Tomado del libro BORDEANDO ABISMOS (2009, Lima/Perú, Red Artística Sudamericana)
Milagros Sefair
Buenos Aires, 2010
Día de sol y primavera. Ganas de limpiar en fin de
semana, ninguna; pero aun así decide abrir el cuartito del fondo. Cruje
metálica puerta, óxido escurre polvillo irrespirable. Debe acostumbrarse a la
penumbra. Focaliza parte del ambiente. Entrelaza las manos, espera. ¿Por
dónde empiezo?, arranca por el gamulán que fue de su hermana. Andrajo seco
que al caer desprende de su bolsillo un viejo pasaporte.
–¡Mirá! –dirigiéndose al amigo, el cual permanece apartado pues
“tiene alergia al polvo” –. Se lo saqué a Teresa para que no viaje a
Europa. Lo escondí aquí, pero la muy hija de puta se fue igual. No sé cómo
hizo, pero se fue...
1970
La madre no está
muy convencida, pero aceptará lo que él firme.
– Total, no estará sola. Se irá con una
familia de brasileños. A él lo traslada
la empresa a París. Y Teresita
que es tan buena pintando. Le va a ir bien en París. Desde el divorcio, los hijos le pesan.
¡Claro! Él está contento porque está con
“la otra”, le quedan energías para aguantarlos. Pero yo... sumida en este dolor
que me ahoga. ¿Qué puedo hacer con dos adolescentes rebeldes? Sólo quiero
dormir y que al despertar esta pesadilla de soledad haya sido un sueño...
Dormir, soñar, vivir, morir, partir...
¡Alerta! Está quedándose sin barbitúricos; de no ir a
la farmacia la noche podría convertirse en un infierno.
– “19:30… Sé
puntual”. ¡Claro! Él porque tiene auto, pero yo tengo que andar en
colectivo. Estará bien la nena en otro
país. Por suerte la mandamos a la Alianza Francesa. Nos dejó,
pero limpia sus culpas con dinero. Seguro va a pagar el pasaje,
Assistcard y dará algunos dólares extras. ¡Pero si apenas cumple los 18
en abril...! ¿Y si no se lleva bien con la familia? ¡Su padre la iría a
buscar a la luna si fuera necesario! Estará bien. ¿Cierra la farmacia al
mediodía?, ¡ah, no!, la de la avenida no cierra”.
Cartas amarillas del pasado
París, 7 de
mayo de 1970
Querida mamá:
Él tiene buena onda. Ella
no tanto. Los niños son insoportables, ambos. Especialmente el
pequeño, no se queda quieto. El grande es tranquilo. Vivimos cerca de
Montmartre. Todas las tardes camino al colegio en busca de “esos
pendejos” y paso por calles repletas de cuadros. Luminoso lugar de blancas
construcciones, techos negros, hombres grises, cielos azules. ¿Viste,
mamá? ¡Ya aprendí a decir los colores! ¡Soy grande! ¡Ja, ja, ja! En la feria hice amigos. ¡Un
jamaiquino que es un loco divino! Después te cuento, ahora tengo que salir...
Por siempre tu
niña,
Tere.
París, 6 de
junio de 1970
Querida mamá:
Ubiqué un taller de arte cerca de
aquí y quiero asistir, pero esta gente no me deja. Ni siquiera cuando los
pibitos están en el colegio. Mientras ella va al
salón de belleza, tengo que estar aquí encerrada. ¡No aguanto más!...
Por siempre tu niña,
Tere.
Imágenes del televisor le son indiferentes.
Destellos de luz artificial sobre su rostro iluminan, mas no alegran. Se siente
atrapada. Si fuma uno, ¿quedará el olor?Pueden llegar, se armaría gran
revuelo. Mira el paquetito que le diera esta tarde el holandés.
Rápido ritual de armado. Busca fuego.
Definitivamente,
no vendrán a esta hora. ¡Si quieren que me echen! Puedo irme con el jamaiquino, aunque sea diez años más
grande. Parece ser
heroinómano, eso no le contaré a mamá. A mi hermano sí, pues es más compinche.
Papá y mamá creen todo lo que les digo.
