Selección por Gladys Mendía de Punto que simula fijo (Ediciones La Parte Maldita, 2014)
el mar
lleva y trae caracolas
energiza agota
mis deseos
todos
sobre el azul espumante, pececitos de colores navegan
entre aguas tornasoladas. la bola gira y gira, arrojando
brillosos destellos. salpicados por la sal marina,
curando las heridas de un ladrido agudo que
la costa desparrama. el olvido, disparando rayos de
dolor, intenso, aproxima, sin siquiera darnos cuenta,
un recuerdo. la luna multicolor ocupa el cielo, pidiendo
permiso a las estrellas estables y fugaces. los verdes,
de variada intensidad, rotan sus mezclas agridulces
en tamaños diversos. mirada que abarca aquello largo
e intenso, que dos o tres caballos, a tranco cansino,
aproximan, girando sus crines para ordenar la hilera,
a pececitos y estrellitas de colores tornasolados que
el mar, a golpear el límite, arroja.
yo las rosas del
deseo, de aquel único jardín
rodeado de las rejas mejor labradas del mundo
Ana Ajmátova
pasto corto verde intenso
flores
conejitos nomeolvides
rosales
de colores diversos
jardín dibujado
canteros redondeados
ladrillos a la vista
entre caminitos de lajas
mi madre y mi padre
enarbolando el pico y la azada
roturan cada milímetro de la tierra
humedecida
con la regadera de lata
en el centro
custodiando el tesoro
los enanitos
mirando el espectáculo de la obra
sin pestañear
guardianes de la primavera
lugartenientes del invierno
trajes diversos
rebeldes
dueños del lugar
mostrando
con la carretilla llena de tierra
el trabajo de hormiga
que enorgullecía
aquella casa.
caída suave
en pendiente inclinada
como un mantra
el vértigo desparrama
atolladero
se derrumba la historia
real, imaginaria, mítica
explayada sin fronteras por la planicie donde el sol se esconde
a miles de kilómetros de distancia
de esa inmensidad, la necesidad del más allá
del silencio, la voz
la deriva}sensación mortífera vital
enjambrada en movimientos
punto que simula fijo
partir, buscar
lugar del que nadie es hasta que el epitafio lo convoca
acompañé a morir
a mi madre dos veces
Tamara Kamenszain
tenía escasos diez años
corriendo por la veredita de la escuela mi tía
con el camisón sobrepasando el abrigo
desmarañada estaba de pie
despacito llegué hasta la estufa hogar
lentamente me desabroché el guardapolvo
así de improviso desapareció mi padre
sin mediaciones se disolvió mi madre
solos, con mis hermanos
la mesa teñida de silencios tejía fantasmas
naturaleza
me despierto lentamente
escucho el trinar de algo parecido a pájaros
me sorprende ese cantar en la ciudad
revuelvo la tierra de las masetas en el balcón
el viento mueve los eucaliptos
las aspas del molino rítmicamente
escupen agua hacia el tanque australiano
una moto acelera
atraviesa la barrera como en carrera de fórmula uno
la variedad de la fauna a los gritos
marca el amanecer, descorchando la noche
ruiditos de sapos y ranas croando al unísono
gótica
palabras como mapas
Adrienne Rich
miro el mapa
recorro con el dedo hasta un punto
el azar me detiene
¿dónde estoy? ¿en qué ciudad?
es mi ciudad
invisible e invisibilizada
la recorro la imagino
la transito lentamente hasta perderme
ese mapa ese espejo
cartografía de mis ausencias
de caminos confusos
mal trazados
me interno por las callejuelas
se transforman en laberintos
no hay papel cuadriculado que pueda marcar
milimétricamente ese espacio
el intento de transitar por lo imaginario de la Plaza del Rey encerrada
entre cuatro paredes góticas
iluminada en cada recoveco
sonidos y voces tenues
por momentos atronadoras
me pierdo en la coreografía de los cuerpos
que se arman y desarman
a veces van
otras vienen
y yo me pierdo
¿dónde estoy?
agarro el mapa
la ciudad fotografiada en papel
no es mi ciudad
divago
leo carteles
miro a los costados oscuros
escucho idiomas
rostros voces miradas
y yo descendiendo
a un lugar que por un túnel
me transporta incesantemente
a algo
parecido a mí.
pasa y pasará
la memoria clama
grita
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