jueves, 30 de julio de 2009
MARCEL KEMADJOU: Poesía Actual de Camerún
MARCEL KEMADJOU (Camerún, 1970) Escritor, editor y traductor. Ha publicado una docena de libros, entre ellos, Poto-poto blues y Dieu n´a pas besoin de ce mensonge. Obtuvo en 1994 el premio de la poesía joven de África central. Es comerciante en el mercado Mboppi de Douala y coordinador de la Asociación Libro Abierto, así como también del Festival Internacional de Poesía 3V.
Selección por Gladys Mendía
Cantos de Sankofa
***
Hoy el poema se dice
con su propia voz
despliega sus rasgos ligeros
y embarazados de colores
en las pantallas de los sentidos,
pese a las rutinas de todas las retóricas...
pese a la frialdad de todas las estéticas…
El poeta camina por cada sílaba
cava sus huellas en cada letra
derrama su alma en cada verso,
así nace mundos nuevos y maravillosos
vestidos de palabras viejas como la tierra,
así se cuenta el poema
con la cadencia propia del poeta.
***
Me gusta el juego fino
del espejo de la vida,
me gusta ver a mi mismo
en su espejo infinito
como los vientos
y sereno como un lago:
aquí el sol tropieza con mi piel
y la luna vierte su espuma en mi sueño,
ahí estalla sobre mi frente
la gota gris del recuerdo,
sonrío con las horas…
aquí la memoria graba en mis labios
los surcos de mis rebeliones,
ahí el flujo de mis lágrimas está apaciguando
los parpadeos de mis hesitaciones,
sonrío con los días…
aquí mis ojos descubren la llave
de la puerta cerrada del horizonte,
ahí mis manos impacientes
tocan el tambor de la juventud,
y camino con los años…
aquí los vientos de mi vientre
rechazan las mareas del incertidumbre,
ahí busco a mi ser
entre las rejas del siglo,
lloro con la luna…
aquí la plenamar canta mis obras
en la playa de mis mejillas,
ahí la bajamar desnuda los secretos
de mi corazón,
lloro con las nubes…
aquí cabalgan en el espejo de mi vida
los jueces del tiempo,
ahí se agrupan mis cuerpomotos
y mis silencios,
y camino con la palabra…
***
Para Mahmud Darwish
El eco de tu voz seguirá
desgarrando el polvo
resquebrajando el silencio
desnudando la noche
adornando los escombros
del otro lado de todos los tiempos
el eco de tu voz seguirá
fecundando el olvido
cuestionando los bloqueos
labrando las conciencias
resucitando la libertad
del otro lado de todos los sufrimientos
el eco de tu voz seguirá
descabezando la fealdad
ahogando los odios
rompiendo los sudarios
apaciguando los rencores
del otro lado de todas las mentiras
el eco de tu voz seguirá
jabonando las resignaciones
rumiando las promesas
cantando el arco iris
dibujando la belleza
del otro lado de la muerte.
****
Yo, palabra soberana
haré el amor con el miedo
en la cama de los anagramas
Y nuestro hijo se llamará
Medio
haré el amor con la miseria
y nuestra hija se llamará
Mesa
haré el amor con la violencia
y nuestro hijo se llamará
Violín
haré el amor con la guerra
y nuestra hija se llamará
Ruega
haré el amor con todos los odios
y nuestro retoño se llamará
¡Dios!
****
El techo de tus años
está cargando de nubes belicosas…
chico, chico,
para tu vuelo en la arena del riesgo prudente
como el pájaro Sankofa…
mira atrás una vez, mil veces,
como el pájaro Sankofa…
con los picotazos de tus saltos pacientes
abre el túnel de tú memoria eterna
como el pájaro Sankofa…
lame el rocío que esconde las luces de las albas antiguas
como el pájaro Sankofa…
Chico, chico,
ahora retoma tu vuelo alegre
como el pájaro Sankofa…
y ve por las rutas
del pájaro Sankofa…
y ve sembrando las sabias pausas
del pájaro Sankofa…
***
Agarro el vacío
dentro de mi ombligo
para vestir
el vacío fuera
tomo del tiempo
sus tijeras implacables
para cortar
el abrazo de la soledad
lleno y relleno la noche
adornada de estrellas
con el soplo interrogante
de mis miradas
regalo las semillas
de mis sueños
al pájaro de oro
del silencio rico
tomo las alas
de este silencio vivo
y cuelgo mi nido
en las ramas del destino
agarro el huevo
de la vida viva
y lo amuebla
con mis caminos
mamo las vidas de la palabra
que brotan de las costillas del día
escupo y el vacío
se regocija de la palabra.
