LP5 Revista de Literatura y Arte

lunes, 29 de mayo de 2017

VASKÉN KAZANDJIÁN: Poesía Actual de Venezuela




Vaskén Kazandjián (Venezuela). Licenciado en Letras (summa cum laude) y Magíster en Lingüística por la Universidad de Los Andes. Es profesor de esta Universidad en las áreas de Teoría Lingüística, Semántica y Semiótica. Desde hace varios años forma parte del Grupo de Investigaciones Semiolingüísticas (GIS) de la ULA. También es miembro del consejo editorial de diversas revistas, entre ellas: Perfiles Semióticos, Lengua y Habla y Actual Investigación. Algunas de sus investigaciones –siempre desde un abordaje semioliterario- han confluido en un mismo y apasionante objeto de estudio: la poesía de Rafael Cadenas como tránsito por el ser.
En 2001, siendo estudiante de la Escuela de Letras, ganó el premio DAES de poesía con el texto En una calle de mi pecho. En 2010 gana el premio literario APULA con Invicto en la derrota.

Selección por Gladys Mendía de Invicto en la derrota (Colección Premios APULA, Mérida/Venezuela, 2011).





En el poema, como en la vida, hay que saber perder





Teje con su luz un manto
Y extiéndelo hacia la noche





Tu sombra de acero crece, aumenta
Detrás del muro donde siempre me rindo

Allí
Lo que queda de mí
Lo que se levanta de mí
Costado mío
Borde donde canta el dolor

Donde quedo al resguardo de tu gesto






Tengo algo de ti
Un escombro mío te pertenece
No se ve…

A menos que abras un boquete






Dijiste:
-Pon el lugar y la hora
Respondí –sin ironía:
-¿Solo eso? Porque puedo poner la piel
Las arterias
El torrente donde acierte tu goce fatal

Respondiste:
-No te apresures
Los dioses podrían favorecerte
Tu voz tiembla, sí
Pero veo rayos alrededor de ti








“Todo poema es un epitafio”
T.S. Eliot




Me doblego ante ti
Fui tu suelo
El polvo bajo tus pies
La marca que dejó tu estrépito
La huella que anuncia desde lo más bajo

Ámbito
Región profunda donde mora tu sombra de gigante
Desde aquí escucho el viento cruzando la senda
El camino tuyo y mío
Tú pies y pisada. Yo el polvo, el elemento que el
viento hincha:
Columna
Humo
Cenizas
Grave rumor de una guerra perdida

¡Qué oscura se ha puesto la tarde!
No distingo el rostro del que anuncia
¡Oh tinieblas!
Habrá un tiempo para la luz
Mientras…
Quedo…
Invicto en la derrota






Tú no habitas
Tú afirmas desde otro lugar
Tienes la distancia del látigo
Ráfaga insaciable

Concédeme, al menos, la intermitencia






Vienes
Levantas la mano con tu boca
Juegas
Muerdes
Forcejeas
Amagas
Avanzas y retrocedes
Saltas
Saltas sobre mí: tu presa

Decidido –ahora sí
Clavas
Entierras
Desgarras

Pero tu apetito va más allá de la carne






Vacío
Oquedad
Fondo

Un algo por llenar

La vida
Como el aire
No tiene consistencia






No diré más:
Ni desbordamiento ni dolor
Ni MIEDO
Ni súbita ANGUSTIA

Ni moradores ni fantasmas ni sombras
Ni TÚ

Tampoco diré muros ni laberintos ni senda
Ni CAMINO
Ni CASA

Ni signos
Ni PALABRAS

Ni ser ni existir
Ni YO

Ni POEMA
Ni DIOS

Si digo: “No diré más”
Entonces…

Habrá sonado para mí la última hora






domingo, 28 de mayo de 2017

MARÍA GUTIÉRREZ: Poesía Actual Argentina



MARÍA GUTIÉRREZ (1954). Socióloga. Docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Realiza talleres de poesía con Romina Freschi. En poesía publicó el libro Anarquía de las nubes (pájarosló editora, 2008) y el antologías independientes como laplanatersuradecolgar (2005), liames de colgar entre las Vestes (2006), Gratis (2007), Ama-zonia 3.0 o Realidad Real (2008), Poesía Manuscrita 3 (2010), entre otras. Colaboró con diversos artículos en la Revista Plebella.

