martes, 30 de julio de 2013

MARTÍN BAREA MATTOS. Poesía Actual de Uruguay



MARTÍN BAREA MATTOS (Montevideo, Uruguay 1978). Poeta y músico. Ha publicado Fuga de ida y vuelta (La gotera, 2000); Dos mil novecientos noventa y cinco (Artefato, 2002); Los ojos escritos (Premio 43 Feria de Libros y grabados, 2003); Por hora por día por mes (Estuario, 2008). Sus discos: Por hora por día por mes_ Parking poético (Ed. de autor, 2007); Grey tres hits ( Ed. de autor, 2010 ); Odisea en el parking planetario (Feel de agua, 2011 ).



Selección por Gladys Mendía del libro:

POR HORA POR DIA POR MES
E
(parking poético)


19

Me animo a subir cada amanecer
por el escenario a representar
de rama en rama
de drama en drama
los tristes telones que han sido fondeados
bajo una trampa de sótano
y húmedo verbo

que nunca se ahogue el palo borracho en un vaso con agua
que gane de mano tu flor en una partida de cartas de amor
y al asesino lo asesine su coartada y al golpista lo maten de un golpe
algo así como la risa una noche de brujas sin más razones
no te suicides no te suicides institución de las traiciones
quiero que repitas cada día la sopa fría
del llenar tu cuchara con los ojos de sus corazones

que no se suicide
el perro con rabia
el gato con sarna
la rata en su orden
que entreguen las armas
las amas de casa
las madres solteras
las abuelas chochas
que haya una huelga conjunta
de hembras golpeadas y machos
travestis desertoras

que la guerra se resuma al fuego del tronar de los tambores
y por la avenida siga el baile y el desfile de cinturas cabezudos
y bombas de agua bajando los calores
que la razón de la poesía sea solo cantar canciones
y que la alegría vaya por barrios horarios
y constelaciones

no hay persona triste
más triste en los relojes
que quién no siente respaldo
para mirar el cielo vecino
y saludarlo
para ver al amigo
y llorar como niño
el suicidio de todos los dioses

qué levanten la mano los que creen en dios :
algunos discutieron,
dios se había muerto o no había vuelto a tomar la sartén por el mango
o se había ido de vacaciones o estaba de compras como ellos:
no se alzaron todas las manos
qué levanten la mano los que creen en vos :
la mayoría alzó sus manos
algunos por ellos mismos otros por otros
todos por ellos o por vos o por mi

no hay duda razonable
querido querida somos muchos
más que dios.




20

Importamos todo y no quiero nada
dioses importamos domingos y leyes
no me importa nada que venga después
importamos peste espejos mandamientos
enemigos deudas muertos de ultramar
importamos redes exportando peces
no me importa nada que pueda explotar
importamos horas de lunes a viernes
y pantallas planas planes planos
viajes sin viajar                       
importamos cruces exportando especias
exportamos huevos de oro sin parar
no me importa nada que tenga sentido
al teclado escribo Alfabetización
soy como el esclavo que te sigue el juego
no voy por el damero
soy alrededor
no me importa nada la regla y el juego
no me importa nada que me imponga miedo
prefiero reírme
cinco siglos hoy
no me importa nada que pueda tener
no me importa nada que venga después
no me importa nada que pueda explotar
no me importa nada que pueda importar
no me importa nada que pueda explotar
no me importa nada que tenga sentido
no me importa nada que me imponga miedo
no me importa nada
no me importa
nada
me anonada.




27

el alvéolo pulmonar
es comparable por su forma al árbol
o desde su antebrazo
a una mano de dedos extendidos                                      
tenemos por costumbre dejar
la basura junto al pulmón
en silencio de nylon los restos de lo deseado
la cáscara
los huesos
lo que cocimos
lo comido lo no digerible
orgánico e inorgánico
el envase el precinto y el precio
lo pagado lo exhalado colgando de una falange
a mano de otras
manos al pie de la mano

desenvuelven limpian y clasifican
palabras
se ensucian por nombrar lo aprehendido
palabras
dignifican los restos del silencio
palabras

lo consumido se consume se consuma
como la forma de la mano
la da el árbol
como la forma del árbol
la da el pulmón
como la forma del aire
la da el silencio
y la forma de la palabra
la da la mano

y el movimiento viento crepita las hojas del árbol
e inscribe oxígeno estacionado
carbono apalabra
y deja caer
como por suspenso lo dicho
hacia alguna dirección
siempre azarosa
imposible saber del follaje
qué vocablo pende como al borde
del papel
del pulmón
del árbol

de la mano.