París, 20 de julio de 1970
Querido hermano:
Te pido no
se lo cuentes a papá. No vivo con los
brasileños. Pasó que al final el doctorcito buena onda me quiso coger y
se armó un quilombo con la frígida de la
mujer. Ya me parecía que el tipo estaba caliente conmigo. Luego
de una discusión me echó la bruja. Estoy viviendo en una pensión de mala
muerte. Hay chinches y cucarachas. Pero las noches son mágicas. ¿Te
conté del jamaiquino? ¿No? ¡Estoy enamorada!
Tere.
PD. Probé la
heroína. ¡Es lo más!
El Chevrolet surca angostas calles sin rumbo. Carlos
sólo necesita escapar de su mujer, quien siempre está atosigándolo contra su
hermana. Toma las llaves, baja al garaje, conduce en silencio librado a sus
pensamientos:
– ¡Escribí, hija de
puta! ¿Dónde carajo se metió? Tres meses y ni una noticia..., que se hagan cargo papá o mamá..., a mí qué me importa.
Ellos la parieron.
Esa misma tarde...Arroja el teléfono.
– ¡Esta hija
de puta llamó a las tres de la mañana! Totalmente dada vuelta, hablando
incongruencias y quedándose dormida en el tubo.
Interesante cuando habla sobre la heroína. ¡Guau!, lástima que acá no
llega. ¡Que traiga! Iré al consultorio de papá. ¡Debe escucharme! No
puede seguir haciéndose el tonto. Tiene que hacerla volver, está enferma.
– ¡Que mi viejo la
traiga! ¡Que mi viejo la traiga!
– ¿Receta de
qué querés, hijo? ¡Eso tiene morfina sintética! ¡Ah, decías que te dolía la
espalda!, bueno, pero mirá, produce dependencia. Una semanita nomás podés
tomar. Cada seis horas. No, mejor tomalas cada ocho. Llevate receta y
prescripción. ¿Sabés algo de Teresita?
–Nada.
– ¿Todo bien
con los brasileños?
–Sordo, dije
nada.
–Pero ¿no
decís que te escribe...?
–¡No vive más
con los brasileños! Ya te lo dije.
–¿No? ¿Desde
cuándo?, no me lo dijiste.
–Sí, papá.
Pero no querés escuchar. El tipo se la quiso coger y se fue a la calle. Está
viviendo en una pensión llena de hippies y se inyecta heroína. Está muriendo y
tenés que ir a buscarla. Te conté que me llamó por teléfono dada vuelta.
–¿A qué te
referís, hijo?
–Que le
mandés el pasaje para que vuelva y plata extra porque le encargué unas cositas.
¿Por qué te hacés el tonto?
Tomó la receta del escritorio y partió tras el ruido
del portazo.
Extractos
del Diario de Carlos
Finalmente, fui a ver al Doctor Loco. Se puso los anteojos, revisó el vademécum. Existe aquí en
Argentina la morfina sintética. Se
deriva directo del opio y tiene un
proceso de cristalización anterior al de la heroína.
Experimentamos. Hizo unas recetas y volamos a la farmacia. El doc
siempre sabe qué hacer. Yo primero, por si pasa algo. Qué bueno
tener un amigo médico. Él, Dr.Jekyll y yo, Mr. Hyde, ambos ratitas de su
propio laboratorio psicodélico.
Voz impersonal: anunciamos la llegada del vuelo procedente
de Bagdad...
–¡Qué flaca! ¿Qué
carajo le pasó? ¿Y ese color de pelo? Tiene ojeras. ¡Qué
fea! ¡Qué linda! ¡Qué libre! Desenfrenada. No paró de hablar
desde el aeropuerto. El movimiento hippie se demuestra andando. Y
anduvo, tren, aventón, a pie, descalza, vestida, desnuda. Hay que andar.
Trajo una plancha de LSD. ¡Qué linda! ¡Qué libre! Está embarazada.
¡Voy a ser tío! Me dijo sería el padrino. Habló del jamaiquino.
Tiene un ojo pirata. ¡Qué loco debe ser ese tipo! Me encantaría conocerlo.
–¡Que lo traiga! ¡Que lo vaya a buscar! Hace días que
está. No la soporto más. No para de hablar, de pelearme. Que se vaya de vuelta
y traiga psicotrópicos.
