IVÁN VERGARA
(México, 1979)
Poeta, músico, editor,
antologador y gestor
cultural, actualmente vive en Sevilla, España. Dirige la Plataforma de
Artistas Chilango Andaluces (PLACA), proyecto
que difunde y vincula la
cultura mexicana. Creó, organizó y coordinó
las siete ediciones
y las publicaciones
del Recital Chilango Andaluz
(RCA) en Sevilla, Ciudad de México y otras ciudades andaluzas. Ha participado
en proyectos artísticos de distinta índole como actor y director de teatro,
director de cortometrajes, locutor de radio, etc. Fue miembro del grupo de
folk-rock Mañana, con el que publicó su primer disco A ver quién llega antes al
fin, en 2010. Publica en 2013 su poemario:Era
Hombre Era Mito Era Bestia / Man Myth Beast, traducido al inglés por
Jennifer Rathbun. Anteriormente publicó el poemario breve Montañas de Aurelia, con la Editorial Homoscriptum de NY, en
octubre de 2011. Ha colaborado para periódicos mexicanos como corresponsal de
la región andaluza. Publica bimensualmente artículos en la Revista Registro
(Mexico). Actualmente prepara la
primera temporada de Ciudades
Literarias y Contemporáneos primeros
programas para TV
de la PLACA.
En el 2009 creó la Editorial
Ultramarina Cartonera & Digital, de la cual funge actualmente como editor.
Escribe constantemente en el blog La firma del caracol.
Selección por Gladys Mendía de ERA HOMBRE ERA MITO ERA BESTIA
UN SILENCIO ATLÁNTICO
Mi padre cruzó un continente,
se convirtió en indio posmoderno
al entrar por la aduana del nuevo mundo,
surcó presto su orientación de monte
y perdida la esperanza tomó trenes,
autobuses para otras tierras,
aviones erradicados por la peste
y no era él
hoy mi padre yace en cama
bajo el agobio de las horas extra,
trajo un lastre de quinientos quince años
con el cual descansar los pies y las manos
y no sean él
yace mi padre en un techo de casa blanca
con su cuerpo moreno asfixiado por la historia,
con su cuerpo tallado por la vista de los volcanes
y un indómito yacimiento de leyendas
donde se escribe la historia de mi viejo,
sobre una ladera marina y tintas de piedra
ha salido esta tarde y se ha tirado al río
con el fardo absurdo de todo lo recorrido,
ha ahogado a los peces contándoles la historia
de un hombre y una mujer que se amaban
como tierra blanca y fértil,
yelmos recios de conquista
ha devorado al unísono dos continentes
y se ha convertido en tierra submarina;
salió por la tarde un indio posmoderno
y la noche recibió todas las almas,
todos los llantos
por la noche un llanto de ultramar,
por la mañana la tierra engreída,
conmocionada por la espera que mueve valles,
tumba ciudades, engendra mitos,
y lo que se escucha entre las ruinas
es un llanto que pierde a sus vástagos
un padre indio que duerme en casa blanca
con su corazón rebozando tierra,
rebasando a las aves,
resplandeciendo de nada
absoluta nada
MIENTRAS LA CIUDAD DESPIERTA,
MÁS OLVIDA EL HOMBRE
Éramos el tiempo idóneo de las grietas,
un cauce de urbes que se olvidaban de sí,
un descuido que rompe, un descuido que pasa,
una caricia entre los muros y tus muros
son la hebra de un rito perpetuo; continúa
con el enfado de los montes, y escupen
al temblor un lugar común, y el agua
se nombra respiradero o artificio, y la madre:
esta ciudad de errores putos como el hambre
éramos el tiempo dentro de la espuma,
un lamento largo y pesado, de un aullido
cerdo y lento que imitan las venas.
Calcamos al revés el origen de las especies
para que saliera la vida, torva y estúpida,
imitando al animal que nacimos siendo
éramos ríos que fueron avenidas,
abismos que fueron puentes,
muertos que fueron sueño,
llanto,
marea
VAGONES
Solemos espantarnos en el metro
de sus habitantes mudos,
de sus miradas enjuiciadoras y permanentes
fijas en nuestro pasado
fijas en lo que dejamos en la anterior estación
solemos aburrirnos
sobre todo por las mañanas,
en que inocentes rozamos
nuestra carne con la ajena
alivia la alarma
cuando predestina nuestro arribo,
alivia el convoy
al seguir de frente,
siempre sólo,
por la única vía que nunca se queda atrás,
como nosotros: brillando de tiempo perdido
NADIE TE DIRÁ CÓMO
MUERE EL TIEMPO.
nadie te dará señas de su azar
ni te dirá cómo vencer su esfuerzo.
