miércoles, 26 de noviembre de 2014

MARÍA RAMIREZ DELGADO: Poesía Actual Venezolana

MARÍA RAMÍREZ DELGADO (Los Teques, Venezuela 1974) Poeta, narradora y orfebre; se ha desempeñado como gerente cultural, productora e  investigadora literaria. Ha publicado: Navajas sobre la mesa, (bid&co, editor, 2009), Quemaduras (Grupo Editorial Eclepsidra, 2004) y En el barro de Lesbos (Ediciones Funsagu, 2002); Éramos malos y otros textos agrios (Ediciones Funsagu, 2002), ha sido publicada en las siguientes antologías: La mujer rota (Letralia Editores, Guadalajara - México, 2008) y Voces nuevas 1995-97 (CELARG, 1998). En 1999 se estrenaron en Caracas sus siguientes  textos teatrales  El sabor de las uvas verdes, que recibió mención especial del Proyecto Expresiones en 2003 y Punta de Piedras. Forma parte de la Comisión del Bicentenario. Mujer e independencia en América Latina. 1809-2009. Convocado por el CEMHAL, Perú.


Selección por Gladys Mendía de Navajas sobre la mesa






Cremarse

Las reposadas marcas del cigarrillo sobre la palma de la mano permanecen mudas.


Entre los dedos se puede sostener un árbol ardiendo. Las cenizas, esos gusanos anaranjados, esperan agonizantes sobre la mesa la desnuda quietud de la respiración, para volar convertidas en palometas hostiles.

Repararse inofensiva y dolorosa cauterizando la locura, una caricia escandalosa.

Dos horas de espera, tres tazas de café, veinte ampollas perfectas, circulares. 





*

Soy el principio de la mar inmensa dibujada por un niño  en un cuaderno.

De mí salen nuevas e infinitas mujeres bailando
fundiéndonos  unas con otras.
La insistencia se torna roja
y nos complace alejarnos de aquello que pudimos haber sido.
Dejamos nuestros cabellos regados por la playa,
como un cuajo de leche cortada sobre la mesa.
Ausencia que obliga a flagelar  el vientre,
vagabundean  ojos,  no nos dejen mirarnos,
de hacerlo, nos gastamos
para volvernos cometas.





Condenada

No nací en una isla pero contengo en los labios todas las arenas.


Escucho las piedras obstinadas gritando contra el arrecife. Como ellas soy terca, improbable, negra.

También soy el pájaro manchado transformado en serpiente que se arrastra cantándole a la tierra con las escamas.

¿Quién soñaría ver como la mar  se abre y deja ver su vientre?

Sus hijos rasgados y desesperados se lanzan sobre mi boca  y escupen dentro sus trozos de vida. Y ya no hay nada más, sólo la oscuridad del agua huyendo inútil del horror, para volver, cumpliendo una condena sobre el arrecife, sobre el pájaro que no he sido nunca, sobre la arena.









lunes, 24 de noviembre de 2014

Reseña sobre Tres Novelas breves de Edilio Peña. Por Juan Carlos Abreu

Edilio Peña, Tres novelas breves(El huésped indeseable. El prisionero de la Luz. El ángel pecoso), Mérida, Ediciones Actual / Ediciones El otro el mismo, 2011, pp. 245. ISBN: 978-980-6523-83-8.


Edilio Peña se abocó desde temprana edad a la creación literaria y a partir de entonces su prolífera pluma le ha granjeado no pocos premios en los diferentes géneros hacia donde ha dirigido su interés. Entre los más importantes suma a su haber reconocimientos como: el premio Tirso de Molina (dramaturgia), José Antonio Ramos Sucre (narrativa), Miguel Otero Silva (guión cinematográfico) y la Orden Andrés Bello, entre muchos otros.En 2009,arrojado porun valiente gesto de compromiso hacia su creación y de crítica social, retiró su novela El acecho de Dios del XVI Premio Internacional de Novela “Rómulo Gallegos”, pues el jurado previsto le suscitó grandes sospechas de censura y sesgo ideológico ante algunas de las muestras de creación literaria allí presentadas.

Actualmente ejerce funciones académicas en la Universidad de Los Andes, a cargo de la cátedra de Dramaturgia y Técnica Literaria del Drama en la Facultad de Arte de esta prestigiosa universidad.

En esta oportunidad, la editorial El otro el mismo presenta la edición “Tres novelas breves” de este afamado hombre de letras.La nueva edición recoge los títulos El huésped indeseable, El prisionero de la luz y El ángel pecoso,sendos títulos en los que el autor nos lleva de la mano por los más diversos parajes de su imaginación,demostrando un gran dominio del lenguaje sin llegar a alejarse de la cotidianidad.

