Rolando Kattan (1979, Tegucigalpa, Honduras) miembro correspondiente de la Real Academia
Española de la Lengua y miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua. Entre los
premios a su obra destacan el XX Premio Casa de América de Poesía Americana, el Premio
Nacional de Literatura Ramón Rosa 2022 y el Premio Bucovina de Poesía 2023 otorgado por la
Academia Romana. Además es Premio al Voluntariado Cultural 2011 y el Reconocimiento Ohtli
de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México en 2016. Entre sus libros destacan Animal
no identificado (Editorial Gattomerlino, 2013); Acto textual (El Ángel Editor, 2016); El árbol de
la piña (Cisne Negro, 2016); Luciérnaga de otoño (Cisne Negro, 2018); Un país en la fronda
(Raffaelli Editore, 2018); Gabinete de curiosidades (La Garúa, 2020), y Los cisnes negros (Visor
Libros, 2021). Su poesía ha sido publicada en revistas, libros o antologías de más de cuarenta
países y traducida a quince idiomas.
IUS SOLI
El verdadero acto del descubrimiento no consiste en salir a buscar nuevas tierras,
sino en aprender a ver la vieja tierra con nuevos ojos.
MARCEL PROUST
Al fin encontré mi desaparecida patria,
refugiada en las páginas de un incunable.
Reconozco en su luz izada como bandera,
un faro que alumbra sus primeras calzadas.
Los niños que inventaban toponímicos
para adueñarse de los solares baldíos,
tienen ahora una aureola sostenida
a la altura de los herederos de un reino.
Soy oriundo de Tierra Firme.
Patria imponderable.
De una cordillera que emergió de los libros,
como si fuera una costilla del Atlántico,
para que los poetas bauticen a sus pájaros
y escriban una ley en armonía con su canto.
Mira, sus carteros van al remo en la canoa
y adentro de ballenas de vidrio van sus cartas,
igual que las botellas que lanzan al mar
los soñadores, los amantes y los náufragos.
Tiene la firmeza de las Ítacas de jade,
pero húmeda cuando se derrama en el ojo
del emigrante de otra tierra que nos sueña.
Hace con fronteras y límites lo que se hace
con cualquier hilacha; por eso soy de Darío,
de Molina, de Eunice Odio y de Roque Dalton,
y en las páginas de mi pasaporte se leen
inéditos de Eugenio Montejo a Tierra Firme.
Dicen que otra sería la historia si los niños
hubieran tenido catalejos y astrolabios
en lugar de cuchillos y ametralladoras.
Mi dolor antiguo no destiñe la caoba,
ningún odio gotea las oxidadas láminas
que dispuse para no mojarme el corazón.
Porque el nombre de mi patria ha sido revelado
y las gaviotas lo presumen al mapamundi.
Soy de la arcadia que surge después de la hambruna,
el rocío que deja el huracán en la selva,
grito de triunfante en la vigía: Tierra Firme.
TRATADO SOBRE EL CABELLO
todas las cosas grandes
inician con una idea en una cabeza despeinada
cómo pudo —por decirlo así— crear Dios el universo con una cabeza engomada
¿qué habría hecho Noé adentro del arca con una cabeza de mayordomo
o Jesucristo en el monte si sus cabellos no se hubiesen entrelazado con el viento?
Heráclito salió del río tan despeinado como Arquímedes de la bañera
y a Sócrates y a Platón les crecía sobre su calvicie una cabellera desorbitada
es sabido que Homero murió arrancándose los pelos de la desesperación
y que Cervantes Quevedo y Góngora se peinaban
como Shakespeare solamente el bigote
Juana de Arco ardió más fuerte en la hoguera por su aguerrida cabellera
y en la antigüedad
los primeros hombres en sembrar el café y el maíz
los chamanes y los sacerdotes
los que tallaron en las lejanas piedras los primeros poemas
todos son parte de los anónimos despeinados de siempre
después
a Newton lo despeinó una manzana
a Tomas Alba Edison la electricidad le puso los pelos de punta
Bach disimulaba su melena con una peluca
y Leonardo Da Vinci se despeinaba también las barbas
todos los ángeles del cielo las hespérides las musas
las sirenas y las mujeres que saben volar
todos y todas tienen extensas cabelleras destrenzadas
en la historia reciente
Albert Einstein fue el más despeinado del siglo XX
Y Adolfo Hitler por supuesto
el de los cabellos más ordenados
pero las cosas grandes también son cosas sencillas
como aquellos que llegan su casa apresurados por despeinarse
o los niños cuando aprenden del amor despeinando a sus madres
es obvio que los sueños nacen en las cabezas dormidas
porque siempre están despeinadas
y los amantes que sobre todas las cosas se despeinan
cuando se besan y se aman
por eso les digo:
hay que desconfiar de un amor que no te despeina
QUASI UNA FANTASÍA
De niño, mi madre, amante secreta de la papiroflexia, exploraba junto a mí el límite exacto de las palabras para que la justicia y la verdad no perdieran el equilibrio en los endebles renglones de la vida. En la adolescencia caí de bruces persiguiendo a un perro que escapaba con mi escapulario de verbos y adjetivos, y al morder el lodo descubrí el sabor añil del abecedario. Vi naufragar los barcos de papel que fleteaban nuestras definiciones, mientras vestido de blanco, Zurita advertía: si perdemos la guerra de los significados, lo perdemos todo.
