Jósbel
Caraballo Lobo (La Guaira, Venezuela 1987). Ingeniero de Sistemas, poeta, actor. Algunos
de sus textos han sido publicados en la revista Estelas, del Grupo Literario Nosotros, y en la antología Poetas de Vargas, Tomo I, editado por la
Alcaldía del Municipio Vargas (2008). Ganador del Primer Premio de Poesía Juan
José Breca (Vargas, 2011) con el poemario En
la hendidura. Se encuentran inéditas las páginas de Zona en reclamación, Entre tu
boca y la palabra, Mientras mayo te
acaricie, A la sombra
de las puertas, El olor de otras
palabras, Febrero.
Selección del autor.
AHORA volveremos a la playa
a
confundir nuestras cenizas con la arena
Mayo
se deshace en nuestras manos
y
no podremos resguardarlo
entre
las sábanas
Aquel
puente donde moría la escritura
vuelve
a encontrarse con tu sed
de
ramas insondables
Cuando
llenabas de acuarela mi corazón
eran
tus pasos
el
poema que ahora nos relata
y
la distancia entre tu pelo
y
este mar.
LA MÁSCARA y la ceniza
despiertan
con el fuego del puñal
Iban
los días calando
en
la memoria de los impostores
mientras
inventaban la pared
Sólo
sus letras adormecidas
advirtieron
el fin de la guerra
y
hallaron el escondite
Entonces,
el nacimiento de la penumbra
Sus
huellas siguen haciendo nudos
en
las manos del poeta.
I
Comenzaba
a tejer olores
aquel
umbral
mientras
Adán
soñaba
con la lluvia.
II
Aquel
olor
de
umbrales en mi cuerpo
como
el insomnio de Adán
soñado
por la lluvia.
LA
PRIMERA omisión
¿El
jadeo en el vientre de la madera?
¿La
maldición, el aullido de los metales?
¿El
viento que se abría y cerraba
a
los cuerpos que desataban acercamientos?
¿Una
silueta, que en el regreso
jamás
desvanecería?
CUANDO la boca se niega ante el disparo
y desconoce la noche
mira en desconsuelo
cuelga el espejo y los teléfonos
sobre animales pasados
no se encumbra ante el sol bajo su ropa
anda despacio sobre la mar
desnuda la sal
inventa cometas sobre las palmas
sonríe al pescador de embriaguez
y de olas
sabe que el miedo hiende los huesos
Cuando la boca se niega ante la voz
es también una puerta.
EL INCENDIO, ha cesado la mañana que
invocaba
horas escritas con mucho vuelo
con el temor de páginas transitadas por
el frío
y por tu lágrima
No sé si dormirán las llamas
en las fronteras de los primeros olores
con el ombligo de este día
Las aves agotan la algarabía de los
niños
para nadar hasta el desierto sin
extraviarse
Quizás, huya hacia la tarde
de esta maldición de concreto
Si vuelves, para intentarme transitar
con tus raíces
búscame en la luz
habré vaciado el polvo de tus edades
para esperarte.
A
Gaba
ABANDONÉ
tu melodía para agotarme en el peso de mi país
Esta
mañana has partido con una profecía que anunció la muerte del soldado y mis
sábanas sintieron sin tu presencia que la moneda rompería su sombra
que
había que construir un abismo propio, único, para imitar todos los días aquella
voz que tras su escaño tiembla su aliento de funeral
Hay que
saltar a la niñez con una espada, correr tras la bolsa que se lleva el nombre
de la patria y desmejora el cesto de la basura
Debo
decir que no hubo tarde en que no quise verte salir de mi habitación, dejando
atrás el humo que salvaría la paz de mi pecho
que
sembraría tu visión de viejas olas, bajo mi rostro cansado
Has
vuelto al centro de tu humedad y mientras subes al colectivo, lleno de horas y
ebriedades
no hay
lugar en este pueblo donde no se escuche que el mercado se sentirá más frío,
más solo
que en
tus párpados, mi recuerdo sembrará un nombre en la espera de otro viernes en
desaparición.
SOLTÉ la copa
Era incesante la
caída de mis utopías en aquel desvencijar de la memoria
Solté lo que
debimos ser en el quebranto
mordidos por el
eco de mi padre, buscando los escombros de sus manos sobre mis hombros
Subí entre
versos a la ebriedad más clara, por no reconocer la mirada de aquel niño que
penetró la mar en las espaldas de un soldado
En las montañas,
dormían mis desasosiegos
Los animales que
tejían la ficción de mi hogar incendiado en letras,
soltaron sus
copas, sudando lo que dejé de ser en aquellas horas
En el callejón
más íntimo de las sonrisas de mis viejos amigos, quedó un juguete bailando al
ritmo del abrazo entre las olas
Los meses se
fueron alojando en las botellas
Supe de
vértigos: mis teclas soplaron el vapor de la noche
Conocí la sal.
AHORA que
llueve sobre el techo donde mi madre hizo la luz de mis cenizas, una guitarra
sonríe
hace
quimera el tiempo de los abrigos
la voz
del frío, que nos abraza en la melodía de otras memorias
En esta
ciudad, el calor imita los pasos de mi último adiós
tras
los asaltos que me harán desdibujar tus calles, el incendio de los viejos
amigos y aquellas manos
que
olvidé.
EN EL SILENCIO de la lejanía, hay un árbol que a las seis de la mañana silba tu
olor
Mientras
camino una nostalgia que no comprenderías, ríen bosques de paredes agrietadas
tú
caminas hacia las aulas donde un día te miré, cansado de aquel rostro sin ti
Ahora que
mi voz reposa sobre los hombros de otra ciudad
has
dejado de palpitar bajo este ritmo, y en otras olas descansas mi olor
Aún así,
miro las teclas que siguen hablándome en tu lengua, sin unas manos que te
busquen a ciegas
sin una
calma que repare el incendio.
ANTES de
respirar por última vez la incertidumbre de aquel año a punto de morir
dejé
nadar en una frase, los vapores que enmudecieron en mayo
la
costumbre que dejamos de fumar tras tu muerte
configurando
la inquietud de una multitud desatada en las voces de mi memoria
¿Cómo
acallé la costumbre que seguía inundando mis raíces?
La vejez
andaba enredada en el olor de otras palabras
Habían
dejado de recorrerse entre sí, los trenes donde reposabas tu último viaje
Había
abandonado mi cuerpo, para volver a ser aquella tarde que moría en mi infancia
aquel
hombre que en horas bisiestas
dejó de
latir en ti.
EN
UNA ESQUINA, llueve el poeta
y
no sabe presenciar esa distancia en la que el fondo
no
es el mar
Su
pecho, combate la escasez
que
hace llover un temporal de ceniza
(hacia
adentro
donde
los árboles se pierden entre muros)
El
poeta, quiere vaciar la calma
que
las balas confunden con la noche
Vive
su angustia
en
la leyenda de aquel niño que sembró su propia voz
camino
de la guerra
Esta
mañana, el miedo de su lápiz pronunció una maldición
y
reventó la sal que lo amarraba a la muerte
venciendo
su propio grito de paredes desgastadas
inoculando
en las páginas del enemigo
su nombre de funeral.
2 comentarios:
configurando la inquietud de una multitud desatada en las voces de mi memoria
Vaya la palabra del poeta. como epígrafe de mi comentario, si es mucha la palabra suya que hace eco en mi memoria.
Gracias Poeta y Poesía, Blog y Bloggera.
Hermoso!
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