En El huésped indeseable, el escritor muestra una lúcida narrativa de fantasía detectivesca donde pueden entreverse algunas críticas sociales en torno a las malacostumbradas fugas de poder presentes en los cuerpos oficiales de nuestro país; recelo acompañado de cierta añoranza nostálgica por un pasado no muy lejano y que se hace patente en el recurso a desusados nombres de cuerpos investigativos y judiciales del país.

Atendiendo a su deseo de autenticidad, el autor cambia la acostumbrada división de capítulos por la de expedientes; con catorce expedientes y un juicio final, nos envuelve en la intriga que inunda al Comisario de su relato,quien nos lleva, paso a paso, hasta el momento de su muerte y el misterioso juicio que espera a sus detractores, no sin antes excitar el ímpetu detectivesco del lector y hacerlo maquinar en torno a cada uno de los expedientes.

En El prisionero de la luz (Premio Nacional de Novela “Plácido José Chacón” 1999), en una mezcla de relato científico, detectivesco y de incestuosa pasión, Peña lleva al lector hasta el lugar de sus narraciones sin ningún esfuerzo aparente, y con viveza teatral detalla las circunstancias que envuelven los hechos. Dispuesta en catorce secuencias, emulando el estilo cinematográfico en el que pronto se sumerge el protagonista, nos lleva de manera intermitente entre la historia particular de cada personaje y la historia colectiva que ellos traman para descubrir secuencia tras secuencia sus acaecimientos y los profundos motivos de sus acciones.

Los personajes muestran el reconocimiento de la sensibilidad humana en el confinamiento y en la omnisciente luz que los acompaña en lugares cruciales del relato.Así, el laboratorio donde Karl Ziegler realizaba sus experimentos para conseguir la piel que compaginaría su diario y el recinto carcelario donde el protagonista recopilará, bajo la misma luz intensa,trazos de su propia historia en la de su clon, a la vez compañero de celda y carcelero, hasta el momento en que la luz se vuelve oscuridad.

En El ángel pecoso, muestra la lucha de una mujer por alejarse de su pasado, cuando bajo las luces del escenario Jesús Rafael ejecutaba su performance bajo el pseudónimo de Alba. Las fantasías lésbicas de la protagonista junto a la joven Rosa marcan el tono de la novela, así como el constante debate entre la otredad representada por aquel personaje escénico y la mujer vulnerable y urgida de afecto, que sumergida en brandy y humo de cigarrillos, llega incluso a desempeñar funciones laicas en la capilla del barrio, para finalmente trasvasar sus propios rencores (sobre todo el recelo hacia su madre) en el personaje de Rosa, la inocente muchacha que terminará por realizar la funesta acción que Alba nunca pudo.
En esta tríada novelesca, el autor urde la trama con una lucidez tal, que precisa de fantasmas y apariciones que colmen el cénit de los relatos para devolvernos al tono ficcional de las narraciones. Así el polaco amigo del comisario en El huésped indeseable; Karl Ziegler orquestando la historia en El prisionero de la luz; y el joven soldado amado por Rosa en El ángel pecoso. Es notable también el constante recurso a la otredad, bien sea por medio de un muñeco que representa a un hijo que nunca nació, un clon para suplantar al hijo que parecía morir, o la mujer vestida de traje y sombrero representando un papel; casos ejemplares entre la riqueza polisémica presente en esta selección de textos que se complementan de un modo sospechosamente inocente.

En su ímpetu por hacer verdaderamente universal la propagación de la literatura venezolana, la Dirección de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes (DIGECEX-ULA), ha dispuesto una versión en formato pdf del texto en el siguiente enlace:





