JOSÉ GARCÍA OBRERO (Santa Coloma de Gramenet, 1973). Es autor de
los poemarios Un dios enfrente (La
Garúa, 2013), con el que fue finalista del premio Ciudad Alcalá de Henares de
Poesía, en 2014; y Mi corazón no es
alimento (Ediciones En Huida, 2014). En 2015, la editorial Valparaíso
publicó su traducción de Mal, del
poeta catalán Jordi Valls.
Con La piel es periferia (Visor, 2017) obtuvo
el Premio de Poesía Ciudad de Burgos en 2016.
Actualmente, forma
parte del equipo de redacción de la revista de poesía contemporánea en lenguas peninsulares Caravansari y colabora en el suplemento
cultural Cuadernos del Sur, de Diarío
Córdoba.
RAÍZ
Algo nace quebrado.
Lo indica esa montaña cubierta
de edificios.
Ni un solo palmo de tierra
limpia para la siembra.
Un descampado, a veces,
interrumpe el paisaje
vertical de ventanas.
Un descampado es una tierra
podrida;
ningún loco pretende ahondar
bajo sus piedras
y enterrar la semilla de la
fruta del miedo.
Aquí se invierte el mundo:
él cosecha entre hombres, agujas
y cristales,
protege de miradas a los cuerpos
urgentes.
A veces un cuchillo amenaza los
juegos
de los niños que ignoran el
temblor
de las venas cansadas de estar
rotas.
Y algo nace quebrado si no hay
tierra
tan limpia que podría morderse.
Se arrojan las semillas, sin
mirar, a la acera,
esperando que el viento las
proteja en su marcha.
La respuesta es el tronco que
crece sin raíces.
De Un dios enfrente. La
Garúa, 2013
VIOLENCIA
GRATUITA
Antes de cada
puñalada hay una sonrisa:
cae de la boca y
queda colgada en el cuchillo.
Sonrisa y acero se
adentran juntas en la carne.
Ahora debería decir
que me aparto,
que odio esta
violencia gratuita
asaltándome cada
tanto en la puerta de casa
vestida como una
paloma sucia en un dintel.
Pero ya soy un hueco
y nada puede hendirse
entre las luces o en
el trasiego del viento,
y este hecho llena de
impotencia al asesino.
Unos brazos abiertos pueden ser
un buen golpe.
De Un dios enfrente. La
Garúa, 2013
PARTO
Hubo un instante
en que nadie en el mundo
había muerto.
Una línea finísima
de tiempo impreciso
en que todas las cosas
chocaban
suspendidas
en el fluido
caliente
de la casa.
Vino después
un giro brusco:
la luz blanca
y el primer golpe
y un ruido
de engranajes
y esta penumbra.
De La piel es periferia.
Visor, 2017
PENUMBRA
Solo un punto de fuego, que lento se consume.
Ni más ni menos eso: calor de luz muy débil,
apenas perceptible si pasas distraído.
Así que aprieta el paso porque el miedo da
alcance
y es un bosque que espera con brillo de mil
ojos.
Párate. Sácate la angustia de las uñas como
si fuera tierra.
¿Si te agarra, qué importa? es solo miedo, es
solo miedo
y el miedo es negro como sábanas que apagan
las estrellas
(desmenúzalas luego en un tazón con leche que
te sacie).
Cruza las calles; observa como irradian tu
sombra las farolas;
explota con el índice ladridos suspendidos en
el vaho
igual que pompas de jabón. Otros
ruidos se alejen: zumbidos,
risas deshilachadas, borrachos
que se enojan
y dicen ser la muerte, y
siembran esa duda en las esquinas.
El lecho es ahora blando y el corazón, una
medusa:
una sepia muy blanca, que se impulsa con
pálpitos
e inflige quemaduras con su roce.
Se baña en sal, luego cae como pluma rodando
mar abajo
donde el fuego es un
ascua y la luz
el
soplo.
De La piel es periferia.
Visor, 2017
POSIBLE IDEA
Espera,
este pensamiento tritura como un molinillo de café;
abres la pequeña caja y la alegría aparece desmenuzada,
apenas unos polvos con que aguantar el tipo todo el día.
Puerta giratoria que solo expulsa y expulsa y expulsa
y casi nunca –quizás esta sola vez y por descuido –
caemos dentro.
este pensamiento tritura como un molinillo de café;
abres la pequeña caja y la alegría aparece desmenuzada,
apenas unos polvos con que aguantar el tipo todo el día.
Puerta giratoria que solo expulsa y expulsa y expulsa
y casi nunca –quizás esta sola vez y por descuido –
caemos dentro.
De La piel es periferia. Visor, 2017
FUEGO
Escribir: hacer fuego,
conservar el fuego,
entregarse al fuego,
entregar el fuego;
irse.
entregarse al fuego,
entregar el fuego;
irse.
De La piel es
periferia. Visor, 2017
CENA
Has confundido cena con ceniza
y esa fría paronimia te han llevado al
silencio.
Era cuestión de tiempo y combustión.
Entra, pues, en materia y avanza enmudecido
–la ceniza es ceniza y no será otra cosa –.
Nosotros, sin embargo, resistimos al aire
que hace ondular adentro el brillo de la
idea.
La ceniza es ceniza y
espera con paciencia.
Inédito
CENIZA
Se sacudió del pelo la ceniza
para anunciarme su dolor:
¿Lo ves ahora?
Ni en cien días podría restañar
las márgenes borrosas
de estos inmensos lodazales.
Mientras eso decía
yo me adentraba en su caudal
y era tan limpia el agua,
que la luz rebotaba
contra la superficie.
Así, cegado, toqué la arcilla
al fondo, adherida a las algas,
y era en su consistencia y forma
idéntica al dolor de mi
ceniza.
Inédito
El
tiempo de la perra fue el de los descampados:
terruño
ralo, cristales y esas flores sin nombre
que
estaban más sabrosas conforme adelgazaban.
Tiempo
de rodilleras y copiosas camadas
de
cachorros; sueño atrasado y sal en la tartera.
Tiempo
de masticar, crujiendo entre los dientes, la aridez:
un
revuelo de hojas y raíces por siempre suspendidas.
La
perra caminaba en paralelo al vuelo de las aves.
Prisionera
en su cárcel de nubes y montañas,
alzaba
la mirada al horizonte por ver si su reflejo
–un
ave subversiva caída sobre el árbol del origen—
dejaba
un rastro, unas migas de pétalos rojizos
abriéndose
al paisaje del dios de las encinas.
