VODKA O
NECESIDAD DE HACER LA Poesía
en el bar de los solos
las mesas son grandes
y las sillas se multiplican.
FERNANDO FOGLINO
Quizás –ésta- no sea una poesía de ideas en un sentido filosófico, si no una
poesía de una sobrecargada intensidad emocional, radicalmente bucólica,
fruitiva, un tanto hedonista, de muchas fluctuaciones en el ritmo, y sobre todo
de una apreciable aptitud iconoclasta.
A pesar de lo dicho, VODKA de Fernando Foglino, (Montevideo,
Uruguay, 1976) trastoca innumerables temas, mostrando una especie de álbum
atemporal, de cronograma existencial radicalmente diferente para yuxtaponer un realismo bien
–recrudecido-.
Este autor,
aparentemente nos proyecta una escritura
automática, un desasosiego al por mayor,
y una avidez por las cosas tremebundas. Ergo esto no quiere decir que
Fernando se desentiende, o que en su búsqueda formal no haya pretensión de
acercarse, o de aproximarse a la base
consustancial de la poesía. Todo lo contrario. Fernando desde su esquivez y
naufragio existencial se nos acerca con una minuciosidad increíble para
relatarnos un sin números de situaciones.
En sus textos
encontraremos una intensa propensión por reinterpretar los hechos en su diversas
magnitudes, claro está; reinterpreta pero sin jerarquizar situaciones concretas
porque su afán, o su proyección inmediata es revelarnos el aquí, y el ahora, el presente continuo, sin esperanzas,
sin esperar nada en el mañana, porque para este autor, el mañana puede ser peor
que el ahora.
Fernando se ha
desnaturalizado por el dolor que encierra la pérdida del amor, y en última
instancia la pérdida de la confianza.
/un edificio cayó
encima de mi cuerpo/más no me mató/camino entre escombros/ cabeza baja/ voy
escrutando lo que quedó/ después del derrumbe/
En este poemario se cuenta
una historia muy personal y hay un modo escritural que resitúa las cosas en una
planicie dialectal. Fernando es un narrador que se empeña en trabar en lo
eminentemente circunstancial.
Con un registro
coloquial relata varios escenarios focalizados en la memoria. Presencial izado
en el Caos recurrente. En efecto no exalta algún acontecimiento en
específico, más bien relata las cosas sin ningún asombro porque todo le resulta
perfectamente conocido, saboreado, paladeado, porque en él gravita una soledad
que no hace concesiones.
La existencia por la
existencia, al mismo tiempo una renovación en el vivir. El comamos y bebamos que mañana moriremos de San Pablo, aquí se
reinterpreta de otro modo.
en el bar de los
solos/ya lo saben/y callan/callan/callan/callan/y de tanto callar/arman una
frase que dice/silencio/coma/silencio.
Observo en estos poemas
un desasimiento y una acentuada ruptura formal, idoestético, donde no hay paradigmas ni alegorizaciones o condicionantes
severas.
Todo es soliloquio,
dejadez, vacuidad, genuflexiones, extraversión. Su autor se asume como
antipoeta, y expresa una realidad
frontal. No le interesa asumir un lenguaje elevado para reorganizar los planos.
Su intención es replegarse en lo inmanente, en lo elemental.
Se siente a gusto con
ese principio suyo de amoldarse a lo circundante. Salirse de los límites, dejar
que las cosas ocurran. No busca los efectos, ni siquiera investiga los
causales. Simple y llanamente se ahoga en un desasimiento sin igual para
perseguir las sorpresas.
y las bebidas invaden los manteles/ hacen de platos/ ocupan
los sitios que no ocupó el tenedor del otro/el vaso/ el cuchillo/….
Se trata de una
expresión muy desprejuiciada. Fernando no es un categórico, es una criatura
honesta que muestra sus ideas sin muchos amasijos. Habla de sí, pero sin
enaltecer su yo. Hace de sí mismo un retrato sincero, se proyecta como un
simple mortal, alguien que trafica –solo- con su pertinente dolor -sin
imaginerías posibles-. Alguien que se resiente. En su escritura hay embates. Rupturas.
Soledad, y trasiegos. Así versa:
duele
el pan/duele la garganta/comer duele/golpea la copa con la mesa/un brindis por
la soledad/
Miladis Hernández
Acosta.
Princesa de la poesía
cubana.
Guantánamo, Cuba.
12 de junio de 2012. Noche de
Géminis.