domingo, 23 de septiembre de 2012

PATRICIA LÓPEZ. Poesía Actual de Paraguay



PATRICIA LÓPEZ (Asunción, Paraguay, 1990). Estudia psicología en la Universidad Nacional de Asunción. Considera a la escritura como la más hermosa de las artes del fingimiento y las máscaras. Va por la vida en prosa accidentada.

http://cronodependencia.blogspot.com/ 

Selección por Gladys Mendía


*

Hasta la lluvia tiene más de ser que yo misma


ella que habita en tantos mundos, se impregna


en la piel de cualquier vagabundo y lo respira


ella haciendo eco entre los pétalos de una rosa moribunda


ella que vive en el vuelo de algún cardenal


ella que se burla


ella capaz de producir esa primitiva sinfonía entre el follaje


del más perdido sauce llorón


ella que en vano intenta limpiar el mundo


ella que toc, toc, toc sobre una canaleta, invitándonos


a bailar sobre sus versos que quedarán cuando nosotros


ya no estemos,


cuando contentos nos ahoguemos en sus charcos



*

La noche desnuda se quiebra


en tu nombre.


Fugarme en tu carne


mientras el tiempo se quema,


mientras agoniza el nosotros,


esos desconocidos




*

Abrirse

los párpados que

quietos titilan

en la noche ciega

entre pesadas

cartas de olvido

no hay tiempo,

nos queda inventar verdades

cerrarse y tratar de

moverse



*

humanidad de corazón lesionado y

labios agrietados

aún rezamos

como si Dios tuviera alma



*

Espero la señal y me arranco la piel con los dientes,

huir de mí para salvarme.

Porque es hora,

aunque el tiempo no exista

y ruegue por cinco minutos más





martes, 18 de septiembre de 2012

LUIS BOCELI. POESÍA ACTUAL PERUANA


Luis Boceli (Chiclayo, Perú 1981). Estudió en la Escuela Superior de Música Ernesto López Mindreau. Es Administrador de Empresas IPAE en la especialidad de Marketing y violinista amatour amateur. Ha publicado Pizzicato Labio (Hipocampo, 2006) y Alucinado (Lustra, 2009). Actualmente estudia Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú.  Participó en el “Encuentro Internacional de Jóvenes”, Chile, 2007. En el Festival Internacional de Poesía Cielo Abierto, 2009-2011. En el I Festival Nacional de Poesía "Este Puerto Alucinado" 2011, sus poemas están en diferentes revistas, blogs. http://boceliluis.blogspot.com/


Selección de poemas por Gladys Mendía
del libro recientemente publicado:
            ArX
Con Zumo Poética(s)


Auto análisis al homo o salto al vacío




O sea ud. como jurado lo prefiere redondo como una naranja guando

O sea un solo poema de largo aliento, una fumadita, una tablita, ¿orgánico?

O sea algo así como aterrizar en su ojo y estrellarme sin mansalva en su alma

O sea realizar un salto cuántico

O sea transgredir el Cronos

O sea patear el balón a Saturno

O sea las neuronas son remolinos

Y los remolinos diademas

O sea debo acostarme con hombres de barbas antiguas

O sea debo jugar como un niño inocente en los jardines oscuros

O sea debo acostarme con todas las mujeres del abecedario Maya

O sea debo matar al presidente

O sea debo frecuentar a los animales

O sea estoy mal de la cabeza

O sea urgente un sanatorio

O sea debo ladrar como gato y maullar como perro

O sea debo matar a mi propia sangre

O sea debo haber llorado como el Titicaca

O sea más pañuelos tristes y una prístina salvaje alegría

O sea debo inhalar planetas, trópicos, latitudes calientes

Y luego amargamente, ¡vomitarlos!

