Claudia Sierich (Caracas, Venezuela, 1963)
traficantedepalabras des/arraigada en Berlín, Alemania. Traductora e Intérprete de Conferencias (aiic, Ginebra) diplomada en Múnich. En 2008, Monte Ávila Editores publica su primer poemario Imposible de lugar (Premio de Poesía de Autores Inéditos; y Mención Honorífica del Premio Municipal de Poesía de Caracas 2010). En 2011, Ed. Equinoccio publica su segundo poemario dicha la dádiva. En 2015, publica Sombra de paraíso con OT editores. Parte de su trabajo está incluido en antologías como En-Obra. Antología de la Poesía Venezolana 1983-2008 (Saraceni, Ed. Equinoccio, Caracas 2008); Poetas Venezolanos Contemporáneos. Tramas cruzadas, destinos comunes (Salas H. y Sebastiani V., Común Presencia Ed., Bogotá 2014); Caracas 102 poetas. Jamming a cargo de J. Goldberg et. al (OT editores, Caracas 2014); Cantos de fortaleza. Antología de poetas venezolanas (Kalathos Ed., Madrid 2016); Nubes. Poesía hispanoamericana concebida por Edda Armas (Ed. Pre-Textos, Madrid 2019); El puente es la palabra. Antología de poetas venezolanos en la diáspora (digital, curada por Requena y Kariakin, 2019). En 2019: Esplendor del exceso (“Herencias y parentelas”, Asoc. Cultural Humboldt). Revistas y periódicos han presentado parte de su trabajo, como “Quimera” (España), “Driesch” y “Wespennest” (Austria), “sur/versión” (CELARG), “POESIA” (Carabobo), Papel Literario “El Nacional” (Venezuela) y “stadtsprachen magazin” (Berlin) | writers@berlin www.claudiasierich.com | traficantesdepalabras@gmail.com ∞.
De dicha la dádiva, Ed. Equinoccio, 2011.
A la noche de nuevo soñé sin mensura.
Me sumergía en el mar firmamento.
La luz. Una ola me capturó y alzó.
Inmensa arremolinada en espiral
lenta y poderosa
con peligro y sin temor
: volver a inclinarme
sobre la superficie índigo.
Qué decir, el movimiento, los colores.
∞
Inédito, Barcelona, enero de 2018.
, los naipes a los que juegan dos señoras casi calladas producen un leve chasquido al ser colocados sobre la breve mesa de mármol y se conjugan con el ritmo del suave crepitar de las sillas de ratán ocupadas, y las palmeras de adentro, porque la tercera señora limpia con un trapito y tal esmero cada pinna verde de las hojas reverdes. Se repiten los sonidos: el eco tierno casi imperceptible que produce este patio interno con jardines colgantes de malangas a media mañana en un hotel centenario – alguna vez claustro – de arquitectura como solo la había visto en Granada de Nicaragua, por ej., y que recién re/conozco en esta mi tardía primera visita a Catalunya. Estoy de paso. Nómade. Nunca había percibido el seco y pastoso rumor, entremezclado, de naipes a superficie de mármol junto a hojas de palma acariciadas por manos querendosas, esdrujadas, ahora que además es interrumpido por el discreto goteo al cuerpo de agua algo turbia del balde sobre el que la cuidadora de matas retuerce el trapo, su ritmo y resonancia. A la luz que penetra por el cielo cristal del patio sobre el color cian caribe de las paredes y sus blancos en las galerías circundantes, enmontadas en varios pisos, se produce este amabilísimo inmóvil: regocijo singular ̶ de retiro, de anticipación, y de presente que desdice del horror (mas no salva) de las ortopedias crueles de Cronos. De par en par abiertas las invisibles puertas al momentum. Sinmenso, bocado infinito sin mensura.
∞
Inédito, Barcelona, 5.1.2018 y Berlín, 31.8.2020.
a Rodolfo Häsler
Para atravesar nada más que una puerta
son elegantes, salvajes a la vez
guardan secreto cierto y rudo,
voraz, como si supieran mucho
de luz y de muerte
los versos de las nueve gacelas
por el monte Líbano.
Ayer detuvimos la pausa y abrimos
el compás de las horas
en conversación, conversa,
conversión que sostiene
el deseo en mi recóndito rincón y amable
engastado en el infierno del Raval.
Luego nos tomamos un té
verde lo llamó el oficiante, en verdad
menta, del Marsella, el desvencijado
y algo desvalijado lugar del absento.
Luego perdí la voz.
El viento. ¡La ventolera, las canallas
ráfagas! No se llevaron
las penas solas si las hubo,
: trajeron una peste de pronóstico.
Ya me monto en un avión.
Voy, África
: del otro lado tomar los atributos de la fuerza
∞
Inédito, Banjul, enero de 2018.
, suena el llamado de los muecines اللهُ أكبرُ. Ninguna mezquita, son altoparlantes que carraspean, mal sujetados como están sobre inciertos muros de bloques crudos del vecindario y distorcionan la propaganda por los aires de las periferias de Banjul. Ahhh, desigual emerge de súbito ̶ desde dónde ̶ el clamor roto del carrito de los helados Efe por las calles de Caracas, desafinado anhelo, saciar el paladar, calmar la lengua sedienta, orar a la primera luz del día. El polvo plenipotenciario se está quieto en los quietos patios polvorientos por estos lares bajo la sombra desdibujada de enormes palmas, columnas de un templo a bien mayor. También calla imperturbable el babaobab como el tiempo Rey bajo cielos anaranjados no vistos. Tantos aun duermen en santa paz. Avolaron los sunbirds de sus matorrales de descanso. Dejo a la perra atigrada sola recostada en su caucho-cuna, el neumático desinflado forrado de harapos frente a la puerta siempre abierta. Tomo una escasa ducha desnuda. Las trinitarias. La brisa, las bendiciones sin bocinas. Luego almorzaremos a la usanza, acuclillados en el suelo y de un solo gran plateado plato hondo, con las manos. Las caricias del quedo palabreo de los comensales no requieren traducción. Las niñas sonríen, es fácil recordar mi nombre, dicen, porque suena a nube, me llaman Cloud-ia. O Cláaud con suave acento wólof en el inglés al que les fuerzan las escuelas. Y habrá plétora de coco, merey y maní fresco, plétora como nube y desarraigo será este nómade día.
∞
Inédito, Berlín, 16.8.16.
, no me refiero a la simultaneidad vivida en el fuero interior. Es la simultaneidad de sucesos externos a los que irremediablemente estamos expuestos. Por fortuna, esta mañana de un martes de mi extrañamiento berlinés, si no me procura rayos de sol ni radiancia, me rinde el presente de un fulgor sonoro: se mudó por un rato un pájaro que no conozco a este castaño. Cómo llama la atención. No conozco su silbido. No es el canto de la paraulata caraqueña, ni del raro ruiseñor berlinés, no es su instante, solo melodioso de madrugada, tampoco la celebración del mirlo ni el runruneo de la tórtola. El silbido claro y metálico que asocio mejor con el trópico resuena como una insistente, repetida pregunta de largo aliento, penetración, color sol naranja. Brinda la hora el día descalzo – anda en su acento, acopio, su por venir.
∞
De Sombra de Paraíso. OT editores, 2015.
, duermo dos noches en Raakow. Este silencio no tiene parangón. Mana de ninguna parte, nada interrumpe su informe ser, lo envuelve todo sin que se cuele el menor chasquido por ninguna rendija. Ningún cuervo bate su ala cansada, el poste solitario de la electricidad frente a la ventana no crepita, la rama no roza el techo de la casa ni berrea la bocina a lo lejos en este paraje que se torna pura inmensidad. No es hermético, no encierra. No parece vacío de vida el paisaje que se tiende desde el solar trasero hacia la huerta más abajo y desemboca en las suaves colinas de las morenas de terra ukera, viejas como la edad de hielo. Tendida sobre la cama soy paisaje antediluviano y asisto a la total ausencia de sonido. Solo el sordo correr de la sangre por las venas que no escucho, pero que me viene a la memoria como un falso y fugaz recuerdo de aquella visita a la cueva cada vez que se ausenta mucho el ruido. El silencio de Raakow es abierto, enorme. Puedo figurar el escaso sonido que produce la exhalación del niño dormido en la alcoba vecina, tal es el mutismo primigenio del espacio. La certeza que me produce queda fija en la memoria. La noche siguiente vuelve a ocurrir. El insonoro curso de las horas persiste hasta que entra la mañana por la ventana del cuarto que da sobre el rosal silvestre, la estrecha carretera y la casa de enfrente. Ninguna meditación repone la experiencia. Sí retengo la sensación de bonanza que, en su momento, me ha procurado su plenitud. No ser intervenida por ningún sonido, respirar profundo y descansar a sabiendas de que reaparecerá de todos modos con sus golpes y caricias, porque el árbol está cargado de manzanas y los niños treparán la escalera riendo, porque el tractor del campesino pasará tronando a la hora que llama el trigo y dirá buenos días a diestra y siniestra la vieja de enfrente conversando consigo misma en anodino y solitario delirio mientras espera en medio de la calle el carro que trae los pancitos del desayuno.
