miércoles, 24 de noviembre de 2010
Sobre Poco me importa, de Andrés Florit Cento. Por Felipe Poblete
Poco me importa
de Andrés Florit Cento,
Autoedición, 2009, 39 pp.
Por Felipe Poblete.
La herencia obligatoria que nos dejó La Nueva Novela fue la de, verdaderamente, leer al libro también desde su materialidad plástica, con el tacto y con el ojo estético. El libro que presenta Andrés Florit, en rima quizá involuntaria, es también una obra autoeditada. Por es(t)o antes de aproximarnos al contenido verbal del libro: el libro, en sentido estricto. Éste ostenta en su tapa un desarticulado retrato del autor: la reproducción de un collage, en escala de grises, obra de Guillermo Carrasco. El papel que da realidad a las tapas es sólo un poco más gruesa que el clásico Hilado Nº9. Dado esto es que resulta curiosísimo que, dentro, prosiga una muestra de papel couché (de algo más de 300 gr.). Luego, para las hojas que componen el poemario el clásico papel antes nombrado. Lamentablemente, el título del libro encuentra su plenitud en la presentación libro en tanto libro (objeto).
No obstante, la materialidad es sólo una cara del “libro”. ¿Qué nos ofrece su interior? ¿El contenido será, también, fiel al título? Comenzando —quizá de mala manera— desde el índice, vemos que algunos títulos reman en la corriente inversa de la despreocupación que asegura el título: poemas como «Ya no quiero ser futbolista», «Epílogo para “Un cuento californiano” de Mark Twain», «La ortografía de los muros es pecado corregirla», son ejemplo de ello, con su extensión larga (en comparación con los otros poemas del libro). Esto no quiere decir que la extensión de un poema defina su calidad, su densidad: algunos poemas breves, «Si tan solo» y «Globo», son una muestra de un alto calibre en la palabra, ambos con cierto parentesco a Roberto Juarroz, en especial el primero del par. También al final de «Litio» la presencia de aquel poeta, y la del alemán Paul Celan, son claras: Tartamudear es un comienzo.
Alguna vez fue dicho que en cualquier poema, o en un número cualquiera de ellos, la poética del autor, irremediablemente, sería ofrecida al lector, aunque ninguno de esos poemas sea propiamente un manifiesto estético o un arte poética. En la extensión del poemario late un interés por el nombre, el nombrar, el bautizar incluso. Acción que toma su posición —muchas veces— al borde de la vereda, la berma, el partido. ¿Cuál es éste borde? ¿Límite entre qué? ¿Cerezos y quiltros; ciudad y campo? ¿Tal vez entre dar y no dar importancia? A mi parecer, el eje meridiano de esta suma poética está en el nombrar las cosas, como ya decía, con más o menos interés, entre tanto van reiterándose algunos motivos —recién nombrados— los quiltros, los cerezos, el tránsito urbano. En éste punto, el poema «En la plaza» es paradigmático.
Surgen, afloran, entre los poemas, las referencias a poetas nacionales, como Nicanor Parra y Jorge Teillier: el primero de manera explícita (en «Así comenzaba cierto poema», el poema referido está en “poemas y antipoemas”, si no recuerdo mal), y el segundo en «A las 3 de la tarde» ¡imposible no recordar Señales de vida! En este poema, el nombrar al horario tiene una voluntad que denota cierta incertidumbre, muy sana por cierto: “3” y “tres”: búsquedas para (in)tentar un nombre, “pero las palabras son jaulas / que siempre quedan mal cerradas”
También las exploraciones pueden llevarnos a sumergirnos en terreno más profundo: una identidad psicológica, anímica, vital. «Litio», «Circo», «A veces voy por la calle...», «Desequilibrio» dicen aquello que pretendo dilucidar. No es necesario haber sido depresivo para comprender en qué consiste la tarea del litio, bastaba con escuchar la canción que me gusta: lithium, de Nirvana, me atrevo a adivinar. «Circo» da cuenta de una condición, de una experiencia extrema, una bipolaridad: Porque no soporto estar solo / y lo necesito. Allí el corte de verso es preciso, el encabalgamiento arma un tejido psicológico innegable: una tensión fuertísima: con la banalidad, el espectáculo del circo y la intimidad más secreta. El texto que finaliza el poemario —«A veces voy por la calle...»— va reescribiendo algunos puntos tejidos antes: la vitrina y sus reflejos («Heidegger en la vitrina»), el recorrido que ejerce el paseante de este último poema pareciera estar bajo la lluvia, en línea con los versos finales de «Directamente sentencio» y, por supuesto, con el poema que abre el libro, dado que es imposible huir, de la ciudad. ¿Cuál camino, qué oficio? El poeta responde a su obra que ni estas palabras una canción, pero el poema siempre canta, y es canción, aunque cante a la imposibilidad de su propio canto —Celan—. El oficio al que estamos condenados, al escribir, no perdona, al igual que la imaginación.