Juan Carlos Abreu
Universidad de Los Andes, Mérida








WAFI SALIH: Poesía Venezolana Actual



WAFI SALIH (Valera, Venezuela 1965) Profesora de literatura, magister en Literatura Latinoamericana, egresada de la Universidad de los Andes. En proyecto doctoral en Historia. Posee diecisiete libros publicados entre ensayo, poesía, cuento y una veintena de textos inéditos. Uno de sus aportes más valorados, es el legado a las letras de nuevas voces,  a través del taller “José Antonio Ramos Sucre”, cuya permanencia, de siete años continuos, deja una inmanencia en todos sus participantes.
Su tesis sobre género, es una reflexión que abre una interrogante en torno al modo de producción cultural y sus efectos sobre el ser social, publicado en Monte Ávila Editores año 2007 bajo el nombre: Las imágenes de la ausente, es una propuesta innovadora sobre el feminismo.  
Parcialmente traducida, al árabe, al francés, inglés, y pronto al italiano, es en cátedras de literatura, y escritores de diferentes latitudes, objeto de crítica literaria desde disímiles posturas.
En estos momentos a nuestra autora  la ocupa como una deuda a saldar, el escudriñar antropológico de los mitos fundacionales para la compresión del origen almático, de la venezolanidad.
Selección por Gladys Mendía.
SECRETO
 Adentro
 como una llave
 perdida
 en el mar
 me he negado
                                                                             (Los Cantos de la noche)
CENIZAS
                                                    a Magaly Acosta Oviedo
¿Hacia
qué fondo
se precipita
 sin ruido
 sobre mí
la niebla?
                                                        (Las horas del aire)
TORTUGA
Una piedra
tallada
de secretos
Lanzada
 lentamente
 al infinito
Frágil
 y resguardada
 como un pedazo
 de Dios
 caído
                                                                                    (Pájaro de raíces)
ESCARABAJO
Ante la ciega
lluvia
una cáscara
 de ébano
se esconde
Inocente
 y diminuta
Filtra
 su oscuridad
 entre las hojas
                                                                                                  (Pájaro de raíces)
EN EL CAMPO
¿Es el pájaro
o el viento
Asomado
en la tenue
mirada
En la ortografía
 remota
de las piedras
En el diálogo
 cautivo
 de las luciérnagas?
                                                                                                  (Pájaro de raíces)
                                ¿Quién puede en el rayo de la niñez distinguir dos cielos? Círculo de lo que fue escribe su ardor a orillas de un latido.  Como si el afuera no fuese también lo fijo.   Atrás, antes, no paran de temblar, llama de una vela frente a una ventana abierta.
                                           Visito en los retratos la aldea atávica de tus ojos nativos de una inmortal desventura.  Procesión de piedras, el pasado en el movimiento habitual de mi hastío pregona el semblante sin tinte de extraviada esperanza.
                                           Peces, arrecifes y ciclones de la casa pequeña, pero jamás extinta, navegan en el desfiladero de mi garganta.  Astro de raíz hundida en la furia quebrada de un naufragio.
                                          Nosotros, nubes calladas que levitan en el vuelo curvo de lo amargo, prodigamos la liturgia de un país desolado.  Trágico sigilo en la marea insaciable de la angustia.  Allí una frase blanca, ángel en los ecos del linaje, interpuso entre mi vida tantas vidas, como en el vuelo de sus alas la secreta murmuración del aire.
 (El Dios de las Dunas)
MADRE
Había algo
sin nombre
en el polvo
de la casa
Su silencio
dejaba
una tácita
complicidad
Algo suelto
Sobre la vieja
alfombra.
EL DIOS DE LAS DUNAS
¿Quién me llama con el índice de una lágrima?
Fuego
desgranado
deletrea
el Líbano
devuelto
en la sangre
de Dios
En las raíces
entre muros
de tierra
dolorida
En inaudible
abrazo
Masacrado.
PRONUNCIAMOS EL LATIDO
¿Dime qué batalla
falta en las entrañas
sin Dios de la demencia?
Soles
embriagados
de noche
Enfilan
 hacia otro infierno
 el infierno
Vida
 llegas de vivir
tan lejos
Agrietas
el pecho de la luz
sin nadie.
PLEGARIA
¿Cuántas tumbas hay en el pecho de Dios?
Beirut
deshoja el lenguaje
de la tarde
en el humo
del café
Allí
Soles embriagados de más cielo
Abona
mi silencio
todo lo que se fue
Ancho camino de latidos
donde la hora no muere
Permanece algo
paralelo a la noche.
                                                        (CON EL íNDICE DE UNA LÁGRIMA)
                  He negado mi destino. Plegaria en vuelo, la arena, rasga  las vocales de  la fe,  arrodilladas  en la  sangre. Vértice de un infierno blanco, velo de seda, sacude las cimitarras.
                     Ramo de estrellas en discordia, poblándome el pecho.
                    No sé qué maldición sobre la roca astillada de mi vida, calcina transparencias.
                    Esto que fui, intacto en las paredes aéreas de los siglos brota más allá de la voz, en la noche que jamás termina. Desmorona entre nosotros, espacios sin piel como el insomnio. Soles líquidos sobre las dunas del Golán.
              Recoge Israel, sobre las líneas de mi mano,  el  cuerpo del Líbano en tus muertos.
                                                                                                    (El Dios de las Dunas)
                                 Atemporales los muertos, la brusca ternura de su presencia ida, golpea en el pecho, similar a un Sultán cuando hinca en el lomo blanco de su corcel las espuelas.
                                              Exceso de espesura sobrevive de ellos. Quietud ilimitada, copia el tormento en las ramas de sol. Ritual silencioso de la amargura.
                                              1973. ¿Ha muerto quién dentro de mí?  El desierto tenía la tez húmeda de pólvora, comparable a la grandeza ostentosa de un Califato. Deshace esta tarde de esfiges traídas en el paisaje litúrgico del agua, el simple acto de vivir.  Allí dibuja la borra del café, serpientes de triunfo, en el semblante de ángeles sin reino.
                                             Himnos del país inmolado por las arañas del alba, espejo ausente del devenir, pudre la luz, y el ver una rara propiedad de las arterias, proyecta este otro país sustituido por sus sombras.
                                                                                                      (El Dios de las Dunas)