Buenos
Aires, 2010
Día de sol y primavera. Ganas de limpiar en fin de
semana. Ninguna. El pasaporte aún en el piso, abierto, se divisa sellos de
entrada y salida en el transcurso de los últimos años. Casi no había espacio.
Se agotaría antes de su vencimiento. Titular: Teresa... apellidada...
argentina... número de identificación...
No vivía ya en ninguna frontera, en ninguna parte. En abril hubiera
cumplido 58. Qué mujer de vida intensa.
Loca-linda-libre-enferma-presa-internada-muerta. Dicen de sobredosis. Linda, libre fue; y ahora no es nada.
Carlos recoge sigilosamente el pasaporte del piso cual
trofeo del pasado. Lo sacude frente al sol. Su amigo permanece alejado. Pues
“tiene...
– Creí había
sido papá quien tramitó por contactos el nuevo pasaporte. Pero fue ese hijo de
puta. Su
avión partió el 83. El 90
repatriaron su cuerpo inerte.
Buenos
Aires, septiembre 1982
–Hey, hey, no te olvides la nena.
–Pero voy acá nomás...
–¡No, chiquita! ¡A mí, no! Aunque vayas “acá
nomás”, llevate a la nena.
–¡Qué, creés que soy boluda!¡Tía, las
pelotas! Sé lo que le hiciste a tu papá. Me enteré, te fuiste a “comprar
cigarrillos al kiosco”, apareciste tres días más tarde en Bolivia. Y el
tonto de tu hermano me trajo a la “sobrinita”, quien tuvo que ocuparse fui yo. A mí no con esa otra vez. ¡No!
–¡Paranoica!
–Lo que
quieras. Pero llevate a la nena.
Teresa tomó de la mano a la niña y la arrastró cual si
fuese valija. Como sospechaba su cuñada,
tres días después el micro atravesaba la frontera con Bolivia. No fue sola, “La
Flaca” y su niña la acompañaron. Ambas hijas serían escudo para atravesar fronteras, con máscara de dulces y
abnegadas madres. Talentosas actrices cuando el acorralamiento les daba
cámara-acción para actuar. Mujeres bellas y seductoras. Habían adquirido doble
nacionalidad: argentina y española. Lograban maquillar los rasgos de su enfermedad cuando les
convenía. Solo habían jalado algo de
cocaína para adquirir desenfreno. No hubo perros ni requisa. El gendarme las
saludó con amabilidad. Los problemas estarían a la salida del vecino país. Pero
cuando la necesidad aprieta en
inhóspitos lugares, todo lo arregla el dinero. Limpio o sucio. Jesús dijo en
algún momento: pecado es el hambre. Quién se atreve a juzgar al
campesino de tierras largamente devastadas por intereses ajenos. Así, este país
hermano se ve inmerso en la guerra por el
pan de cada día. Por los siglos de los siglos, desde las épocas del Gran Potosí.
...Manco Cápac, "el
escogido" hijo del Dios Sol, había traído la coca a los hombres del
Altiplano. Sus hojas servían como ofrendas a los dioses de la naturaleza.
También se depositaba en la boca de los difuntos para que tuvieran una mejor
acogida en el más allá...
...Durante siglos, la
coca fue considerada como una planta milagrosa dotada de virtudes
extraordinarias. Hasta que los occidentales extrajeron de la planta la cocaína.
La panacea se transformó en un arma fatal...
...Un Consejo reunido en
Lima prohibió su consumo terminantemente, puesto que era considerado como una
costumbre pagana y un pecado. Pero los españoles cambiaron rápidamente de
conducta, al constatar que los indígenas no se encontraban en condiciones para
ejecutar los trabajos pesados que se les imponían en las minas, si estaban
privados de coca...
Extractos. Dr. Carlos Terrazas Orellano
El éxtasis las invade. Cada viaje hasta allí les produce admiración por aquellos hombres
bajitos, simples, serenos, con un empeño sobreactuado en pronunciar las eses
que tanta ternura les inspiran.
__________________________________________________________
Sus largas piernas recorren el cuarto del hotelucho de
punta a punta. Teresa no vuelve. La nena tiene fiebre y está con diarrea.
Vomita, no come, llora, la desquicia.
Saca el paquete del bolsillo y se empolva la nariz con su pequeña
cuchara de plata. Traga el líquido que amenaza con salir de sus fosas nasales.
