Carmen Leonor Ferro (Caracas, Venezuela, 1962)
Vive en Roma, Italia, desde el 2004. Es Licenciada en Química por la Universidad Simón Bolívar. Ha publicado cuatro volúmenes de poemas, El viaje (Premio Monte Ávila Editores para autores inéditos, 2004), Acróbata (Raffaelli editore, 2011), En subjuntivo (Raffaelli editore, 2016) y Precarios (Edizioni Ensemble, 2019). Ha traducido al español a Giuseppe Ungaretti, Antonia Pozzi, Sandro Penna, Claudio Damiani y Annalisa Manstretta. Realizó la selección y traducción de "Fronteras permeables" (Bid & Co editor, 2013), una antología de narradores italianos contemporáneos. Fue creadora de la editorial Luna Nueva de la Universidad Metropolitana, institución donde se desempeñó como profesora y como Directora de Cultura. Ha preparado diversas colecciones de poesía para distintas editoriales, siendo su principal interés la obra de poetas latinoamericanos contemporáneos y el género de la traducción. Actualmente enseña español en distintas universidades italianas.
De La caja (inédito)
Mi hermana había pedido que al morir
le pusieran un traje
que había comprado hacía tiempo en un mercado de Venecia
una prenda hecha de retazos zurcidos en seda oscura
lo usaba en ocasiones especiales
cuando empezó a intuir que moriría
pidió el vestido
imaginó con detalles cómo debía ser la escena
de un acontecimiento que sabía inapelable
aquel día en la iglesia
aguardaba la caja
la cubría un camisón azul tierra
de tela almidonada con botones
alguien al parecer
lo eligió sin sospechas
entre la ropa apilada
en el armario
Apenas me atrevo
a entreabrir
el cofre
donde conservaba sus fotos
allí he guardado documentos
el pasaporte italiano
papeles de familia
Coloco la cajita frente a mi cama
camino hacia la puerta
repito un ejercicio de indiferencia voluntaria
la rondo
una mancha indefensa
sugerida en el paisaje del cuarto
retengo el impulso de escarbar
Sale tanto
de esas cuatro tablas
de antiguos tabacos
Mi madre no reza
también ha perdido las blasfemias
exhala un vaho incierto
que va y viene
Huye de esa penumbra
pienso
después me las veo con la mía
la cortejo
la ausculto
de reojo
Hay una grave tarea
en digestión
su reino no es de este mundo
una mano trabaja
noche y día
para aliviarla
Llueve en el cementerio
los varones
cargan la caja
en sus espaldas
los árboles resisten
ráfagas de brisa
nosotros
en cambio
nos balanceamos
la humedad nos llega hasta los huesos
un viejo amigo se acerca
con un manuscrito en las manos
la tinta se expande sobre las hojas
su mirada se agita
quizás ha bebido
yo abrazo los papeles
mojados
los paraguas
intentan una escenografía
No es necesario
inventar palabras
siente
su presencia insonora
Ha cambiado el viento
¿lo ves?
se han movido los papeles
sobre el escritorio
Está todo tan sobreentendido
en la hermandad
me despierta
una interrogación tras otra
dudas que nunca expresamos
La mayor de todas las preguntas
se ha silenciado
en la aceptación
La memoria
Deshilvanar la memoria
destejer su trama
imaginarlo todo de nuevo
devolver la cinta
rehacer los diálogos
rescatar cada imagen del foso
su pelo rubio recogido
su estilo de vestir
el alcohol de las noches desesperadas
por el desamor
El primer paso para el olvido
era desenfocar
abrir la mirada
relajar los ángulos
nutrir así el desván
donde los trastos y los tesoros
se confunden
La memoria viaja por terrenos baldíos
husmea en el polvo
se detiene
inesperadamente
en algún punto
revolotea
como una mariposa
tratando de cumplirse
escapar de lo que no tiene forma
Tirar los dados
descender al abismo
apostar todo a un número
atender el ritmo de la respiración
y de pronto
una escena absurda
de dónde
toda esa luz
la memoria
es un poco de azar
vertido
en la ecuación
No hay una mujer que deshace
el tejido del pasado
ni una narración
que te susurra al oído qué va a pasar
porque ya lo viviste
no hay un desenlace predestinado
ni el barco de la niñez
moviéndose hacia atrás
ni las voces de los invitados ebrios en la cocina
De Acróbata. Raffaelli editore, 2011.
Soñé un cuerpo
frágil
como la lluvia
vestía
mi delgadez
de niña
me confundía
con la tela del aire
casi incorpórea
al ritmo
de una nada perfecta
subía
como una virgen
transparente
soluble
a la luz
De En subjuntivo. Raffaelli editore, 2016.
Ahora las palabras no llegan voluntariamente
como si se opusieran a mis invocaciones
una mudez que no busco
signa mis encuentros y mi propósito de escribir
y un vacío que no es inexpresión se impone
a mi necesidad de ordenar
No sé si es posible escoger una gramática personal
o tratar de resguardarse entre muros lingüísticos,
sin embargo, si pudiera, viviría en subjuntivo
haría mezclas de condicionales
lanzaría los dados sin temerle a los arrepentimientos
al final de la tarde amaría la imperfección del presente
sucumbiría a su continuidad azarosa
En italiano la probabilidad se expresa como certeza
distinta a nuestra manera de plantear la duda
lo que les ha dado una especie de autoridad lingüística sobre el tiempo
una sensación de permanencia que nuestro idioma pareciera no tener
y que un poco envidiamos en silencio antiguo
Y entonces comenzaron a confundirse los sujetos
sin pronombres personales podíamos imaginar
quién hablaba ahora y quién hablaría luego
así que después dejamos de necesitar definiciones identidades o aclaratorias
alguien que podía ser tú o yo
aparecía como si fuera el otro
sin producirnos demasiada ansiedad
Una gramática que me alivie
más indiferenciada que exacta
un alfabeto que me mantenga oscura
pero que no me deje sola
Si lograra pagar un poco de mis deudas
evadir la tarea de traducirlo todo
dar una habitación a mis parientes necesitados
¿podré volver al sueño?
Al mezclarse las lenguas
cabían todas las formas de pensar el tiempo
había espacio para la afirmación para la pérdida
si pudiera sostener algo por más de un parpadeo
había una promesa de echar raíces
y una licencia para moverse en muchas direcciones
era la conjunción de períodos multiplicándose
incluso los idiomas perdidos parecían resucitar en los hablantes
El estudiante usa aún pocos vocablos
intenta contar historias simples
necesita los ojos y las manos
usa el silencio como un recurso
que ahora sabe emplear hábilmente
cuando un impulso urgente lo toma
llega a lo más interesante de aprender una lengua
acepta que no tiene palabras
y se conforma con que las ideas y las cavilaciones
permanezcan flotantes
Como las lenguas
las historias personales se traducen
al llevarlas a otros mundos
así tenemos que imaginarlas en claves diferentes
reestructurar el orden de las apariciones
volver a plantear las etimologías
burlarnos de los errores
hasta crear una nueva escena
con reglas y sonidos inéditos
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