miércoles, 12 de noviembre de 2014

Ensayo sobre las Ruinas de la casa de Isaías Cañizález. Por Nelson Guzmán



Ensayo sobre Las ruinas de la casa
Por Nelson Guzmán
Venezuela



La poética de Isaías Cañizález Ángel alude al desparpajo de los días estropeados por el espanto, sin paredes el hombre queda en la orfandad. El antojo de unos seres pusilánimes quiso devastar la historia, denegarla, dejarla a la intemperie. El ahogo de la esperanza, la persecución y la muerte han devastado mundos. El odio hizo desaparecer encumbradas civilizaciones y a hombres que han podido ser notables. Los poetas quedan o divagan por el mundo para imantarlos, para dejarlos permanecer.

Las ruinas de la casa de Isaías Cañizález Ángel, ganadora del premio de poesía Fernando Paz Castillo en su XVIII Edición, son la que todos llevamos por dentro, la de esa casa que ha sido dilapidada, extinguida y se ha reconstruido tantas veces como ha sido necesario. En un acto de justicia este joven poeta perpetua la memoria, nos ayuda a recordar que allá lejos hubo trazos del hoy, entusiasmos y pasiones que no se disgregarán. La casa es la conciencia, es el reclamo y el camposanto de voces que subyacen en el lenguaje. La historia del descalabro no tapia la casa, continúan en su interior el terror, lo mancillado. Salvador Allende es nuestro refugio más íntimo de permanencia, es el foyer interior, sus palabras desesperadas nunca entregaron el futuro.

La casa es lo más digno de los hombres, las ruinas del tiempo no han logrado desbaratarla, sin ventanas, a pesar de la destrucción la poesía no se entrega, es resistencia, es fuerza de futuro. En las ruinas de la casa hay bocanadas de espanto, lo crapuloso es historiado por Cañizález Ángel en su trabajo inefable, su huella es honda vigorosa, nos persigue en los sueños. Del pasado no hay escape, está allí en la permanencia, en lo humano no hay suspensión del juicio. La conciencia nos horada. Los hombres batallan contra el mal infinito que está encaramado para seguir arrinconando la razón. 
Nuestro poeta nos dice “… no retrocedas no supliques no abras los ojos no guardes silencio no te quedes despierto no te quejes no calcules no balbucees no esperes milagros no te pierdas en míseras vigilias: recuerda que estas ruinas es el alfabeto de una casa que también se quedó sin ventanas.”

Otro rasgo significativo que nos regala Cañizález Ángel con su poesía son los acertijos, el diálogo apretado con mujeres que cruzan en pláticas de estancias profundas y salvajes. El poeta tiene el nomadismo de un lenguaje que todo lo puede, logra vaticinar el destino. La confesión es la absolución, desde lo recóndito palpita la voz que lo aborda. El espíritu habita como un adivinador que todo lo presiente, los testimoniales de ese hombre, de esa voz vigorosa conversa con una mujer ausente, hay una verdad infinitamente razonable que antecede al cuerpo, que es incauta, protuberante, que sabe y se extasía en ella.

El diálogo de Cañizález Ángel es anunciador, predice la finitud de esa mujer que lo interpela. El poeta es un Gitano en contacto con lo inmarcesible, con lo que es destinal, el trazo de la mano está allí, es revelador de lo que llegará a aparecer en nuestras vidas. Los seres humanos descubrimos que no podemos apartarnos de lo que somos. Todo está marcado de antemano, el destino es infatigable. Los hombres viven la separación, la presienten, la búsqueda sigue insistiendo, es una habitante de nuestro lenguaje. El poeta es un mago que finalmente no lo llega a saberlo todo, pide unas pistas, un segundo aire para la lectura del universo de la complejidad, el alma de los hombres es inextricable finalmente.

El afán de lo humano va ganando la partida en las empresas que nos disponemos conocer. No es tarea sencilla ir arrancándole a la gente quejidos interminables. No llegamos a comprender la vida, las faltas de lo humano, sus limitaciones, muchos han decidido vivir entre brumas. Esos han preferido realizar los caminos negando la existencia. Entre los acertijos de arenas desconocidas intentamos comprender lo que se escapa y no se aferra, Cañizález Ángel lo ha aprehendido. Las situaciones parecen desvanecerse en los rostros. Los que viven atenúan sus penas de la mano de sus Dioses vencidos, se aferran a la tranquilidad, solo les queda apaciguar, retardar el trance, el cambio.