Resignada,
la perra descendía despacio hasta la acera,
para
lamer con la mirada la ventana de algún hogar
escaso,
pero con tibia luz de manos en la mesa.
Al
otro lado del cristal siempre había otra perra
añorando el sabor a
flor que emanaban sus fauces.
Inédito
VENDIMIA
Yo
fui el extranjero del otoño,
la máscara indolente en las bodegas
que trae la floración a los sarmientos
desde una primavera transparente.
Fui el alto balcón del que persigue,
por los bancales negros de la tarde,
el rastro de la crin de tu corona,
y arranqué del racimo de tu lengua
una luz destilada de abandono.
Mira estas manos que brindaban,
vaciadas de ebriedad y de deseo;
no beberán sin ambición las tuyas,
aunque sientan latir desde tu entraña
la penumbra febril de los lagares.
Dos lejanos enjambres de septiembre,
libaron nuestro tiempo hasta agotarlo
JOAN NAVARRO (Oliva, País Valenciano, España, 1951). Profesor de Filosofía. Autor de los libros de poesía Grills esmolen ganivets a trenc de por (1974), L’ou de la gallina fosca (1975), Bardissa de foc (1981), La paüra dels crancs (1986), Tria personal: 1973-1987 (1992), Magrana (2004), Sauvage! (2007), edición francesa de A. Salvador y A. Gato, Atlas (Correspondència 2005-2007) (2008) con el pintor Pere Salinas y traducción al español de Lola Andrés, premio de la Generalitat Valenciana al mejor libro editado durante el año 2008, A deslloc (2010), Grafies·Incisions (2010) con el pintor Pere Salinas y del texto narrativo Drumcondra (1991). Traductor de Amado mio de Pier Paolo Pasolini (1986), Esfera. Una antologia de Orides Fontela (2010), y, con Octavi Monsonís, de Ossos de sípia, de Eugenio Montale (1988). Ha traducido al español a la poeta brasileña Elisa Andrade Buzzo, Noticias de ninguna parte (México, 2009) y Canción retráctil (México, 2010). Es editor de la revista digital sèrieAlfa. art i literatura.
Traducción al español de Lola Andrés
Ven y veremos las luciérnagas a los pies de los cañaverales. Ven, nos esperan inquietas las aguas que brillan. Ven y escucharemos los murmullos de la región abisal. Ven ahora que se rompe el alba sobre el mar. Ven y viajaremos por los círculos del iris. Ven, el dragón del equinoccio se engulle un cometa. Ven y sentiremos el olor de salitre y de madera de barca. Ven, el viento revuelve las nubes de los árboles. Ven y afilaremos el hacha que fecunda la tierra. Ven, cinabrio, mercurio, hoz dorada, espejo de caverna, granada.
Ven y quemaremos los altos zarzales. Ven, el sagitario atraviesa los campos de noviembre. Ven y miraremos este paisaje que pronto será otro. Ven, los vertederos humean en las afueras. Ven y nos adentraremos en los bosques sin claros. Ven, días diamantinos llenarán las estancias. Ven y sentiremos el tiempo que no dura. Ven, rombo, muérdago, serbal. Ven y nos amaremos bajo un cielo de islas pequeñas. Ven.
La sombra blanca de la luna sobre la arena peinada. Las huellas de los animales que el viento se ha tragado. La queja de los muebles cuando llega el frío. El olor acre de la palomina. Las manchas de aceite que irisan el estanque. Los troncos musgosos de los bosques de Buckow. El vuelo reposado de una abeja en el membrillo de ámbar. El esplendor de las estrellas que ya se han desvanecido. El vástago del olivo milenario. La sima abisal donde reposa la espada de plata. El estallido seminal dentro del hueso carbónico de la noche.
La luz del alba no es otra que la luz del atardecer: Una roca de hielo flotando en medio del océano, un espejo donde arde el oro de las montañas. Es el latido de los astros, de los grillos de las patatas que apuntan entre las glebas, de las ranas en los cañaverales. Es la ermita que se derrumba junto a la pineda, el reloj de sol al que la lluvia ha corroído el estilo, la señal de las horas que se esfuma sobre el muro desmoronado.
Tener la memoria de un pez, breve destello del pasado, zambullida de ánade en las aguas verdes donde dormitan las horas vividas. ¿Qué se ha hecho del dulce tiempo del amor? ¿Habríamos sentido este tiempo? ¿Y de las lágrimas por la ausencia? ¿Sabríamos de la soledad? Archivos de hielo. Memoria breve como la carrera de un ratón cruzando el camino del jardín, como el encuentro furtivo de los cuerpos entre los árboles, como el trayecto de una bellota al caer al suelo desde la alta rama. Breve como la llama que quema rastrojos en tierra baldía.
Deseo de tener memoria de pez, de carpa de los fangales, de lombriz a orillas del mar. Mínima vida animal. Memoria huidiza como la sombra de un tren, sin tren ni sombra. Un ahora perpetuo. Aire de olvido. Plata gastada. Olvidarlo todo y escuchar cómo tintinea la bóveda del cielo horadada de estrellas y el anillo del planeta. Olvidarlo todo y contemplar cómo respira la oruga y la orquídea, cómo llora el abedul cuando llega el estío.
El aire huye del viento. La luz se esconde dentro de la semilla, bajo las glebas, y respira. La fuente y el ciprés blanco. Un estrépito de címbalos se escucha junto a las aguas sagradas. Los barcos, al arribar a puerto, hacen sonar las sirenas. ¿Dónde va el sonido cuando deja de ser perceptible, dónde las palabras dichas? Deméter de Eleusis, alimentadora de todos los mortales, hace crecer las espigas y guarda las trojes. Los automóviles circulan tuertos por la ciudad dormida. ¿Dónde están los olores de aquellos veranos? Los ascensores rehacen continuamente las mismas rutas verticales.
Ya es hora de volver a los incendios de la aurora. A los ojos de los ríos inquietos. Al oscuro resplandor de movimientos circulares, cueva del tiempo, pantera indómita. A las gaviotas que planean indolentes sobre el delta. A las palpitaciones de las nubes que el viento pastura. A la pulpa de los frutos. Al fulgor salvaje de los limones bajo el sol de agosto. A la cuna de las partículas minúsculas. ¿Quién vigila la duración exacta de las cosas?