Va hacia el espejo, se mira, vuelve a recorrer de punta a punta la habitación. ¡Que
te callés!, grita, pero esta no para. De pronto la nena parece desmayada.
Ahora ella también llora. Reacciona, surge su instinto animal-madre-loba. Abre
la puerta y baja corriendo las escaleras. ¡Un médico! ¡Un taxi! ¡Hospital! La
niña está deshidratada. Diagnóstico: posible cólera por ingestión de agua contaminada.
Teresa siente el corazón aprisionado mientras se
dirige al taxi que la espera. Zambullida en el asiento trasero. Si gira la
cabeza verá a su niña llorar en la puerta de la humilde vivienda indígena. No
lo hará. Lágrimas recorren su mejilla. Por un minuto siente vergüenza, al
próximo: tensión, pues “está cargada”. Ideal sería ir directo a Santa Cruz, al
aeropuerto, pero tiene que buscar a la “Flaca” y a su nena al hotel. ¿Y si les
tienden una emboscada? No irá al hotel. Que la Flaca se las arregle sola.
Voz impersonal: anunciamos la llegada… vuelo procedente de
Santa Cruz de la Sierra.
–¡Y la nena!
¿Pero no te habías ido con ella? Y el osito, ¿para qué traés el osito? ¿Dónde
está la nena?
–Me dejás de
preguntar –dice a su hermano en un susurro–.Caminá rápido, salgamos de aquí.
Su hermano entiende y calla. Aceleran el paso en
silencio. Recién se relajan cuando Carlos pisa el acelerador.
–Te vuelvo a
preguntar: ¿Y la nena?
Teresa rompe a llorar.
–Me tenés que
ayudar...
–¡Enferma! ¡Sos una hija de puta!
–¡Hey, ya va,
¿qué? ¿el dedo se te quedó pegado al timbre?
“El Flaco”, indiferente al comentario de su amigo, se
introduce en la vivienda. Va directo al grano:
–Tu
hermana es de terror. Me llamó “La Flaca” desde un hospital, la
nena está internada. Teresa se fue al carajo. ¡Qué gran amiga! Me encanta. Y yo
un boludo que las financio. Par de enfermas. Ya no puedo confiar ni en mi mujer
¡Cuando llegue la interno y llevo a la nena con mamá! Hay que ir a buscarla.
Arreglá las cosas vos, hacete cargo de las boludeces de Teresita, o quedás fuera.
–¿Por qué tengo que ir?
–Yo no puedo pasar por la frontera. Tuve problemas la
última vez. ¿O no te acordás? Por eso
mandé a esas imbéciles.
–Pero...
¿qué? ¿Las financiaste? Si la mongólica de mi hermana dejó a su nena en
garantía ¿Las mandaste sin guita?
–¿Qué decís?
Carlos sintió que había hablado de más y cambió de
tema.
–¿Dónde tengo
que ir a buscar a “La Flaca”?
–No le
entendí. Dijo algo de Seguro Social.
Debe ser un hospital. ¡No sé, buscala!
–OK.
“El Flaco” dejó un fajo de dólares y se fue.
______________________________________
...Carlos recoge sigilosamente el pasaporte del piso.
Su pensamiento ha vuelto a 1982. Cuando había sido escondido en ese bolsillo,
para caer hoy al piso, 28 años más tarde. Los recuerdos fluyen entre brumas.
–Dale,
boludo, devolvémelo ¿Qué te pensás? ¿Qué no sé que me lo escondiste vos...?
–¿Para
que te vayas a Europa con la guita que
tenés para recuperar a tu hija...?
–Te juro que
si viajo, la triplico, no seas tarado...
–No vas a
triplicar un carajo, te vas a colgar como siempre y los bolivianos se la van a
quedar por tiempo indefinido. Te
conozco. Aparte, ese tipo no me gusta, ese tal... cómo se llama... Elmer… dicen
que es de la DEA.
–¡Pero dejate
de joder! ¡A mí me quieren! ¡Soy la reina del cártel en Argentina! ¡Pero andá!
¡Qué película me querés contar! ¡A mí no!
–Vos sos una
boludita más y de paso te coge. A quien quieren es a El Bolita que va con
ustedes y que vos, inocente, se lo entregaste en bandejita.