Isaías Cañizález Ángel ha escogido como forma de vida la ardorosa responsabilidad del cambio, loa a la vida, resiente en sí mismo un tipo de condena que lleva en lo más profundo de si el perdón. En Tierras de ciegos dice No me gusta escupir su dignidad ni pisar la sangre que destilan al mirarlos de reojo, sin embargo abrazado a las razones del clasicismo los perdona y animado de un profundo estoicismo perece en su infierno. El silencio lo ayuda en esa ruta, pues allí encuentra los faros que alumbran su camino nutrido y eso lo convierte en un testigo inobjetable de una historia donde debemos estar para entender las verdaderas razones que no son las de la simulación. Los poetas imbuidos de misticismo han emprendido sus laceraciones, los hallazgos son lo tenue, lo sublime.

En el poemario La ruinas de la casa se navega en el terreno de lo inescrutable, se ataca la cotidianidad inservible, la que no ve. Se toma el fusil y se asalta lo estropeado. Los revolucionarios son fundadores de mundo, luchan contra los marasmos de la existencia, van avistando lo nuevo, presienten, están fundando un mundo nuevo. Las voces de Cañizález Ángel son plañideras de futuro, en el camino se atraviesan los que detienen las grandes acometidas de la justicia. El fusil es compromiso político, es un esfuerzo de llamar las cosas por su nombre.

El fusil profana lo establecido, derriba lo inesencial, presagia sin vergüenza nuevos universos que han labrado las consciencias libres. Las demandas de la casa como las de patria, son las de los que han sido silenciados en la historia. Hay claras razones para el reclamo y no son más que la vileza, la arbitrariedad, la oposición al militarismo y a los jefes máximos. Hay rebelión profunda, en estos versos se asoman como una tempestad los nuevos bríos y los derechos que se tienen de vencer el miedo, se debe soñar con un planeta no dominado por el silencio. En el libro de Isaías Cañizález Ángel late la amarga experiencia vivida por el pueblo chileno. En Chile este venezolano aprendió e inscribió en lo más profundo de su alma las razones de la libertad, éstas nunca claudicarán.

En la poética de nuestro amigo Cañizález, las voces del ayer no se han entregado, nos habitan, sus banderas prosperan en nosotros. Esta poesía es un archivo de verdades que nunca podrán borrarse. Sus rostros me asaltan en los lugares menos inesperados: en la entrada del cine, cuando voy de compras o en esas tardes en las que llevo a los chicos al parque. Hay un elogio a la firmeza, a la resignación y a la grandeza de los hombres que han apostado a la utopía sin rebusques, sin quejidos, sin lamentaciones. El resuello surge después, en la interpretación de los resquicios de vida, no hay olvido total. A pesar de andar piola están allí las cicatrices, los reverberos del alma.

La poesía aspira a la lenidad, a la calma, a lo grande. La dispensa es un gesto de honor, pero no se puede hacer en favor de los que mancillaron vidas y enarbolaron la cultura como ataúd. En América Latina el ideal más hermoso es la libertad; ésta tiene sus tareas, sus riesgos, su furor, ya nadie está dispuesto a claudicar ante el miedo. Para Isaías Cañizález Ángel en la picota siempre estarán los cobardes, los que buscan la entrega. Habla de los profanadores, de los que han olvidado la gallardía de nuestras culturas y se han dedicado a mancillar. Nosotros por el contrario somos hombres bravos, idealistas que hemos despachado los sinos trágicos y la melancolía a otros lugares.

Los lugares hermosos no serán de resignación para los macabros. Cañizález Ángel en sus sentencias y aforismos le canta a la voluntad decidida, al entusiasmo, al heroísmo y a la entrega de aquellos a quienes no les importó convertirse en mártires. Esta poesía es plena de responsabilidad, de compromiso con una historia que han tratado de borrar por todos los medios. Nuestro bardo insurge contra el pragmatismo de la cultura moderna capitalista y contra sus medios represivos y sus falsas utopías liberales y democráticas.

En la mentalidad del torturado reside la sacralidad, no habrá entrega de nadie. El abofeteado, el silenciado bosteza con el único medio de defensa de que dispone, sus fuerzas morales. Los esbirros saben de antemano que un hombre de convicciones no delata aunque haya sido sometido a la más cruel de las torturas. El recinto de la casa de un torturado es el sí mismo, teme por sus amigos. Lo sabe Isaías, estos hombres no envilecerán sus verdades con la entrega, no son delatores, su recinto seguro es la muerte y el cabriolar de las distancias donde columpiaran hasta la eternidad sus espíritus.