El vacío creador. El silencio de los bambús bajo la bóveda calcárea del huevo. El brillo de las plumas del águila. La nostalgia del porvenir. Una semilla en la celda diáfana de un relicario. Los bienes abandonados tras la última partida: el jarrón con los tulipanes, el rodaballo hechizado en la médula del frigorífico, las vezas de las palomas esparcidas por tierra, una cajita forrada de conchas y paisajes, la estela de una barca sobre la cara del agua, un pez de vidrio encima del aparador, las yemas de los bulbos. El vacío vastísimo lleno.
El vacío homogéneo y múltiple. El elefante, la tortuga y el águila. Una sombra sin cuerpo. La roca y la arena. La luz del mediodía en el vientre del cántaro. La savia y el barro. En cada grano de polen duerme el sueño de todas las flores, el sueño de todos los pólenes. Noche de plenilunio. La energía que mueve las raíces y las estrellas, los barcos y las mareas, el estiércol y las manzanas doradas. El vacío innominable.
JOSEP MANEL VIDAL ( l’Alcúdia de Crespins, País Valenciano, España, 1965). Profesor. Como narrador ha cosechado algunos premios como el Rafael Comenge de Narrativa de Alberic, con el cuento La dona que balla, y fue finalista del premio de narrativa corta Tinet 2011 con el relato Epíleg, publicado por la editorial Cossetània. Como poeta ha publicado su primer libro, El teu nom és un ésser viu, al cual pertenecen los poemas aquí presentados.
Traducción por Joan Navarro
NO QUIERO
Las cosas que no se dicen no solamente nunca se saben, sino que nunca han de tomar cuerpo. Permaneceré, pues, en la seguridad de los secretos no compartidos, de los silencios. Yo iré, de vez en cuando, con un ademán de estudiada displicencia, dejándote detalles esparcidos por el aire que respiras. Interceptaré tus atajos antes de que tú los surques con tus pasos, y me convertiré en una presencia infinita. Iré dejándote caer miradas, para que las pises sin ruido, con tus ojos oceánicos. Te dejaré ir un gesto, disfrazado de una negligencia muy engañosa, que nos acorte el espacio que los dos hemos tejido en el encuentro fortuito. En el escaparate de mi rostro siempre encontrarás una sonrisa, sellando el pozo de deseos que me suben desde las entrañas. Pero me impondré el silencio. No quiero escucharme, no quiero que el vaho de las palabras que nunca te diré tome forma más allá de mis labios. No quiero. No quiero. No quiero…
LITURGIA
Camino por la acera estrecha de la calle que lleva a la estación del tren. Hago repicar distraídamente los nudillos de la mano derecha en el zócalo de mármol de las fachadas. La otra permanece en el bolsillo, con el puño cerrado, apretando los restos de un pañuelo de papel que se deshace en trocitos parecidos a migas de pan. Una señora, dos casas más abajo, vierte el cubo de agua sucia cerca de un albañal que, lentamente, sin la motivación de un buen desnivel, trata de engullirse el charco antes de que se lo robe un sol incipiente. A la altura de la fuente que ya no mana la mujer de ojos grises gira la esquina. Me mira de reojo y sonríe levemente, imperceptiblemente, con unos labios sombríos. Lleva un cigarrillo encendido entre los dedos. Le dejo el privilegio de continuar por la acera. Ella sabe que lo haré, porque lo hago siempre, y no cambia su paso decidido, ni tampoco me deja una palabra ni un gesto de agradecimiento. Se aleja dejando un velo vaporoso de tabaco quemado y yo las pisadas de mis zapatos de suelas húmedas. Cada vez que la veo, me hace recordar el aliento de cenicero de los besos torpes de mi adolescencia (no la de ahora, sino la lejana). La señal de aviso de cierre del paso a nivel me hace acelerar el paso. Sentado en el tren miro pasar el paisaje de huertos y bancales que parecen correr, enloquecidos, en la dirección de donde vengo. Mastico poco a poco la melancolía.
JOSEP MARIA BALBASTRE (Ròtova, País Valenciano, España, 1964). Licenciado en Filología Catalana por la Universitat de València. Profesor de enseñanza secundaria. Ha ganado diversos premios literarios. En 2004 publica su primer libro La batuta dels ossos. En 2006, Opòsits. Con Gradual, editado en 2008, obtuvo el XXIV premio Manuel Rodríguez Martínez y el de la Crítica de los Escritores Valencianos. Cavall de Foc (2009), premiado en el XII Certamen Nacional de Poesía "Maxi Banegas", es su último libro publicado.
Traducción por Joan Navarro
Hiende el aire solidificado sobre el andén, revienta la paz de la estación, la orden del SS-Scharführer tritura esperanzas secretas, reprimidas, sobre un viaje incierto, un destino sombrío, las estaciones de tren tienen un sabor a peregrinaciones viejas, históricas, han dejado allí su poso pegado en los detalles de la decoración, como hollín sobre el balasto bajo los raíles, larguísimos, silenciosos, estupefactos.
Es preciso subir al convoy, apresurarse, deprisa, madres no deis el pecho a vuestros hijos, es tiempo perdido, la magrura les nace de las entrañas, pero ellas les dan el pecho, apagad los fogones improvisados, de ropa asada, un inútil potaje, pero ellas continúan guisando por los rincones, remueven el caldo aguado, mañana se os morirán en los brazos, pero ellas llenan la cuchara, la vierten por los labios temblorosos, extraen de nuevo, inocentes, mañana, pasado mañana, el otro, se extinguirán, en una sacudida, en una estación de enlace, en una cámara hermética, en una hoguera, desnudos, pero ellas lavan la ropita, la frotan con jabón de alpechín, la tienden sobre la tierra de los justos, en las barandillas de protección, oxidadas, impregnadas de humo, en las perchas de la sala de espera.
Un traslado, una reubicación, una ciudad lejana y nueva, acabada de edificar, si eres útil al Reich allí tienes trabajo asegurado, la experiencia en los vertederos de Cracovia, de Bratislava, de Berlín, sé remover basura, clasificarla, he acarreado escombros de ciudades bombardeadas y aún transporto pensamientos a la atmósfera asfixiada del vagón de carga, donde la noche se llena de gemidos que piden agua, el día vierte rostros ya escasamente humanos en las rendijas, respiran desfigurando las bocas,
afuera la llanura es inmensa, desierta, lenta, paradas eternas, improductivas, no sirven para dormir sobre el estiércol de los rebaños que han habitado este santuario de madera durante siglos, generación tras generación, contribuimos a ello con nuestras deyecciones, sedimentos que crecen atrapando cansancio, y hambre, y estupor, que permanecerán aquí inconmovibles, firmes para siempre, vestigios encarcelados, testimonios futuros para la geología, mientras apresuramos caminos tortuosos, pero no nos desviamos ni a derecha ni izquierda, la precisión cronométrica de los cambios de agujas.
