viernes, 28 de junio de 2024

TANIA GANITSKY: Poesía Actual de Colombia

 


Tania Ganitsky es una poeta, editora, traductora y ensayista nacida en Bogotá, Colombia, en 1986. Es doctora en Filosofía y Literatura, Profesora del departamento de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana y coeditora del fanzine La trenza. Ha publicado cinco poemarios, entre ellos La suspensión de los objetos flotantes (2021), Rara (2022) y Desastre lento (Himpar Editores, 2023). En 2022 también publicó El fuego que quería recordar, un ensayo literario sobre la escritura. 

Selección de Gladys Mendía


*

Las velas tiemblan antes

de apagarse

como ojos antes de llorar

 

no hay diferencia

entre el fuego y el agua

en óvalos pequeños


*

Por la noche canté

una canción de cuna indígena, me dolía

la mandíbula

porque hay que mover la boca

de otra forma.

Los sonidos precolombinos

vienen en distintos tonos como las sombras

me dolían los ojos también.


*

Dos pájaros muertos al pie de la cerca.

Arañaron lunas con su vuelo,

no le dieron a los frutos tiempo de cicatrizar.

Una hormiga explora sus colinas de carroña

y un saltamontes

toma impulso en una pluma.


*

Deberle los poemas no escritos al tiempo

en que no se escribieron

a la imaginación que todavía no los imagina

a la memoria suplantada

por el olvido

al olvido suplantado por el dolor, etcétera.



Dicen que la última

llama

se encenderá

en el océano.

 

En el estómago de la ballena

que hospeda los mitos olvidados,

 

en su canto,

que conjura el retorno de los dioses.

 

Pero yo he escondido

unas cerillas

para amparar las llamas

de la tierra.

 

 

La voz es un lugar 

oscuro

tomado por animales feroces

en los que ya nadie cree.

Para hablar

hay que escapar

del fuego de sus pupilas

y del filo de su hambre.

Para poder decir

miedo o mío

hay que imaginarlos jugando.

 

  

Los caballos 

no iban a vivir tanto tiempo.

Pero encontraron ofrendas en el sueño

de los muertos.

Allí pastan, beben agua y, a veces,

se acercan

a las manos cubiertas en panela

que se abren como flores dulces a su alrededor.

Doblan el cuello y reciben la ternura

que también debió extinguirse

hace tiempo.

 

 

Tigre de Bengala

                                                            Para Erik

 

Cuando sueña consigo mismo, toma la forma de un Tigre de Bengala y atraviesa la selva simulando el amor. A veces se persigue a sí mismo fuera del sueño y despierta asustado, a mi lado.

 


La noche se cerraba

en tu boca

y no había manera

de liberarla.

Nunca temí tanto

por ti, por el silencio –

en la punta

de tu lengua se apagaba

la última estrella.

 

 

Un haiku para Denise

 

Ella dibuja

al hermano colibrí:

color errante.

 

 

Él en el desierto (Segunda nota para el hombre que vi en un sueño)

 

Desde aquí te veo como todas esas cosas

que aparecen cuando escribo.

Como el tigre sin contorno que se fundió en la intensidad del sol poniente,

y como la serpiente que se desenrosca sueño afuera.

En tus manos resplandecen dos círculos dorados

cuando te limpias la arena que las cubre

y una de tus pupilas tiene la forma de la hormiga que trepaba tu pierna

y empujaste de prisa, asustado.

Me gusta que estés en el desierto porque no te recuerdo ni te invoco,

sólo te imagino.

En el desierto siempre alumbra la primera luz y acaece la primera noche,

su vastedad conviene en que allí pase cualquier cosa:

de noche caminas en puntas de pie para evitar el veneno de los insectos

y estás más alto que cuando te fuiste, como la estatua negra de Pushkin

o la de Peter Pan sobre las rocas.

