miércoles, 14 de septiembre de 2016

Sobre La luna no es pan de horno, de Laura Antillano. Por Gladys Mendía


SOBRE EL CUENTO LA LUNA NO ES PAN DE HORNO
por Gladys Mendía

LAURA MERCEDES ANTILLANO ARMAS (Caracas1950) Escritora venezolana. Ha incursionado en los géneros del ensayo, poesía, el cuento, la novela y la crítica literaria. También ha trabajado como titiritera, guionista de radio y televisión y promotora cultural. Desde su niñez ha estado vinculada a la ciudad de Maracaibo. Licenciada en Letras mención Letras Hispánicas por la Universidad del Zulia (LUZ). Profesora jubilada de la Universidad de Carabobo. Actualmente preside la Fundación La Letra Voladora y es productora del programa radial La Palmera Luminosa

Sobre el cuento La luna no es pan de horno, la escritora comenta:
“Con esa obra gané el concurso anual del diario El Nacional en agosto de 1977, ¡cuando era otro diario! Fui la primera mujer que lo obtuvo. Es el único texto que escribí, de la primera hasta la última línea, las 12 cuartillas, de una vez, en una noche. En abril de ese año había muerto mi madre. «¡Tú sigues creyendo que la luna es de pan-de-horno!», me decía ella. Y era verdad: a cierta edad uno vive ilusionada, todo le parece maravilloso, y no lleva gravitando sobre su cabeza la «otra parte», la zona de lo oscuro, de lo que para mal le puede ocurrir. Al presente ya no creo que las cosas sean así, pero afirmo que debemos seguir tratando de construir esa luna de pan-de-horno…El cuento fue traducido a varias lenguas y otras personas, nacionales y extranjeras, me expresaron sentimientos afines o me comunicaron que profundizaron en él como parte de tal y tal estudio. Conocí y siempre recuerdo a una profesora de Nueva York que me contaba sus vivencias, lloraba y me decía: «¡Esa no es su madre, es la mía!» Ese es el momento en el que se produce la verdadera comunicación, cuando el lector se apropia del texto y lo hace suyo... En el instante en que un libro se publica, ya es del lector”


El cuento es narrado en primera persona y dirigido a una segunda: su madre muerta, a quien la mayor parte del cuento le habla de Usted y le dice Señora, creo que para poder tomar distancia y enunciar su monólogo sin quebrarse emocionalmente. La primera imagen es la madre en el ataúd y a partir de allí, todo lo que ha quedado, luego un par de anécdotas: una en la peluquería, otra en un consultorio médico; para luego confesarle que su recuerdo permanece en cada situación que va viviendo en su cotidianidad con su padre, sus hijas, la universidad, los quehaceres del hogar, hasta el punto que la reconoce en ella misma.

En cuanto al tiempo, no es lineal, es pendular, se sitúa en un presente cotidiano sin la madre y regresa al pasado cuando la madre aun vivía, contando esos momentos cruciales donde las dos tuvieron enseñanzas de vida surgidas de circunstancias difíciles.

Tiene un estilo confesional, autobiográfico, anecdótico, íntimo. El lenguaje es cercano, me refiero a que tiene que ver con un tono oral, ya que se está dirigiendo a su madre, sin perder la perspectiva de la narración escrita, como una especie de carta, aunque no lo evidencie en el texto.

Las descripciones abarcan muchos aspectos: desde lo físico, a través de los cinco sentidos, pasando por los emocionales y psicológicos, desde la memoria.
Son varios párrafos, unos breves, otros largos. Están escritos de tal modo que la lectura fluye ligera y debido a la temática de la muerte de la madre, conmovedora hasta las lágrimas.

Los espacios en los que se desarrolla la narración son diversos, están los físicos: la casa familiar, la peluquería, las calles, el cementerio, la universidad, una plaza y desde el espacio emocional: la memoria emotiva.

La sensación de vacío, de dolor desgarrador, las preguntas nunca dichas, arrepentimiento, reflexiones de vida, todo eso está de principio a fin.


Considero que este cuento recrea dos grandes y obsesivos temas en occidente: la muerte y la madre, de allí su universalidad.