“Poco me importa”, decía Alberto Caeiro ¿Pero que hubiera sentido el propio Pessoa, o Ricardo Reis, o Álvaro de Campos? Caeiro también nos enseñaba que “Todas las opiniones que hay sobre la / naturaleza / nunca hicieron crecer una hierba o nacer una flor”. Pues también quiero recordar que ninguna lectura puede concluir ni cerrar a un libro. Por allí el (libro del) desasosiego va ensuciando las zonas de lectura —como a la cama blanca el sol— dando fluidez, estridencia en algunos casos, al paso de texto en texto; al paso del texto hacia sí mismo. Cosa que se viene a ser facilitada por el verso libre, por la independencia con la métrica, por la utilización de agudas a(l) fin(al) de verso, en varios casos... son éstas características que contribuyen a esa fluidez, que no deja de ser parsimoniosa. Empero, aquellas características las dejo al examen de quien se sumerja en el tejido del libro.
«Tendido sobre la hierba», por supuesto, sería la condición idónea para leer ésta sincera colección de poemas.
lunes, 15 de noviembre de 2010
Sobre Épica de los Desheredados de Fernando Vargas. Por Álvaro Marín
PRÓLOGO A LA EDICIÓN COLOMBIANA DEL LIBRO “ÉPICA DE LOS DESHEREDADOS” DE FERNANDO VARGAS VALENCIA
Por: Álvaro Marín
¿Y qué es la poesía? Nadie lo ha dicho todavía. Lo que existe son acercamientos, inmediaciones donde el poema es sólo una nave, y si esta nave, el poema, no está conjurada, entonces su estructura puede averiarse, y disolverse sin hallar el sentido de su desplazamiento, sin dejar rastro en el océano de las palabras. El conjuro para que esta nave despliegue toda su fuerza con la que se desplaza ante una adversa gravitación está precisamente en la materia de la que está hecha: en las palabras. Con esta premisa del conjuro la nave se hace invulnerable al vacío, porque una palabra puede nombrar el mundo, o vaciarlo, la fuerza de las palabras prefiguran la realidad, o la destruyen.
Nada hay en la realidad que no haya sido previamente nombrado, el nombre de las cosas no es una llana titulación, es un llamado. El poeta es el que escucha el llamado y lo descifra en las palabras, el poeta conoce el tenebroso vacío de la palabra sin magia. Tal vez por esto dice Fernando Vargas Valencia “hay una terrible soledad que el poema no conjura”, no basta el poema, ningún poema es suficiente y además es necesario que sea suficiente el poema, es la paradoja de las palabras, quien escribe está balanceándose permanentemente en una paradoja, el contrasentido es el pulso de las palabras, si las palabras nombran la herida, es para que dejen de sangrar los cuerpos.
La poesía como conjuro del dolor es uno de los más buscados sentidos de la poesía colombiana, poesía que oscila entre el esteticismo que evade el mundo exterior y la llanura de la denuncia exteriorista, es decir, una cierta lealtad con la realidad que esta poesía reproduce y rechaza a la vez. De allí la dificultad del momento para el poeta colombiano que no quiere eludir su entorno, y al mismo tiempo busca recrear esa trama de realidad. El momento de la poesía de Fernando Vargas Valencia vive ese pulso, esas pendulaciones entre la necesidad del sueño y las contingencias propias de una vigilia amenazada. Los temas de la guerra, de los desplazados, de las masacres, del poder, son los temas más difíciles de tratar en la poesía colombiana, tal vez por su terror y su cercanía. María Mercedes Carranza intentó hacer un registro de las masacres en los diferentes lugares de Colombia, y sus palabras, sus poemas, se ahogaron en la sangre, esos poemas no fueron el conjuro de nuestra ominosa realidad, por esta razón esos poemas fueron prontamente olvidados después de su publicación.
Otro tanto busca Fernando Vargas Valencia con sus incursiones en el tema de las masacres, en un lenguaje sencillo, sin poses preconcebidamente poéticas. Fernando busca distanciarse de esa vertiente de la poesía colombiana buscando un propio horizonte, sin dejar de correr los riesgos que acompañan a esta clase de temas en la poesía. Hay algunos elementos en su estilo que llaman la atención, especialmente la contención imaginativa y la sobriedad en el lenguaje.
Libro: Épica de los desheredados.
Género: Poesía.
Editorial: Independiente Isla Negra
Año: 2010.
Bogotá, Colombia.
martes, 9 de noviembre de 2010
Poesía Actual de Mozambique
FRANCISCO GUITA Jr. (Inhambane, Mozambique, 1964). Inició su actividad literaria en Xiphefo, Cuaderno Literario, en 1987, del que es miembro fundador. Es profesor de Lengua Portuguesa en su tierra natal. Empieza sus publicaciones en 1997 con el libro de poesía El ahora y el después de las cosas (Ed. AEMO –Asociación de Escritores de Mozambique). En el 2000 publica De las ganas y de Partir (Premio Rui de Noronha –FUNDAC, 1999) y Brasas (1 premio de Poesía TDM –Telecomunicaciones de Mozambique, 2001) por la editorial Caminho y Editorial Ndjira, respectivamente. Y también Los aromas esenciales, por Ediciones Baile de Sol, Islas Canarias, n-1 de la colección África. Tiene textos dispersos en diarios y revistas nacionales y extranjeros. Está en las antologías: Rostros de la Lengua, Antología Breve Literatura de Mozambique. En Lusofon Antologi/Fem Kulturer – ett Sprak(Suecia), Imagen pasa Palabra (Portugal), Más nunca es Sábado (Portugal), Poesía Siempre, 23 (Brasil), Hotel, VerMar, antología bilingüe Alemán-Portugués, Diccionario Amoroso de la Lengua Portuguesa (Brasil), La Arqueología de la Palabra y la Anatomía de la Lengua (Mozambique), entre otras.
Traducción por Silvia Capón Sánchez y Francisco Manhaes Monteiro.
Selección por Gladys Mendía del libro LOS AROMAS ESENCIALES (Editorial Caminho y Editorial Ndjira, Tenerife, 2009).
Traducción por Silvia Capón Sánchez y Francisco Manhaes Monteiro.
Selección por Gladys Mendía del libro LOS AROMAS ESENCIALES (Editorial Caminho y Editorial Ndjira, Tenerife, 2009).
Ahora o nunca
el izar la vela sobre el mar
el tensar la cuerda
el sentir la virilidad del timón
y tener que partir
sí
sin recoger amarras ni ancla
sin fardo ni equipaje
recuerdos y recalcaduras
emociones y fotografías antiguas
sí
sin tener que mirar atrás
sin tener que tragar todo el asco mascado de los días
sin tener que decir adiós
sin tener que lastimar
y tener que partir
sin romper el silencio que encadena la ira
sin amainar el dolor y en la piel el ardor
sin desmitificar la noche que calienta la luz de luna del alma
sin acariciar la serpiente que se pasea en estas manos
sin
y partir
y embarcar sí y estallar
en la cresta y la impetuosidad de la ola y temer la onda
y navegar y encallar en la corriente del sur
y remar cuando el viento y el deseo reposen
y todas las auroras sean todas las puestas de sol
abandonar y partir
mas los amigos
los de infancia y los otros
todos los primeros besos los cigarros
hurtados y fumados
las primeras palabras atoradas
en la garganta ante los ojos tuyos
sin saber sonreír y amar y sufrir entre las manos
el primer amor
dejar todo y partir
y
sin ruta ni brújula
sin mapa ni nada
sin coartada ni compasión rasgar el viento
como se rasga el labio
en la voracidad del último minuto de partir
y
en cada relámpago de noche incendiado
haber camino tal vez para el norte
quién sabe para la muerte
y continuar partiendo
ahora
tener ausente el ansia
de sofocar la nostalgia
de delirar en la fiebre de estar solo
de tornear los callos de sal de las palmas
de las manos en la cintura del ecuador
de aplastarte los senos
en el firmamento de un orgasmo
después
tener presente la necesidad de añoranza
de la carta exacta en el correo restante
de otros parajes
del recado nunca dado
del no poder ser hoy y ahora
por la evidencia más cruda
de tener cerca dentro algo que sea
plenamente tuyo
partiendo
colilla apagada de un cigarro húmedo
pelo y ceniza sueltos en la melodía del viento
yodo en la herrumbre del anhelo de soledad
en alguna parte
no sea un espacio demarcado
y continuar partiendo
ahora
tener ausente el ansia
de sofocar la nostalgia
de delirar en la fiebre de estar solo
de tornear los callos de sal de las palmas
de las manos en la cintura del ecuador
de aplastarte los senos
en el firmamento de un orgasmo
después
tener presente la necesidad de añoranza
de la carta exacta en el correo restante
de otros parajes
del recado nunca dado
del no poder ser hoy y ahora
por la evidencia más cruda
de tener cerca dentro algo que sea
plenamente tuyo
partiendo
colilla apagada de un cigarro húmedo
pelo y ceniza sueltos en la melodía del viento
yodo en la herrumbre del anhelo de soledad
en alguna parte
no sea un espacio demarcado
paredes y alambre de espino