****
Madre,
testigo de mi memoria
vigilante de mi recorrida por las calles de los años,
cuando el día mora en mi corazón,
lo sabes
cuando la noche apaga en mi corazón
el parpadeo de todas las llamas de tu amor,
lo sabes
cuando las mofas chocan mis orejas
y que las lágrimas que les acompañan
queman mi tranquilidad,
veo a travésde este incendio de burlas
las jóvenes sonrisas de tu amor…
sigo buscando en el diccionario
una palabra que puede celebrarte mucho mejor
que este mero apellido de Madre
pero la suerte se fuga cada día
y nunca hallaré tal calificativo…
Madre,
eres mi diccionario, madre,
lo sabes
eres este diccionario en el cual
aprendo a manejar la tinta del esfuerzo sano
y a escribir mi carta de invitación
a la más lejana estrella de mi horizonte,
lo sabes
eres este atlas imperecedero
en el cual estudio cada instante
el mapa de mis vaivenes cotidianos
tu soplo atraviesa estas palabras
como la dulce música de vientos campesinos
a olor de polvo y savia,
esta página no es papel blanco y frío
que consigna palabras-para-palabras
es mi carne en la que corre tu sangre
y todos los pueblos de tu sangre
tu sangre y todos sus sacrificios…
¿qué decir más madre?
¿Qué hacer más madre?
Unas docenas de versos conmovedores
No pueden cantar la inmensidad de tu presencia, madre…
me detengo,
me callo,
tanta tinta es suciedad,
tanta voz es ruido…
te doy mi silencio,
te doy las endechas de mi silencio,
te doy los acordes de mi silencio,
te doy los todos de mi silencio,
te doy el soplo agradecido de mi silencio.
martes, 21 de julio de 2009
Sobre Galeano. Por Daniela Saidman
Galeano: úselo y tírelo
Daniela Saidman
Lo que está en juego en el mundo es la vida. El modo de producción de este planeta que tenemos por hogar hace más pobres a los pobres. No sólo están muriendo las aguas y los árboles, sino el ser humano. Parece que nos hemos empeñado en destruirnos, en avanzar indetenibles y raudos hacia la nada. Para salvar y salvarnos no basta con pintar los carros de verde y usar gasolina verde y productos verdes, y hacer caridad, se trata más bien de tener conciencia de que es el modelo que Occidente ha impuesto a sangre y fuego el que nos borrará de la historia humana, porque no habrá historia que contar ni quién la cuente.
Y ese es precisamente el cuento que cuenta Eduardo Galeano en Úselo y tírelo, El mundo visto desde una ecología latinoamericana, publicado en su cuarta edición por Booket, en 2008, un libro que reúne textos desde Las venas abiertas de América Latina hasta Las palabras andantes, sumados a otros que fueron especialmente escritos para esta edición.
Galeano recoge la denuncia, muestra el dolor y llora las tristezas de todos, en estas páginas levanta los estandartes del mundo que necesariamente debe ser, ese que se merecen las hijas y los hijos por venir.
“Llevamos quinientos años aprendiendo a odiarnos entre nosotros y a trabajar con alma y vida por nuestra propia perdición, y en eso estamos; pero todavía no hemos podido corregir nuestra porfiada costumbre de abrazos, nuestra manía de andar soñando despiertos y chocándonos con todo y cierta tendencia a la resurrección inexplicable”.
Los más que menos tienen viven tratando de sobrevivir y los pocos que mucho ostentan viven para consumir más. Es el mundo patas arriba, absurdo, y cínico, injusto e inhumano, tanto que nos condena a la soledad. Mientras seguimos convencidos de comprar lo que las pantallas venden y el sistema abona, nos volvemos cada vez más indiferentes al dolor del otro, a su hambre y a su miseria de siglos y de penas.