Las rampas se han abierto súbitamente a una noche brumosa y fría, las órdenes cortan el aliento tan pronto como huye de los pulmones, coger el equipaje, formar filas, hombres a una parte, mujeres y criaturas a la otra, una clasificación, una selección preliminar, premonitoria, un orden establecido, correcto, rentable, útil, ancianos y enfermos marchan primero, pesadamente, cabizbajos, el destino grabado en las suelas de los zapatos, me han asignado un oficio, un servicio eficaz, rodeado por los miembros del sonderkommando espero la apertura de la puerta estanca.
JÉSSICA PUJOL fue poeta residente en la Universidad de Surrey en 2013/2014. Dirige Alba Londres (www.albalondres.com), una revista de traducción centrada en la literatura británica, española y latinoamericana. Ha escrito y traducido en catalán, inglés y español. Ha publicado en varias revistas y antologías. Tiene dos chapbooks en inglés, Now Worry (Departamento, 2012) y Every Bit of Light (Oystercatcher Press, 2012); un libro en catalán, El país pintat (El pont del petroli, 2015) y uno en español, Entrar es tan difícil salir, con traducciones de William Rowe (Veer Books, 2016).
De Todo lo posible que sea falso
no
en la huida
no en la sintaxis
el extrañamiento
en la normalidad casi conseguida
no estructura ni nada
que se le parezca
la dicha es tierra
lo que presenta
el continuo de argamasa
mira
como brilla ese cristal
no la primera escena
no es tan distinta de lo que sigue
por tus ojos
la imagen envolvente
continua
el campo que nos incluye
a cada paso
queda atrás
impresión
que almacenamos
no los ángulos muertos
del más allá
aunque las órdenes
sean apretar
toda la noche las muelas
en el paladar la lengua tensa
busca morderlo todo
LAIA LÓPEZ MANRIQUE (Barcelona, 1982) estudió Filosofía y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universitat de Barcelona. Ha publicado los poemarios La mujer cíclica (La Garúa Libros, 2014) y Deriva (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2012) y ha colaborado en diversas antologías y revistas literarias. Dirige y coedita la revista digital Kokoro (www.revistakokoro.com).
Digo palabras: res, ave, gato, zarzal, floración. Infancia, recoger moras, pincharse los dedos. Sangre, rueca, tela de araña.
La loca de la casa. Voces que son nido en los altillos. La loca de la casa. Si se enciende dos veces la luz sabré que Dios existe. Si mi útero roza la sábana sabré que Dios existe. Si Dios existe sabré. Un haz de voces rojas contra el cuarto: ¿existe Dios?. Digo palabras. Soy niña, dos niñas, me pincho los dedos. (No hay ergo que interfiera en esta frase). La casa en la loca, voces, útero, floración de su casa en la cabeza goteante. Puntea la casa, la sangre, puntean los dedos. Ave res, Dios zarzal, sangre. El gato roza la rueca. Desde el altillo, vocea la luz. Dos luces saben. Dos dioses se encienden en la voz.
Mirar cómo la araña caza a su presa. Mirar y detenerse en el marco gris de sombra de la pared desconchada. Desconchar a la araña en la pared, a la niña. Voy hacia ti para salvarte. Condición de res de indicio: la loca de la casa. (No hay ergo que interfiera en esta frase). Con mis dedos te salvo, me devuelvo a la angustia. Devuelvo la angustia a su marco gris. A su sombra. La araña salva los dedos de la presa en el nido. Me pincho en la rueca, la araña salva mi sombra, yo salvo a la res, la mora recoge mi sangre, voy hacia el punteo goteante, florezco en la sábana. Indicio de Dios: su floración en la tela de araña. Indicio de res: la caza de la presa. Indicio de infancia: miro el zarzal contra el cuarto, miro el haz de voces rojas, el gato detenido en la pared existe. Hacia mí. No hay ergo que interfiera en esta casa. No interfiere Dios.
LOLA NIETO (Barcelona, 1985) es Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Trabaja como profesora de lengua y literatura en un instituto de secundaria. Coordina, con Antonio F. Rodríguez y Laia López Manrique, la revista de creación artística Kokoro (www.revistakokoro.com) y la colección autónoma Kokoro Libros de la editorial Kriller71, en la que codirige además, con Aníbal Cristobo, la colección Púlsar. Ha publicado los libros de poemas Alambres (Kriller71, 2014) y Tuscumbia (Harpo libros, 2016).
LA CASA DE LA BALLENA SE LEVANTA CON LAS PAREDES DE NUESTRO SOLO ESTÓMAGO
Temblamos de alegría nuestro cuero cabelludo es una masa pegamentosa
una trampa para pájaros tenemos las uñas increíblemente largas porque nunca las cortamos con las uñas de los pies dibujamos en el suelo son pinceles punzantes
punzones puntas de flecha garras y arpones dibujamos
muchos dibujos pero más que dibujos son tensiones prensiles
ya sabes, la pura fuerza
nos sale por las uñas y nos entra por las uñas de nuevo transita la fuerza por el suelo desconchado
durante tan sólo un segundo mientras desgarramos las piedras
del suelo
con las uñas y dibujamos tensiones que también llamamos la natación de las galaxias pequeñas en el corazón de los pájaros.
