martes, 31 de diciembre de 2013

ESPECIAL: ROBERTO PIVA. POESÍA DE BRASIL




Roberto Piva (Brasil 1937-2010) Su primera publicación importante fue en la Antología de los Novísimos (San Pablo: Massao Ohno, 1961). Publicó Paranoia (1963); Piazzas (1964); Abra los ojos y diga Ah! (1976); Muslos (1979); 20 poemas con brócoli (1981); Quizumba (1983), Antología Poética (1985) y Ciclones (1997).


Selección y traducción por Gladys Mendía


De Piazzas, 1964



Materia & clarinete



Las panteras de las plumas & las folladas de las estrellas
en un fuselaje sin salida
un pelícano de tiempo en tiempo grazna el mar de los
ambulantes
noche infantil de corazones blancos
heridas disminuidas en la inmóvil queja entre la sopa
& el tenedor de polaroid
las canteras de los clavicordios en oblicua oración bajo los
dientes
una breve languidez & velas creciendo 






Heliogábalo


I


El eros quiere el contacto,
pues tiende a la unión,
la eliminación de los límites espaciales
entre el Yo y el objeto amado.

Sigmund Freud


En el gran tejado de carne la mano Cuadrilátero palpitaba su aureola en torno al minúsculo huevo de hueso negro   tus ojos extendidos sobre las mismas órbitas de hojas    el soplo rítmico de todas las ventanas rozando muchos periscopios en la superficie de tu boca inflamada   yo estaba listo a deshacerme como un ojo sonoro dentro de un reloj sumergido donde las algas clavaran sus uñas de sueño vegetal en la colina herida del corazón.   Algunas rupias perdidas entre un peñasco de nácar, picaflores acuáticos con plumas caníbales & anos de perla avanzaban al mismo tiempo que mis tristes palpitaciones.   Miedos de una alucinación feroz en giros excéntricos por las bodegas de los viejos navíos donde fui sacado en segmentos perpendiculares a los rincones arqueados de las rodillas mientras tus vísceras me envuelven & yo me quedo prisionero para siempre.   Un dulce sofoco nos hace levitar a través de las ondulaciones crispadas en el estómago del GRAN POLVO. Mi boca presa a tu nuca de seda roja en los abismados en el chorro líquido de lilas & violetas. Así transformados en ESTRELLA tus pestañas – lanza- llamas incineran mi cuerpo al nivel de la Luna.   Hotel de caricias – pelusas al alcance de las alas arbóreas y sollozos arrastrados por los barrancos encasillados, bulevárdicos.   Tus manos azules son un contrapeso, un solo distante inanimado de un saxofón en un desierto de besos. Nuestras bocas sólo ahora medio despiertas hacen pasar pájaros en bandadas bajo la piel. Nuestro destino es construir palacios sensoriales en las playas oscuramente favorables.   Una botella a la deriva me seduce de paso en aquel espasmo de la vigilia como el chico heráldico hastiado en una garra que avanza & que juega.    Cinco golpes en las bisagras de los corazones todas las tardes sobre patios y jardines en tropel en una Flor Roja (tu único suspiro) alerta en las águilas de miel subyacentes en todas las direcciones. El trópico de dolor concibe un magnetismo especial, burbujeante cuyos pétalos son cisnes & alambiques que caen de las nubes.   En las plazas desiertas a los estertores se extienden monumentales.   La cabellera química en las hendiduras de las lámparas ornamentales inscribe el ligero sollozo de ANGEL NAMOR en una galería de niños-soles simétricamente fascinados.






II


Corre el río de mi amor
hacia lo insuperable!
Cómo no encontraría un río
finalmente el camino del mar?