Las ruinas de la casa es un poemario que nos contrasta con un pasado que nunca podremos olvidar, toda una tecnología de la cultura aprendida y cultivada del nazismo y fascismo de Hitler y Mussolini se impuso, convirtió en llamarada sangrienta la suerte de nuestros pueblos, se condujo a la generación de los setentas chilena a las hogueras. Durante el siglo XX los venezolanos conocimos la intolerancia y el crimen, igualmente estuvieron al cabo de esas amargas vicisitudes los uruguayos, los argentinos y toda América desde El Río Grande hasta la Patagonia. De todo aquello quedó la memoria y las voces irredentas. Muchas voces desobedientes quedan en el estar, terminan murmurando al sentirse inútiles, el caprichoso azar parece haberlas condenado para siempre.

El tiempo termina interviniendo, hace parca la brevedad. Los hombres asisten a su extenuante finitud, sus fuerzas se vuelven menos estridentes, desde allí estando vivos asisten a la propia muerte. Desgarradores son los silencios y las voces de los exiliados de sí, de aquellos que han sucumbido a la perversión de la tortura, desde allí actúan como psicóticos, sin tiempo, sin dirección, sin dientes, sin pensamientos, no saben lo que dijeron. Las imágenes se juntan y cobran vida propia, desde ese lugar los condenados, los torturados, los infamados no pueden distinguir entre la vigilia y el sueño. Al final termina imponiéndose el vacío.

Recordemos para concluir aquella bella sentencia poemática de sus Profanaciones y derrotas, texto publicado por La Fundación Editorial el perro y la rana (2008), donde nuestro amigo Isaías dice: dios es un desierto (…) Dios es el laberinto donde nos extraviamos/ Sus caprichos son la sal de nuestros temores (…) dios /piedra invisible de lo existente/ refugio de los cobardes/ antorcha de los ciegos/ proxeneta del silencio/ tribuna de la mentira (…) augurio de la miseria/ padre de los desaciertos. Esas sentencias podrían provenir del alma de los malditos, de esos que han sido condenados a padecer por el Dios todopoderoso de occidente, su último soplo será la extinción de un cuerpo, pero nunca la muerte de sus utopías.




Reseña del autor:
ISAÍAS CAÑIZÁLEZ ÁNGEL (Venezuela 1973) Magíster en Estudios Culturales de la Universidad ARCIS de Santiago de Chile. Egresado de la Academia de Administración de China. Licenciado en Letras, mención Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana de la Universidad de Los Andes (Cum Laude). Fue Investigador de Casa de Las Américas, La Habana, Cuba. Ex profesor de trayectoria en diversas instituciones nacionales. Es autor de “De los magos” estudio crítico de la narrativa breve cubana de los años sesenta.Ceremonia de lo adverso,  poemario con el que ganó el Premio Municipal de Poesía, (Trujillo-Venezuela-2003). En 2010, publicó Profanaciones y Derrotas; y ese mismo año, obtuvo, en su país,  el Premio Nacional de Poesía Fernando Paz Castillo con Las ruinas de la Casa.  Actualmente es profesor de la Escuela Venezolana de Planificación (EVP) y acaba de culminar Las buenas razones, poemario que pronto será publicado en Caracas .


IDA GRAMCKO: POESÍA DE VENEZUELA


Fotografía por Alfredo Cortina, 1960.
Archivo Fotografía Urbana

Ida Gramcko (Puerto Cabello, 1924 – Caracas, 1994). Poeta, ensayista y dramaturga venezolana.
Licenciada en Filosofía por la Universidad Central de Venezuela. Fue Profesora de Literatura en la misma UCV y en el Instituto Pedagógico de Caracas. También se desempeñó como profesora de Filosofía en el Centro de Arte Gráfico. Con tan solo 19 años, se convierte en la primera reportera de periodismo policial y cronista en el diario El Nacional. En 1948 se convierte en agregada cultural de Venezuela en la Unión Soviética. Es autora de los libros de poesía: Umbral (1942), Cámara de cristal (1944), Contra el desnudo corazón del cielo (1944), La vara mágica (1948), Poemas (1952; 2016), Poesía y teatro (1955), Poemas de una psicótica (1964), Lo máximo murmura (1965), Sol y soledades (1966), Este canto rodado (1967), Salmos (1968), Los estetas, los mendigos, los héroes (1970), Sonetos del origen (1972), La andanza y el hallazgo (1972), Quehaceres (1973), Salto Angel (1985) y Obras escogidas (1988). También publicó los libros de narrativa Juan sin miedo (1954) y Tonta de capirote (1972). Publicó los libros de teatro Poesía y teatro (1955), María Lionza (1956), La Rubiera (1956), La dama y el oso (1959) y Teatro (1961), y los ensayos El jinete de la brisa (1967), Preciso y continuo (1967), 0 grados norte francos (1969), Magia y amor del pueblo (1970), Mitos simbólicos (1973), Poética (1983) e Historia y fabulación en “Mi delirio sobre el Chimborazo” (1988). Obtuvo los siguientes reconocimientos: Premio de la Asociación Cultural Interamericana (1942), Premio de Teatro del Ateneo de Caracas (1958), Premio de Prosa “José Rafael Pocaterra” (1961), Premio Municipal de Poesía (1962), Premio de Poesía de la Universidad del Zulia (1964) y el Premio Nacional de Literatura (1977). 