Tu nariz está más pequeña y tus orejas largas e infladas, porque

has empezado a respirar como los peces: escuchando todo.

Te das la vuelta y descubro algo que quizá sea culpa mía:

tu espalda está marcada por los golpes del viento que castiga

a quien no le da la cara a lo real.

Te ha marcado con números cuya cifra no sé contar.

 

 

el pasado hubiera podido ser 

cualquier cosa

 

un árbol que crece cada medio día

una madre que renace

una noche que no se abre y que no estalla

igual que un libro en que no se ha escrito nada

un desierto que descubre su tiempo en liras

and a god that sings us lullabies

 

pero el pasado, ese no fue el pasado

 

el pasado es un ángel

que cae de cabeza en el vacío

 

 

Un día no tendré escritura.

Sacaré la lengua como los colgados,

inútilmente.

Nunca dominé la gramática del fuego

y mi idioma

siempre se inclinó hacia las cenizas.

Para entonces habré domesticado

el silencio,

que me seguirá como un perro.

 

 

Nunca he tenido algo

que decir.

La poesía es el síntoma

de mi silencio.

Algunas imágenes errantes

como los tigres

los caballos

y las piedras

flotan en el aire.

Nada de esto pesa, pasa, aplaza.

Las metáforas

no concilian la distancia poética

de dos abismos.

El mar ha muerto.

El desierto ha muerto.

Lo sé porque una vez envenené

a un caracol con sal

y burbujeaba

igual que este vertedero

de palabras.



miércoles, 26 de junio de 2024

WALDO LEYVA: Poesía Actual de Cuba

 


Waldo Leyva. Poeta, ensayista, narrador y periodista cubano. Remedios, Villa Clara, Cuba, 1943. Ha ejercido la docencia universitaria como profesor de Estética y de Literatura Cubana e Hispanoamericana, y el periodismo como fundador y director de revistas culturales, entre las que pueden señalarse: Del Caribe y Letras Cubanas. Es graduado de actuación y dirección teatral; ha escrito obras dramáticas y fue director-fundador del teatro universitario de la Universidad de Oriente. Entre sus obras se encuentran: De la ciudad y sus héroes (1974), Desde el este de Angola (1976), La distancia y el tiempo (Antología, 2002). Sus poemas han sido traducidos a varios idiomas y forman parte de diversas antologías de la poesía cubana e hispanoamericana. En el año 2010 recibió el X Premio Casa de América de Poesía Americana.

Selección de Gladys Mendía.


ASONANCIA DEL TIEMPO

        Y solo contra el mundo levantó en una estaca
                Su propio corazón, el único que tuvo
                                                                                Juan Gelman

 

Si ya no estoy cuando resulte todo,
cuando el tiempo en que vivo ya no exista,
cuando otros se pregunten si la vida
es el triunfo del hombre, o es tan solo
un perenne comienzo, un grito sordo,
el rasguño en la piedra, la porfía
inútil del abismo, pues la cima
puede llamarse altura porque hay fondo.
Cuando todo resulte, sólo quiero
que alguien recuerde que al fuego puse
mi corazón, el único que tuve,
que yo también fui “hombre de mi tiempo”,
que dudé, que confié, que tuve miedo
y defendí mi sueño cuanto pude.

 


El inocente ojo del antílope

 

Un tigre salta de la piedra.
Vuela un ave que ignora la angustia del vacío.
Ciego es el pez, su pupila es el agua
y muere herido por el aire.
La lombriz puede ser reina de la altura
y deshacerse el árbol
en el vientre insaciable del insecto.
A la cruz del comienzo clavado sigue el hombre.
Sangra. Puede ver aún el rostro de los otros.
Ni dios, ni ventanas azules,
ni el inocente ojo del antílope.