O sea debo hacer el amor a mi propia llama

O sea debo hacer el amor a mi propia patria

O sea tus ojos son dos cóndores ciegos

O sea el mundo es un nudo

O un nudo es el mundo

O sea debo ser un toro y no un torero

O sea debo dejar que lo maten

O sea debo cantar un himno de perfil bajo de perfil bajo de perfil sangre

O sea no debo llevar insignia

O sea no fui soldado

O sea no puedo volar como las aves

O sea debo bajar al llano

O sea no tengo trinchera dónde cubrirme

O sea las balas son enfermedades

O sea debo tallar silencios

O sea debo auto aniquilarme

O sea ni muerto ni vivo ni capturado

O sea la mujer que amo está de puntillas en un petroglifo apuntándome

O sea la omega me pesa y la alfa un pretexto

O sea y por la puta madre y si no existo




Pregunta abierta en deshielo


Watanabe consumió la imagen de la mujer del témpano de hielo de Apollinaire

Pero Apollinaire es Apollinaire

Y Watanabe, Watanabe

Y yo me pregunto cómo se miden los espíritus

Por la calidad de sus deshielos o por la humanidad que los incendia


Los dos se refieren a la conservación




Contrabandista M.A


Vallejo, Terrícola Mayor

Triste Cisne Blanquirojo acurrucado en lo Infinito

Fotografiando desde las alturas del cóndor

g i g a n t o g r a f í a s


Figuración de banderas

Aglomeración de células

De cama de dos plazas distendidas


Indiferente a los poetas cacas del Hoy

Que dicen poco

Que se parecen al bruto libre del poema XIII


Y Ud. Vallejo tiene compasión de Satélite

En su Inmortalidad nos sonríe espirituoso, sabio

Y nosotros inmaduros chicuelos jugando con la gravedad

Y los colores desnutridos de la música

Y nosotros, jóvenes abstractos, agachando la mirada,

Moqueando, sonriendo, santiguándonos un minuto y medio

Sin motivo alguno


Y nosotros ¡¡CONTRABANDISTAS!!

¡¡Contrabandistas Melancólicos; nunca escribiremos un T r i l c e!!



(Y hoy es 2101 y anochece la piedra)

jueves, 13 de septiembre de 2012

MARCELO COLUSSI: Narrativa Actual Argentina


¡TELEBASURA: EL SHOW MÁS INAUDITO DE LA TELEVISION!


Marcelo Colussi


         Miró por la ventana hacia el patio del canal y vio que la nieve acumulada era mucha. La temperatura había bajado más de lo esperado: treinta grados bajo cero. Ese invierno estaba siendo especialmente inclemente, tanto como lo era él con los invitados a su programa.

         Volvió a echar una mirada sobre los posibles candidatos para la próxima emisión; cada martes por la noche una muy buena parte de la población moscovita, y también de la Federación Rusa, esperaba ansiosa el programa que Mijaíl Kozunov había ideado hacía no más de diez meses, y que en poco tiempo había logrado cautivar la atención de un público ávido de novedades occidentales.

         No era fácil elegir, cada semana, el personaje más adecuado. Se debía ser muy cuidadoso: había que transmitir algo triste, que llamara a la compasión, pero al mismo tiempo con un toque de ligereza. Lo más importante era no establecer ningún contacto entre lo que se mostraba con la realidad; los personajes debían parecer ficticios, imaginarios. Algo de humor negro no venía nada mal. Desahuciados varios, monstruos, mujeres violadas, huérfanos abandonados, alcohólicos recuperados y otras rarezas de la marginalidad componían esta galería del terror-humor.

         Esta mezcla nada fácil, presentando una faceta totalmente nueva en relación a la insufrible pesantez de los programas "oficiales" que Mijaíl producía años atrás, antes de la caída del régimen socialista cuando era director del departamento de divulgación del partido en Moscú, había calado hondo en una población desacostumbrada a reírse de lo que veía por televisión. El problema estaba ahora en que se había llegado al otro extremo: de una solemnidad forzada se había ido a una desfachatez perversa. Lo peor de la televisión occidental estaba ahí, en versión corregida y aumentada.

         Mientras encendía un cigarrillo más –fumaba más de dos paquetes diarios– revisaba las historias de vida y las fotos que su asistente le había dejado sobre el escritorio. Media hora atrás había terminado el programa de ese martes –éxito total: había presentado a un enano que pasó seis años en alguna cárcel de Siberia acusado de ser agente de un servicio de espionaje extranjero, mutilado de un ojo y tartamudo, luego rehabilitado– y ya se encontraba ahora, nueve y media de la noche, trabajando para las semanas próximas. Estaban aseguradas las futuras dos entregas: una ex monja católica violada por un obispo, ahora lesbiana y dirigente de una organización pro derechos sexuales, y un pescador del Báltico que perdió las dos piernas en lucha con un tiburón, ex miembro del Partido Comunista. No se daba descanso en su tarea; así como se había dedicado con total entrega a la labor revolucionaria cuando era camarada, años atrás, con el mismo ahínco, con igual pasión se entregaba ahora a su nuevo perfil. Trabajaba no menos de doce horas diarias.

         Lentamente el programa había ido evolucionando de una presentación más o menos seria de personajes insólitos a una mordaz sátira, donde no se escondía mucho la mofa que se hacía de cada invitado. La audiencia no paraba de crecer, por lo que Mijaíl, así como los directivos del canal de televisión, privatizado ahora, no reparaban en cuestiones éticas al momento de seleccionar los candidatos. En los diez meses de vida del programa ya había cambiado tres veces el nombre, sin menoscabo de la cantidad de seguidores; arrancó llamándose Vidas insólitas, pasando a ser, en pocos meses, El show de lo increíble, para terminar ahora con su actual nombre: Telebasura: el show más inaudito de la televisión.

         Mijaíl sabía que lo que producía era una basura; pero de eso se trataba justamente. –La gente quiere basura, reflexionaba. Tenían todo servido por el Estado y no lo quisieron. Si prefieren esta mierda… pues démosela.