33

El objeto de la palabra a la sombra del lenguaje
lo dicho solo una dirección en el paisaje
como una esquela testimonia al ausente
el artista a la sombra del arte
durmiendo a la sombra del sueño
despierta con las manos oníricas
vellones de una almohada que se hizo realidad
para siempre a la sombra del tiempo
discurriendo en otros ojos
lo escrito a la sombra del lector
lo leído a la sombra del libro
una caja una ventana una casa
solo una estructura del sueño
para construir o habitar nuestra voz
esa geografía
como aquella niña a la sombra de mi madre
que soñaba con dar a luz al objeto
y darle nombre y darle cuerpo

y estas palabras hijas.




41

Cientos de filamentos alumbran
como con sol propio
un jardín de falsos pétalos
y no hay perfume ni abeja ni viento
ni hombre durmiendo
ni muerto despierto
detrás de la vidriera estoy parado
y tiemblo
como un fantasma de carne en susto
atravesado
en estático murmullo
por festones consagrados
al confort primaveral
como de mundo de amor perfecto
concedido
tan solo a los objetos
bienaventurados
en el hábito de habitar la idea
y la forma
y el privilegio
y el sentido del espacio de la carne
qué es la carne habitando
su misterio
inmenso escaparate
de intelecto.





Selección por Gladys Mendía del libro Made in China (2016, Estuario Editora):



China

Era una noche pequeña como una piedra en el recuerdo
del sueño.
Era piedra pequeña durmiendo en el puño de la noche.
La noche tenía dos manos:
en una a Carlos Baúl del Aire que dormía como una piedra pequeña
y en la otra al despertar vacío:
la mano abierta ya sin piedra.
Así dejó ir Baúl del Aire su máquina de escribir poemas.
Por una ventana abierta en manos ajenas.
Fue la brisa del sol nocturno y confiar en el cielo vecino,
mas un litro de vino pensado en su cintura
que lo dejaron puteando y revolviendo
cajones testigos sin ladrón sin su piedra.
La puta madre. Debo tener respaldo en disquete,
en papel, en pendraiv,
en una cuenta de la Red Residual.
Nada.
Nada como una piedra. Nada.
Como una idea.
Y a llorar al cuartito.
Como una piedra pequeña.




Siéntese, Baúl del Aire


Gracias, señor.
Deje su cabeza por aquí.
Muy amable de su parte, señor.
Baúl del Aire, tengo entendido que ha estado usted
escribiendo poemas.
Poemas sobre justicia e igualdad. También sobre el
derecho al gozo y a la “super-vivencia”.
Baúl del Aire...
Sí, señor.
¿Cree usted que algún día existirá justicia total y
razonable en el mundo?
No, señor. Aunque en realidad alcanzaría con un solo
día de esos. Sólo con un día, señor.
Por qué escribe entonces esa mierda. ¿Es que no le
alcanza la oferta?, ¿no se siente bien?
Estuve sintiéndome raro últimamente, señor.
Casi como si me estuviera volviendo cuerdo y no a cuerda.
¿Bebe usted mucho, Baúl del Aire?
Como gota que cae sobre la laguna de su propio
nombre, señor.
Usted está evadiendo la realidad.
No, yo estoy flotando como usted. ¿No ve que los
féretros son canoas?





Escribió Carlos Baúl en
el Cuaderno de quejas del MC


El amor es arte de altanería,
no bajen el pico.
Recomiendo dejar a los niños con las cigüeñas
para que lleguen a mejor vientre.
¡Allá vuelven las naves migratorias
pariendo fuselajes en las armas del árbol que ha
encargado
dios y hamburguesas!
Y así, sangrando sobre el pan con sésamo
se escurren en un táper de piedra
y chillan recién nacidos como una grosería.
Carne sobre carne sobre carne,
encías de la carne.
Provocan timbres equivocados
como un recién nacido cae equivocado
como una bocina de hamburguesa en el tránsito.
Como cuando dicen, Señor
Y la puta bomba de tu hamburguesa amputa
Al niño Jesús en el tránsito.




