de 2014

Reseña sobre Tres Novelas breves de Edilio Peña. Por Juan Carlos Abreu

Edilio Peña, Tres novelas breves(El huésped indeseable. El prisionero de la Luz. El ángel pecoso), Mérida, Ediciones Actual / Ediciones El otro el mismo, 2011, pp. 245. ISBN: 978-980-6523-83-8.


Edilio Peña se abocó desde temprana edad a la creación literaria y a partir de entonces su prolífera pluma le ha granjeado no pocos premios en los diferentes géneros hacia donde ha dirigido su interés. Entre los más importantes suma a su haber reconocimientos como: el premio Tirso de Molina (dramaturgia), José Antonio Ramos Sucre (narrativa), Miguel Otero Silva (guión cinematográfico) y la Orden Andrés Bello, entre muchos otros.En 2009,arrojado porun valiente gesto de compromiso hacia su creación y de crítica social, retiró su novela El acecho de Dios del XVI Premio Internacional de Novela “Rómulo Gallegos”, pues el jurado previsto le suscitó grandes sospechas de censura y sesgo ideológico ante algunas de las muestras de creación literaria allí presentadas.

Actualmente ejerce funciones académicas en la Universidad de Los Andes, a cargo de la cátedra de Dramaturgia y Técnica Literaria del Drama en la Facultad de Arte de esta prestigiosa universidad.

En esta oportunidad, la editorial El otro el mismo presenta la edición “Tres novelas breves” de este afamado hombre de letras.La nueva edición recoge los títulos El huésped indeseable, El prisionero de la luz y El ángel pecoso,sendos títulos en los que el autor nos lleva de la mano por los más diversos parajes de su imaginación,demostrando un gran dominio del lenguaje sin llegar a alejarse de la cotidianidad.

En El huésped indeseable, el escritor muestra una lúcida narrativa de fantasía detectivesca donde pueden entreverse algunas críticas sociales en torno a las malacostumbradas fugas de poder presentes en los cuerpos oficiales de nuestro país; recelo acompañado de cierta añoranza nostálgica por un pasado no muy lejano y que se hace patente en el recurso a desusados nombres de cuerpos investigativos y judiciales del país.

Atendiendo a su deseo de autenticidad, el autor cambia la acostumbrada división de capítulos por la de expedientes; con catorce expedientes y un juicio final, nos envuelve en la intriga que inunda al Comisario de su relato,quien nos lleva, paso a paso, hasta el momento de su muerte y el misterioso juicio que espera a sus detractores, no sin antes excitar el ímpetu detectivesco del lector y hacerlo maquinar en torno a cada uno de los expedientes.

En El prisionero de la luz (Premio Nacional de Novela “Plácido José Chacón” 1999), en una mezcla de relato científico, detectivesco y de incestuosa pasión, Peña lleva al lector hasta el lugar de sus narraciones sin ningún esfuerzo aparente, y con viveza teatral detalla las circunstancias que envuelven los hechos. Dispuesta en catorce secuencias, emulando el estilo cinematográfico en el que pronto se sumerge el protagonista, nos lleva de manera intermitente entre la historia particular de cada personaje y la historia colectiva que ellos traman para descubrir secuencia tras secuencia sus acaecimientos y los profundos motivos de sus acciones.

Los personajes muestran el reconocimiento de la sensibilidad humana en el confinamiento y en la omnisciente luz que los acompaña en lugares cruciales del relato.Así, el laboratorio donde Karl Ziegler realizaba sus experimentos para conseguir la piel que compaginaría su diario y el recinto carcelario donde el protagonista recopilará, bajo la misma luz intensa,trazos de su propia historia en la de su clon, a la vez compañero de celda y carcelero, hasta el momento en que la luz se vuelve oscuridad.

En El ángel pecoso, muestra la lucha de una mujer por alejarse de su pasado, cuando bajo las luces del escenario Jesús Rafael ejecutaba su performance bajo el pseudónimo de Alba. Las fantasías lésbicas de la protagonista junto a la joven Rosa marcan el tono de la novela, así como el constante debate entre la otredad representada por aquel personaje escénico y la mujer vulnerable y urgida de afecto, que sumergida en brandy y humo de cigarrillos, llega incluso a desempeñar funciones laicas en la capilla del barrio, para finalmente trasvasar sus propios rencores (sobre todo el recelo hacia su madre) en el personaje de Rosa, la inocente muchacha que terminará por realizar la funesta acción que Alba nunca pudo.
En esta tríada novelesca, el autor urde la trama con una lucidez tal, que precisa de fantasmas y apariciones que colmen el cénit de los relatos para devolvernos al tono ficcional de las narraciones. Así el polaco amigo del comisario en El huésped indeseable; Karl Ziegler orquestando la historia en El prisionero de la luz; y el joven soldado amado por Rosa en El ángel pecoso. Es notable también el constante recurso a la otredad, bien sea por medio de un muñeco que representa a un hijo que nunca nació, un clon para suplantar al hijo que parecía morir, o la mujer vestida de traje y sombrero representando un papel; casos ejemplares entre la riqueza polisémica presente en esta selección de textos que se complementan de un modo sospechosamente inocente.

En su ímpetu por hacer verdaderamente universal la propagación de la literatura venezolana, la Dirección de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes (DIGECEX-ULA), ha dispuesto una versión en formato pdf del texto en el siguiente enlace:





Juan Carlos Abreu
Universidad de Los Andes, Mérida








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