         Ante sí tenía tres fotos con sus correspondientes anotaciones: un campesino de mediana edad que había nacido como siamés y estaba separado ahora de su hermano, quien había fallecido años atrás de muerte natural. Cojeaba un poco, pero eso no era tan atractivo. El otro personaje era un adolescente que había llegado a ser campeón nacional de ajedrez, y dado su talento prometía poder acercarse a un futuro cetro mundial; pero a los dieciséis  años había tenido un brote psicótico, por lo que se había interrumpido su carrera. Ahora, a veces, jugaba informalmente en el manicomio donde estaba internado.

         Interesante, pensó Mijaíl pero está controlado en el hospital, y en esas condiciones no puede despertar mucho la atención; además, de loco que es, puede decir cualquier cosa, y no conviene.

         Cuando la vio –era la tercera historia que revisaba– no pudo evitar derramar la taza de te del impacto. En el papel escrito por Ana –su asistente y amante– decía: "Nadezhka, cincuenta y ocho años, mujer. Pasó más de cuarenta años buscando a su familia, a quien aún no pudo hallar. En la actualidad está ciega".

         ¿Mujer? ¡Pero si tiene cara de hombre! ¡Hasta bigote tiene!

         No podía sacarle los ojos de encima a esa foto; sin pensarlo mucho, como reacción impulsiva, sin pensarlo más, la eligió para el programa de tres semanas después.

         ¡Esta tiene que ser, sin dudas! Hasta el nombre va bien: Nadezhka, como la compañera del camarada Ulianov. Seguro que va a impactar. Siguió mirando atentamente la foto sin terminar de saber qué cosa lo atraía tanto. Pero no puedo creer que sea mujer. Esa cara, esa cara… yo la conozco.

         No pudo evitar llamarla a esa hora; la quería como amante, pero más aún la estimaba profesionalmente. En ambos campos era de lo más competente. Ana, ya dormida –vivía con su hijo adolescente, que no era de Mijaíl, desperezándose un poco le comentó que no tenía mucha más información que la que había dejado escrita. Recordaba, sin embargo, que los colaboradores que la habían detectado contaron que estaba un poco loca, y que insistía continuamente en sus hermanitos, que ella sabía que estaban vivos y que no perdía la esperanza de encontrar. Eran, decía, un hombre y una mujer, a quienes había dejado de ver décadas atrás. En medio de sus delirios hablaba también de historias raras, pecaminosas.

         Le pareció perfecto. Una vieja demente, ciega, contando historias escandalosas, con cuyo nombre se podía jugar socarronamente, en una búsqueda imposible. Era patético, pero al mismo tiempo se podía presentar como un abnegado aporte social: el show más inaudito de la televisión al servicio de la comunidad, buscando acercar a algún miembro de la familia de una desdichada viejecita… ¡Enternecedor!, pensó, mientras una sonrisa mefistofélica le deformaba la cara. Hay que acompañar el programa con la música apropiada: Erbarme dich, mein Gott, de la Pasión según San Mateo! se le ocurrió inmediatamente, la misma que escuchaba casi a diario desde que había recibido los resultados de la prueba. También apareció alguna lágrima, pero un nuevo cigarrillo ya lo alejaba de estas sensaciones.

         Hubiera querido contactar a la candidata esa misma noche, pero por razones obvias –era ya demasiado tarde ni siquiera lo intentó. Mañana sería.

         El primer acercamiento fue telefónico. Su voz le pareció muy adecuada: en realidad era de lo más desagradable, chillona, destemplada. Pero eso podía ser un elemento que atraía si se sabía manejar convenientemente. Hubo un par de cosas en la conversación que le quitaron el aliento, pero prefirió pensar que no las había escuchado, o que habían sido un error.

         Está reloca esta vieja… ¿De dónde habrá sacado eso? Amores prohibidos… ¡Por favor!

         Fueron más las dudas que le quedaron que las que se le despejaron. Hizo un listado de preguntas que quería formularle en el próximo encuentro. Acordaron que Mijaíl iría a su casa el jueves, ya para preparar todo con vistas al próximo programa. Los míseros rublos que a cambio recibiría Nadezhka no le vendrían nada mal; hacía cuatro meses que no cobraba su jubilación.

         Ya en el apartamento de la candidata –junto a Ana y otro asistente: Boris, un inteligente joven veinteañero Mijaíl se sintió inusualmente mal. Ni bien la vio tuvo una impresión desagradable. ¡Es una bruja! se dijo.

         Siempre se manejaba con la más absoluta suficiencia con sus invitados, con osadía incluso. La forma de mofarse de ellos era sutil, y jamás alguno le había provocado lo que ahora sentía ante esta frágil mujer, ciega, mal vestida, casi repugnante en todo su aspecto. Tuvo miedo.

         Ana lo advirtió de inmediato. Se dio cuenta que no podía tomar la iniciativa en las preguntas; era la mujer quien manejaba la situación, igual a como lo hacía Mijaíl en los programas de Telebasura. Por primera vez en la vida veía a su amante perder la compostura.

         Fue Boris quien condujo el interrogatorio. La historia se mostraba interesante, intrigante: Nadezhka no era ninguna tonta. Su memoria era impresionante; relataba con lujo de detalle escenas de su infancia con tal convicción que nadie podía atreverse a poner en duda lo que decía. Por razones que no terminaban de quedar claras, cuando era una jovencita su familia se desintegró. Por dos años crió, prácticamente sola, a su hermano menor, llamado Fiodor; de su hermana menor –Valeshka no tuvo más noticias desde alrededor de veinte años atrás.

Curiosa coincidencia, ¿verdad?, dijo en un momento. Siempre me intrigaron las coincidencias. Les tengo que confesar algo: hace muchos años, cuando vivía en una granja y ya había perdido a mi familia, tuve intuiciones, cosas raras, no sé. Sentía que mi hermano, Fiodor, estaba bien; sabía, sin que nadie me lo hubiera dicho, que le iba bien en la vida, y que le iba a ir siempre bien, hasta que en algún momento aparecerían nubarrones en su destino. Nadie me lo creía, decían que era una bruja. Pero yo estaba segura que así era.

Mijaíl sintió que se desmayaba; tuvo que aferrarse muy firme de una silla para no caer. No obstante el frío que hacía, su cara y sus manos estaban empapadas de sudor. Nadezhka, con los ojos perdidos en cualquier punto de la habitación, blancos por sus cataratas, se volteó hacia Mijaíl, casi como si lo estuviera viendo, y tomándole una mano le preguntó qué le sucedía.

Nada, nada. Estoy bien, gracias.

         Luego de este primer encuentro hubo dos sesiones más; Mijaíl fue sólo a una. Quien tomó un papel más protagónico entonces fue Ana. Ella, al igual que su amante, tenía este aire casi perverso para el trato con la gente; fue por eso que pudo mantener en todo momento una prudente distancia de Nadezhka. Sin embargo también ella sintió algo inexplicable, algo que no le permitía estar bien. Eso de "amores prohibidos" dicho por la anciana la inquietaba.

         ¡Qué retrógrada esta bruja! ¿Y qué hay de malo en tener amante? Seguro que la pobre nunca tuvo pareja en toda su vida, por eso habla así–.

Llegó el martes, día de la emisión del programa, que por cierto era en vivo. Ese día, por la mañana, de una manera totalmente casual –debía firmar los contratos de seguro de salud de todo el personal del programa, y tuvo ante sí los expedientes de cada uno Mijaíl descubrió que Ana, en realidad, se llamaba Valeshka.

         ¡Telebasuraaaaa: el show más inaudito de la televisión! les da una vez más la bienvenida, atacó Kozunov con estudiado aire de suficiencia, avasallador.

         Luego de las presentaciones de rigor apareció la canosa mujer, sentada en un aparatoso sillón. La cámara no se cansaba de hacer primeros planos de sus ojos y sus manos. Cambió la música; de la impertinente balada con que abría el programa –machacona melodía con trompetas y mucha percusión pasaron al fragmento de Bach que había elegido Mijaíl. Las luces mermaron; se creó un clima de intimidad.

         Ana temía que se volviera a repetir lo de la vez pasada en casa de Nadezhka; intuía problemas. Sabía que su amante era muy desenvuelto, que manejaba a la perfección las situaciones más difíciles. Pero en este caso sentía que algo raro pasaba, algo que se le podía ir de las manos. Mijaíl tenía un modo muy peculiar de dirigir el programa: dejaba que sus invitados hablaran primero y luego, con frialdad de torturador, comenzaba a golpear –muy sutilmente siempre en los puntos más problemáticos de lo que habían dicho. Se trataba, en cierta forma, de remover heridas, de dañar. Eso es lo que quiere el público. De solidaridad, ¡ni mierda!, se justificaba.

         Invariablemente los participantes lloraban en algún momento; Mijaíl se consideraba un experto en lograrlo. En esta ocasión, por el contrario, la vieja parecía un glaciar. Respondía a cada pregunta con larguísimas explicaciones plagadas de detalles, relatos minuciosos, historias interminables. Lentamente el conductor iba perdiendo la paciencia. En un corte comercial le dijo a su entrevistada que tenía que ser más dramática, no hablar tanto y llorar más.

         ¿Y por qué?, inquirió con ingenuidad Nadezhka.

         Pues… porque eso quiere la gente.

         ¿Ah sí? ¿Tan mala es la gente?

         Más de lo que usted piensa, mucho más, esputó con mirada desafiante Mijaíl.

         Pero yo no quiero llorar, mi querido. Ya lloré mucho toda mi vida; además, si es para llorar, mejor me voy, agregó con ternura.

         ¡No, no!, ¡que ya salimos al aire de nuevo!, tronó descontrolado.