Susurro de la piel abismal del mar


El mar descansaba digiriendo ya su ingesta.
Animal echado
al vaivén del respirar.
Tendido en su pelaje,
flotan enfermos hombres
que han sobrevivido.
Están con piernas desaparecidas en aguas,
aferrados a la trama del hálito:
al susurro de esa piel
abismal de mar:
Aquí no hay roca sino agua.
Agua y nada de agua.
Y la marea es el camino.
La marea como una mancha desde allá arriba,
desde satélites.

Que serán chatarra, marea y nada de agua.
Si hubiera agua en el agua no moriríamos de sed.
Y sin embargo
moriremos de nada de agua en el agua.
Porque no hay vaso ni grifo en la marea.
Y no me puedo poner de pie,
a pensar por qué flotamos en la maraña.
Somos pesca plástica en vísceras de gaviota:
gaviota parca, gaviota calavera, gaviota muerta de hambre.

Nosotros,
fabricantes de alimento.
Veo los ojos del pingüino que arde como una madera negra
mientras salta torpe como un mensaje que nunca llega:
veo los ojos del pingüino rodeados por el fuego
que salta sobre la madera para rodear al vidrio del mensaje
que nunca llegará.

La marea arrastra el teclado muerto en falanges de textos
amputados.
Porque aquí no se puede estar ni sentado ni parado:
siquiera hay silencio en la marea.
Sino una hamaca insolada, ultravioleta y cándida como
la esperanza.
Todos pelean por gritar tierra a la vista.
Pelean, y algunos sobresalen entre perros y ratas.
Y se abrazan a un huevo.










lunes, 29 de julio de 2013

LUCHO CHUECA. Poesía Actual de Perú


Luis Fernando Chueca (Lima, 1965) ha publicado los poemarios Rincones. Anatomía del tormento (1991), Animales de la casa (1996), Ritos funerarios (1998) y Contemplación de los cuerpos (2005). Ha escrito además numerosos ensayos sobre poesía peruana contemporánea, algunos de ellos incluidos en el libro En la comarca oscura. Lima en la poesía peruana 1950-2000 (2006), escrito junto con Carlos López Degregori y José Güich. Integra el comité editor de Odumodneurtse. Periódico de poesía y de la revista de literatura Intermezzo Tropical. Actualmente ejerce la docencia en las universidades Católica y de Lima.

Selección por Gladys Mendía
                                       


¿En qué consistirá el procedimiento de este eclipse?

¿Cómo se lía y se deslíe la deseada oscuridad?

Negro sobre negro en la pantalla. Delicada música de piano que rechina y se atasca y se atraganta en demorada explicación

        ¿explicación / expiación
         o estrategia de supervivencia?


¿Existe en este caso a qué llamar “procedimiento”?

Tachaduras sobre una plancha de acero claveteada
Barrotes sutilmente cubiertos de pellejos

O bellísima materia sin color


Negro sobre negro nuevamente

Algo supuran las palabras que las palabras no pueden precisar


Trago entonces en cada articulada exhalación. Trago plomo hirviendo en la escudilla. Trago tras el falsificado fantasma del lenguaje. Trago. Trazo un eco frío henchido en estupor. O transo. Atravieso el rescoldo amenazado y proscribo el retrato del derrumbe


Fotografía amarillenta que descubre los límites de esta política verbal


¿Se trata del eclipse o su imposible refracción?


La voluntaria ausencia de respuesta produce inevitablemente escoriaciones en la boca

Perforaciones minúsculas
o túmulos y brotes de un habla recortada a dentellazos


¿El otro lado de cada eslabón del fingimiento?
¿La deseada oscuridad?