El tiempo es un aire estático,
lo transcurrimos
no habrá quien te hable de la angustia de las eras,
quien decida que frente a los espejos reinará el
vacío,
quien decida que la noche hablará por sí misma,
que no habrá perros suficientes para la hoguera
no habrá quien te diga qué pirámides son falsas,
cómo rescatar la palabra del conato clasificatorio,
cuánto andar errante conducirá a la voz
de un tiempo ebrio de sequía,
denso de almas errantes
no habrá quien te diga cuán estériles son estos
verbos,
el reloj sabrá de sí y será en el reflejo del hombre
un océano sin islas, un océano sin tierra que
conquistar
VOLVER A PRESCINDIR
DE LOS RÍOS
como el que presiente
que hay alguien detrás,
apuntando a la nuca,
soplando quedito
volver a dejar los ríos
en el bolsillo de viaje,
donde la herida tiembla
y nombra ventanas
aullidos
volver,
transformar al náufrago
en mono sedentario,
volver,
nombrarle cielo
al saber de sus deshielos;
volver y prescindirle,
pues volver por sus ríos,
entre sus venas y aristas,
nos convierte en dioses furiosos
sabemos que su cuerpo muta en otra tierra,
donde nos suele herir la memoria
(d)escribimos al mito que es cuerpo,
termina bajo tierra, empalmado,
devorando a sus propios hijos
hartándose de un tiempo
que prescinde de nuestro amor
LA MENTIRA ES LA NIEBLA
La niebla es la herida de una lluvia rabiosa,
su color, es el herraje de un cielo desbocado
dirigiéndose a los pulmones de la tierra;
enferma de cielo
rastrera,
dormida en el valle nos convierte en mudos de vista,
en ciegos de frío
líquida,
como suele vestirse si nuestra pasión la ata,
si la convierte en leona etérea
quisiera ser estatua de su obra,
del aprecio que provoca su simpleza
mas nos obliga a sentirnos nido,
donde el viento intenta su semilla
y la ingenua tierra sirve de lecho
cruzamos la sierra de Oaxaca y hemos rebasado las
nubes,
esto no es niebla señores, esto que humedece mis
ojos
es el grito de los espíritus que intentaron la vida,
chorreando de niebla estos valles que nunca han
sabido de amo
PEDIMOS PERDÓN A LA BESTIA, POR
ENSEÑARLE QUÉ ERA LA MALDAD
quiso saber de antemano dónde ir,
no ir detrás de murmullos dorados,
detrás de sexos sin raíz
pedimos perdón a la bestia, por enseñarle juegos de
dolor y
abandono,
continúa tras el arrojo tardío de la sombra,
como antorcha viva frente a la ceguedad de los soles
esta bestia vive con silencios de todas las lenguas,
como el odio albañil de rascacielos y su celo de
islas,
como la quietud de unos senos que no alimentan
no hay modo alguno que alcance la gracia,
ha olvidado lo que es el perdón,
no hay pericia que le haga sentir la noche viva,
no hay modo de llamarle fuego amigo
el terror que vive la bestia
es la gracia del rebaño
los engaños que continúan en la vida
son la bestia
ME ABANDONA EL HAMBRE
Y TEMO PERDERLO TODO.
perder lo humano que me aferra a la tierra
perder la sed,
el alarido
y quedarme solo
con esta piedra
que reconozco
frente al espejo
HABLAR DE AMOR
CON EL CENTENO
Hablar de amor a los cisnes
Al espejo
Hablar de amor con la bestia
De cómo le seremos infiel
SERÁ DE NOSOTROS EL TIEMPO
DE LA BESTIA.
atada al mástil de nuestro orgullo
desde la sequía de las almas,
engullen el tacto palpitante del viento,
un orgullo altivo de banderas y cruces;
tiempo de la bestia, tiempo de la gracia,
en que todo es obsceno como los telediarios y es
todo
una broma de la vida haciéndonos creer lo erróneo
el tiempo de la bestia nos aparta de la cercanía,
¡amemos a la bestia!