–Querés
sacarme del negocio y hacer la tuya, como siempre. ¿Te dejo unos gramos para
que muevas acá...? ¿Eso querés? Pero dame el pasaporte.
–Te juro que
no es lo que pensás. El tipo no me cierra, hace años que estoy en esto, conozco
a la gente y soy tu hermano mayor...
–Yo también
hace años que estoy en esto.
–Y por eso
dejás a tu hija en garantía a una familia de bolivianos. Dale. ¡Eso no se hace!
¡Enferma! Hay códigos...
Ella bajó la cabeza
avergonzada. Se levantó abruptamente y salió. Carlos no la volvería a
ver en mucho tiempo.
________________________________________________________________
1983
Cuando se
establece la comunicación Holanda-Argentina, llamada por cobrar en destino,
Carlos no se entera de inmediato, pues Teresa llama directo a su padre.
En ese mismo momento, el honorable y avergonzado
médico habla con su hija, y se entera que su nieta ha sido dejada “en garantía
de pago en Bolivia”. Carlos recibe una comunicación desde el vecino país de la
familia de campesinos, cuyo jefe es El Bolita que viajó con su hermana. Le
informan que ambos están presos y que su sobrina pasa de ser huésped a rehén, pues Teresa quedó debiendo mucho dinero. Quieren que
pague la deuda y se gestione la liberación de su compadre. De lo contrario,
“venderán” a la niña. En dos casas lejanas una de otra, padre e hijo quedan
temblando al colgar el auricular.
_______________________________________________________________
Valle de los
Yungas, Bolivia, 1983
La niña corre
entre los piletones de ácido muriático y keresone, choca con hombres armados,
les sonríe tiernamente. Le apunta al más serio con sus deditos y dispara: ¡pum,
pum, te maté!, grita y corre nuevamente. Sus verdes ojos destellan. Los
reflejos de árboles que rodean la finca, contrastan con la oscuridad del resto
de los habitantes del lugar. Piel tan blanca aún no se ve afectada por el sol
devastador. Qué niña tan hermosa, inquieta y dulce. El paramilitar le hace una
seña a la vieja campesina. Ella, silenciosa toma la mano de la niña; se
conducen por empinado camino. La niña
tironea el brazo de la callada mujer.
Quiere seguir jugando a la guerra con
“los soldaditos”, pero no la dejan...
_______________________________________________________________
La sala de la clínica guarda un silencio
espectral. El padre de Teresa y Carlos
ha sufrido un infarto. Rodean su lecho secretaria, hijo y médico personal,
quien dice:
–Carlitos,
recuerda cuáles fueron sus últimas palabras: recupera a mi nieta.
La máquina aturde aún con su música fúnebre y lineal. Su silbido indica que el
corazón del paciente ha dejado de latir. Hora y fecha de su deceso 2:07:24 del
24/12/ 1983.
________________________________________________________________
Teresa sabe que tiene posibilidades. Mira sin ver la
televisión en su confortable celda del penal holandés, mientras fantasea con el
sorteo de navidad. Cada año es beneficiado un preso que cometió “delitos
menores” con libertad asistida y subvención estatal, mientras dure su pena.
Narcotráfico no categoriza; pero si algo bueno hizo su “flamante” novio Elmer
fue desaparecer con las 3 cuartas partes del cargamento sin ser arrestado. Debe
reconocer que su hermano tenía razón con respecto a su “novio”. Fue decepcionante
al principio; sin embargo ahora, percibe el beneficio que la pone ad portas de
quedar libre.
La suerte de El Bolita fue otra. También en la misma
cárcel, pero en un sector sin privilegios y escasas posibilidades de libertad a
corto plazo. Por eso su hermano le había transmitido textualmente la última
comunicación que tuvo con la gente de Bolivia. Que tu hermana se haga cargo
de la droga secuestrada y devolvemos a tu sobrina. La libertad de la
nena por la libertad de nuestro compadre... A lo cual su hermano contestó a gritos: Me devuelven a la
nena o van todos presos. Desde la gente
de la aduana hasta el último campesino, y cortó la comunicación. Bien
hecho, pensó Teresa y se desentendió enseguida de la situación. Su
preocupación ahora es que el guardia está retrasado con su dosis de metadona.