El poeta Alfredo Silva Estrada en el prólogo de sus "Obras escogidas" (1988) señala que "Esta orfebre, esta artesano exuberante, este arquitecto del lenguaje, esta tejedora agilísima trenza y destrenza, entreteje conceptos, pensamientos, sentencias, definiciones primigenias, imágenes, metáforas, símbolos, integrando discursos insólitamente ritmados, construcciones únicas dentro del panorama de nuestra más alta poesía." y luego agrega que "La poesía de Ida Gramcko supone, fiel a su fundamentación conceptual, una violencia sobre la realidad, sobre las apariencias: irrupción abrupta, sacudimiento de lo real, ensanchamiento de mundos". Su hermana Elsa Gramcko (9 Abril 1925, Puerto Cabello — 1994, Caracas) fue una notable pintora y escultora abstracta.

Selección por Gladys Mendía



VOZ

Hay alguien que llama desde remotas cimas,
hay una voz profunda que me pide estar cerca.
Los aires se arremansan en corrientes continuas
hasta fundir los ecos en la dormida piedra.

El camino es un paso que dio el gigante mundo
con sus botas de angustia, pensativas y negras;
era un viajero entonces, desamparado y rudo,
y con su andar de nave fue duplicando huellas.

A veces tengo alas. Los cabellos furtivos
se fugan entre ratos de las furias del viento,
las manos, como arañas, van tejiendo en sus giros
una red infinita de locura y de ensueño.

¡Llegaré hasta la cumbre! Tendré todas las flores
azules y mojadas que habitan en las cuevas,
y habrá un concierto claro de pájaros y voces
en la garganta virgen de la desnuda tierra.

Hay alguien que me llama desde remotas cimas
y voy tras su llamado como la humilde sierva:
manos y pies descalzos...entre luces y vidas,
hasta la voz profunda que me pide estar cerca.

De Umbral, 1941





ATIENDA AQUEL QUE DIJO

hallar dicha y sosiego
en un sueño beatífico y tranquilo;
atienda a lo que digo y lo que creo.
¿Sabes, nocturno amigo,
a qué cosa en verdad llamamos sueño?
Atiende, hermano mío,
sin pena y sin recelo,
yo, que he soñado, yo, que no he dormido,
te pregunto sin voz desde mi lecho:
¿crees que el sueño protege del abismo,
rescata del asalto y del incendio?
Yo, soñadora inmóvil, no he creído
en mi rostro apacible cuando duermo.
Lucho soñando, sórdida, conmigo,
con un pájaro extraño, con el viento,
con un agudo y afilado pico
que me horada las sienes y el cerebro
y dejo sangre en el cojín y heridos
flotan ardiendo, aullando, mis cabellos.
Soñador y sonámbulo es lo mismo.
Se va entre nieblas, huérfano.
¿Quién hiló las almohadas? ¿El olvido?
La mano movediza del recuerdo
con un sombrío ovillo
y tejió la crisálida del lienzo
con una larga víbora de lino
que se enrosca en el alma y en el cuerpo.
Atienda aquel que alguna vez me dijo
hallar quietud seráfica en el sueño;
atienda a mi creencia, a mi pregunta,
que es la de todo soñador despierto.
Creo en mi corazón, su llama oculta
bajo las sábanas, ardiendo.
Creo en mi sangre muda
corriendo como un río del infierno.
¿Cree alguien en la calma de las tumbas,
en la paz de los muertos?
Quieren creer... ¡No lo han creído nunca!
Descansa en paz, sólo es un gran deseo.
Descansa en paz, pero la paz no escucha;
descansa en paz, pero el descanso es ciego.
La muerte, insomne, mira hacia la lucha
y el sueño es el más íntimo desvelo.


De Poemas, 1952





ARRÁNCAME LAS ÁRIDAS RAÍCES,
déjame suspendida en el espacio, 
entre los vientos firmes. 
Allí se está como en un gran regazo
maternal y sin límites. 
Déjame con los pájaros, 
indagan lo invisible.
¡Ah, más allá del cielo se alza un árbol 
que sus alas indómitas persiguen! 
No lo han visto jamás y, sin embargo, 
creen sentir su rumor en los confines. 
Rumor de hojas distantes... Pero ¿acaso 
no lo vieron, gigante, en el origen 
primero de la vida, y en sus cantos 
no es la voz de la ausencia lo que aflige? 
Deja que suba a lo alto 
y que mi canto vibre. 
Canto la ausencia de algo, 
de una estrella enterrada en nubes grises. 
La sombra azul del árbol 
se dilata y me ciñe.
Déjame con los pájaros.
Soy una flor delimitada y triste.
Arráncame los pétalos y el tallo
y la fragancia, y líbrame.