         El nuevo segmento dejó más descolocado aún al presentador. La mujer fue tomando un rictus desconocido, inesperado. Su sonrisa –gélida, casi diabólica era muy parecida a la que solía mostrar Mijaíl. Repentinamente cambió su tono.

         Ahora me doy cuenta. Sí, la intuición no me falla. Te acuerdas lo que te decía los otros días, cuando me entrevistaste en casa, sin cámaras ni luces. Tenía la visión que a ti te conocía, de mucho tiempo atrás. ¿De verdad, tú no eres originario de Stepanchikovo?

         ¿Y qué le hace pensar eso?

         Tienes el mismo lunar en la muñeca que tenía mi desaparecido hermanito; lo toqué los otros días cuando me diste la mano al caerte. Y tienes también el mismo tono de voz.

         Quizá se equivoca, mi querida.

         Por la forma en que tratas de evadirte, diría que al contrario: veo que estoy cada vez más en lo cierto.

         Pero si usted no ve.

         No veo con los ojos, pero veo con el corazón. Sí, tú eres… tú eres Mijaíl Fiodorovich Kozunov, a quien dejé de ver hace cuarenta años. ¡Mi hermano! En verdad no me alegra reencontrarte, porque no puedo verte. Pero más aún, porque estás muy mal, porque algo terrible te está sucediendo, y no quería volver a toparme contigo para sentirte sufriendo de esta manera, dijo Nadezhka con la más reposada tranquilidad.

         Los asistentes del canal no se esperaban un programa tan bien montado, un show tan "inaudito" y sensiblero como el que estaban presenciando. Algunos no pudieron evitar comenzar a reír. Ana, fuera de cámara, se mordía los labios.

Sí, así es la vida, mi pobrecito Mijaíl. Nacemos para sufrir, continuó hablando la mujer con un aire maternal. Se compadecía del presentador que, con rostro desencajado, no pronunciaba palabra. La música de Bach sonaba ininterrumpidamente, grave, patética: Erbarme dich, mein Gott!

         ¿Y qué piensas hacer ahora?, lo acribilló de pronto con una pregunta que nadie se esperaba.

         ¿Tú qué me aconsejarías?, pudo balbucear con voz entrecortada Mijaíl.

         No lo sé. Resignarte quizá…

         De pronto, ante la sorpresa de todos los técnicos del canal, prorrumpió en un llanto desconsolado. Nadie sabía bien qué hacer, si eso era parte del show, o qué sucedía en verdad. De inaudito, tal como pretendía el título, tenía mucho.

         Dime, Nadezhka: ¿cómo supiste lo del examen?

         Ana estaba pasmada; hubiera querido intervenir, dar orden de cortar la transmisión, pero no tenía fuerzas para hacerlo. Al mismo tiempo le parecía fascinante lo que estaba sucediendo, era el show del absurdo llevado a su expresión más inimaginable. Seguro que la audiencia debe estar anonadada pensó.

         ¿Qué examen?, dijo con ingenuidad Nadezhka.

         Pues… la prueba de VIH que acabo de hacerme, el mes pasado.

         ¿Y cómo saliste, hermanito? ¡No!, no me lo digas. Ya lo intuyo.

         Ahora el llanto de Mijaíl era imparable. Las llamadas al canal comenzaron a ser imparables también. Alguien dijo: "es el mejor programa que he visto en mi vida".

         Ana no pudo resistir más y corrió hacia Nadezhka para zamarrearla de un brazo, mientras miraba con ojos centellantes a su amante.

         ¡Tú, hipócrita, no me habías dicho nada que eras seropositivo! ¡Me lo transmitiste entonces, miserable, perro! ¡Y tú, vieja bruja: ¿de dónde sacas eso de amores prohibidos?! ¡¿Qué quieres decir con eso?! Su rostro era un infierno.

         Nadezhka, volteando la cabeza hacia su iracunda interlocutora, con toda dulzura agregó:

         Entonces… tú eres Valeshka. ¡Hermana!

         El balazo que se pegó en el paladar con un revólver calibre veintidós que extrajo de su chaleco no era de utilería. Recién en ese momento el director de cámaras optó por cortar la transmisión. Las llamadas no cesaron toda la noche. "El mejor programa que he visto en mi vida. ¡Felicitaciones!"



jueves, 6 de septiembre de 2012

Sobre El equilibrio de los hemisferios, de Gorka Lasa. Por Erasto Espino


Viajo, busco, encuentro, escribo:

                              El equilibrio de los hemisferios de Gorka Lasa


Erasto Antonio Espino Barahona, M.A.

eespino@usma.ac.pa



“Mi alma navega desde siempre.

Pero náufraga de siglos.”


GLT


0.


La poesía es la voz primera.


Los antropólogos, pero también los mismos escritores, lo recuerdan a menudo. Da fe de ello Octavio Paz en El arco y la lira y Pablo Neruda en Confieso que he vivido. Se trata –por decirlo técnicamente- del primer género o modo literario de decir.