Nietzsche


Nunca más saldré.    Los puentes incandescentes contornan frágilmente la pista de tu corazón bordado a fuego. Cuernos azulados hieren la silenciosa atmósfera donde caen las penas de los dragones salvajes.       Mirando cada punto de la cantera esquimal yo veo un oblato con el sexo arrancado durante la noche, la sangre coagulada entre los muslos formando un tenebroso lago Polar.    Las alamedas marítimas fajaban un horóscopo con moluscos-cartomantes embriagados de bombones viejos.    La seda nocturna descendía sobre mi cráneo con un espejo de Amor. Nosotros todavía escapábamos una vez a los terremotos de silencio anaranjado     demencia enamorada encerrándonos en una concha en el largo párpado del bosque.    ¿Serás tú el pequeño príncipe minotauro cuyos guantes de frenesí atraviesan el cielo? ¿Serás tú Anubis náufrago adornado con pañuelos de hortelana?    Poco a poco los trapecios de neón a través de las cejas cerradas de la media noche.    Los ojos de los pájaros carnívoros abandonaron peligrosamente sus dulces órbitas vacías.    Cortinas de lluvia suave depositan su polen luminoso en las ancas crispadas de Amianto.   Una rosa giratoria en permanente destrucción sobre los caminos del vals salpicaba perfumes en las gargantas puntiagudas del Otoño de bárbaros.    El sol levantaba su pabellón oscilatorio.    Planetas de crema explotaban.   En las emanaciones de los velones de alabastro, flotaba un chico de belleza Azul.





III



Ciertos arcángeles ahuecados como lacras se agrupan en una danza de alas.   El color del mundo es un pulmón verde claro. El viento indiscutible desfila un largo cometa testigo del tremor lunar bajo mis huesos.   Las voces se mezclan en el caparazón de la tortuga hasta la más tierna altitud (sus ojivas más simples) en el punto más acústico del corazón de porcelana. En este minuto los escafandros se inclinaron en las ventanas del océano de cipreses. Un navío milagroso (su único sobreviviente es un pequeño pirata color de pomarrosa) cruza la masa híbrida del DILUVIO.   La orquestación de Saturno flecos de luz sobre barracudas balbuceando su creencia en la vida. El chico-pirata conduce las sangrientas lujurias del León & de la Risa.   De su muslo rubio él arranca las retinas del Diablo, de su muslo moreno los sueños donde echó su magnificencia. El horror de ser su presa planta calamares de cristal en mi memoria recién llegada del fondo del mar. Un ojo gigantesco ultrapasa mi deseo de flores finas  & ciegas.





IV


Je te connais et t’admire en silence

Rimbaud


Así hablan las medusas en el medio de los relámpagos.  Ropajes lechosos deshilachados en sus miradas friolentas.    En los maxilares de las constelaciones nacen geranios.   Vientres boreales esperando el nacimiento de déspotas que giran cenicientos. Lucha & vértigo en las mágicas geológicas. Los ejes en la inmensa vibración exaltan la tinta del follaje seco en la esfera de las trombas marinas un poco a mi disposición en brillos de Tómbola.    Espinos de carga eléctrica en los túneles de huevos fritos.  El barco seguro llevará la tripulación de protozoarios & banderas.  El prepara mi sorpresa preciosa: enormes manos blancas en los fragmentos de las lágrimas dilatadas.


miércoles, 25 de diciembre de 2013

Sobre El frío de la fe, de Javier Flores. Por Adolfo Marchena



Sobre El frío de la fe de Javier Flores Letelier
Por Adolfo Marchena

La primera palabra es palabra de vida o de muerte. No existe tierra de nadie en este  conflicto de hombres y leyes, para descansar en paz de  tanta vacuidad y vacío, de tanto derroche y desprecio. La poesía de Javier Flores Letelier es un goteo  constante contra la roca de la impunidad, de las  sentencias equívocas, del recibo baldío. El autor  descarga su palabra contra el paredón de la injusticia y  algunos (muchos) males de la sociedad. De la tierra, de  esa que se vive y se respira, y que también se divide, se  parcela con alambradas o muros, o simples cuchillas. Olor a madrugada de otoño en un robledal a las  afueras. Olor duro de ambiente contra el desarraigo de  los pueblos y el olvido.   Poemas de versos extensos, de recorrido amplio, que  convocan a la reflexión y giran en torno a un ambiente  de cierta desazón, como si todo estuviese perdido.  Pero no: hay orgullo y lucha en el poema, exaltación y, aunque resulte contradictorio, miradas hacia adentro, hacia el fondo de uno mismo.  Javier Flores Letelier fusila contra el paredón  de la injusticia, de las generaciones sometidas y los imperios. En ese  recorrido, como decía, reina cierta desazón, y también un aire, musicalidad a lo  Leopoldo Mª Panero con  versos como: “Siente mis brazos entre los cadáveres, / la ceniza en el borde del abismo.” No es una comparativa poética, porque también me recuerda otro verso un poema de César Vallejo, cuando le pegaban en París, bajo un aguacero. Javier no es  ausente  “ante los monumentos  y los lúcidos insultos.” Un paraguas, el del dolor, que no se abre únicamente bajo la lluvia. El autor es sincero con lo que escribe, capaz de canalizar ese dolor  - que no derrota - con los  versos. Ondas que practican en los charcos y se extienden por las baldosas hasta calar los zapatos y los calcetines. Las imágenes y las metáforas se suceden en este libro de Fe, ideología oculta, con elementos de mitología, filosofía y simbología. No existe despiste alguno en el libro por ocultar la realidad del autor, plagada de referencias, también, a la historia. Sin embargo, Javier  Flores Letelier no cita a Nietsche, Ciorán, Dante o Petrarca. No nombra ni cita la capacidad si no la necesidad. El mundo, el planeta como un puzzle abstracto que necesita de la mano de los niños, conocedores de la verdad.