“El precario equilibrio del mundo, que rueda al borde del abismo, depende de la perpetuación de la injusticia. Es necesaria la miseria de muchos para que sea posible el derroche de pocos. Para que pocos sigan consumiendo de más, muchos deben seguir consumiendo de menos. Y para evitar que nadie se pase de la raya, el sistema multiplica las armas de guerra”. (Ser como ellos, fragmento)
Así, Galeano va narrando lo que nos pasa, lo que hemos dejado que nos pase, porque diciendo y reconociendo nuestros miedos damos el primer paso hacia el futuro irrevocable, ese que hay que construir a punta de cantos, de sueños, de manos y de abrazos. Porque para ser tendremos necesariamente que soñar juntos el mismo sueño, esa es la utopía realizable, la que nacerá de los vientres de los pueblos.
“Los usurpadores se irán a los confines del agua… Ya no habrá devoradores de hombres… Al terminar la codicia, se desatará la cara, se desatarán las manos, se desatarán los pies del mundo”. (Se desatará la cara del mundo, fragmento)
La farsa de este principio de siglo se pinta de verde, pero no aquel “verde que te quiero verde” del poeta español, sino este color que ha engendrado el comercio, el de las plantas de plástico, las aguas estancadas y los billetes del norte. Promueven la ecología quienes cometen los ecocidios y después nos culpan a todos y nos venden desodorantes que no afectan la capa de ozono y transgénicos. Y sí, nos venden productos verdes, especies verdes, pero no firman protocolos ambientales, y prefieren mudar las fábricas donde la mano de obra es más barata y la tierra se muere de sed.
“Este sistema de vida que se ofrece como paraíso, fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo. Extirpación del comunismo, implantación del consumismo: la operación ha sido todo un éxito, pero el paciente se está muriendo”. (Cinco frases que hacen crecer la nariz de Pinocho, fragmento)
* Publicado en el Diario de Guayana, domingo 19 de julio de 2009
Daniela Saidman
Lo que está en juego en el mundo es la vida. El modo de producción de este planeta que tenemos por hogar hace más pobres a los pobres. No sólo están muriendo las aguas y los árboles, sino el ser humano. Parece que nos hemos empeñado en destruirnos, en avanzar indetenibles y raudos hacia la nada. Para salvar y salvarnos no basta con pintar los carros de verde y usar gasolina verde y productos verdes, y hacer caridad, se trata más bien de tener conciencia de que es el modelo que Occidente ha impuesto a sangre y fuego el que nos borrará de la historia humana, porque no habrá historia que contar ni quién la cuente.
Y ese es precisamente el cuento que cuenta Eduardo Galeano en Úselo y tírelo, El mundo visto desde una ecología latinoamericana, publicado en su cuarta edición por Booket, en 2008, un libro que reúne textos desde Las venas abiertas de América Latina hasta Las palabras andantes, sumados a otros que fueron especialmente escritos para esta edición.
Galeano recoge la denuncia, muestra el dolor y llora las tristezas de todos, en estas páginas levanta los estandartes del mundo que necesariamente debe ser, ese que se merecen las hijas y los hijos por venir.
“Llevamos quinientos años aprendiendo a odiarnos entre nosotros y a trabajar con alma y vida por nuestra propia perdición, y en eso estamos; pero todavía no hemos podido corregir nuestra porfiada costumbre de abrazos, nuestra manía de andar soñando despiertos y chocándonos con todo y cierta tendencia a la resurrección inexplicable”.
Los más que menos tienen viven tratando de sobrevivir y los pocos que mucho ostentan viven para consumir más. Es el mundo patas arriba, absurdo, y cínico, injusto e inhumano, tanto que nos condena a la soledad. Mientras seguimos convencidos de comprar lo que las pantallas venden y el sistema abona, nos volvemos cada vez más indiferentes al dolor del otro, a su hambre y a su miseria de siglos y de penas.