  

Agradezco la noche

 

Aquí estoy, nuevamente amanecido,
dispuesto a soportar hasta que vuelva
la noche irremediable.
Cuento los días y me resulta eterno
el tiempo que supongo me separa
del silencio sin ruido.
Estoy como en un pozo
pero viendo la luz solo en el agua.
En un sitio del mundo
comenzará otra guerra
y vencerán los muertos a los muertos.
De aquello que fue el rostro del amigo
queda sólo una mancha, un tatuaje
que ha dejado la máscara en la piel.
¿Quién le cortó los hilos a la rueca?
¿Quién me dejó sin calles, sin laguna
con una puerta sólo hacia la infancia,
hacia el agua del pozo?
Aquí estoy, nuevamente amanecido,
ha sonado el teléfono,
comienza la ciudad su ruido informe,
y siguen los semáforos en rojo.

 


La distancia y el tiempo

 

Tú estás en el portal, apenas has nacido
caminas hacia el mar y cuando llegas:
tienes el pelo blanco y la mirada torpe.
Desde la costa se ven las tejas rojas de la casa.
Si quieres regresar, ya no es posible;
a medida que avanzas se borran los caminos.
Tu camisa de niño aún está húmeda
y veleta de abril en el cordel
indica para siempre la dirección del viento.
Qué gastadas las uñas,
qué frágil la memoria,
qué viejo tu zapato por la arena.

 


MONÓLOGO FINAL
 

La oscuridad tiene tu olor,
mi olor,
y ese otro perfume
que nace de la piel
cuando se juntan nuestros cuerpos.
Cierra los ojos.
Toca mi cara.
Tus dedos borrarán la sombra,
no importa que sea de noche,
no importa que desconozcas
el rostro que tendré al amanecer.
Cada segundo puede ser toda la vida.
Mañana mi piel estará seca,
o deshecha en el aire
o será un verde germinal
o un rojo efímero,
pero ahora las yemas de tus dedos
tienen toda la luz.
Perdono al porvenir.
Las trampas que he tendido
tienen la misma inocencia
del juego de la alquimia.
Para el hombre no existe otro destino
que el manantial inédito.
Toca mi rostro,
sálvalo en la memoria de tus manos.

 


EL OTRO Y EL QUE HABLA
 
Sé que dentro de mí hay otro ser,
alguien que exige heridas, desgarrones,
que tiene la impaciencia del cuchillo,
la obstinación del plomo, la sed de la metralla.
Desconozco ese ser que prefiere la noche, los rincones.
Desde niño me asalta. Cuando toco un metal
me empuja hacia la sangre.
He buscado en los días de mi infancia
alguna relación con el cuchillo, con la muerte violenta;
he practicado el odio hasta la angustia
pero soy incapaz, nací de otra madera.
Esa pugna entre el otro y el que habla
¿hasta cuándo será? ¿Podré negar mi mano eternamente?
¿Permaneceré ciego a su llamado?
¿Acaso soy yo mismo, un nonato que vive y envejece?
Dentro de mí habita un ser remoto, oscuro,
que se muestra impasible mientras alguien me ataca
y exige, sin embargo, que agreda a los que quiero.

 


DEFINITIVAMENTE JUEVES

Quiero que el veintiuno de agosto
del año dos mil diez,
a las seis de la tarde como es hoy,
pases desnuda atravesando el cuarto
y preguntes por mí.
Si estoy, pregunta, y si no existo,
o si me he extraviado en algún lugar de la casa,
de la ciudad, del mundo,
pregunta igual, alguien responderá.
El primero de enero del año dos mil uno será lunes
pero el veintiuno de agosto de la fecha indicada
tiene que ser definitivamente jueves
y el calor, como hoy, agotará las ganas de vivir.
Las calles serán las mismas para entonces,
los flamboyanes de efe y trece seguirán floreciendo,
muchos amigos no estarán
y el tiempo habrá pasado por la historia de la casa,
de la ciudad, de mi país, del mundo.
Quiero que el veintiuno de agosto, al despertar,
prepares la piel
el corazón
las ganas de vivir.