Palabra primordial lanzada al viento desde los orígenes de nuestra especie, la poesía ha estado vinculada desde el inicio al yo que la pronuncia, al comienzo fundido con la comunidad y, luego, emancipado en hablante individual por complejos procesos de secularización que van destejiendo los vínculos sagrados que sustentan (sobre)naturalmente al hombre.


La poesía en su versión primigenia está vinculada a dos realidades humanas: una estético/sensorial y espiritual/trascendente. Entiéndase: la música y la religión. Ambas son manifestaciones de lo humano que asedian y expresan el sentido de la existencia,  en el intento inclaudicable de hacer digno y hermoso nuestro caminar sobre la tierra.


Así, en El equilibrio de los hemisferios de Gorka Lasa hay huellas del ritmo musical original que caracterizaba el discurso poético en los inicios de su cultivo. De esta manera música y voz amalgamadas, daban cuenta del ritmo universal. En el caso del poemario de Gorka, las repeticiones de iguales esquemas de versificación, mayoritariamente en arte menor, permiten asociarlo a esta musicalidad, como también a los mantras orientales que en la repetición de sonidos convergentes y similares abren puertas a la conexión del cantor con una realidad que supera lo evidente.


Sin embargo, no es en la relación palabra/ritmo donde reside el valor del poemario de Lasa. Lo meritorio de los 30-33 poemas (según se haga la cuenta) que arman el libro reside en su espesor espiritual. Por eso, al inicio de esta comunicación aludí al hecho religioso. Entendiendo por tal, los modos culturales y existenciales mediante los cuales el hombre personal y colectivamente, desde el origen hasta hoy, se liga con la Trascendencia. Ámbito de lo Sagrado que asume a veces un Rostro personal, como es el caso del judeocristianismo, o en el caso de la espiritualidad del poemario se expresa en una Realidad otra, una “Claridad” a la que el hombre accede no sin una larga y ardua búsqueda interior.


Ocurre así en El equilibrio de los hemisferios: Más allá de las religiones monoteístas sociológicamente establecidas, pervive en la poética de Gorka un nítido vínculo con lo Absoluto. Es éste vínculo el que quisiera rastrear mostrando en él una de las novedades más significativas del poemario. No sólo como “artefacto estético” individual, como diría Mukarovsky, sino en su carácter de jugada, de apuesta estética dentro del campo literario nacional, para usar la ya consagrada terminología de Bourdieu.


Orestes Nieto, en las lúcidas palabras que rematan como contraportada el libro de Gorka, lo deja manifiesto, al señalar que este poemario representa una novedad en nuestras letras. Orestes lo define bellamente como “Una profundidad en el mar desplegado del ser humano”, como “Una combinación redonda de evocaciones, arcanos, cofres herméticos y viajes cósmicos.  Misticismo sin hipotecas y con libertad para adentrarse a la llaga de la memoria y a los ritos”.  El maestro Nieto sigue delineando la poética de Gorka al describir que el poeta “navega, (…) en un plasma poético en expansión, al unísono con el universo, de gran belleza interior y de lenguaje depurado, con el idioma del poema eterno”. Y remata, afirmando lo que cualquier lector ilustrado advertirá desde los primeros versos: “Su obra constituye una novedad singular en el panorama literario del país; pocas veces en nuestra poesía un oficiante de la palabra proyecta sus intereses supremos con tanta identidad y desplazamiento; aún lo hermético es evidente, aún la incorporación de mitos de tantos tiempos y del no-tiempo, nos hablan de nuestras raíces”. 


¿Cómo se despliega este “plasma poético” de Gorka? Quizás baste para ello, seguir esta clave hermenéutica de lectura como búsqueda espiritual de horizontes y desvelamiento de raíces intemporales, pero no por ello menos intensamente humanas. En el deseo de evidenciar esta lectura, seguiré la factura misma del texto, de modo que vayamos recorriendo juntos los hitos –a mi juicio- fundamentales del poemario.


El título de El equilibrio de los hemisferios anuncia ya lo que podría ser tanto la intentio opera como la cifra secreta de su autor: la búsqueda del equilibrio, la conquista y obtención de la compensación total de las fuerzas y de los elementos plurales y diversos que nos componen… al sujeto, a la sociedad, al Universo. La mándala que como ícono y símbolo de Gorka Lasa campea serena y estable en la portada, refuerza e ilustra esta idea de la pesquisa y encuentro de un “centro” vital; anhelo existencial de la ecuanimidad, de la mesura y de la armonía.


Este leitmotiv no aparece en Gorka como una operación limitada o encerrada en las fronteras del individuo. La dedicatoria (simbólica) del poemario manifiesta la presencia de un pensamiento relacional. La escritura poética como metáfora de la vida se explica en relación con un Otro, con un Algo o Alguien más allá. Un ente que nos supera pero no nos anula. Esta otredad se reconoce en la dedicatoria del poemario –transcrita en cursiva tipográfica:

A la Aurora,

A su Astro,

A su Ley.