 
 
(inédito, 2012)
 






Cuzco 1984




La imagen ofrece un lugar común: en Cuzco, seis muchachos en fila delante de la piedra de los doce ángulos. Es 1984, están de vacaciones y no alcanzan los veinte años. Tienen la belleza de la edad y refulgen a pesar de la jornada agotadora. No lo saben, pero miran hacia algo que la proximidad de la piedra representa.

Veinte años después me detengo ante la fotografía que conserva aquel instante. Recorro la toma contra el orden propuesto por el lente de la cámara. El último en la fila (el primero en mi repaso) es Juan Pablo. Vive en Europa y recibo sus correos con largos intervalos. En uno reciente me habló del tiempo y la distancia que taladran la memoria. A Pancho, a su lado, lo vi hace pocos días. En el 84 era el único en quien podíamos reconocer la escritura inmediata de la muerte: la ausencia de su madre le había dejado una marca en la mirada. Pancho ha ilustrado algunos de mis poemas y quizás quiera hacer un dibujo de este retrato funerario. Al despedirnos acordamos buscar a Paco, que está dos puestos más allá. Paco será el primero que lea este libro cuando lo haya terminado: comparto con él varios nombres de este listado y es posible que encuentre en él algún asomo de su voz. Para ambos escribí en 1988 un texto cuyo final decía: “Regresamos, uno por uno / a la última esfera del infierno”. Eran tiempos oscuros y pensaba ingenuamente que el poema serviría de exorcismo. De César, ubicado entre ellos, no tengo noticias. Diría que la tierra se lo tragó si no fuera porque sé que hay abismos que de pronto se agigantan. Luego de Paco estoy yo, aunque alguien piensa que es imposible reconocerme. El primero al lado de la piedra es C. Él guardó los negativos de ese viaje adolescente del que queda como único testimonio la imagen que comento. Murió casi de golpe hace tres años: la piedra absoluta de la ausencia creciendo desde el centro de su cuerpo. Lo visitamos ―Pancho, Juan Pablo, Paco, yo― varios sábados seguidos pero no pudimos verlo. Lo siguiente fue el velorio y el entierro.

Para ellos escribo este poema.







Todas estas muertes las llevo escritas en el cuerpo

Todas grabadas a fuego como heridas          tenuemente
dibujadas
o crecidas cual verrugas sin que apenas
me dé cuenta

Muertes
tatuadas con azufre o alcanfor en un único campo
de hermosas flores negras

que me habita

y que intuyo                           o que no intuyo
en la voz azulina de la mosca
que aletea a mi costado

Todas muertes acechantes
como reflejos inflamados
de mí mismo

frágiles insignias cosidas a mi piel                            
pálpito agudo
que se anuncia con la paciencia de una erupción latente
amenazante

Cicatrices trazadas con destreza
de cuchillo








Contemplación de los cuerpos
Visiones nebulosas y constantes
transcritas en una lengua que no se deshilvana
aunque debiera
ni masca su carne hasta el espanto


Y entonces cómo escribir si el hálito de vida
se adelgaza violentamente
cómo no perder la voz o hundirme
en la locura
cómo pretender que la armonía reorganice la existencia
si el verbo exacto es solo engaño ante la muerte
montada sobre el lomo


sin embargo aspira la certeza de los póstumos latidos
dibuja sobre tu piel las marcas de los cuerpos contemplados
y   canta    canta     canta
que el canto redime del horror
y de la fría voz de la impaciencia

acaricia el pecho desgarrado   
  el cuerpo canceroso   
  el agujero en el omóplato
como al desvelo de un sexo que se hunde sobre otro
en la más extrema perfección

golpea        rasga        desentierra

o arráncate los labios

pero canta

 
de Contemplación de los cuerpos
(Lima: Estruendomudo editores, 2005)








Los ojos de madre siguen cubiertos.
A su lado Brac y Tod, oscura y tumefacta la
memoria:

            Seis semanas de vigilia,
todos señalan con tristeza la sombra de la luna.

Los ojos de madre yacen encima de la tierra:
cubiertos y amarillos nos niegan su última
palabra. Brac y Tod
y todos los otros herederos subimos
y bajamos la montana,
acumulamos polvo y sangre a nuestro lado.
Pero la búsqueda es inútil,
el árbol verdadero
prometido por nuestros antepasados
ha sido pisoteado por las bestias.

