El oficio del activismo poético
Por
Yuri Zambrano
Toda
poesía, todo poema: es activista por naturaleza.
El
activismo poético es beligerante, como el amor, como el atrevimiento de la
belleza, como la osadía de sentirnos armónicos con el universo; así es la
poesía. Tan encantadora e
inalcanzablemente sublime, que a veces queremos mantenerla lejos de todo lo que
vemos, para que no se empañe, para que no opaque su hermosura. Porque finalmente la protegemos, porque
finalmente la queremos.
La
belleza de la poesía es tan grande, que a veces nos duele comprometerla.
Sentir
al mundo palpitar en nuestros corazones, es enardecer ante la menor provocación
por las injusticias sociales. Cualquiera
de ellas que se aparezca ante nuestras sensibilidades, es tarea de aquel corazón combatiente, que
infiera que el respirar, lleva también consigo el compromiso innato, la consigna
perenne, inmanente de usar el poder de
la palabra hecho poesía, para contrarrestar aquellas infamias que nos ponen a
meditar, pero también a actuar.
Así
pues, el oficio del activismo poético es por mucho, más demandante. NO es cosa de quedarse quietos,
de decir que sentimos simple solidaridad y ya. ¡No!. El activismo, es aquel
fantasma que usa la diana de alerta ante las vicisitudes de pueblos, de razas,
de la tierra, de todo ser vivo, de –en ocasiones- los muertos que nos
persiguen, los que nos duelen, los muertos que siempre pone el pueblo por culpa
de esta condición humana que tanto nos hace daño.
El
activismo poético es por consecuencia, más dinámico y comprometido. Es ese
monstruo interno e insurgente que todos llevamos dentro, que nos lleva a
escribir sobre cosas que nos duelen allá en lo profundo, a involucrarnos sin
frenos, sin ataduras… a ciegas como el amor, a sentirnos cada vez más
encadenados con la búsqueda constante de soluciones que en ocasiones no vemos
llegar, que rayan el desespero, el desasosiego, el desvelo, la impotencia…
Pronunciarse
enérgicamente contra toda actividad que genere síntomas de inequidad social,
violencia doméstica, tráfico humano, discriminación étnico-ideológica y de
otras calidades que atenten contra la vida, la integridad y la salud de
nuestros pueblos, es una tarea tan difícil, que cada vez que la enfrentamos:
todos, pero todos, absolutamente todos los que sabemos que a veces el dolor
también se filtra - queramos o no queramos en nuestros versos-; tenemos que
lidiar con esa desazón, aquella incertidumbre que sobreviene a las decisiones
de apoyar una causa que creemos, sea justa.
Comprometernos
o no comprometernos, esa es la cuestión.
Y
es que darnos cuenta que toda poesía es activista por naturaleza a veces nos
duele, más que nuestros propios quebrantos.
La
acción poética constante no evitará conflagraciones naturales, catástrofes
eco-ambientales, no acabará con la caza indiscriminada de animales en
extinción, ni con la extinción inequívoca de
nosotros mismos, cataclismos humanos con esperanza innata. Pero eso sí,
sembrará la semilla que queremos. Porque
eso es activismo, sembrar con nuestro verso, la esperanza de que podemos
hacerlo. Para que luego otros siembren y otros siembren y otros… siembren esos sueños,
que sólo son sueños, cuando dejamos de soñar.
Sembrar la utopía a ultranza mediante el verso, ¡ eso es activismo
poético ¡ Creer que lo hacemos y
lograrlo: ¡Eso es poesía ¡
Preguntarnos
en cada verso, en cada figura literaria, en cada concepción de la belleza
poética, por qué duelen las cosas, es tarea de todos… No dejemos que se desperdicie ese don. Aprovechemos que lo tenemos, que nos nace,
que brota entre nosotros, ¡Vaya! Que grita en el fondo de todos nosotros.
Hagamos conciencia que es un fruto con una luz inagotable, un sol inextinguible
de energía que tenemos para trascender en el corazón de los demás.
Transformemos cada verso en esa necesidad incendiaria que nos carcome, dejemos
abiertas nuestra venas al tropo, al símil metafórico que nos alimenta y
renazcamos sembrando esperanza. PERO TAMBIEN ACTUEMOS. Que no nos apaguemos ante el clamor ajeno,
que al contrario, todo lo que veamos, sea una luz para encendernos por dentro,
y no apagarnos nunca.
Vamos
tras esa búsqueda constante de la acción poética inextinguible, usemos nuestra
fuerza poética que tenemos para taladrar esas conciencias dormidas, recordemos
que cada poeta, es un festival interno de utopías y sueños por realizarse. El
manojo de estrellas del universo está en nuestras manos y la palabra es nuestra
mejor arma. Despertemos a la acción,
llamemos a la unidad a esa realidad tan terrible que es pensar que todos somos
uno mismo. La realidad, fraternos poetas, está en frente de nuestros ojos y no
debemos soslayarla. En el trabajo constante, en el oficio para descubrir el
poema enardecido, incendiario, coherente con nuestra humanidad, con nuestra
conciencia operativa. Atravesemos el
corazón gélido de nuestras desidias más internas y trabajemos, trabajemos,
trabajemos, actuemos siempre pensando que tenemos la fuerza de la palabra, para
derretir témpanos de hielo, para convertir ese amor a la poesía, en lo más
preciado que tenemos, el poder de transformar nuestros sueños en realidades,
con la fuerza de la palabra, con el oficio de escribir y actuar ¡En Defensa de la humanidad !
Publicado
en julio 16 de 2014.
3 comentarios:
Salud Poeta, un abrazo!!!
Guillermo Romero Zarazúa
¡Muy feliz de leerte!
Más feliz de saberte cerca
Besos Graciela Ramírez
Un honor compartir con usted maestro
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