XIMENA RIVERA (Viña del Mar, 1959-Valparaíso
2013). Sus libros: Delirios o el gesto de comprender (2001), Una noche sucede en el paisaje (2006), Puente de Madera (junto a 13 poetas jóvenes, 2010) y Poema de agua (2011). Parte de su
trabajo se encuentra recopilado en revistas y en las recopilaciones Antología
de la locura, de Miguel Edwards, en1994; Revista Libertad 250, nro.3, de Ennio
Moltedo Guio, en 1995, quien también la antologa ese mismo año en Valparaíso, versos
en la calle y, al año siguiente, en Breviario de las poetisas del litoral;
Valparaíso, versos en la calle, de Juan Cameron, en 1998; Historia de la poesía
en Valparaíso, de Alfonso Larrahona, en 1999, Recital Poetas en la Ciudad, de
Arturo Morales, en 2002, y en Poéticas de Chile, de Gonzalo Contreras, en 2007.
Selección de Gladys Mendía del libro Puente de Medera (2010)
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Sabes que debo escribir
Y someterme a las leyes
Instructivas del lenguaje
La cosedura del entramado
Se notará siempre
Pero quisiera omitir aquí tu voz
Y esa discreta tendencia
Ese sarcasmo vagamente higiénico al cual
recurrimos
Con esa establecida finalidad que sólo hoy
empezamos a valorar
Me defines como una predadora
Esta vez no te concederé la razón
Porque la dificultad para esto radica
En las toallas calientes que soportan mis
brazos
Y en esas toallas heladas que soporta mi
frente
(Por otra parte sabemos
Que las definiciones toman vida propia)
Por eso mi pelo cae sobre tu frente
Y no hago ningún esfuerzo
Para que este instante sea distinto de lo que
es
Ahora bien
La joven estudiante
Inquietamente ve delante de sus ojos
Un número determinado de vivencias
Un número calculado de vivencias para su
estabilidad
Y disponible para sus sentidos
Esto no lo sabe ella
Pero es extremadamente claro
No hay ambigüedad
No hay elección
Pero si repican los relojes con indolencia
O incluso bajo influencias frías
Reagrupamos esos acontecimientos
Es probable que lo irreparable
Continuamente aplastado
Salte delante de nosotros
Con esa necesidad que tiene de imprecarnos
con dureza
El porque arrastramos
A ese que cumplirá con todos nuestros
recuerdos después
Te ríes desafiando este acontecimiento
Te ríes de mí frente a estas construcciones
Te ríes de mis artificios
Te ríes de ese coche fúnebre de mi sueño
Pero mendiga sólo de ti puedo esperar algo
Puedo esperar descender rápidamente por una
ladera de la ciudad
O puedo hacer creer en esta pantomima
Que puedo concederte un grado de seguridad
tal en esta farsa
Que amortigüe el miedo que sientes como una
imperfección
Además tú sabes muy bien
Que si omití nuestros vicios
O no dejé que se vieran
Fue porque quise comportarme
Como la más alta clerecía
Pero forcé el poema mendiga para quitarte
algo
Algo que me calme esta lógica
Que me llama a seguir con estos supuestos de
siempre
En esta noche tórrida de verano
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Tú eres el señor de la casa
Tú eres el señor de tu cuerpo
Estás en él esperándome y de una manera
diferente
Cada día en la puerta me acoges
Tú eres el señor de tu casa y de tu cuerpo
Y nada se oculta ni se acalla ante ti
Pero el padecimiento viene cuando a veces no
estás
Y el señor que hay en ti se exilia
Y es otro el que me abre la puerta de una
casa que no es suya totalmente
Tu cuerpo está en exilio
Estás lejano
Pero rara vez se expone con franqueza esta
lejanía
Mi corazón y mi alma ya no saben percibir ni
ver
A ese señor que un día me esperara en el
umbral
Te nombro y me escucho nombrarte
Pero tu nombre se ha ocultado en la casa
Se ha recogido en un cuerpo
Y de esta manera resulta que todo lo que eres
Está en la habitación esperando que llegue
El verdadero señor de la casa
Para que ame a ese señor recogido en sí mismo
Para que así el cubra su rostro con las manos
Y reconozca mejor su amor por mí
Porque sabe que en esa habitación
Cuerpo y casa acogen de una manera univoca
De una manera simple
Ahora bien
El poema vuelve al orden de la casa
Y sólo ahora es donde queda establecido en
todo su rigor
La necesidad física para que aquello que no
es físico
Se infiltre en el ámbito de lo que no es
Claro que con reservas
Ya que tu casa y tu cuerpo me obligan a
participar de su significado
Y esto debido a su exagerada complejidad
Es todo el ser por todas partes
Selección
por Gladys Mendía del libro inédito CASA DE REPOSO (2013)
CASA DE REPOSO
Los
dolores se suceden y se repiten en
Pompeya con una monotonía abisal.
Te
diré que llegar aquí es difícil, hay una suerte de tiranía en el acceso. No sé
cómo lo hice, las coordenadas cardinales y geográficas no las sé, pero sé el
camino, cómo me conduje aquí.
Llegas
a una especie de avenida, y a la gente de ese lugar le fluye algo por los ojos
que no logro definir.
Lo
que fluye no es una luz blanca, ni fluye un alma fuera en esos ojos: si al
menos fuera un esbozo de sonrisa, no me daría ahora escalofríos el pasto que se
quema en los inviernos, aquí.
La
verdad de lo que fluye en este lugar es más bien la imagen de una boca, una
boca desdentada que te besa, te da terror y te sostiene.