El texto prosigue con un epígrafe de Séneca, en los que el filósofo estoico profetiza y nos dice que:


«Vendrán en los años tardíos del mundo

ciertos tiempos en los cuales

el océano aflorará los atamientos de las cosas

y se abrirá una gran tierra.

Y un nuevo navegante,

como aquel que fue guía de Jasón

y que tuvo por nombre Tiphys,

descubrirá un nuevo mundo,

y ya no será la isla de Thule

la postrera de las tierras»


Uno puede leer aquí la advertencia presente en las más varias y diversas visiones culturales y religiosas de que el tiempo histórico tendrá un fin o una trasmutación universal que nos llevará como especie, más allá. Un más allá que estará ligado –como la gesta de los argonautas- a espacios, tiempos y luchas dignos del hombre y de la mujer. Tiempos justos, éticamente superiores, territorios posibles que abrirán en consecuencia nuevos y mejores horizontes.



I.


El poemario se abre en tres cantos, denominados “Poiesis”. En el primer apartado –Poiesis prima- se canta la orfandad del hombre que en vez de beber del “Lago de luz” se extravía de su Origen, echando raíces en una suerte de no lugar, donde vive “prisionero de imperios solares, añorando de las estrellas el retorno”. Esta visión se evidencia desde el primer poema, “Viejos espíritus” que transmite de modo circular la idea de la existencia como exilio. Destierro del que son protagonistas los primeros vivientes que fueron separados del Origen, pero que aún mantienen viva su memoria:


Viejos espíritus


Solo los viejos espíritus beben su dolor a gotas,

Ellos cayeron primero,

Ellos saben de derrotas.


Por eso escancian la esencia.

Por eso cuentan las eras.


El elixir está vivo,

El gozo, la llama,

También la copa.


Un viejo dragón custodia los escenarios del alma,

Regenta miles de mundos,

Racionándoles la calma.


Solo los viejos espíritus hacen del dolor la noria,

Así cruzan universos,

Maestros de sus historias.


Solo los viejos espíritus beben su dolor a solas,

Ellos cayeron primero,

Ellos saben de derrotas.



Estos “espíritus” vienen a ser una constante trans-histórica en el mundo posible y factual de Gorka. Son figuras poéticas que se corresponden en los diversos “Maestros” espirituales que marcan el camino de la humanidad. Seres deseantes de eternidad que, como dice en el poema “Los ahnelantes”,


Se entregan a sí mismos por este daño irreparable,

Por esta humanidad perdida,

Por estos templos rotos,


Por esta cruel angustia.


Los anhelantes se rinden desde siempre a la llama,

Por los que duermen en el miedo,

Por los ciegos de la Luz,


Por todos los demás.



Esta entrega sacrificial se ve correspondida al menos por algunos. Aquellos que no se conforman con el orden imperante, y buscan y se interrogan cómo sanar esta herida existencial que la literatura universal ha significado en el tópico de la “expulsión del paraíso”:


               Ahora, en este universo,


¿Cómo regresar?

¿Cómo torcer el símbolo?

¿Cómo unir lo roto?


De ello se hace eco el hablante poético cuando plantea la necesidad de recuperar una realidad esencial, una pieza clave, un eje necesario, significado en el triple símbolo de la “La Amada, [la] Daena única, El sueño de cristal”.


El poema “La entrega” indica el camino para recuperar esta herencia perdida. Éste pasa a través de redescubrir la dimensión de lo sacro y así “saltar fuera de la rueda de los días”:


Los peregrinos soñamos cantos sagrados,

Nos aferramos a antiguos conjuros,

Para sanar la herida del silencio.


Hay también otras vías para volver a traspasar el umbral y  reencontrarnos. Una es la contemplación de la Naturaleza como ejercicio interior y no como evasión paisajística. La otra tiene que ver con asumir o traspasar el dolor inevitable. Ambos aparecen cuando el poeta declara en una imagen de gran belleza:


He quedado en silencio después de la tormenta,

Híbrido azul,

De lágrimas y mundos.


Esta conexión con la otredad lo hace consciente de que habita “En este desierto de lotos y espinas”. Que su deber es recuperar el “Altar de dioses olvidados”. Pero para ello, hay que pagar el precio del sacrificio, como


La estrella que se priva,

[del] El canto de sus lunas.



El poeta sabe que vale la pena, pues sólo así podrá asir lo verdadero (“Esto es lo real. / Esto es lo que aún arde”). Y por tanto, nos advierte y sentencia:


¿Cómo entrarás al Reino si no recuerdas la señal?

¿Perdió acaso tu sangre, aquello que heredó de las edades?


(…)


Despierta caminante,

El ilusorio tiempo,

Se termina.

II.


La Poiesis II inicia con las siguientes palabras liminares:


Trazó un círculo de fuego para atrapar a la noche.