Selección por Gladys Mendía de Punto que simula fijo (Ediciones La Parte Maldita, 2014)



el mar
lleva y trae caracolas
energiza agota
mis deseos
todos




sobre el azul espumante, pececitos de colores navegan
entre aguas tornasoladas. la bola gira y gira, arrojando
brillosos destellos. salpicados por la sal marina,
curando las heridas de un ladrido agudo que
la costa desparrama. el olvido, disparando rayos de
dolor, intenso, aproxima, sin siquiera darnos cuenta,
un recuerdo. la luna multicolor ocupa el cielo, pidiendo
permiso a las estrellas estables y fugaces. los verdes,
de variada intensidad, rotan sus mezclas agridulces
en tamaños diversos. mirada que abarca aquello largo
e intenso, que dos o tres caballos, a tranco cansino,
aproximan, girando sus crines para ordenar la hilera,
a pececitos y estrellitas de colores tornasolados que
el mar, a golpear el límite, arroja.






yo las rosas del deseo, de aquel único jardín
rodeado de las rejas mejor labradas del mundo
Ana Ajmátova

pasto corto verde intenso
flores
conejitos nomeolvides
rosales
de colores diversos

jardín dibujado
canteros redondeados
ladrillos a la vista
entre caminitos de lajas

mi madre y mi padre
enarbolando el pico y la azada
roturan cada milímetro de la tierra
humedecida
con la regadera de lata

en el centro
custodiando el tesoro
los enanitos
mirando el espectáculo de la obra
sin pestañear
guardianes de la primavera
lugartenientes del invierno

trajes diversos
rebeldes
dueños del lugar
mostrando
con la carretilla llena de tierra
el trabajo de hormiga
que enorgullecía
aquella casa.






caída suave
en pendiente inclinada
como un mantra
el vértigo desparrama
atolladero

se derrumba la historia
real, imaginaria, mítica
explayada sin fronteras por la planicie donde el sol se esconde
a miles de kilómetros de distancia

de esa inmensidad, la necesidad del más allá
del silencio, la voz
la deriva}sensación mortífera vital
enjambrada en movimientos

punto que simula fijo
partir, buscar
lugar del que nadie es hasta que el epitafio lo convoca






acompañé a morir a mi madre dos veces
Tamara Kamenszain






tenía escasos diez años
corriendo por la veredita de la escuela mi tía
con el camisón sobrepasando el abrigo

desmarañada estaba de pie
despacito llegué hasta la estufa hogar
lentamente me desabroché el guardapolvo

así de improviso desapareció mi padre
sin mediaciones se disolvió mi madre
solos, con mis hermanos
la mesa teñida de silencios tejía fantasmas





naturaleza

me despierto lentamente
escucho el trinar de algo parecido a pájaros
me sorprende ese cantar en la ciudad
revuelvo la tierra de las masetas en el balcón
el viento mueve los eucaliptos
las aspas del molino rítmicamente
escupen agua hacia el tanque australiano
una moto acelera
atraviesa la barrera como en carrera de fórmula uno
la variedad de la fauna a los gritos
marca el amanecer, descorchando la noche
ruiditos de sapos y ranas croando al unísono






gótica

            palabras como mapas
            Adrienne Rich

miro el mapa
recorro con el dedo hasta un punto
el azar me detiene
¿dónde estoy? ¿en qué ciudad?