Existe mucha realidad, cotidianeidad, en este libro donde el frío de la fe parece evocarnos algo muerto, algo sin sentido repleto de reproches. La muerte frente al amor en sus inicios, la confesión a un sacerdote. Porque es necesario no sólo creer, también asimilar la creencia y trasmitir la idea, sobre todo trasmitir. A un pueblo imaginario y dormido, a una sensación, a la propia arista del poema. La Fe, dentro de esa ideología oculta, ese argumento para desperezar e instruir a la historia que siempre anduvo cabizbaja. Pero no como un revolucionario, un anarquista, un militar. No, bajo el mando y la acusación de la palabra convertida en poema. No, el poema en sí, “El frío de la Fe”, y esos apéndices que no diferencian, si no que dan continuidad, como el dios de la guerra o “las armas de los pobres”. 

Poemas, como dije, de ritmo elevado, donde se hace necesario tomar la respiración entre verso y verso, que suponen meandros en un valle noruego. Poemas que hay que interpretar en su lectura de a bordo, donde también se asesina al padre o la madre. Leer con calma, conteniendo la respiración, ya dije. No sé por qué se me ha metido en la cabeza que es, ésta, una obra que atiende muy bien al realismo onírico, donde Javier Flores Letelier le pone voz a la Fe y donde esgrime su orgullo  “porque jamás venderé la historia de mi hambre”;  un orgullo que, sin embargo, le permite racionalizar y focalizar los sentidos que muchas veces hibernamos.



Adolfo Marchena

martes, 17 de diciembre de 2013

ALEJANDRO SEBASTIANI. Poesía Actual Venezolana


ALEJANDRO SEBASTIANI VERLEZZA (Caracas, Venezuela 1982). Licenciado en Comunicación Social (Universidad Santa María, 2005) y Letras (Universidad Central de Venezuela, 2013). Cursa el diplomado en Estudios Liberales en la Universidad del Valle San Francisco. Participó en la IV edición de la Semana de la Narrativa Urbana, así como también en los proyectos expositivos Ciudad volátil: arquitecturas transitivas de la vanguardia caraqueña (La Caja, 2011), Confluencias (Caracas, Galería Universitaria, 2012), Reflejos vagabundos (El Buscón, 2013) y Caracas horizontal (2013). Ha publicado una plaquette –Posdatas, El pez soluble, 2011) y Derivas (Bid&co, 2013). Ha facilitado talleres literarios en la ONG Corriente Alterna, Librería Kalathos,Centro Cultural Chacao, Artkao, la Universidad Simón Bolívar y el ICREA.


Selección de fragmentos por Gladys Mendía del libro Posdatas




voy ganando más en blanco y puedo presentir si
hay un fondo; pero no hace falta precipitarse
hacia el abismo, solamente estar quieto y aislado,
escuchando el dúctil rumor: olas de sangre
navegando por las arterias; cuando una sola
tantee la implosión, habré llegado sin darme
cuenta al júbilo.




suéltame en la quemazón del aire, cegado por el
laberinto, es pronto para rodearme con la asfixia:
quedaré, lo sé, como el que sale del mar, exhausto
y medio sordo, sitiado por el sol; no más llamados,
quiero abandonarme en el aliento de tu no;
arráncame en la encrucijada, hazme girar hacia
el lugar donde el polvo se revuelve: allí me abarco
y expando. Te lo ruego, que voy a soltarme de la
carne para perseguir la imagen.