Nuestro cuero cabelludo
es un imán los pájaros se posan en las ramas las ramas no son ramas
nuestro cuero cabelludo es un imán ferocísimo crecen miles de pelos de nuestro cuero cabelludo nuestro pelo es larguísimo porque nunca lo cortamos crece hacia arriba y gira sobre sí mismo nuestra masa de pelo en espiral es una enorme trenza que estalla en muchas otras espirales
trenzadas
las puntas de pelo estallan para tejer más trenzas que volverán a estallar
estallar perdemos
la cuenta hemos abierto fisuras en el techo de esta gruta subterránea
con la masa de pelo nuestro pelo sube hasta la superficie
es nuestro trenzamiento hacia la descreación
verás, nuestro pelo se ha convertido en árboles de pelo
un bosque es inmenso raíces troncos ramas y hojas
los pájaros se posan en las ramas las ramas son tentáculos de pelo engullimos
pájaros por los tubos de pelo descienden pájaros hasta desparramarse
sobre nuestro cuero cabelludo en el interior de la gruta
es nuestra casa
la llamamos la casa de la ballena es nuestra casa
yo soy la gruta la ballena y a veces la casa
y tú y tú
y tú y tú qué terrible
ojalá ningún pájaro vea desaparecer
a los otros pájaros no nos gusta el miedo
Continúa el proceso:
Los pájaros desaparecen. Se quedan enganchados en nuestro pegamento del cuero cabelludo. Los cuerpecitos se quedan ahí tendidos quietos paralizados muertos del todo. Cuando un pájaro muere sucede algo que probablemente sólo sabemos en la casa de la ballena. Todas las veces que batió sus alas todas las batientes alas batidas arqueadas voladas posadas por el pájaro recién muerto en nuestro pegamento del pelo todas todas absolutamente enteras y repletas se convierten en un único salto elástico una acrobacia invisible un torbellino invisible una fuerza pura pequeña espasmódica vibrante que hace girar sobre sí misma una galaxia situada en el vértice del universo, esto es, en el confín remoto del principio del átomo desmontado antes de montarse, esto es, una galaxia encaramada sobre las motas de polen de abeja zumbadora que justo apareció después del pum.
Voltea una galaxia y nuestro pie nuestro pie de uña larga gira el mismo giro que la galaxia y es la aguja del tocadiscos dibujante que cose sobre el suelo el mismo arco fugaz el suelo rasgado de la gruta de la casa de la ballena es un mapa de movimientos cósmicos el suelo es un tapiz los tulipanes celestiales quedan tatuados en la corteza de piedra de la gruta, esto es, la casa de la ballena, esto es, nuestro estómago.
Continúa
el proceso:
la uña dibuja y retumba:
recepción transformación creación: el cúmulo de estrellas cimbreado por la fuerza
pequeña y pura de las alas volanderas desprende a su vez energía: repetición y ciclo: da y devuelve da y devuelve la energía que mueve es movida por el movimiento que genera la uña larga de nuestro pie comunal registra la potencia de alas que mueve la galaxia y la respuesta de la galaxia movida su movimiento levantado nuestro pie comunal es un punto de energías cruzadas trenzadas la misma doble nuestro pie comunal es un estallido constante registramos energía transmitimos energía damos energía nuestro pie
comunal y nuestro cuero cabelludo son las puertas de entrada y salida
el circuito
Más tarde,
excretamos los huesos
las plumas
el pico los tendones
los órganos internos riñones pulmones bazo hígado corazón músculos arterias venas capilares ojos intestinos cerebro y lengua
Los pájaros se deshacen en el interior cóncavo de piedra de nuestro estómago.
La casa de la ballena digiere pájaros.
Atrapa pájaros come pájaros transforma pájaros en energía y la energía en pájaros
de nuevo, pájaros o seres otros seres no importa.
Llamamos universo a nuestro estómago.
la máscara indolente en las bodegas
que trae la floración a los sarmientos
desde una primavera transparente.
Fui el alto balcón del que persigue,
por los bancales negros de la tarde,
el rastro de la crin de tu corona,
y arranqué del racimo de tu lengua
una luz destilada de abandono.
Mira estas manos que brindaban,
vaciadas de ebriedad y de deseo;
no beberán sin ambición las tuyas,
aunque sientan latir desde tu entraña
la penumbra febril de los lagares.
Dos lejanos enjambres de septiembre,
libaron nuestro tiempo hasta agotarlo
JOAN NAVARRO (Oliva, País Valenciano, España, 1951). Profesor de Filosofía. Autor de los libros de poesía Grills esmolen ganivets a trenc de por (1974), L’ou de la gallina fosca (1975), Bardissa de foc (1981), La paüra dels crancs (1986), Tria personal: 1973-1987 (1992), Magrana (2004), Sauvage! (2007), edición francesa de A. Salvador y A. Gato, Atlas (Correspondència 2005-2007) (2008) con el pintor Pere Salinas y traducción al español de Lola Andrés, premio de la Generalitat Valenciana al mejor libro editado durante el año 2008, A deslloc (2010), Grafies·Incisions (2010) con el pintor Pere Salinas y del texto narrativo Drumcondra (1991). Traductor de Amado mio de Pier Paolo Pasolini (1986), Esfera. Una antologia de Orides Fontela (2010), y, con Octavi Monsonís, de Ossos de sípia, de Eugenio Montale (1988). Ha traducido al español a la poeta brasileña Elisa Andrade Buzzo, Noticias de ninguna parte (México, 2009) y Canción retráctil (México, 2010). Es editor de la revista digital sèrieAlfa. art i literatura.
Traducción al español de Lola Andrés
VEN
días diamantinos
RÉGIS BONVICINO
Ven y veremos las luciérnagas a los pies de los cañaverales. Ven, nos esperan inquietas las aguas que brillan. Ven y escucharemos los murmullos de la región abisal. Ven ahora que se rompe el alba sobre el mar. Ven y viajaremos por los círculos del iris. Ven, el dragón del equinoccio se engulle un cometa. Ven y sentiremos el olor de salitre y de madera de barca. Ven, el viento revuelve las nubes de los árboles. Ven y afilaremos el hacha que fecunda la tierra. Ven, cinabrio, mercurio, hoz dorada, espejo de caverna, granada.
Ven y quemaremos los altos zarzales. Ven, el sagitario atraviesa los campos de noviembre. Ven y miraremos este paisaje que pronto será otro. Ven, los vertederos humean en las afueras. Ven y nos adentraremos en los bosques sin claros. Ven, días diamantinos llenarán las estancias. Ven y sentiremos el tiempo que no dura. Ven, rombo, muérdago, serbal. Ven y nos amaremos bajo un cielo de islas pequeñas. Ven.
MEMBRILLO DE ÁMBAR
In der Frühe
Sind die Tannen kupfern
BERTOLT BRECHT
La sombra blanca de la luna sobre la arena peinada. Las huellas de los animales que el viento se ha tragado. La queja de los muebles cuando llega el frío. El olor acre de la palomina. Las manchas de aceite que irisan el estanque. Los troncos musgosos de los bosques de Buckow. El vuelo reposado de una abeja en el membrillo de ámbar. El esplendor de las estrellas que ya se han desvanecido. El vástago del olivo milenario. La sima abisal donde reposa la espada de plata. El estallido seminal dentro del hueso carbónico de la noche.