La poesía es la última barca que todavía sueña, por eso confié a su vela, mi viaje al anochecido puerto de los hechos. Atrás dejé la indecible sinfonía de los girasoles en el campo y volví a las antiguas formas de venerar los astros: las cicatrices son constelaciones y es mi familia la noche estrellada.
Al final aprendí a conmutar las palabras. Con mis alas rotas hice un nido a la esperanza. Con la madera de mi cruz terminé un modesto gabinete de curiosidades y emprendí mi colección de piedras y asombros que puse sobre el indeleble mármol de los libros de la caridad.
Ahora, ya de vuelta en la pequeña isla donde reino, se filtra el Claro de luna de Beethoven. Abro la ventana de mi casa para contemplar el oscurecido paisaje y encuentro que la noche sostiene únicamente, una luz cenital sobre el primer amor. Tal vez por eso envejecemos, para sentir en el espinazo el horizonte desnudo.
OVEJAS VERSUS CISNES
Las ovejas son en el mundo al revés las nubes que contemplan las estrellas cuando se tienden boca abajo en su oscuro patio. Para nosotros las ovejas son de día, un dios hechizado de mansedumbre y de noche, se convierten en preguntas, en dientes y pendientes que nos muerden las uñas y andan a sus anchas en los patios del insomnio. Contar ovejas es un conjuro contra la tiroides de un demonio. Por eso las mañanas nos animan a sacarle punta a los lápices, a que vuelva la dentadura a la boca y llevar el rebaño de ovejas al manso corral de la rutina. Pero vuelve la noche y las ovejas me miran con sus ojos mansos y redondos y preguntan: ¿Por qué veo en tus manos las manos de tu padre muerto? ¿Quién duerme en el espacio vacío de tu cama?
¿Cómo duele un equinoccio en la costilla? ¿Retoñará, alguna vez, un fruto de las palabras que plantaste como un árbol imposible? ¿Por qué sueñas con relojes de arena, si todo se va haciendo polvo?
Hasta que descubrí los cisnes negros y en lugar de las nubes vi el inmenso lago del cielo y cada cisne con su hermoso cuello de pregunta infinita me abrazaba extendiendo las alas. Los cisnes negros son en el mundo al revés, las estrellas que las nubes contemplan cuando se pasean por los lagos. Para nosotros un cisne negro es un manso ángel que no interroga, ni responde: en silencio y junto a ellos, somos nosotros la pregunta y te deja soñar con relojes de polvo, con el polvo que va quedando de tus días.
LOS POETAS POLACOS
De alguna forma la intimidad del agua disolvió la actitud en fuga del camino. Los senderos se multiplican como un vaso de agua estrellado contra la noche. Los poetas polacos se acomodan y brillan contiguos a La Cruz del Sur. De alguna forma la intimidad del agua disolvió la actitud en fuga del camino. Cracovia tiene ahora una avenida asegurada a mi pecho. Todos los barcos de Danzig navegan hasta mi muelle. La inercia es una abeja que dejó de zumbar en el horizonte. Cada llave abierta me repite un verso de Różewicz: La más tangible descripción del pan es una descripción del hambre. El error fue no girar el mapa. Darle al norte un sueño con nombre propio. Herbert descubrió el engaño, vivimos dentro de un armario y las polillas son, en verdad, los cometas que nos sobrevuelan. Ahora un cisne negro ocupa el lugar del cancerbero y aconseja: nunca un disparo atravesó un poema de Szymborska. La poesía es más de fiar que un chaleco antibalas. También lo es más que cualquier sendero. Por ella se hace posible volver a casa. A salvo. Todos los caminos ahora son de regreso.
EL ÁRBOL DE LA PIÑA
Al salir de Palestina, quería encontrar en estas tierras el árbol de la piña. Imaginaba un árbol frondoso, parecido al que situó Dios en el paraíso.
Abandonó su tierra con la esperanza de una nueva y no encontró lo que esperaba.
En este poema, mi abuelo, puede recolectar piñas de la copa de un árbol, porque en un poema pueden crecer incluso los árboles que no existen, los milenarios frutos y hasta el país natal.
Sin embargo, insisto. Lo que quiero que aquí retoñe no es el árbol, sino la esperanza de que todavía hay un sitio donde abundan los árboles de piña.
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