“El precario equilibrio del mundo, que rueda al borde del abismo, depende de la perpetuación de la injusticia. Es necesaria la miseria de muchos para que sea posible el derroche de pocos. Para que pocos sigan consumiendo de más, muchos deben seguir consumiendo de menos. Y para evitar que nadie se pase de la raya, el sistema multiplica las armas de guerra”. (Ser como ellos, fragmento)
Así, Galeano va narrando lo que nos pasa, lo que hemos dejado que nos pase, porque diciendo y reconociendo nuestros miedos damos el primer paso hacia el futuro irrevocable, ese que hay que construir a punta de cantos, de sueños, de manos y de abrazos. Porque para ser tendremos necesariamente que soñar juntos el mismo sueño, esa es la utopía realizable, la que nacerá de los vientres de los pueblos.
“Los usurpadores se irán a los confines del agua… Ya no habrá devoradores de hombres… Al terminar la codicia, se desatará la cara, se desatarán las manos, se desatarán los pies del mundo”. (Se desatará la cara del mundo, fragmento)
La farsa de este principio de siglo se pinta de verde, pero no aquel “verde que te quiero verde” del poeta español, sino este color que ha engendrado el comercio, el de las plantas de plástico, las aguas estancadas y los billetes del norte. Promueven la ecología quienes cometen los ecocidios y después nos culpan a todos y nos venden desodorantes que no afectan la capa de ozono y transgénicos. Y sí, nos venden productos verdes, especies verdes, pero no firman protocolos ambientales, y prefieren mudar las fábricas donde la mano de obra es más barata y la tierra se muere de sed.
“Este sistema de vida que se ofrece como paraíso, fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo. Extirpación del comunismo, implantación del consumismo: la operación ha sido todo un éxito, pero el paciente se está muriendo”. (Cinco frases que hacen crecer la nariz de Pinocho, fragmento)
* Publicado en el Diario de Guayana, domingo 19 de julio de 2009
lunes, 13 de julio de 2009
Sobre Luz Machado: la poesía es un acto de soledad. Por Daniela Saidman
Luz Machado: la poesía es un acto de soledad
Daniela Saidman
Los sentires de una mujer de hondos pasos se asientan en el papel. Con ella y a través de ella es posible saber de las oquedades y las cimas, de la risa y el miedo, del abrazo y la rabia. Poeta de las aguas, del río Padre, del río marrón, Luz Machado (Ciudad Bolívar , 1916 - Caracas, 1999 ) fue una poeta incansable, fecunda, viva, que nos legó el crepitar de las noches que alumbran, y encendiendo nos encienden. Su palabra certera, franca, húmeda supo decir su mundo, el nuestro, por eso tal vez la vigencia de su obra, que está cargada del sentir de una mujer que pronunciando el verdor de una Guayana, mineral y contradictoria, es la Venezuela que habremos de nacer.
En Retratos y Tormentas, publicado en 1973, por Monte Ávila Editores, en la colección Altazor, Luz Machado devela sus soledades, sus ganas, sus ritos, sus dudas... espejo de sus andares, sus cumbres y hondonadas las páginas de este libro dan la dimensión de una de las escritoras venezolanas de más altos vuelos.
“Alguien nos echa de pronto en la desesperación, como a la huesa. Y decimos que son malos porque nos entierran vivos. (...) Pero otro día, alguien nos invita al reinado del amor y la paz. Y sonreímos imaginándonos liberados, rescatados al sol, al viento, a la noche, al tiempo. Y olvidamos. O perdonamos. Sólo por esto”. (fragmento)
Como caleidoscopio de la vida vivida, de la infancia irremediablemente ida, las imágenes y los olores de la niñez habitan las palabras de Luz, quien hace de ellas un papel que sabe contar y cantar los olores, colores y sabores del tiempo que por alguna razón, sigue intacto en estas tierras bañadas de aguas.
“Querría un pañuelo de Madrás, de aquellos que conocí arrollados alrededor de las cabezas de las culisas, cuando fue mi infancia. (...) Lo usaría con mis pulseras de plata guardadas de aquel viaje. Y quizá algún día andaría de vuelta la calle que pasaba por mi casa hacia la Escuela, el Río, la Catedral, la Plaza, hacia los morichales. Y sería como devolverme la vida a través de más de cuarenta ladrones y a través de más de mil y una noches”. (fragmento)
Luz narró haciendo poema la vida y la vida la hizo poema, mientras su palabra sigue diciendo el retazo de aromas que dejó el Orinoco, estos Retratos y Tormentos se leen como si estuvieran recién hechos, tienen aún el olor del pan recién horneado y de la boca del crío recién amamantado, así de tierno y de dulce. Cada gesto se dibuja en las páginas donde la muerte asalta como augurio y amenaza, como chubasco y nubes, tormenta y siembra.
“La muerte es insaciable. / Abre en cualquier momento su almacén de agonías / sin horarios ni precios / pero bien caros muertos”. (Con orla negra)
Y su palabra también se duele en las cotidianidades. Su sangre y la savia vegetal se funden y cantan con el mismo ritmo. Luz de agua y a través de ella. Valiente en las soledades, fue capaz de tomar entre sus brazos la angustia y hacerla canción, para arrullarnos el sueño y dejarnos llevar mecidos por el recuerdo de un paseo por el malecón a orillas del río.
“Pero rompió los muros a raizazos y hube de aceptar su muerte y esta horrible memoria del muñón hirviente de savia, brillando rubio, bajo, el primer sol de la mañana, como un puño enguantado en oro de protesta”.
Y aparece, ella y sus sombras y sus soles, germina del papel y lo desborda, dice presente y sigue viviendo, vive mientras nos deja su ausencia. Vuelve, pero se va, pero se fue. Luz, como el sol alumbra cuando las manos la toman en un libro de años que tienen el recuerdo de otros tactos y otros sueños, que ella seguramente también supo vivir.
“De esta casa no habría querido salir para seguir viviendo en otra casa. Sin embargo, la familia, crecida, abrió sus propias puertas a la vida. Mientras yo voy cerrando y dejando vacías las habitaciones donde me esparzo como una sombra, palpitando”.
* Publicado en el Diario de Guayana, domingo 12 de julio de 2009
Daniela Saidman
Los sentires de una mujer de hondos pasos se asientan en el papel. Con ella y a través de ella es posible saber de las oquedades y las cimas, de la risa y el miedo, del abrazo y la rabia. Poeta de las aguas, del río Padre, del río marrón, Luz Machado (Ciudad Bolívar , 1916 - Caracas, 1999 ) fue una poeta incansable, fecunda, viva, que nos legó el crepitar de las noches que alumbran, y encendiendo nos encienden. Su palabra certera, franca, húmeda supo decir su mundo, el nuestro, por eso tal vez la vigencia de su obra, que está cargada del sentir de una mujer que pronunciando el verdor de una Guayana, mineral y contradictoria, es la Venezuela que habremos de nacer.
En Retratos y Tormentas, publicado en 1973, por Monte Ávila Editores, en la colección Altazor, Luz Machado devela sus soledades, sus ganas, sus ritos, sus dudas... espejo de sus andares, sus cumbres y hondonadas las páginas de este libro dan la dimensión de una de las escritoras venezolanas de más altos vuelos.
“Alguien nos echa de pronto en la desesperación, como a la huesa. Y decimos que son malos porque nos entierran vivos. (...) Pero otro día, alguien nos invita al reinado del amor y la paz. Y sonreímos imaginándonos liberados, rescatados al sol, al viento, a la noche, al tiempo. Y olvidamos. O perdonamos. Sólo por esto”. (fragmento)
Como caleidoscopio de la vida vivida, de la infancia irremediablemente ida, las imágenes y los olores de la niñez habitan las palabras de Luz, quien hace de ellas un papel que sabe contar y cantar los olores, colores y sabores del tiempo que por alguna razón, sigue intacto en estas tierras bañadas de aguas.
“Querría un pañuelo de Madrás, de aquellos que conocí arrollados alrededor de las cabezas de las culisas, cuando fue mi infancia. (...) Lo usaría con mis pulseras de plata guardadas de aquel viaje. Y quizá algún día andaría de vuelta la calle que pasaba por mi casa hacia la Escuela, el Río, la Catedral, la Plaza, hacia los morichales. Y sería como devolverme la vida a través de más de cuarenta ladrones y a través de más de mil y una noches”. (fragmento)
Luz narró haciendo poema la vida y la vida la hizo poema, mientras su palabra sigue diciendo el retazo de aromas que dejó el Orinoco, estos Retratos y Tormentos se leen como si estuvieran recién hechos, tienen aún el olor del pan recién horneado y de la boca del crío recién amamantado, así de tierno y de dulce. Cada gesto se dibuja en las páginas donde la muerte asalta como augurio y amenaza, como chubasco y nubes, tormenta y siembra.
“La muerte es insaciable. / Abre en cualquier momento su almacén de agonías / sin horarios ni precios / pero bien caros muertos”. (Con orla negra)
Y su palabra también se duele en las cotidianidades. Su sangre y la savia vegetal se funden y cantan con el mismo ritmo. Luz de agua y a través de ella. Valiente en las soledades, fue capaz de tomar entre sus brazos la angustia y hacerla canción, para arrullarnos el sueño y dejarnos llevar mecidos por el recuerdo de un paseo por el malecón a orillas del río.
“Pero rompió los muros a raizazos y hube de aceptar su muerte y esta horrible memoria del muñón hirviente de savia, brillando rubio, bajo, el primer sol de la mañana, como un puño enguantado en oro de protesta”.
Y aparece, ella y sus sombras y sus soles, germina del papel y lo desborda, dice presente y sigue viviendo, vive mientras nos deja su ausencia. Vuelve, pero se va, pero se fue. Luz, como el sol alumbra cuando las manos la toman en un libro de años que tienen el recuerdo de otros tactos y otros sueños, que ella seguramente también supo vivir.
“De esta casa no habría querido salir para seguir viviendo en otra casa. Sin embargo, la familia, crecida, abrió sus propias puertas a la vida. Mientras yo voy cerrando y dejando vacías las habitaciones donde me esparzo como una sombra, palpitando”.
* Publicado en el Diario de Guayana, domingo 12 de julio de 2009
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Artículo,
Poetas Venezolanas: Ana Luz Machado
martes, 7 de julio de 2009
Sobre Jorge Enrique Adoum. Por Daniela Saidman
Jorge Enrique Adoum: palabra viva
Daniela Saidman
Palpita su voz en el verso. Está aquí, aunque recién se haya ido. Está su pueblo y todos los pueblos en su palabra que canta el hambre y la desnuda, como desvistiendo a un cuerpo amado. Jorge Enrique Adoum (Ambato, Ecuador, 1926 – Quito, Ecuador, 2009) es uno de los tantos poetas y hombres imprescindibles de esta América nuestra, tan poco nuestra.
Él fue capaz de fracturar la belleza para nacerse en el compromiso, hermoso e íntegro, como deben ser los poetas. Humano en cada una de sus páginas nos legó la curiosidad y la valentía, lo cálido y la ira, la tormenta crecida en el dolor y en la injusticia. Está y estará, porque no debemos dejarlo ir, porque su poesía es el poema que sabe resistir y resistirse, amando el vuelo del hombre conmovido por los pies descalzos y sin escuelas, que andan sin más esperanza que la de hambrear los huesos. Porque su verso será siempre una trinchera, la muerte no podrá alcanzarlo.
“a contrapelo a contramano / contra la corriente / a contralluvia / a contracorazón y contraolvido / a contragolpe de lo sido / sobreviviendo a contracónyuge / a contradestino y contra los gobiernos / que son todo lo absurdo del destino” (fragmento de Pasadología)
La patria supo decirse en su voz. Con sus sombras y sus llantos Ecuador le brotó de las manos para anclarse en el papel y le creció en los poros. Apareció como si el llanto hubiera lavado las ganas y le sobraran las angustias, como si lo vivido hubiera sido poco, como si el dolor fuera el paso y el abrazo, el único destino...
“Es un país irreal limitado por sí mismo, / partido por una línea imaginaria / y no obstante cavada en el cemento al pie de la pirámide. / Si no, cómo podría la extranjera retratarse / perniabierta sobre mi patria como sobre un espejo,/ la línea justo bajo el sexo / y al reverso: “Greetings from la mitad del mundo”. / (Niños, grandes ojos rodeados / de esqueleto, y un niño que se llora / montañas de siglos tras un burro.) (Ecuador: la geografía)
Y su palabra fue también denuncia y su voz un rosario de penas. Pero ni toda la rabia ni toda la tragedia, pudieron impedir que la palabra justa, esa que sabe medir la vida, anidara en su obra. El pueblo, cal y canto de la tierra, encontró en sus decires a un hermano poeta, labrador de versos, hombre con la justa dimensión de los impuestos silencios que supo gritar las heridas, y diciéndolas, les puso nombre para saber llamarlas, para saber combatirlas.
“Patria, golpeada patria, establecida / desde el océano a las cosas: yo amé / tu forma muerta, la estatua errante / de tu polvareda, el cuenco de tu mano / terriblemente joven que nos toca. Y, de repente,/ el húmedo fondo de donde el campesino / levanta su mercado semanal, yo alzo / para ti la huella descalza de tus hijos, / la sandalia del inca, la pisada / del conquistador sobre el azufre. / Porque como un resucitado, lleno / de vegetales barbas y de tiempo, no soy / sino tu traje de piel y de palabras, sino / la fotografía del que cayó primero, amándote / como pudo, contra el metálico monje de las armaduras” (fragmento de Baraja de la Patria)
Jorge Enrique Adoum nacerá una y otra vez, en las lecturas de sus versos, en la conversa donde su nombre lo recuerde, en los mástiles sin escuelas, en los viejos descalzos, en la siembra y en la cosecha que se queda el usupador de la tierra, en la mujer que se enamora y desviste, y en el hombre que sueña con ella.
“Tal vez eras lo único que mordía / mi corazón, tu boca me recordó a deshora / la flor enterrada tantas veces. Por qué / debías rehacer su pétalo quebrado. / Por qué me diste lo que no podías / y el hueco de tu voz que me persigue / tal vez porque eras lo único que quise, ay / desolada retrasada, ay estrella mal llegada / a condecorar mi obligatoria oscuridad”. (fragmento de Pasillo)
dsaidman@gmail.com; www.dapaulasa.blogspot.com
* Publicado el domingo 05 de julio, en el Diario de Guayana
miércoles, 1 de julio de 2009
PIERRE LA PAX: Poesía Actual de Camerún
PIERRE LA PAIX (1987, Dibombari, Douala, Camerún). A temprana edad influido por la lectura de Flores del Mal de Baudelaire (a quien considera su padre espiritual), La Paix ya había redactado una buena parte de sus textos. Con la recopilación Laúd y Lira recibió el 1er Premio de poesía Rondine en 2005. Dos años más tarde, el Gran Premio Nacional de Poesía Patrice Kayo con el poema “Mi País”.
Traducción al español por Soraya Mendía
MI PAÍS
A Alphonse TOLLO
Este poema recibió el 19 Premio Nacional de poesía Patrice Kayo organizado por
Lupeppo Internacional en 2007
Lupeppo Internacional en 2007
El loco problema, en el mosaico de los sufrimientos y la ubicuidad de
las vicisitudes me estrangula;
las vicisitudes me estrangula;
Yo me abrigo en la soledad profunda del amargo despecho y del reflujo agitado
del ridículo;
del ridículo;
Solo la melancolía recita en mi corazón sus letanías inauditas en la intersección
de la angustia…
de la angustia…
Yo soy la verde voz de un gran país,
Yo soy la voz aguda de un país grande
En el extravío de los suburbios,
En la soledad de mis casas pobres,
El áspero destino de mis niños famélicos.
Mi país se inserta sin fuerza hacia la decadencia de los siglos realizados:
De prostituciones afiebradas
De perversiones alarmantes
De corrupciones notorias… yo digo ALTO!
Yo soy la verde voz de un gran país,
Yo soy la voz aguda de un país grande
Y bajo la sombra de la esperanza
Sobre el estandarte insulso de las edades
Yo maldigo las injusticias que permanecen impunes
Mis denuncias se pierden en los dédalos corrompidos de mi insípida patria
Mi patria de ricas miserias
Mi patria de pacíficas guerras
Mi patria de altas bajezas
Di a mi voz el eco desgarrador de los truenos,
A fin que ella manifieste todo arriba mis locuras nacionales,
Sobre las cumbres de mis capitales inmundas…
Yo soy el indigente de la verde voz aguda de un país grande
Que se encierra bien abajo dentro de la cueva contagiosa de los desvíos
Y se eleva muy arriba dentro de la demagogia enloquecedora del conformismo satisfecho
La virulenta languidez repentinamente me abruma, haciendo subir en mí mil tonos de impotencia
ESCENAS DE CALLE
Conocieron alegrías,
Alegrías de calle,
Alegrías al fondo de tugurios negros legados por la vida
Conocieron dolores,
Penas y gritos,
Representados y descritos.
Bajo el hambre tórrido del final.
La sombra sin gusto de la soledad vivida.
Estuvieron desnudos,
Estornudaron
Estuvieron solos,
Desnudos y solos,
Solos y desnudos,
Abandonados sobre la tierra
Calcinados bajo el frío,
Ya que al abandono de la vida
Respondieron ausentes
Al llamado del amor.
Fueron seguidos por los problemas
Y consolados por la noche.
Gritaron y lloraron,
Vomitaron y durmieron,
Durmieron bajo el viento del miedo
Y la sábana del pavor.
Vendidos, ensuciados,
Golpeados y traicionados por la calle.
Fueron ellos, tristes niños de la calle.
Expulsados de la calle de la vida,
Y recogidos por la vida de la calle!
Douala le 28 Novembre 2008
MON PAYS
à Alphonse TOLLO
Ce poème reçut le 19ème Prix national de Poésie Patrice Kayo organisé par Lupeppo International en 2007
Le fol ennui, dans la mosaïque des souffrances et l’ubiquité des avatars m’étrangle ;
Je me recroqueville dans la thébaïde amère du dépit et le reflux houleux du ridicule ;
Seule la mélancolie psalmodie dans mon cœur ses litanies inouïes au carrefour de l’angoisse…
Je suis la grivoise voix d’un grand pays,
Je suis la voix grêle d’un pays grand
Dans l’égarement des faubourgs,
Dans la solitude de mes bidonvilles,
L’âpre destin de mes enfants faméliques.
Mon pays s’enfonce sans force vers la décadence des siècles faits :
De prostitutions fiévreuses,
De perversions alarmantes,
De corruptions notoires… je dis HALTE !
Je suis la grivoise voix d’un grand pays,
Je suis la voix grêle d’un pays grand
Et sous l’ombre de l’espérance,
Sous la bannière falote des âges,
Je maudis les exactions restées impunies.
Mes plaintes se perdent dans les dédales corrompus de mon insipide patrie.
Ma patrie de riches misères
Ma patrie de paisibles guerres
Ma patrie de hautes bassesses…
Donnez à ma voix l’écho déchirant des tonnerres,
Afin qu’elle clame tout haut mes folies nationales,
Sur les cimes de mes capitales immondes…
Je suis le gueux à la grivoise voix grêle d’un pays grand
Qui s’enferme tout bas dans l’antre scabieux des détournements,
Et s’élève tout haut dans la démagogie affolante du conformisme béât.
La virulente langueur tout soudain m’accable, faisant monter en moi mille tons impuissants…
SCENES DE RUE
Ils ont connu des joies,
Des joies de rue,
Des joies au fond des taudis noirs à eux légués par la vie
Ils ont connu des peines,
Des peines et des cris,
Dépeints et décrits.
Sous la faim torride de la fin.
L’ombre sans goût de la solitude les a habités.
Ils ont été nus,
Ils ont éternu…é
Ils ont été seuls,
Nus et seuls,
Seuls et nus,
Sur la terre abandonnés,
Sous le froid calcinés,
Car à l’abandon de la vie
Ils ont répondu absents
A l’appel de l’amour.
Ils ont été pourchassés par l’ennui
Et consolés par la nuit.
Ils ont crié et pleuré,
Ils ont vomi et dormi,
Dormi sous le vent de la peur
Et le drap de l’effroi.
Ils ont été vendus, salis,
Frappés et trahis par la Rue.
Ils ont été eux, tristes enfants de la Rue.
Chassés de la rue de la Vie,
Et repris par la vie de la Rue !
Douala le 28 Novembre 2008
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