La luz del alba no es otra que la luz del atardecer: Una roca de hielo flotando en medio del océano, un espejo donde arde el oro de las montañas. Es el latido de los astros, de los grillos de las patatas que apuntan entre las glebas, de las ranas en los cañaverales. Es la ermita que se derrumba junto a la pineda, el reloj de sol al que la lluvia ha corroído el estilo, la señal de las horas que se esfuma sobre el muro desmoronado.
MEMORIA DE PEZ
A H. Rutberg
Ein Fischlein blitzt vorüber und verblaßt
GEORG TRAKL
Tener la memoria de un pez, breve destello del pasado, zambullida de ánade en las aguas verdes donde dormitan las horas vividas. ¿Qué se ha hecho del dulce tiempo del amor? ¿Habríamos sentido este tiempo? ¿Y de las lágrimas por la ausencia? ¿Sabríamos de la soledad? Archivos de hielo. Memoria breve como la carrera de un ratón cruzando el camino del jardín, como el encuentro furtivo de los cuerpos entre los árboles, como el trayecto de una bellota al caer al suelo desde la alta rama. Breve como la llama que quema rastrojos en tierra baldía.
Deseo de tener memoria de pez, de carpa de los fangales, de lombriz a orillas del mar. Mínima vida animal. Memoria huidiza como la sombra de un tren, sin tren ni sombra. Un ahora perpetuo. Aire de olvido. Plata gastada. Olvidarlo todo y escuchar cómo tintinea la bóveda del cielo horadada de estrellas y el anillo del planeta. Olvidarlo todo y contemplar cómo respira la oruga y la orquídea, cómo llora el abedul cuando llega el estío.
ESTE ES EL POEMA DEL RETORNO
este é o poema do retorno
LINO BRAXE
El aire huye del viento. La luz se esconde dentro de la semilla, bajo las glebas, y respira. La fuente y el ciprés blanco. Un estrépito de címbalos se escucha junto a las aguas sagradas. Los barcos, al arribar a puerto, hacen sonar las sirenas. ¿Dónde va el sonido cuando deja de ser perceptible, dónde las palabras dichas? Deméter de Eleusis, alimentadora de todos los mortales, hace crecer las espigas y guarda las trojes. Los automóviles circulan tuertos por la ciudad dormida. ¿Dónde están los olores de aquellos veranos? Los ascensores rehacen continuamente las mismas rutas verticales.
Ya es hora de volver a los incendios de la aurora. A los ojos de los ríos inquietos. Al oscuro resplandor de movimientos circulares, cueva del tiempo, pantera indómita. A las gaviotas que planean indolentes sobre el delta. A las palpitaciones de las nubes que el viento pastura. A la pulpa de los frutos. Al fulgor salvaje de los limones bajo el sol de agosto. A la cuna de las partículas minúsculas. ¿Quién vigila la duración exacta de las cosas?
LA SAVIA Y EL BARRO
Mora en el vacío interno
KANCHI SOSAN
El vacío creador. El silencio de los bambús bajo la bóveda calcárea del huevo. El brillo de las plumas del águila. La nostalgia del porvenir. Una semilla en la celda diáfana de un relicario. Los bienes abandonados tras la última partida: el jarrón con los tulipanes, el rodaballo hechizado en la médula del frigorífico, las vezas de las palomas esparcidas por tierra, una cajita forrada de conchas y paisajes, la estela de una barca sobre la cara del agua, un pez de vidrio encima del aparador, las yemas de los bulbos. El vacío vastísimo lleno.
El vacío homogéneo y múltiple. El elefante, la tortuga y el águila. Una sombra sin cuerpo. La roca y la arena. La luz del mediodía en el vientre del cántaro. La savia y el barro. En cada grano de polen duerme el sueño de todas las flores, el sueño de todos los pólenes. Noche de plenilunio. La energía que mueve las raíces y las estrellas, los barcos y las mareas, el estiércol y las manzanas doradas. El vacío innominable.
JOSEP MANEL VIDAL ( l’Alcúdia de Crespins, País Valenciano, España, 1965). Profesor. Como narrador ha cosechado algunos premios como el Rafael Comenge de Narrativa de Alberic, con el cuento La dona que balla, y fue finalista del premio de narrativa corta Tinet 2011 con el relato Epíleg, publicado por la editorial Cossetània. Como poeta ha publicado su primer libro, El teu nom és un ésser viu, al cual pertenecen los poemas aquí presentados.
Traducción por Joan Navarro
NO QUIERO
Las cosas que no se dicen no solamente nunca se saben, sino que nunca han de tomar cuerpo. Permaneceré, pues, en la seguridad de los secretos no compartidos, de los silencios. Yo iré, de vez en cuando, con un ademán de estudiada displicencia, dejándote detalles esparcidos por el aire que respiras. Interceptaré tus atajos antes de que tú los surques con tus pasos, y me convertiré en una presencia infinita. Iré dejándote caer miradas, para que las pises sin ruido, con tus ojos oceánicos. Te dejaré ir un gesto, disfrazado de una negligencia muy engañosa, que nos acorte el espacio que los dos hemos tejido en el encuentro fortuito. En el escaparate de mi rostro siempre encontrarás una sonrisa, sellando el pozo de deseos que me suben desde las entrañas. Pero me impondré el silencio. No quiero escucharme, no quiero que el vaho de las palabras que nunca te diré tome forma más allá de mis labios. No quiero. No quiero. No quiero…
LITURGIA
Camino por la acera estrecha de la calle que lleva a la estación del tren. Hago repicar distraídamente los nudillos de la mano derecha en el zócalo de mármol de las fachadas. La otra permanece en el bolsillo, con el puño cerrado, apretando los restos de un pañuelo de papel que se deshace en trocitos parecidos a migas de pan. Una señora, dos casas más abajo, vierte el cubo de agua sucia cerca de un albañal que, lentamente, sin la motivación de un buen desnivel, trata de engullirse el charco antes de que se lo robe un sol incipiente. A la altura de la fuente que ya no mana la mujer de ojos grises gira la esquina. Me mira de reojo y sonríe levemente, imperceptiblemente, con unos labios sombríos. Lleva un cigarrillo encendido entre los dedos. Le dejo el privilegio de continuar por la acera. Ella sabe que lo haré, porque lo hago siempre, y no cambia su paso decidido, ni tampoco me deja una palabra ni un gesto de agradecimiento. Se aleja dejando un velo vaporoso de tabaco quemado y yo las pisadas de mis zapatos de suelas húmedas. Cada vez que la veo, me hace recordar el aliento de cenicero de los besos torpes de mi adolescencia (no la de ahora, sino la lejana). La señal de aviso de cierre del paso a nivel me hace acelerar el paso. Sentado en el tren miro pasar el paisaje de huertos y bancales que parecen correr, enloquecidos, en la dirección de donde vengo. Mastico poco a poco la melancolía.
