JOSÉ
MANUEL LÓPEZ (Caracas, 1990) Mérida,
Venezuela 1990). Poeta, músico y profesor de la Universidad de los Andes.
Ganador del Premio de Poesía Gelindo Casasola, concedido en las Jornadas de
Creación Literaria ULA-2010. Su libro La liturgia fue merecedor en 2014 de la
primera mención honorífica del Concurso de Creación Literaria de la Dirección
de Asuntos Estudiantiles de la Universidad de Los Andes (DAES). Ha publicado
artículos en Revista Musical de Venezuela, Boletín del Ciela (Universidad
Experimental de Guayana), Alhucema: Revista Internacional de Literatura y
Teatro (Albolote, España), y en Revista Filosofía (Maestría de Filosofía de la
Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes). La editorial
chilena LP5 Editora publicó sus plaquettes Sinestesia disonante (2012) y
Réquiem (fragmentos, 2013). Forma parte de Amanecimos sobre la palabra:
antología de poesía joven y reciente venezolana (Oriette D’Angelo, Team
Poetero, 2016). Es cofundador del proyecto de difusión poética audiovisual
Altavoz (Mérida, 2016) y administra el blog
http://monedaagrietada.blogspot.com. Ha publicado su libro El jardín de los desventurados (Fundación La Poeteca, 2018).
Poema inédito
.
Mi ladera fue imaginaria,
sus montañas resuenan contra el cielo
conozco sus llanos ásperos de tanta soledad,
evoco sus represas hechas sangre.
Rememoro sus crepúsculos,
camino por las sendas del recuerdo,
encuentro las marcas
de los veinteañeros
que se extinguen en una nación cocida en
balas.
Veo cómo borran su lengua materna,
el nombre de su padre,
cómo escupen el sabor de la vereda donde nacen.
Guardan en su chaqueta
la sombra de sus hermanos,
reclaman
su aliento en otras latitudes,
porque no hay melodía
en el contrapunto de las fronteras.
Observo sus facciones
reventadas en esas montañas,
divididas entre el linaje bastardo
y el mar extraviado,
unidas por el hambre.
Languidez que pone de relieve
cicatrices de rocío
sobre la selva,
la membrana cae sobre el mediodía
pestilente,
el tejido
se vuelve amarillo.
Sus semblantes
se dividen
en dos ríos secos,
nubes
templadas,
senderos áridos,
los limites
agonizan
agonizan,
como la
cartografía en el incendio.
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