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ROGELIO AGUIRRE (San
Cristóbal, Venezuela 1997) Estudia Derecho en la Universidad
Católica del Táchira. Obtuvo una mención en el II Concurso de Poesía Joven Rafael Cadenas. Ha sido publicado en la
Revista POESIA, Insilio y en la antología de poesía joven y reciente venezolana Amanecimos sobre la palabra (2017, Team
Poetero).
Yo, cuando camino,
escribo.
Las paredes se
desvanecen por cada inesperado paso de ilusión,
mis límites, mis
memorias suspendidas en el paisaje como ventanas,
rejas sin
cerradura bendicen la ciudad de mi nacimiento.
Las calles son un
privilegio para el caminante,
los árboles no son
de su propiedad,
es incapaz de
observar el cielo,
estrellas ocultas
tras el resplandor del vidrio.
Desde hace dos semanas
no veo el brillo de unos ojos,
no reconozco la
calidez del sol, la voz de mi amada;
mi vida se resume
en la caminata,
en la
contemplación de las pálidas paredes,
mi hogar se esfuma
tras cada instante en que mis pies marcan el ritmo del poema,
el sonido no
opaca, la blancura no puede ultrajar esta andanza.
la marcha de
vagabundo circula por los antiguos caminos del Samán,
parece que recoge
la estela de un padre muerto.
El hijo del rey
toca la palabra del mudo
y se enaltece de
su predilecta jurisdicción, raya la página,
la tinta se
estremece al manchar los artificios parlamentarios.
Es simple corregir
un texto sagrado al creerse limpio de consciencia,
sin ser capaz siquiera
de comprender cómo pasan las horas,
cómo se aman los
hombres,
cómo los niños
elevan sus plumas y se ríen.
Es de noche, en su
celda se oye un lamento,
el ruido le
miente,
es posible que
venga a cantar las coplas del Padre,
podría oírle si el
coro no desgarrase a las campanas.
Debo detenerme.
Las leyes apiladas
sobre el escritorio imploran sosiego.
Las puertas se
abren, me quedo a ver cómo entran y huyen de la casa.
Prefiero pensar
que soy observado, que reanudaré mi huida.
Canta el gallo y
se van los fantasmas.
Misma de ayer
cerrojo en mano jaula de Septiembre
la misma de ayer doctor
la que recorre
el 63 entre paredes mohosas y cabellos
dorados
dedicada a perpetuar esa costumbre de
limpiar
la página con mi muerte radiantes años
versos
ramas tipificadas al borde de una plaza
ley severa doctor
ley amada como Islandia
rostro quebrado tan lejos de mí
Mismísima siempre fantasiosa sombra
oriental
aunque el sol no parta esperanzada cierro mis ojos
soñados párpados contemplo el horror de
este mundo
aunque todo tan bello es acuosas bolsas apiladas en esquinas
donde se tocan los corazones donde brotan flores pútridas
espesas como el hedor de otro
basurero tanta hermosura
mocos y lagrimas alzándome los ojos
antes de que arribe el labio
de la llamada Monteja visionaria antes de que se hinchen los ganglios
y ponerme la peluca no pueda
Desconozco la hora de llegada me distraen sus palabras
sus pétalos intactos sus falsas gotas escurridas
y los focos las luces
alumbrada semejante soy siempre
no sé cuándo voy a nacer nada alcanza en este mundo
cordones desabrochados nariz ensangrentada asfalto
poseída caminata cristiana adiós
cautivo doctor
y los siglos que pasaron sirvieron para
reconocerme
al cruzar la calle Stalin la calle Freud
presurosa siempre la insomne muriente
clase media
recogiendo restos de madres de padres absortos
yo cruzo la calle Marx así como atravieso
la frontera
sentenciada bala lagrimal tuertos mis ojos
melodías encantadoras se estremecen con el
ritmo de mi taconeo
ahora no cabe más soledad los míos descansan
en la tierra que abandono sueñan marchitos
entre trago y sumidero.
De grietas habla mi tierra
de susurros manotazos filas
balacera
paraco al suelo no es el
azar oído
uniformado a la pared oído
señora
acaso se aburre de vivir
mientras dure el tiroteo medite
una gran luz ahórrela
no arda
hierros vienen de allá
hombres desnudos calcinan su asfalto
es hora:
agáchese
no ve que le están volando la cabeza
no con sellos estampillas apostillado doctrinal
todo un suceso la hilera
las malas novelas
ese deber ese rumor que discurre entre las luces
habla conmigo soy la página de ayer
lo que vine a decir ya lo he dicho
avancemos cállense.
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