JOSEP MARIA BALBASTRE (Ròtova, País Valenciano, España, 1964). Licenciado en Filología Catalana por la Universitat de València. Profesor de enseñanza secundaria. Ha ganado diversos premios literarios. En 2004 publica su primer libro La batuta dels ossos. En 2006, Opòsits. Con Gradual, editado en 2008, obtuvo el XXIV premio Manuel Rodríguez Martínez y el de la Crítica de los Escritores Valencianos. Cavall de Foc (2009), premiado en el XII Certamen Nacional de Poesía "Maxi Banegas", es su último libro publicado.
Traducción por Joan Navarro
GRADUAL VI
(LARGO VIAJE EN TREN)
Salmo 125
Hiende el aire solidificado sobre el andén, revienta la paz de la estación, la orden del SS-Scharführer tritura esperanzas secretas, reprimidas, sobre un viaje incierto, un destino sombrío, las estaciones de tren tienen un sabor a peregrinaciones viejas, históricas, han dejado allí su poso pegado en los detalles de la decoración, como hollín sobre el balasto bajo los raíles, larguísimos, silenciosos, estupefactos.
Es preciso subir al convoy, apresurarse, deprisa, madres no deis el pecho a vuestros hijos, es tiempo perdido, la magrura les nace de las entrañas, pero ellas les dan el pecho, apagad los fogones improvisados, de ropa asada, un inútil potaje, pero ellas continúan guisando por los rincones, remueven el caldo aguado, mañana se os morirán en los brazos, pero ellas llenan la cuchara, la vierten por los labios temblorosos, extraen de nuevo, inocentes, mañana, pasado mañana, el otro, se extinguirán, en una sacudida, en una estación de enlace, en una cámara hermética, en una hoguera, desnudos, pero ellas lavan la ropita, la frotan con jabón de alpechín, la tienden sobre la tierra de los justos, en las barandillas de protección, oxidadas, impregnadas de humo, en las perchas de la sala de espera.
Un traslado, una reubicación, una ciudad lejana y nueva, acabada de edificar, si eres útil al Reich allí tienes trabajo asegurado, la experiencia en los vertederos de Cracovia, de Bratislava, de Berlín, sé remover basura, clasificarla, he acarreado escombros de ciudades bombardeadas y aún transporto pensamientos a la atmósfera asfixiada del vagón de carga, donde la noche se llena de gemidos que piden agua, el día vierte rostros ya escasamente humanos en las rendijas, respiran desfigurando las bocas,
afuera la llanura es inmensa, desierta, lenta, paradas eternas, improductivas, no sirven para dormir sobre el estiércol de los rebaños que han habitado este santuario de madera durante siglos, generación tras generación, contribuimos a ello con nuestras deyecciones, sedimentos que crecen atrapando cansancio, y hambre, y estupor, que permanecerán aquí inconmovibles, firmes para siempre, vestigios encarcelados, testimonios futuros para la geología, mientras apresuramos caminos tortuosos, pero no nos desviamos ni a derecha ni izquierda, la precisión cronométrica de los cambios de agujas.
Las rampas se han abierto súbitamente a una noche brumosa y fría, las órdenes cortan el aliento tan pronto como huye de los pulmones, coger el equipaje, formar filas, hombres a una parte, mujeres y criaturas a la otra, una clasificación, una selección preliminar, premonitoria, un orden establecido, correcto, rentable, útil, ancianos y enfermos marchan primero, pesadamente, cabizbajos, el destino grabado en las suelas de los zapatos, me han asignado un oficio, un servicio eficaz, rodeado por los miembros del sonderkommando espero la apertura de la puerta estanca.
JÉSSICA PUJOL fue poeta residente en la Universidad de Surrey en 2013/2014. Dirige Alba Londres (www.albalondres.com), una revista de traducción centrada en la literatura británica, española y latinoamericana. Ha escrito y traducido en catalán, inglés y español. Ha publicado en varias revistas y antologías. Tiene dos chapbooks en inglés, Now Worry (Departamento, 2012) y Every Bit of Light (Oystercatcher Press, 2012); un libro en catalán, El país pintat (El pont del petroli, 2015) y uno en español, Entrar es tan difícil salir, con traducciones de William Rowe (Veer Books, 2016).
De Todo lo posible que sea falso
no
en la huida
no en la sintaxis
el extrañamiento
en la normalidad casi conseguida
no estructura ni nada
que se le parezca
la dicha es tierra
lo que presenta
el continuo de argamasa
mira
como brilla ese cristal
no la primera escena
no es tan distinta de lo que sigue
por tus ojos
la imagen envolvente
continua
el campo que nos incluye
a cada paso
queda atrás
impresión
que almacenamos
no los ángulos muertos
del más allá
aunque las órdenes
sean apretar
toda la noche las muelas
en el paladar la lengua tensa
busca morderlo todo
LAIA LÓPEZ MANRIQUE (Barcelona, 1982) estudió Filosofía y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universitat de Barcelona. Ha publicado los poemarios La mujer cíclica (La Garúa Libros, 2014) y Deriva (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2012) y ha colaborado en diversas antologías y revistas literarias. Dirige y coedita la revista digital Kokoro (www.revistakokoro.com).
Permutaciones
“Un pobre perro cerebral. Sobrecargado con Dios.”
Gottfried Benn
Digo palabras: res, ave, gato, zarzal, floración. Infancia, recoger moras, pincharse los dedos. Sangre, rueca, tela de araña.
