Eduardo
Osorio. Editor de revistas de ciencia y arte. Autor de los
poemarios El patio de mi casa y Bromas para mi padre; los libros de
cuentos Historias megalopolitanas, Cuentos breves para suicidas y enamorados
y Pido; el ensayo-crónica “Batalla
por el eco”, que analiza medio siglo de movimientos culturales en el Valle de
Toluca, y las novelas Club obrero:
fantásticas nocturnidades en Chihuahua, El
enigma Carmen (Diálogos para su réquiem) y El año que se coronaron los diablos, entre otros. En 1989 obtuvo el
galardón de El Cuento. Revista de
imaginación para Minificciones. En 2011, su novela El juego del gato y el alfil lo hizo merecedor del Premio
Internacional de Narrativa Ignacio Manuel Altamirano, convocado por la
Universidad Autónoma del Estado de México. Su obra teatral Einstein contra el pirata de la quinta dimensión fue escenificada
por la misma Universidad.
En 1998, Eduardo Osorio
publicó su poemario Áspid, en el número
19, julio-septiembre, de la Revista La Colmena (Revista de la Universidad
Autónoma del Estado de México). He aquí unos fragmentos de la plaquette.
Selección por Gladys Mendía.
PARA GUADALUPE
HOYOS
LA SERPIENTE es tu
sombra: no lo sabes.
Acaricia tu espalda y
se desliza
-reptante,
imperceptible, sangre yerta;
Ojo
sin párpado bajo tu falda.
Colmillo sucio, baba ponzoñosa,
bífida lengua sobre tus
enigmas:
intersticios del sol
donde consagras
sándalo amargo de tu
cuerpo.
Inquieta tu vello niño
cuando te miras pues
afuera llueve
-un filo de navaja sedienta
Desde su oscuridad acecha, avanza-…
Te defiendes entonces
del estremecimiento
pensando sin pensar la
ausencia
-melodía temerosa, vuelo estéril-.
Ni en camaleónica
hialina
te ocultas
del enemigo.
*
Tuviste un mal sueño
porque los dioses
jamás te enseñaron a
dormir, ni explicaron
los rasgos que deja
toda sombra.
Soñaste que la
serpiente anidó contigo desde el huevo:
soñaste que te
mordisqueaba el talón y perdías la memoria,
soñaste que bajaba por
tus muslos en medio de temores,
soñaste que era demonio
y le pisabas con el talón izquierdo,
soñaste que le mordías
y era una manzana
y la manzana ardía,
como un juramento,
el pezón que endurece
la soledad.
Soñaste que invadía tu
boca y perforaba tus oídos
y penetraba por tu
nariz y hurgaba cuevas
que nunca antes habías
conocido.
Soñaste que portaba
lentes sobre la cabeza
y era una anaconda que
te abrazaba para dormir contigo
y al despertar era una
pitón ensangrentada
que te arrullaba con su
rumba de cascabel.
*
Soñaste que era tu
sombra pero no sabías
y te acosaba desde una
botella de aguardiente
y acosaba tus horas, tu
lecho y tus oficios
y contigo vadeaba
ciudades, ríos, montañas;
recorría jardines,
ferrocarriles y umbrales;
cruzaba el tiempo
contigo. Pero no sabías.
Soñaste que despertabas
con la piel sudorosa
y creíste despertar entonces
de verdad
pero en tu lecho solitario
persistía
la huella del súcubo:
su piel
abandonada entre tus
dedos.
*
Ahora ya lo sabes:
Toma la serpiente y
acúnala en tu mano:
Incéndiala con mirada
fresca
Y masca sus cenizas
para lavar tu colmillo.
Mécete a su lado y nada
temas:
mírala desprenderse de
su piel: cobíjate con ella:
toca la flauta para que
se levante y degüéllala:
pringa con sangre fría
tus entresijos,
cubre tu rostro con
máscara escarlata y grita:
posesiónate de tu
sombra como si fuera el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario