JHON RIVERA STRÉDEL (Caracas,
Venezuela 1992).
Poeta. Terapeuta Psicosocial egresado de la Universidad de Carabobo (UC). Cursa
estudios de psicología en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Ha
participado en el comité de redacción de la revista La Tuna de Oro del
Departamento de Literatura de la UC. Obtuvo el tercer lugar en el I Concurso de
Poesía Andrés Bello, convocado por la Dirección de Cultura de la Asamblea
Nacional de Venezuela y el Premio Nacional Universitario de Literatura “Alfredo
Armas Alfonzo”.
Selección por Gladys Mendía (inéditos)
Elegía a Salvador Casamayor.
Mírame amigo
sé
que no me crees
cuando
te hablo de esas cosas
que
vuelan por las montañas
y
quieren hacerme daño
pero
dame una moneda
o
algo de comer
Camino
camino
por
la noche
y
por el día
dolorosamente otra vez
calle arriba
calle abajo
creo
que busco a Adriana
la
confundo con las cosas que veo
creo
que Adriana no volverá más
ni
tampoco mi hermana
que
la hospitalizaron y se nos fue.
Es
duro pensar en la vieja casa, los libros y mi hermana y yo
reposando
la tarde
viendo
las amarillas guayabas caer en el patio.
mientras
subo
bajo
calle arriba
calle abajo
dolorosamente otra vez
pareciera
que nos fuimos marchitando
y
que las ventoleras
que
cruzan el patio
nos
llenaron de crujidos
paso
el viejo puente
voy
a buscar limones, mango
donde
mi amigo cruzando el río
donde
nadé con Adriana
y
escuchábamos el chapoteo de las aguas entre las rocas.
Mírame
amigo estoy furioso
mido
2 metros
y
tengo las manos inmensas
dame
algún billete o algo para comer
mírame
amigo
ayer
a José Félix con agua…
me
están cayendo a palos me están golpeando fuerte
como
cuando los hospitales
me
llevaban
creo
que estaba loco amigo
porque
las cosas que me golpean
no
vienen de esas montañas
sino
que son estos hombres
que
con palo puño fuego
me
van apilando
amigo
mi furia no es contigo
solamente
no me gustan las injusticias
y
que me perdones te digo
te
quiero
te
quiero entre mis huesos grandes
recuérdame
en
busca de Adriana
la
lucha en las fábricas
nuestras
conversaciones
caminando
caminando
así
calle arriba
calle abajo
dolorosamente otra vez.
La fiebre que tengo en la cabeza
la calenté
con el temblor de unas piernas
entra la
helada noche de las montañas
y cuando debí
hacer mi trabajo
me refugié
buscando
calor en un cubículo lleno de medicamentos
juntando mi
respiración con la suya.
Sudé sudé
y busqué el
ardor en unos labios morenos
que me
quisieron besar.
He destruido
todo mi
patrimonio
al son del
calor
y no
encuentro freno a la desesperación
de querer
tocar besar entrar
siento que de
tanto entrar en la casa en llamas
ni siquiera
el agua me calma.
Veo a los
seres chamuscados
trapos en
remojo
no sabía que
la llama que desperté
iba a
plegarse sobre mi cuerpo
iba a dirigir
la inteligencia
confundiría
el amor
con un traje
al que hay que quemar
en la
cercanía de un fogón.
Estoy dentro
de una fiesta eterna
donde soy el
invitado vitalicio.
En otro
tiempo endurecía el corazón
de
sufrimiento
pero desde el
pase de entrada al gran salón de la fiebre
sufro el no
poder salir
de mi
intranquilidad
y aunque
viene el goce violento de unos cuerpos
la violencia
atiza más la fiebre
no se
derrumba
sigo ardiendo
y la tensión
de los ojos
de un
mosquito que no para de sentir la sangre dentro de sí
en el
intervalo de vida que le tocó
hasta
desparramarse en las paredes.
Si me hubiera
dedicado a hacer mi trabajo
si tan solo hubiera prolongado
el desaliento
de tener el corazón roto
si entre las
frías montañas
le hubiera
escrito una canción a la niebla y me hubiera dormido
despertando
con la canción de unos loros cruzando el espacio
y la rama de
unos pinos molestándome las orejas.
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