semillas, fragmentos de recuerdos informes, me
van sitiando ocasionalmente;
deseoso de lanzarlos al olvido, fallo
y van acumulándose conchas de acera, traspatios
de bares deshechos: chocaban las copas en su
risoteo, preferían claroscuros, sótanos, en el horno
intentaron transmutar sobra en caldos milagrosos

ahora unos potes de basura me devuelven una
dimensión más real del paisaje; pero yo me deslicé
rápido, lo juro, como si no quisiera que el ojo
pudiera darse cuenta.




tantear esquelas, dijiste, como si fuera ceniza la
tinta disuelta por el ondeo de los charcos, espejo
de cuerpos en fractura;

entre borrosos juncos y ramas secas, voy armando
una red de postdatas descontinuadas, sin asombro
ni descalabro,
apenas con el perspicaz desaire del que aguantó
una patada del azar




dar vueltas tras pisadas que no tienen brújula
sin esperar otra cosa que el mareo del absurdo
como quien emprende un viaje sin maletas
desatornillado de las paredes corroídas
sin afán por la circunstancia azarosa
cuando el cuerpo juega a favor del goce
enganchado en posibles travesías devoradas
                                          / por el tiempo
con los adioses atravesados en la garganta
sin más que un agrio estupor







lunes, 9 de diciembre de 2013

GRISELDA GARCÍA. Narrativa Actual Argentina



Su sombra

El flaco vivía en la parte de atrás de un taller mecánico. Yo a veces iba y le cocinaba. El olor a aceite de auto era constante. No tenía ollas, así que usaba una lata de dulce de batata. Esa tarde él no había llegado. Me quedé charlando con Néstor, el mecánico. Estaba desarmando un motor.
 — Cebate unos mates, nena. La Loba se ponía cerca para que le hiciera caricias. Hablamos del clima, de las últimas peleas de Iván. Le pregunté:
 — ¿Tus chicos, bien?
 — Al que no veo bien es al Iván. El flaco venía de una buena racha, así que no entendí.
 — ¿Pasó algo? Néstor apuró el sorbo. Miré sus eternas uñas negras.
 — Anoche estaba yendo para casa cuando me avivé de que no tenía los papeles del auto, volví para acá y cuando entré él estaba entrenando, no me vio. Me quedé espiándolo porque es sensacional...
 — No podés dejar de mirarlo.
 — ¡Es un espectáculo! En eso escucho unas voces, creí que tenía puesta la radio, pero no, era él, que le hablaba a la sombra: “Hija de puta, ni bien pueda te mato. En un descuido te mato. Cuando bajés la guardia, te la voy a dar. Te va a rebotar el cerebro, puta”. Me dio un cagazo que no te explico, como entré, salí. Llegó un tipo a buscar un repuesto y se cortó la charla. Pasé a la parte de atrás. Había un montón de botellas vacías en un rincón. El flaco lo llamaba “el cementerio”.
Me senté a esperarlo. Hojeé una revista vieja que tenía las páginas resecas. Después abrí el cuaderno. Había números y fechas. En una decía: Calentamiento 15 min., Carrera 9 Km., Sombra 2x3.30 min., Golpe al saco 3x3.30 min., Suiza 1x5 min., Asaltos libres 1x3.40 min., Peso, 50.3 GORDO. Escuché que entraba y dejé el cuaderno. Sonrió al verme.
 — Me dijo Néstor que estabas.
 — Qué hacés.
 — Muerto de calor. Se desnudó. Tenía un calzón negro rotoso que a mí me encantaba. Se le notaban las venas y las costillas. Y una cicatriz que le atravesaba el pómulo derecho. Me la había mostrado orgulloso. Lo único que me quedó del primer knock out, dijo.
 — Traje para cocinar.
 — Qué cocinar, estoy hecho un cerdo. Había etapas en las que no tomaba ni agua.
 — Estás igual que siempre. ¿No leés la balanza?
 — No me la nombres. Esa noche tenía pesaje y al otro día pelea.
 — Arroz con lentejas. Eso no engorda
 — dije y él protestó. Me gustaba el boxeo desde chica. Papá me llevaba a ver las peleas en la Sociedad de Fomento Villa Reconquista. Tuve un compañero de secundaria que seguía los pasos de su padre boxeador. Se llamaba Pablo. No pasamos de amigos porque a una compañera le gustaba ni bien entró al curso. Lo habían echado de varios colegios y eso nos encantaba. Iván se puso a hacer flexiones. Lo miré un rato y después no aguanté más: me le tiré encima. Qué hombre. Era algo irreal. El olor de su piel era una mezcla del aceite de autos, desodorante y transpiración. Me despertaba un instinto de ternura y salvajismo. Él vivía transpirado, y yo, en estado de exaltación. Lo hicimos de parados. El lugar estaba grasiento y el sillón tenía las pulgas de La Loba. Quise detener el momento, quise que no terminara nunca. Pero terminó. Enfiló hacia la botella de whisky y tomó como si fuera agua. Decía que le sacaba el hambre.
 — Necesito estar solo. Tengo que entrenar. Siempre quería quedarse solo después de hacerlo. La reacción era peor cuanto mejor había estado.
— Te preparo algo y me voy.
 — No quiero nada. A veces yo quería pasarla mal, así él no se deprimía. Tenía una tristeza ancestral. Formaba una nube negra a su alrededor. Un campo de fuerza. Con eso ganaba las peleas. Sus adversarios golpeaban contra un muro. Era habitual que noqueara en el primer asalto.
 — Lentejas, te hago. No engordan.
 — ¿No entendés que quiero que te vayas? Entendía, sí, pero a veces con entender no alcanza. De pronto sentí que algo caliente me bajaba por la nariz. Aparecieron una, dos, tres estrellas en el piso.
—Sangre — dijo y fue hacia el baño. Volvió con algo que presionó con firmeza contra mi cara. Me moví y la presión aumentó. No podía respirar. Traté de zafarme, pero él me agarraba la cabeza. Cuando empecé a patearlo, por fin me liberó. Al apartar la mano, vi que sostenía una toalla blanca. En la nariz me quedó algo como tierra reseca.
Ya está, tranquila. El miedo, a la vez, me paralizaba y me hacía temblar. Tardé en levantarme. Iván miraba el piso manchado con sangre. Percibía en todo el cuerpo la tristeza que irradiaba desde su pecho y llegaba hasta mí. Estaba lavándome la cara cuando la soga empezó a golpear contra el piso. Escuché murmullos y el siseo del aire.
—Hasta mañana—, saludé, pero no respondió. Saltaba de cara a la pared. La toalla con círculos rojos fue lo último que vi.