Dibujó en la roca más alta los símbolos arcanos,

Y contempló como danzaban frente a sus ojos.

El invierno cubrió su cuerpo con la escarcha de los días,

La eternidad borró su recuerdo con la arena de los tiempos.

Pero en la roca más alta, olvidados, aún danzan.



Como se ve, el hablante reitera la existencia de 2 órdenes uno que parecer dominar y que cierra la puerta hacia la Verdad o la Trascendencia (“el invierno”)y otro que continuamente emerge y que resiste a desaparecer justamente como testigo de esa Verdad (“los símbolos arcanos” y “el circulo de fuego”). Diciente la coincidencia con Pablo Neruda cuando dice “Amo lo tenaz que aún sobrevive en mis ojos”. La conclusión es obvia: lo genuinamente humano, lo que nos corresponde como especie puede erosionarse pero no desaparece.


Quien descubre esta cifra esencial de lo que somos se duele con la Creación que subyace incomprendida para el común de los mortales. Y por eso, Gorka lo declara con innegables acentos borgeanos:


Me duele la geometría del cosmos,

¿Lo he dicho acaso, antes?


Este dolor es acicate para la búsqueda. En dicha búsqueda el ser humano no está sólo –como se sugería en el poema “Los Anhelantes”. El buscador está acompañado por una presencia primigenia que el poeta denomina “Los Antiguos”. Presencia, sujetos o maestros que volverán inexorablemente:


Cuando las naciones perecían en la sombra de su miedo,

En el agónico horizonte de una edad perdida.


Retornan,

Cabalga la feroz tropa de los primeros,

Retumba en la lejanía un canto primordial.

¡Míralos!

No hay en sus rostros temor,


Los Antiguos.


He de señalar que con este poema y más adelante con “Los visitantes” Gorka remata la presencia de seres que acompañan el camino del hombre y apuntala con coherencia el mundo posible de su obra. Gorka lo ata con el de su narrativa y funda una mitología que tiene raíces en las tradiciones orientales, herméticas y prehispánicas.



III.


El canto último de El equilibrio de los hemisferios –la tercera Poiesis- profundiza la dimensión ascética del peregrino, del caminante que atraviesa y asume el desgarro de la tensión entre lo Absoluto que anhela y el hoy que vive. Es una llamada a la paciencia, al realismo y la esperanza.


Trazó un mapa con las coordenadas de su dolor,

Lanzándolo a las tormentas de un océano de estrellas.

Aguardó por eones la respuesta del tiempo,

Mientras las distancias ahogaban la clave de su destino.

Hoy aguarda taciturno el retorno de los soles.

Solitario navegante, perdido en un mar eterno.


De los diez poemas que lo componen quiero señalar cómo emerge ahora la dimensión personal del poeta como peregrino. En este tercer canto  aparece varias veces la mención del yo en relación con el rol fundamental del caminante que es el eje de sentido del poemario.


Este caminante cuenta su relación dialógica con la Otredad que anhela en “Nacer al tiempo”:


Nacer al tiempo,

Desde el no-tiempo.


Unificado,

En cíclica luminosidad.


Esa voz sin sombra,

Me miró y dijo:


Se aquél que muta,

En la Luz.


Uno diría incluso, que con el cierre de esta tercera “Poiesis” asistimos a la totalidad de poemario como un viaje del mismo Gorka autor/poeta/personaje. En dicho viaje se da cuenta de una perspectiva profunda sobre el individuo, el mundo y la historia. Esta perspectiva es una poética en Lasa, pero también una ética pues forma parte de su propio itinerario personal (viajo, busco, encuentro, escribo). Itinerario que el poeta muestra con una transparencia asombrosa y valiente, pues se atreve a mostrarse a sí mismo en su búsqueda existencial, en su sistema de creencias y en sus afinidades literarias. Ello es lo que lo hace un auténtico lirico, creador de un discurso donde campea la subjetividad más íntima. Vemos, entonces al poeta que busca un encuentro con un otro personal –lector, cómplice o amigo- que comprenda su apuesta creadora.


Quiero terminar con la lectura del que considero el poema cumbre de todo el poemario, “Pradera y sol”. Clásico en su cadencia y universal en su mensaje, pienso resuma en sí -como el Aleph de Borges- el universo de sentido del que ha querido hacernos participe el poeta. 


En esta pradera y Sol,

Junto a este bosque increado,

Hilaré mi canto de eras,

Libaré mi rito sagrado.


Detendré las rotaciones,

Dejaré pasar las noches.


Desnudo de toda norma,

Avivaré lo olvidado.


Qué más da,

Lunas o milenios.


Qué más da,


Parias o guerreros,

Cruces o luceros


Solo poetas,

Solo viajeros.


[Gracias, Gorka por el regalo de esta metáfora, con la que nos invitas a tu poesía y a tu viaje].


Panamá, 2012.