Horas más tarde, luego de la cena navideña, su nombre
resplandece en el alto parlante del comedor. Abucheos, alegría de compañeras
inmediatas, envidia de otras. Sin duda, esta mujer tiene un Dios aparte y hoy
estuvo de su lado en el sorteo.
________________________________________________________
Algo raro está sucediendo. Discuten frente a la niña
en un dialecto que no entiende. Lleno de ESSSES. Se aferra a la sucia ovejita
de peluche, mas no le importa porque la quiere. Esa silenciosa mujer está muy seria. La viste y desviste como si fuera un muñeco,
tironeando de sus bracitos. ¡Qué bruta! Es conducida a la camioneta,
pronto empiezan a ondear caminos. Casitas dispersas, poca gente, soledad verde.
Luego, más casitas, más gente, menos soledad verde. A medida que avanzan:
suburbios, mugre, niños mendigando en las calles, bocinas, edificios. Santa
Cruz de la Sierra, llegaron. Es en la próxima calle, a la izquierda, al
doblar el impacto visual, una mansión. Hacen bajar a la niña. Sobre las escalinatas espera una muy bella mujer
que la abraza. Los hombres ingresan a la casa para hablar de negocios. Anteojos
solares son parte de ellos, esconden sus rostros, su mirada oscura. Regresan al
vehículo pero sin la niña.
Gritos en ambos lados del teléfono, superposición de
voces en histérica discusión, amenazas, insultos, desesperación. Para la
familia boliviana, Teresa es el símbolo de libertad de su compatriota. A
Teresa, el pedido de los bolivianos la tiene sin cuidado, no renunciará a lo
conseguido. A Carlos, sólo le queda cumplir con el pedido de su padre y negociar la devolución
de su sobrina. Sospecha, por la conversación, que los campesinos no tienen a la
niña. Ahora hablan de dinero, mucho dinero, más de lo que Teresa debe. ¿Habrán
vendido a la niña por mayor valor?, entonces para devolverla tendrán que volver
a comprarla. Únicamente puede intentar pagar el valor de la droga a precio
boliviano. Negocio a esta altura nada conveniente puesto que todo se ha complicado.
Carlos intenta desesperadamente hacerles
entender que su hermana no es responsable de la prisión de su compatriota,
ambos se encuentran con causas penales.
Si ella hubiera sido “la entregadora” no estaría en la misma situación. Sí, le presentó a El
Bolita a quien luego lo entregara, pero engañada también. ¿Entonces? Siguen
los gritos en ambos lados del teléfono y seguirán por varias comunicaciones
más, hasta que hastiados llegan a un acuerdo:
–Precio final
tres mil dólares.
–OK. ¿Cómo,
cuándo, dónde?
–Te
avisaremos.
La comunicación vuelve a cortarse. ¡Tres mil
dólares!, estalla. El teléfono cae al suelo. ¡Tres mil dólares, la puta
madre! ¿De dónde saco tres mil dólares...? Acorralado, pasea por el estrecho living. Toma las llaves y
algo de dinero del escondite. En su
mente resuena la palabra “bifidosa”.
–¿Me vas a
ayudar o te vas a quedar ahí parada?
Ella se acercó y en silencio se puso a trabajar. Cada
tres, uno de corte. Mezclaron, experimentaron en sus propios cuerpos, y
siguieron así hasta altas horas. Luego,
un par de llamadas.
–¿Dónde dejé
las llaves del auto? Ya me voy, no me
esperes despierta.
Luna llena. Lobos de calle agazapados en esquinas, a
la espera de algo. Hombres sin techo. En los bares se refugian mil palabras que
nada dicen. Miradas abúlicas de gente alcoholizada. Almas anónimas,
noctámbulas, esconde la ciudad de mesitas cuadradas y ceniceros desechables.
En billares, recaudación 300 dólares. Vasos
cortos, dos hielos, trago largo. Ahora vengo, un cigarrillo. Jazz, Hard Rock,500 más. Bajo rítmico, mujer pintada, exuberante. “Shedon´t lie cocaine…” Hendrix Bar...Las Brujas... nada, ni un miserable
conocido a quien venderle.Bar o Bar…Malas Artes...