De Poemas, 1952





10

“Será, al mismo tiempo, una pérdida y
una ganancia imponderables”.
Juan Ramón Jiménez

¡Oh tú, siempre huidiza, dulce amante
celeste de la libertad!
Sólo estás un instante
poesía sin nombre, sin edad.
Fuga tuya en el viento,
dolor mío, soledad
sin ti, sin el acento
tuyo, extraña deidad.
Gano de ti la mínima presencia,
gaviota del ensueño y la verdad,
pierdo tu pura esencia
cuando retornas a la eternidad.
De tu paso veloz por mi existencia
sólo queda un relámpago fugaz.

11
Fuente de piedra
rota, sin agua,
con hojas secas
y una estatua
pensativa, mirando hacia la tierra.
Parque
elevando las ramas y los troncos
de los árboles
que tejen crucigramas melancólicos
en el aire.
Silencio
en el follaje glauco.
Emerge de las sombras, del misterio,
un banco,
un pañuelo,
un libro amarillento y olvidado.
Por los verdes intensos,
-di, ¿no es cierto que vive la esperanza,
que viven los ensueños? -
flota, vaga y olímpica, una garza.
12

“¡Ay, si siempre fuera el mundo
una tarde perfumada!”
Juan Ramón Jiménez

Bajo la tarde blanca
todos dicen su canto, allá, muy bajo,
y cada ser tiene en los ojos
un sol rubio y pequeño.

Todos dicen su canto, allá bajo,
que hay que inclinarse silenciosamente
para escuchar las frases misteriosas
de sus canciones lentas.

En un banco perdido se recogen
todas las hojas pálidas del huerto,
y hay un coro de niños que ha tejido
una guirnalda en flor, hecha de cuerpos.

Bajo la tarde trémula
arde un deseo de reír la vida
y de soñarla mucho en largo sueño...

Y tal vez de llorar, cuando la hora
del crepúsculo marque con sus agujas tenues
sobre el reloj inmenso de la tarde,
unas seis campanadas transparentes.

13
Tarde roja, violeta,
perdida como una voz
en el camino pensativo de árboles,
donde se extingue el sol
como la vida en mi existencia.
¿Por qué has surgido así, de pronto,
como el reflejo
de mis hondas angustias, de mi amor,
de mi tristeza?
Todo lo que hay en ti, tu soledad, la sombra
de este camino silencioso de tierra,
el zumbido sin fin de las chicharras
que hieren el silencio son sus quejas,
viene desde tu ser y vuelve a ti
en el viaje imprevisto del poema.
¿Lo comprendes? La débil mariposa
de alas en flor que cruza este sendero
y que se esfuma, tarda, en la penumbra,
en mi sueño,
y este aire y esta luz conque te inundas
se exhala de mis ojos, emana de mi aliento.
Tarde, tarde, el crepúsculo que ciñe
los campos, el vuelo de los pájaros inquietos
no son más que temblores de mi risa,
latidos de mi pecho.
14
¿Alguien? Tal vez alguna forma ambigua
se interpone en mi sueño.
Fluyen vahos neuróticos de enigma
hacia el cielo.
Alguna voz sin labio, algún espíritu
sin cuerpo,
algún cabello turbio y esparcido
en el viento,
fronda de alguna faz que se hunde toda
en el misterio.
Como un pájaro herido
algo se agita en torno y en silencio
viene a posarse junto a mí, en la orilla
desolada del lecho.
¡Ah! Las puertas oscilan, solitarias, 
una mano invisible con un gesto
se contorsiona en la penumbra y llama
desde el margen sin fin de mi aposento.
Las cortinas se mueven, suspirando,
algo borroso y gris como un espectro
está junto a mi ser como un sollozo,
como un delirio prolongado y tenso.
¿Quién es? ¿Quién es? Mis carnes voluptuosas
se dislocan a impulsos de la fiebre;
sí, lo mismo que el grito de la vida
me apasiona el murmullo de la muerte.
Pero no, no es el vuelo de un fantasma
quien trasquila mi sueño;
es una realidad viva y convulsa
que del hálito enfermo
de la noche ha surgido fría y brillante
como el diamante de su mundo negro.
Toda una realidad brusca y salvaje
que en amoroso vértigo
atraviesa las sombras como un pulpo
silencioso y perverso,
y se estira en el agua de mis risas
salobres, y sediento,
absorbe como lúbrico vampiro
toda mi sangre lívida y mi aliento.


Del poemario Contra el desnudo corazón del cielo (1944) 


Aquí el link hacia: