LOS CROMO-SOMOS DE
ANTONIO IANNECE
Antonio
Iannece, el italiano (Aquilonia, 1957-),
fue deslumbrado por el Caribe, los colores intensos, las formas voluptuosas y
los ritmos caóticos lo enraizaron en estas tierras y no le han permitido
regresar. Fue seducido por el “otro mediterráneo”, del Omeros de Derek Walcott. Conocedor de la luz por sus estudios de
fotografía en Italia, ha escogido el color como fuente principal de su lenguaje
plástico. Las formas llegan después, en un intento desesperado de orden, para
crear una arquitectura que sostenga el color. Más de veinte años entre las costas
cumanesas y la insularidad margariteña han marcado su percepción, su visión ha
devenido en una celebración de formas curvas y colores vívidos.
La música
caribeña también ha dejado secuelas estéticas que podemos ver en su obra. Tanto
lo maravilló nuestra música que hasta llegó a tener su propia orquesta en
Cumaná llamada “La Predilecta”. Desde
entonces se familiarizó con los ritmos bailables y el jazz latino que permean su uso del color, sus
pinturas se convierten en fiestas, en “jams” visuales.
Iannece trajo del viejo mediterráneo sus primeros estudios de arte y arquitectura. Las vanguardias venían en su maleta cultural: El Jinete Azul, la Bauhaus, en especial Paul Klee, influyendo en su filosofía del arte y la tendencia al primitivismo que descubriremos en parte de su obra, en las figuras, casi de petroglifo, integradas como animales en la selva en lo que Klee llamaría composiciones, otras quizá estén relacionadas con el hecho de haber recibido en 1978 un premio por ilustración y comics en la Universidad de Nápoles y con la experiencia de diseñar ilustraciones para el diario “Il Mattino” de la misma ciudad, el año siguiente.
Las
composiciones de Antonio son también una búsqueda espiritual, un retorno a las
formas primordiales, casi celulares, cromosómicas, la luz y sus colores, una y
múltiple, la interdependencia como condición plural del ser: cromo-somos. En
palabras del mismo artista: “En algún rincón de la memoria aparecen fragmentos
de formas y colores olvidados. Son como desechos que afloran y se van juntando, sumando, acumulando hasta
saturar la superficie”. Encontramos aquí el anuncio de lo primordial que
regresa, los rastros, las pistas del origen, la memoria indestructible de la
propia verdadera naturaleza, nuestro auténtico estado con sus infinitas
posibilidades de manifestación emergiendo desde las profundidades de sí mismo
hasta cubrir la superficie, impregnándolo todo. El mismo estado que
abiertamente busca al seguir las enseñanzas del Lama Chögyal Namkhai Norbu
desde hace más de 30 años.
Todos
estos elementos se mezclan en este artista como las aguas de los dos mares que
lo conforman culturalmente. Quienes lo conocemos sabemos que Antonio, el
caribeño, está en su mejor momento,
renacido, reconociéndose, haciendo síntesis de sus experiencias, unificando sus
dos mares, sus dos mediterráneos, sus dos caribes, sus composiciones surgen ya
como frutas maduras. ¡Disfrútenlas!