Bohemios pobretones, eternos mendigos. Finalmente, la Villa. Última posta,
estaciona a 20 metros de la entrada al pasillo 3. Recaudación completa: tres
mil doscientos en solo dos horas. Hubiera empezado por aquí...
–Listo, a casa. Una farmacia primero.Rohipnol para bajar y dormir.
Aquella está de turno. Clava los frenos.
Al final del
empedrado va despuntando el alba.
_______________________________________________________________
–¿Dónde, cuándo,
cómo? Te avisaremos... ¡Carajo, por qué no llaman! Hace dos días
tengo el dinero.
El teléfono suena
al 7mo día. Bases y condiciones
prefijadas:
1- Que no vaya él.
2- Que lleve la totalidad del dinero en moneda
estadounidense.
3- La niña sería devuelta a los tres días
de entregado el dinero, en la frontera
boliviano-argentina (Pocitos – Yacuiba).
_________________________________________________________________
–¿Y tu mamá?
¿No se va a hacer cargo de su nieta?¡Por eso mi hermano la dejó!
–Dale, tía.
No jodas ahora.
–¿Yo?¿A la frontera?
¿Pagarle a narcotraficantes para que devuelvan a mi sobrina nieta? ¡Estás loco,
Carlitos!
–Fue el último deseo de papá.
Derrama una
lágrima y finalmente acepta.
–Que tu mamá me acompañe.
Sabés, Carlitos, estoy vieja. Me puede hacer mal la altura. La presión, el
corazón.
Él sonrió con
dulzura y le dio un abrazo.
Tres días después las dos mujeres, con terrible dolor
de cabeza y náuseas, llegaban al puesto fronterizo en taxi. Allí las espera la
misma camioneta que había depositado a la niña en manos de la bella mujer. Sin sacarse los
anteojos negros, toman el dinero y se alejan levantando una polvareda en el
desierto fantasma. La misma polvareda regresa tres días más tarde. Traen a la
niña. Las dos mujeres paradas bajo el sol, pálidas y extenuadas, esperan el tan
ansiado abrazo.
La niña no las
recuerda. Llora y estira sus bracitos a sus captores. La campesina silenciosa
está a punto de llorar, pero endurece su gesto y, por primera vez, es ella
quien da la orden: Vámonos.
El vehículo arranca a toda velocidad internándose por entreverados caminos en
la puna boliviana.
____________________________________________________________
La atención de
la niña ha unido a las dos cuñadas. Ambas coordinan para ocuparse de ella, quien
con dulce sonrisa les ha cambiado el presente y tal vez el futuro.
–Fijate que
esa niña tan inquieta me ha dejado tan
agotada que anoche olvidé tomar la pastilla y he podido dormir
maravillosamente. Hoy, temprano, sus manitas me han hecho saltar de la cama
pidiéndome una chocolatada. Mejor dicho exigiéndome.
–Hay que
empezar a ponerle límites.
–Ya habrá
tiempo para eso. ¡Pobre chiquita! ¡Con
esa madre!¡Perdón¡ Es tu hija, no quise ofenderte.
–No me
ofendés. Sé quién es mi hija hoy. Lejos de la dulce mujercita que me escribía desde París. La
culpa la tiene el padre, que me la ha malcriado demasiado.
–La culpa, ¿quién tiene la culpa? Hoy hablamos de ser flexibles con la
niña y a esta edad todavía nos
preguntamos cuál es el límite de los límites para criar a un pequeño.
Ambas quedan calladas reflexionando sobre lo dicho. En
la mesa les espera un té en tazas de porcelana y tostadas con miel. La niña
entra corriendo con los bracitos extendidos a su abuela, se enreda en el mantel
y todo el ritual de 5 o´clock va a parar al suelo. Van a retarla, pero el amor
es más fuerte.
–¿Crees que
debemos enviar a la niña a Holanda?
–No, no se la
enviaremos.