La loca de la casa. Voces que son nido en los altillos. La loca de la casa. Si se enciende dos veces la luz sabré que Dios existe. Si mi útero roza la sábana sabré que Dios existe. Si Dios existe sabré. Un haz de voces rojas contra el cuarto: ¿existe Dios?. Digo palabras. Soy niña, dos niñas, me pincho los dedos. (No hay ergo que interfiera en esta frase). La casa en la loca, voces, útero, floración de su casa en la cabeza goteante. Puntea la casa, la sangre, puntean los dedos. Ave res, Dios zarzal, sangre. El gato roza la rueca. Desde el altillo, vocea la luz. Dos luces saben. Dos dioses se encienden en la voz.
Mirar cómo la araña caza a su presa. Mirar y detenerse en el marco gris de sombra de la pared desconchada. Desconchar a la araña en la pared, a la niña. Voy hacia ti para salvarte. Condición de res de indicio: la loca de la casa. (No hay ergo que interfiera en esta frase). Con mis dedos te salvo, me devuelvo a la angustia. Devuelvo la angustia a su marco gris. A su sombra. La araña salva los dedos de la presa en el nido. Me pincho en la rueca, la araña salva mi sombra, yo salvo a la res, la mora recoge mi sangre, voy hacia el punteo goteante, florezco en la sábana. Indicio de Dios: su floración en la tela de araña. Indicio de res: la caza de la presa. Indicio de infancia: miro el zarzal contra el cuarto, miro el haz de voces rojas, el gato detenido en la pared existe. Hacia mí. No hay ergo que interfiera en esta casa. No interfiere Dios.
LOLA NIETO (Barcelona, 1985) es Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Trabaja como profesora de lengua y literatura en un instituto de secundaria. Coordina, con Antonio F. Rodríguez y Laia López Manrique, la revista de creación artística Kokoro (www.revistakokoro.com) y la colección autónoma Kokoro Libros de la editorial Kriller71, en la que codirige además, con Aníbal Cristobo, la colección Púlsar. Ha publicado los libros de poemas Alambres (Kriller71, 2014) y Tuscumbia (Harpo libros, 2016).
LA CASA DE LA BALLENA SE LEVANTA CON LAS PAREDES DE NUESTRO SOLO ESTÓMAGO
Temblamos de alegría nuestro cuero cabelludo es una masa pegamentosa
una trampa para pájaros tenemos las uñas increíblemente largas porque nunca las cortamos con las uñas de los pies dibujamos en el suelo son pinceles punzantes
punzones puntas de flecha garras y arpones dibujamos
muchos dibujos pero más que dibujos son tensiones prensiles
ya sabes, la pura fuerza
nos sale por las uñas y nos entra por las uñas de nuevo transita la fuerza por el suelo desconchado
durante tan sólo un segundo mientras desgarramos las piedras
del suelo
con las uñas y dibujamos tensiones que también llamamos la natación de las galaxias pequeñas en el corazón de los pájaros.
Nuestro cuero cabelludo
es un imán los pájaros se posan en las ramas las ramas no son ramas
nuestro cuero cabelludo es un imán ferocísimo crecen miles de pelos de nuestro cuero cabelludo nuestro pelo es larguísimo porque nunca lo cortamos crece hacia arriba y gira sobre sí mismo nuestra masa de pelo en espiral es una enorme trenza que estalla en muchas otras espirales
trenzadas
las puntas de pelo estallan para tejer más trenzas que volverán a estallar
estallar perdemos
la cuenta hemos abierto fisuras en el techo de esta gruta subterránea
con la masa de pelo nuestro pelo sube hasta la superficie
es nuestro trenzamiento hacia la descreación
verás, nuestro pelo se ha convertido en árboles de pelo
un bosque es inmenso raíces troncos ramas y hojas
los pájaros se posan en las ramas las ramas son tentáculos de pelo engullimos
pájaros por los tubos de pelo descienden pájaros hasta desparramarse
sobre nuestro cuero cabelludo en el interior de la gruta
es nuestra casa
la llamamos la casa de la ballena es nuestra casa
yo soy la gruta la ballena y a veces la casa
y tú y tú
y tú y tú qué terrible
ojalá ningún pájaro vea desaparecer
a los otros pájaros no nos gusta el miedo
Continúa el proceso:
Los pájaros desaparecen. Se quedan enganchados en nuestro pegamento del cuero cabelludo. Los cuerpecitos se quedan ahí tendidos quietos paralizados muertos del todo. Cuando un pájaro muere sucede algo que probablemente sólo sabemos en la casa de la ballena. Todas las veces que batió sus alas todas las batientes alas batidas arqueadas voladas posadas por el pájaro recién muerto en nuestro pegamento del pelo todas todas absolutamente enteras y repletas se convierten en un único salto elástico una acrobacia invisible un torbellino invisible una fuerza pura pequeña espasmódica vibrante que hace girar sobre sí misma una galaxia situada en el vértice del universo, esto es, en el confín remoto del principio del átomo desmontado antes de montarse, esto es, una galaxia encaramada sobre las motas de polen de abeja zumbadora que justo apareció después del pum.
Voltea una galaxia y nuestro pie nuestro pie de uña larga gira el mismo giro que la galaxia y es la aguja del tocadiscos dibujante que cose sobre el suelo el mismo arco fugaz el suelo rasgado de la gruta de la casa de la ballena es un mapa de movimientos cósmicos el suelo es un tapiz los tulipanes celestiales quedan tatuados en la corteza de piedra de la gruta, esto es, la casa de la ballena, esto es, nuestro estómago.
Continúa
el proceso:
la uña dibuja y retumba:
recepción transformación creación: el cúmulo de estrellas cimbreado por la fuerza
pequeña y pura de las alas volanderas desprende a su vez energía: repetición y ciclo: da y devuelve da y devuelve la energía que mueve es movida por el movimiento que genera la uña larga de nuestro pie comunal registra la potencia de alas que mueve la galaxia y la respuesta de la galaxia movida su movimiento levantado nuestro pie comunal es un punto de energías cruzadas trenzadas la misma doble nuestro pie comunal es un estallido constante registramos energía transmitimos energía damos energía nuestro pie
comunal y nuestro cuero cabelludo son las puertas de entrada y salida
el circuito
Más tarde,
excretamos los huesos
las plumas
el pico los tendones
los órganos internos riñones pulmones bazo hígado corazón músculos arterias venas capilares ojos intestinos cerebro y lengua
Los pájaros se deshacen en el interior cóncavo de piedra de nuestro estómago.
La casa de la ballena digiere pájaros.
Atrapa pájaros come pájaros transforma pájaros en energía y la energía en pájaros
de nuevo, pájaros o seres otros seres no importa.
Llamamos universo a nuestro estómago.