∞
Inédito, 15.10.2017, Perú.
Desayunar al pie del Chachani
Su áspera y eterna nieve
blanquísima, hallarse
en el desierto
del mundo más alto
: el cobre, el ocre, el pesado polvo
pesa sobre el oasis de la ciudad.
Arequipa, estarse cerca de su dulce
gente, real, trastocada
modernidad torcida,
incompleta, malograda.
Eso
y los viejos sobrevivientes
: dátiles, jardineros, el jasmín
y el mate, el suave olor siempre.
Coca al agua que hierve y
el hombre quien lo sirve.
Explica cómo venera al Cristo
moreno: curan más tal vez
un tamalito o dos y su suave voz
los males brindados por extenuantes
sesiones trujamanas, inoperantes diálogos
groseros, vanos foros, conversatorios
inservibles, el ancestral cansancio.
∞
De Sombra de Paraíso, OT editores, 2015.
alguien está picando ajo, lo puedo oler –
dios estoy en la Tierra me doy cuenta
ahora que el tiempo se acuclilla
(o también fríe plátanos)
mientras yo
penetro cuásares me tuteo con Einstein
y se abre paso el prodigio
por la ventana lluvia ventana mi diluvio ventana –
piensa esto:
infinita pero a punto
de desaparecer, piensa
cómo el tiempo apurruña
el pequeño planeta y las galaxias
oscureciendo
∞
De Imposible de lugar. Monte Ávila Editores, 2008.
Trato cotidiano
Quién convocó aquí a estos personajes
por qué se han permitido usar
el tiempo y la sustancia de mi vida
ÁLVARO MUTIS
A la vez el pozo ofrece su boca negra
y cuando quiere fauces caminar a mi lado
ruge rayo adentro ábrete Sésamo
tan crispa corozo el abismo
bostezando otro espanto.
Hay golondrinas que anidan bajo el techo.
Parecen livianas, ligeras de pensamiento.
Recojo una hoja de palma seca
fruto de oro la trastoco bandeja de golosinas
y sobre el canto del mismo cántaro callo
con un tris de sal marina
el sopetón de sinsabor.
La mesa está servida. Llegan los comensales.
El ángel abre su luminoso ojo en silencio.
A tavola brisa de agua
la maga el melodioso y la niña parlanchina.
Un nunca escanciados gestos aéreos
con humor tintinean tan bate los manteles
reza rubí algo de sombra a la sombra.
También la tarde se da la vuelta crisálida.
También la mano puede quieta en flor.
Cuando de las hojas se vuelca la hora
una noche grande valle la copa
bebe hondo goteando
cóncavo el día de puntillas tropelía
jugó la gran jugada el gran hacedor.
Cuál será tu pregunta ahora que serme
va casi de una forma casi esta vez
hasta suficiente
De dicha la dádiva. Ed. Equinoccio, 2011.
desde el extremo muerte
es que sigue pero no aquí
alma de viaje algo de Stockhausen
su trompeta miniatura creo después en Frankfurt
pero con Rilke pensando
música como comenzar
donde evanescen palabras por qué no al revés
o a través noche duerme bien
entonces danza τίποτα
ángel
nichts
danza
∞
Paramancito, antes de partir
Para viajar lejos las semillas
hacer hablar a los árboles
mover los molinos de aire y de maíz
darle una vuelta al solar
para sostener a las gaviotas
inflar las velas de los barcos
atender la flama, sus llamitas
atizar la lumbre del carbón
caminar las ideas
y el trabajo de los herreros
para mover las nubes de aquí para allá
(que llueva de un lado o de otro)
desordenar los paisajes, despeinar palmeras
partir sin abandonar, llevarse
todas las penas, sopla
el viento de Paramancito
∞
Inédito, Berlín agosto de 2020.
A la sombra de tal paraíso
moro. Demoro
ante la emergencia
Toca ̶̶ ¿sabes? ̶ vivir y morir
sin baranda. Sopla el viento
Sopla viento, borrasca
a la intemperie, el desarraigo
Galopa sentido suelto
gacela, desbandada inerme
Los cascos baten la arena caliente
movediza, busque arraigo
el espíritu indómito. Cuando
casi mañana en silencio
oro por los atribulados
y ojo de agua ampare
y favorezca, emerja
la ternura de sostenernos
Emerja el ángel
despliegue su ala
luz de la lengua, la muerte
y de la vida, ahora.
∞
no soy yo
pero ya lo dije
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