Amsterdam, vivienda austera y luminosa. Sus paredes
blancas invitan paz, alegría. Afueras de verde y cielo. Tan perfecta situación
le asusta. Se siente acorralada. Si todo está bien ella tiene que acompañar a
su entorno. ¿Entonces, qué? ¿Curarme? Tal pensamiento le produce
angustia. Su cuerpo comienza a necesitar ayuda externa para balancear la
normalidad. Es dependencia física. Necesita otra dosis. Pero ¿qué porcentaje de
su sensación actual es psicológica? Toma el “equipomédico” de su botiquín. Allí está todo, su pasaporte al
bienestar temporáneo. Polvito, agujas, jeringa, canilla, agua potable... Luego
vendrá el malestar, bienestar, malestar, de nuevo bienestar y así hasta su
muerte... ¿Y después? Desaparecerá de la tierra como nube pasajera. Hablarán de
ella. Será una leyenda de libertad o dependencia o no será nada.
Tuvo miedo y necesidad de inmortalidad. Pensó en su hija como el pasaje
a su continuidad. ¿Cuándo me la envían? –ha preguntado–. ¡Cuando
estés bien! –le han contestado–. Sin drogas.
Miró el “equipo médico”, bolsa transparente
conteniendo el combo: polvito blanco, agujas... Lo abrió con sigilo, pero al
tomar la ampolla rompió su extremo
y tiró el contenido por la alcantarilla.
¡No más!, se dijo. Luego, lucha interna.
Malestar, malestar, malestar, fuerza, malestar,
necesidad de ceder, fuerza de convicción, orgullo por su resistencia. Malestar,
reincidencia atroz. Ya estoy bien ¡Viejas hijas de puta, mándenme a mi hija!
Que ahora nos ofendimos y no te la enviamos. Que yo ya estoy curada. Que ya te
conocemos. Que la niña se queda con nosotros. Me la mandan. ¡No!
Reincidencia
atroz. Miedo a morir, deseo de continuidad, inmortalidad. La farmacia cierra.
No irá. Resistencia. Resistencia.
Resistencia...
Enfermedad cediendo.
¡Libertad!
Está asustada. Viajará en avión sola. Una azafata algo
gordita y maternal le toma la mano, mas ella no quiere soltarse de su tía.
Continúa siendo rehén de la situación. Hoy de nuevo volvió a sentir que la
vestían cual muñeco y se aferra a su ovejita sucia. Recuerda secuencias de su
corta vida en los cerros bolivianos, humilde casita, leyendas que la silenciosa
mujer solía contarle en tardes quietas, cuando el sol no quemaba sus rostros
gracias a sendos sombreritos de felpa. Otra vez, una extraña quiere conducirla
de la mano. Ella se dejará llevar, pues la vida es un camino hacia adelante.
Voz impersonal: anunciamos la
partida del vuelo a Amsterdam...
–Y ahora, ¿qué haremos sin la niña?
Seguir, dormir, soñar, partir, vivir...
–Hay que llevar la ropita que
quedó al orfanato del padre Pablo.
–Sí. Mañana paso por tu casa y te
ayudo a embalar. Tengo una valija que no uso. La llevo.
–Te espero a la hora del té. ¡Qué
bueno, hemos vuelto a ser amigas!
–No estaremos solas. El padre
Pablo necesita...
El rugido del avión en la lejanía
les oprimió el corazón. En el cielo se
desplegaba otro horizonte para todos, una niña iba al encuentro de su
madre.
Buenos
Aires, 2010
Día de sol y primavera. Ganas de limpiar en fin de
semana, ninguna. El pasaporte sigue en el piso, abierto. Carlos da una larga
bocanada a su cigarrillo y apoya el pie sobre su rodilla; mira el cielo y, de
cara al sol, rememora:
– Sí, su avión partió el 83 y en el 90 repatriaron su cuerpo inerte. Tuvo oportunidad de una nueva vida con su hija. El estado
holandés le daba todo: tratamiento,
comida, vivienda... Creo que cuando
recuperó a la nena se sintió
acorralada. Nunca había asumido una responsabilidad. Su parte sensible, su
pequeña moral inculcada por papá y mamá le indicaban que la niña tenía que
estar con ella. Pero... durante unos meses escribió cartas. Se
leía una enfermedad reprimida, acorralada entre la razón que le dictaba lo que
el mundo esperaba de ella y el impulso desequilibrado de su esencia.
FIN
1 comentario:
saludos, escribo desde Venezuela, soy poeta por convicción y quiero compartir mi material, por favor informen si aceptan colaboradores, gracias.
Publicar un comentario