es mi ciudad
invisible e invisibilizada
la recorro la imagino
la transito lentamente hasta perderme
ese mapa ese espejo
cartografía de mis ausencias
de caminos confusos
mal trazados

me interno por las callejuelas
se transforman en laberintos
no hay papel cuadriculado que pueda marcar
milimétricamente ese espacio
el intento de transitar por lo imaginario de la Plaza del Rey encerrada
entre cuatro paredes góticas
iluminada en cada recoveco

sonidos y voces tenues
por momentos atronadoras
me pierdo en la coreografía de los cuerpos
que se arman y desarman
a veces van
otras vienen
y yo me pierdo

¿dónde estoy?

agarro el mapa
la ciudad fotografiada en papel
no es mi ciudad
divago
leo carteles

miro a los costados oscuros
escucho idiomas
rostros voces miradas
y yo descendiendo
a un lugar que por un túnel
me transporta incesantemente
a algo
parecido a mí.






pasa y pasará
la memoria clama
grita












MÓNICA ROSENBLUM: Poesía Actual Argentina





Mónica Rosenblum (1960). Licenciada en Lingüística Inglesa e Historia Universal. Posgrado en Psicología Clínica / Orientación Sistémica. Se desempeña como psicoterapeuta y consteladora familiar. En poesía publicó  Última Piedra (Editorial Tierra Firme, 2012), Umbral (pájarosló editora, 2008), Mantra de palo (Tocadesata, 2011). Textos suyos fueron publicados por Revista Plebella, Color Pastel y otras antologías independientes.

Selección por Gladys Mendía de verde va con fucsia (La Parte Maldita, 2012).



primero de enero de dos mil

a las hermanitas de mi papá
(Treblinka, 1942)

nadie pierde su historia, a los sumo la lleva
en la sien, alojada dentro de una bala.
Susana Silvestre

hay que dragar
este siglo nuevo
hacerte tajos
para que drene

hay que extirparle
los manifiestos
la sintaxis
de los desgarros
intervenirlo
en los silencios
en el desvío
de las miradas

ah, cuando emerjan
las canciones rotas
los juguetes huérfanos
las burbujeantes
buenas razones
la furia muda
de todas las casas
con sus manteles
azorados
y sus fotos
desoladas
sin las sonrisas
sin los abrazos
los vestiditos
interrumpidos




once de septiembre de dos mil uno
     a Germán Weissi


mi nena no sabe
qué ponerse
para la fiesta
ni su ropa
ni la mía
logran hospedarla

¿cómo apaciguar
la tiranía
de sus espejos?

y de pronto
el hilo de nuestra mirada
se estrella contra el televisor
porque la gente
se tira de las torres
y la fiesta
se arruga sobre la cama

y todavía envueltas
en el humo
y con los colores
a punto de extinguirse
su mirada me devuelve la voz
una voz que ahora dice que sí:

que verde va con fucsia





*
puede pasar
que en los pasillos fucsia
que dan a tus hijos
te encuentres con tu padre
y que esté también
su historia
muriéndolo
como cuando vivía


no te asustes:
podrías
ofrecerle algunos pétalos









*




cuando seas chica
vas a entender
Violeta Marquis


me revuelco en las arenas
el fulgor me atrapa
el blanco canto
se estrella en mi iris

empujo el mar
y el murmullo verde
guía al gusano
hasta el abrazo del padre

ya lejos de mi ojo
se acalla la sonoridad
estalla amarillo
el chorrear del otoño

ahora sí oigo el sol
sin pretensiones vocálicas
desanudo sus hebras
que se derriten en yodo

vacío mi iris
reposado el ansia
enfocando nada
transparencia desaforada

Querida:
crezcamos hasta ser niño

(Sobre un poema de Carlos Elliff)






*
los verdes más verdes, más profundos
las mirábilis más rojas, casi fucsia, casi en el
esplendor magenta
Arturo Carrera

nosotros
una instancia
no es tu hombro
no es tu aliento
entibiando mi oreja
más bien el hueco
intersticio
el cuenco entre nuestros cuellos

ahí

donde nunca llegan las malezas
el galope se va haciendo
homogéneo
y vamos no sabiendo
de quién es
cada color
ya no importa
mirábilis de no importar