Griselda García.  La madre del universo. Buenos Aires. 2012

martes, 3 de diciembre de 2013

NICOLE CECILIA DELGADO. Poesía actual de Puerto Rico



Nicole Cecilia Delgado (Puerto Rico, 1980) Poeta, traductora, guionista, diseñadora y organizadora cultural. Estudió Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y completó una maestría en Estudios de América Latina y el Caribe en la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY Albany). Ha trabajado como facilitadora de talleres de creación literaria, poesía, periodismo, encuadernación y libro objeto en Puerto Rico, Nueva York y México. Es una de las fundadoras del colectivo internacional de escritoras Las Poetas del Megáfono. Actualmente desarrolla junto a Xavier Valcárcel el proyecto editorial Atarraya Cartonera de Puerto Rico. Reside en México desde el 2007. Ha publicado los siguientes poemarios:  inventario secreto de recetas para enrolar las greñas con cilindros de colores (Palabra Viva: Medellín, 2004), secretos familiares  (Mixta: Nueva York, 2006), intemperie (México, 2007), nueve sueños (México, 2008), violencias cotidianas (Literal: México, 2009), desierta (Casamanita Cartoneira: México, 2010), añosluz (Vueltegato: Guatemala, 2010) y el cristal con que se mira ((H)onda Nómada: México, 2010). Ha sido parcialmente traducida al inglés, catalán y portugués.