***
¿Por qué los ancianos y los enfermos son una carga hoy para nosotros?
Algo que no nos interesa, que no es asunto nuestro.
Los
niños son también una dificultad, pero de otra factura, ya que sabemos que son
la carne fresca que llevará nuestro pasado marcado a fuego en la memoria.
No
sé cómo llegamos a esto, pero un poeta comentaba que no sabía de dónde venía la
tristeza, y le preguntaba a un dios natural por ella.
Para
mí la tristeza viene de Pompeya, y es una tristeza indiferente, como un amante
estático con un cuerpo inerte y una sonrisa sub urbana.
***
La
casa es de madera, es más bien una hilera de medias aguas en un sitio rodeado
de palos con enredaderas que ficcionan una reja. El dinero es importante aquí,
lo percibo por sus necesidades, y la gente me parece buena.
En
el umbral de la pequeña sala no sé si sigo viva, nadie me contiene en su
memoria, por lo cual hago un trato ventajoso –y por otra parte, el pacto lo
hago con mi corazón y mi memoria.
Un
detalle perturbador: ellos creían que iba a dejar ahí a alguien enfermo o
anciano de mi familia. Luego, reflexioné que ni siquiera a mi padre dejaría en
este lugar, ya que busqué el último rincón en el que yo podría quedarme.
Y
me di cuenta que la casa de reposo, literalmente, es una barraca militar en el
vacío: horarios, deberes, esperas y abusos.
Ya
me busqué un lugar que representara una madre maligna, una madre abusadora
desde el primer día, para poder vivir.
¿Lo
crees?
Luego,
en mis noches de insomnio, crecía y crecía la percepción de que había un dios
en aquella casa, que me seducía pobremente a pasar ese umbral.
No
pretendo que este escrito te guste, pero en esta casa, te guste o no, se anuda
Chile y nuestro destino –con su dios feo, ese dios de tantos chilenos–, que me
grita en este instante: «entra, te quedarás».
***
En
esta casa hay algo simétrico, algo pendular: si te mueves un poco hacia la
izquierda, alguien se mueve a la derecha.
Es
algo inconsciente, sabes, casi un reflejo. Somos enfermos, claro: estamos
imposibilitados de recordar nuestro origen con claridad, y lo que queda como
residuo es dejarse llevar por este espacio, y de múltiples maneras cumplir con
los horarios.
Yo,
por mi parte, tengo la noción de que recordando tendré un poco de sanía, pero
recordar siempre ha sido decir la verdad, y no creo que seamos capaces de
nombrarla. Si tan sólo esta gente, estos extraños cantaran, pero no, sólo
miramos el vacío.
Si
sólo existiera aquí un pasajero que trajera un vislumbre, un recuerdo vivo a
este lugar, habría esperanza, pero no.
Sólo
tenemos aquí la parodia del amor, la parodia de ese caos tan deseado, de esa
angustia feliz, como un universo en su plenitud, que nos lleva a un frenesí
anclado a un orden.
Pero
basta, basta de todo esto. Estoy lejos de toda armonía, de toda serenidad aquí
en Pompeya. Siempre vuelvo los ojos en torno mío, y he sentido ahora una
monstruosa, una indescifrable apariencia, rodeada, sitiada por otras apariencias,
tan incomprensibles: todo tan feroz, tan desgraciado, quizá como yo misma.
III
A
la manera de AntoninArtaud, soy una imbécil, porque mi pensamiento es estrecho
y corto: mi pensamiento no sucede. Acá hay horarios de visita. Se rompe la monotonía,
pero en la casa no sabemos si esta ruptura es algo positivo o negativo. Por
ejemplo, me visitan chicos de alguna comunidad cristiana que sólo tienen una
imposición de venir, por compasión a la casa de reposo. Pero yo entrego una
imposición con respecto a mi pensamiento, por lo cual, sólo alcanzan a ver una
especie de espejismo. Y frente a eso, se ponen a pensar en esta imposición,
como si todo esto significara la señal de una experiencia privilegiada aquí.
Mi
yo se desgaja como un panecillo en la mesa donde ellos comen. ¿Habrán pensado
alguna vez por qué no bebo agua en esta mesa?
No
estoy triste, no se confundan: yo soy una imbécil y lama fama me encarcela.
Pero
pasa que ustedes perciben no sé qué debilidad, no sé qué amorfía en esta
aseveración. Debilidad mi ansia de concordancia, mi hipócrita necesidad de
ustedes, cuando les represento la angustia y corro a pedirles piedad por las
calles.
Por
supuesto, ustedes se conocen a sí mismos, claro. Pero yo velo lo que hacen. Es
más, todos acá vemos muy bien lo que hacen. Les pregunto, entonces: ¿es que así
se acaba la poesía, el lenguaje, los diálogos?
Por
otro lado, ellos observan mi cuerpo, mi ajado cuerpo, miran mis ojos, piensan
en mí.
¿Piensan
en mí? ¿En mí?
Y
creen que éste es su privilegio.
Se
apropian del privilegio como lo haría un sacerdote o un zapatero. Yo, que
hablaba de zapatos frente a ellos, para que ocuparan la palabra privilegio como
una prostituta o una verdulera que diera un juicio sobre la realidad, ya que
ellos ocupan todo su quehacer verbal para no salir nunca del círculo del verbo.
En
esto percibo una sombría sombra que avanza. Me agobian, tanto como yo los
agobio a ellos.
Pero
me pregunto: ¿qué ven cuando me ven?
¿Ven
acaso el desequilibrio, este aplanamiento, estas ausencias, este hundimiento en
la realidad? Me pregunto:
¿Qué
ven cuando me ven?
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