donde se entierre cada huella
en la arena suelta de los caminos que habré trazado
donde la sombra que me persigue permanezca
bajo la planta de los pies
que me transportan
donde el perfume tuyo en la memoria mía
no me despierte el anhelo
de volverme
partir
y sin tener que atracar
permanecer inmóvil
deleitar inmóvil los ojos en el rastro de espuma
que voy dejando atrás
atrás dejados inmóviles los versos
de la más púber inocencia
en algún lugar del foso del pasado
en el desván del tiempo
inmóvil el iris seco
abriendo la mortaja del náufrago
al que me condeno
inmóvil permanecer
pero partir
sentir entonces la marejada
del oeste del norte del este del sur
entrañárseme
espiral cuerpo abajo
agujas de relojes rodando
frenéticamente desenfrenados
sin mácula
saborear eso
y querer partir
mantener perenne el manto negro
del pasado del presente saberlo del futuro
y querer partir
consolará la sombra que hay en mí
solamente
no romperá ni un eslabón siquiera
de la cadena que no amordaza
pero que enclaustra el espíritu
incendiará la antorcha cuyo fuego comienza a propagar
en los puños cerrados que hay oblicuos
en el sofoco de esta alma que padece
sentir anhelo de partir
aguzar las iras que me contienen
plantar la infancia que los niños nunca tuvieron
sacudir el polvo de los ideales sobados
suciedad que ya no sale
devolver la dignidad
de mil veces mil por mil
hombres que rasgan la tela
y la carne en los andamios que levantan
esta tierra aún sumisa
que se obstina en florecer
e intentar partir
coger un puñado de las primeras
flores aún húmedas del primer
rocío del día nuevo que va a irradiar
y caminar hasta donde la tierra tiene por límite
el mar
sentir los pies enterrándose
en la arena aún fría
esbozar a la línea del horizonte un adiós
dos infinitos azules
tener que hincar los ojos a la tierra
sin lágrimas
y no partir
TÂNIA TOMÉ (Maputo, Moçambique 1981) Poeta, cantora, compositora, economista y socio-activista. Presidente de la Asociación cultural Showesia, ganó diversos premios en todas sus áreas como economista, poeta y cantora. Ha publicado varios libros de poesía
y cds de música. Participa en diversas antologías internacionales en China, España, Sudáfrica, Alemania y Chile.
www.taniatome.com
Traducción por Gladys Mendía.
De Conversaciones con la sombra
26
Lo que te digo, es de mí para mí
Conversación de adentros. ¿Entiendes?
Entiendes que no importa entender el mundo.
La nada es lo que más me agrada,
y busco en la sombra la nada.
Y solo ahí, entonces, me vuelvo a ver en ti.
Ah, se encendió dentro de mí
la propia sombra. Encendida
como el viento que el laberinto desdobla.
¡Ah, que ganas de comer las estrellas!
Mis manos son las que son esta historia.
Mis dígitos son los que son estos pensamíos.
Silencio. Pensamíos urgentes, espesos,
e hirientes como acacias.
Conocimiento largo en el suelo.
Yo quiero esperar el instante que viene.
Y después la burbuja de la palabra crece,
es un baño intenso y perfumado
de una mordedura de locura en la epidermis,
el desespero del mosquito que osa
invadirnos la sangre.
Y después el mosquito me ama de dolor,
y entonces dejamos de existir.
Y solo así existimos en el mundo.
27
¿Y después las palabras en cara de lluvia? ¿Y después lo ceniciento que cubre las casas? ¿Y
después el desprecio entre las manos tan diferentes, pero iguales?
¿Y después una música sangrando la miel que hay en existir?
¿Y después? ¿Y después del después que sigue?
Pues es precisamente eso que existo pretender. Esa flor deslizándose hacia el sueño, y dentro del sueño millares de sueños, en que creo en la forma como respiro. ACHÍSSS, existo y soy. Me soy principalmente para el cambio. Un cambio que no soy solo. Un cambio que soy contigo, con los otros y con nuestro futuro por venir.
Un cambio de comprenderme solo, en la comprensión de los otros.
28
Salir de casa aun exigía de mí un flaqueo.
Era como si el dolor de los siglos volviese y me agonizase.
A veces el curso del tiempo se volvía contra mí.
Yo tenía la libertad pero no sabía sacarle provecho.
Desaprendí más de la cuenta.
Aquella vida material me afectó
y comenzaba a estar cautivo en mi propia libertad.
Y yo no podía exigir más de mí.
Aquella puerta, era una puerta.
Podía abrir y cerrar. Estaba todavía en mí
proceder al movimiento de la intención.
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