Selección de poemas por Gladys Mendía de añosluz


anacronismos

II

la sincronía no existe
las cosas nunca son como uno las imagina
pero tampoco son como uno las recuerda


destinatarios múltiples o poema para luis

para L.T.

quisiera poder regalarte
todos los pájaros míticos de la alegría
todos los colores
no sé si salir al parque o cambiarme de ciudad
ahora, que esta primavera marchita
termina por descomponerse
doy pasos lentos y extendidos
como si el hecho solamente de moverse
fuera a cambiar de dirección los vientos
porque la muerte acecha
por todas las ventanas estos días
su presencia llega demasiado cerca
como una ola que nos moja los pies
en la radio invitan a desconfiarnos
todo contacto tiene matiz de contagio
pero la muerte está en otra parte
sospecho que es mentira
yo me siento cada vez más vulnerable
los viajes tampoco te hacen fuerte
ya no tengo ganas de ir en verano a nueva york
ni siquiera le tengo ahora tanto deseo a los conciertos
aquí, entre nosotros, pasó algo
aún no podemos precisar
qué quién cuándo dónde cómo por qué
pero tú sin embargo haces mandalas y laberintos
en la pared de una casa
y esta es la entrada a la que tuviste tanto miedo
la década ha sido una catástrofe
estamos destruidos
tiene que haber más tiempo
debajo de las piedras de los ríos
adentro de los caracoles
qué vamos a hacer de tanto periódico embustero
cuántos rincones de la ciudad puedo mostrarte
todavía
sé que es posible otro mundo arriba de mi cama
invítame a dormir contigo
en un país con maquinillas y moviolas
qué malo pensar
que es sólo el principio de la guerra
y nos toca estar en este mundo
para oler juntos y azorados
el horror de las hormigas
de qué vale sintonizarse en los oráculos
o este hondo dolor que da politizarse
los círculos están descoloridos y apagados los hornos
en dónde quedó nuestro humor negro
qué haremos con tanto libro seco en los armarios
no tiene que ver con que hoy sea domingo
y se superpongan mi música y la de todos los vecinos
volvería a caminar de noche contigo otra vez
vivamos juntos en un país sin nieve
en una ciudad con menos escaleras
tengo la memoria llena
de momentos explosivos y de calles vacías
luis
este delirio dactilar es para ti:
voy sola a sentarme en un parque
voy a escribir poemas antibalas
no puede ser que los pájaros míticos de la felicidad
no existan



asesinatos
            
                 para I.L. y L.I.

a cuatro calles de mi calle:
contrabando de órganos humanos
narcomenudeo, prostitución infantil
un ingeniero se viste de mujer
para toquetear señoras en el metro
tacos de carne de perro
cucarachas monumentales merodean la basura
en esta esquina con frisos barrocos
se cometió un crimen pasional
y un ave fénix resurge
entre montañas de colillas de cigarro
he perdido la inocencia en esta ciudad
llena de niños solos que hacen preguntas filosóficas
camino
reconozco las señales de la guerra en los semáforos
hay consignas de aerosol en todas partes
a cuatro calles, el espacio se bifurca bajo tierra
una ciudad más sanguinaria
se hunde debajo de mis pasos
otros niños rotos se disputan cloacas con ratones
el mercado vende hasta el luto de sus madres lejanas
a veces pienso
que la palabra sicario tiene demasiada melodía
y que el centro histórico oculta el terror más feroz
detrás de cada malabar baila un asesino
sólo hay que llegar a tiempo para ver la acción
y todavía
aunque sé que matan, que asaltan
que los taxis de noche
son una ruleta inminentemente rusa
la ciudad me hace cosquillas
ayer colgamos del balcón un letrero que dice
bésame mucho
para invitar a todos los vecinos al desarme
(mejor vivir entre paredes que tiemblan beso a beso
que contar cicatrices de plomo en las ventanas)
por eso, no puedo decirte asesíname amor
porque los muertos no besan y necesitamos
estar vivos
para empezar a hacer belleza con todos los escombros


trucos de pasaporte

para G.S.

mi pasaporte vencido tiene más de veinte sellos
algunos, incluso, se repiten
el contenido de mi equipaje
me emociona más que un vaso de whisky
conozco gente que juega con fuego y podría
volverme aire
cuánta realidad en la mugre de las uñas
la verdad, tampoco estuve
en los lugares que abandoné
parece que acabo de llegar
este martes el metro es una lombriz sobrepoblada
hordas de mujeres esperan para habitar sus vísceras
a qué umbral de la felicidad van todos con tanto afán
(a veces también yo
juego con fuego)
renové mi pasaporte para los próximos diez años
el sábado voy otra vez de viaje