a quienes nos dan palmadas grotescas
y nos pierden en la mirada del asfalto,
nos ingiere con su tacto corrupto, y ame,
ame tu vida-bestia que se precia de serlo
será de nosotros el tiempo sin alimento,
cuando seamos una bestia famélica y nos apene
como nos apena el hambre transatlántica,
entrada exclusiva de ritos transgénicos
y florece como lo hace la bestia y su palabra,
la más antigua de los quehaceres humanos,
la más antigua demostración de amor;
ya lo decía el tigre y su odio amargo:
la vida es creciente mientras sea la bestia mascota,
ría y sea estúpida de ignorantes muertes,
de la continuidad del odio ibérico,
odio americano, odio santo y sin escrúpulos,
odio imberbe de asfixia, odio eólico,
odio titánico, cito: perfecto odio
de Montañas de
Aurelia
(20:45)
Se verán entonces a las ocho cuarenta y cinco,
como se ven siempre los amantes,
en la hora compuesta, la cómplice;
se verán y se amarán desesperados
susurrando deseos a la almohada,
escurriendo por dentro, por debajo.
Llegarán las once
y la prisa
y el escape
y la cita
esperará otro día.
Se verán entonces a las ocho y cuarenta y cinco
del día siguiente,
exigidos hasta en sueños, en lo lejano;
se amarán como ladrones
o hasta que llegue la cordura
y el arrebato rosado del –hasta mañana.
Se verán entonces a las ocho cuarenta y cinco
de los siguientes meses,
dejarán los lleven de la mano,
dejarán que el ritmo tome su compás
entre aquello que no creen,
que no quieren creer.
Se verán entonces a las ocho cuarenta y cinco,
casi por coincidencia, como si no quisieran,
como si pintar de rojo la pared no fuera crimen,
como si ignoraran las horas y los sobresaltos,
como si la habitación fuera nevera de tiempo,
como si por debajo de las cortinas se escondieran
duendes;
casi por coincidencia, como si no quisieran.
Se verán entonces a las ocho cuarenta y cinco
decididos a comprometerse, a atarse,
con esas palabras que saben a vacío
cuando se acerca la inminencia,
la aletargada que llega segura
con pasitos trasatlánticos,
con fotos prostitutas de la vieja Sevilla,
con la ciudad Promesa como promesa
de que también podrá ser consuelo de los perdedores,
de los que no han de ganar.
Se verán entonces a las ocho y cuarenta y cinco
y para entonces ya los habrán olvidado,
no tendrán que dejarlos en el arrebato,
no tendrán que componer excusas para ellos;
se verán entonces a las ocho cuarenta y cinco
de algún siglo que los haya dejado atrás.
Se verán entonces a las ocho cuarenta y cinco
de un día que aun no llega,
que paga para arroparlos
con aquel viejo aroma
de los nuevamente culpables.
Aurora
Escuché entonces
el sonido de un águila que venía
de un sitio,
no era el braceo incansable
ni la mirada aguda,
era un llanto de reclamo
que me colocaba en lo alto,
a un lado del estruendo
donde aquellas aves vuelan y hablan
ajenas a nuestra comprensión.
Escuché entonces
una melodía incolora
de algunos olvidados
y de muchos redimidos,
escuché entonces
que no había más sonido
en las habitaciones de casa,
sería acaso que amanecía y que la lluvia
se apoderaba del estruendo ajeno,
siempre lejano y siempre presente
del gigante que marcha con pasos de ondas
que se ocupará de entrar por ti,
en ti.
Te escucho entonces
y abandono la búsqueda
que resulta innecesaria al comprender
que la derrota era anticipada
al ser victoria de uno solo.
Te escucho
y lo que abrigo con estas hojas de maíz
es la semilla de lo que me brota:
soy surtidor
soy pescador
me acomodan en la butaca
justo detrás del redimido.
Caigo del cielo en forma de trueno
y lo que se observa desde la distancia
es un día claro que comienza a languidecer,
convirtiéndome en rojo,
siempre en rojo, y que en un canto
desde lo más alto, se deja rebasar.