Los ojos de madre se descubren. Están cansados;
sus lágrimas estériles
han secado nuestros campos.
La antigua luz de su mirada
nos ha perseguido hasta el escarnio.

Los ojos de madre, sus pupilas,
aumentan nuestro miedo.

Brac y Tod han dejado de buscar entre sus huesos:

Volteen la mirada y

síganse en caminos

circulares;
repítanse las voces las voces y dancen; sin detenerse, bajo
la luz oscura, dancen,

Que los ojos de madre han perdido su fulgor
y nosotros no podremos encontrarlo.







 Retrato de Taboga (ii)


Taboga descansa en el reverso de la navaja; su cuerpo
resbala por el filo ardiente,
turbio,
de esa forma inverosímil
de ese urgente grito
que repele toda apariencia de armonía.

Descansa
y su figura se arruma, se hace
nudo, ovillo, núcleo, nuez; y nuevamente
extiende su volumen.

Taboga disfruta del filo despreciable del cuchillo,
del bruto extremo que hinca y aprisiona,
del dolor que seduce
mientras suavemente perfora los costados y
encanta con su sonido agudo,
nervio, sordo,
que engaña como un sueno
romo y repetido.

Su figura se expande nuevamente
y cubre los extremos de la
hoja:
            el anverso
            y el reverso
de la desesperación.

Taboga se acerca al borde del abismo,
del minúsculo abismo donde todo desaparece y deja de existir,
donde toda fuerza se abandona entumecida
y ya no queda nada de lo que sostenerse.

Nada
ni el mismo abismo al que se arroja.



de Ritos funerarios
(Lima: Editorial Colmillo Blanco, 1998)






Salamandra


Por años fui confundida con los santos
“bestia maravillosa de raza divina, me decían,
capaz de atravesar el fuego sin arder”.

Cierto es,
combinaciones genéticas caprichosas han querido
que sea flama incombustible,
encendida humedad sobre el ardor eterno de las piedras.
Sylio, stellion, salamandra,
pequeño lagarto o ave multicolor,
habitante del fuego con el que lucen todas las estrellas.
Admirada por los hombres
he bebido de grandes privilegios:
los infames no atinaban a fijarse
en mi pelambre impura,
en mis ojos saltones
o en las inscripciones de mis huellas.

Pero soy
metáfora sutil de los infiernos,
espejo impronunciable
y escondido.
Lujuria de Magdala.

Y me impiden regresar a mi forma original:
            mujer maravillosa
            piel de seda
            y hermosas redondeces.

Fui destinada a servir a las piedras calcinantes
ya que un día desdichado
los hombres quisieron atraparme
junto al fuego.
Desde entonces ven en mí
un mensaje majestuoso de la luz
pureza de los incandescentes eternos
la magia, la fe o la verdad
de los señores del eterno paraíso.





ocaso de sirenas

ocaso de sirenas, esplendor de manatíes
José Durand


No sirenas, sino horrendos manatíes

mamíferos obesos que la ansiedad y la distancia
volvían provocativos cuerpos de mujer

Y sin embargo, cuando de tarde en tarde,
alguna noche o al amanecer de mis desveladas jornadas
oigo que atraviesa la ventana un canto agudo
y dulce que pronuncia nombres al azar
y siempre son
el mío              el mío              el mío
¿No eres tú, sirena?
¿No es tu voz la que me llama en cada palabra que pronuncias?
¿No es tu mágico chillido el que se escucha?

Entonces yo, ¿qué espero para dejarlo todo y
seguir tus huellas en la mar?

¿Será una duda razonable que me impide dar crédito total a mis oídos?
¿Un resto de cordura?
¿Un frío impulso que me advierte de un futuro irreversible y desquiciado?

¿O tan solo estas amarras que me detienen en mi lecho,
estas gruesas sogas con que he pedido que me aten
tarde a tarde,
alguna noche o al amanecer de mis desveladas jornadas
cuando la fiebre invade mis sentidos
y presiento el engaño de tu canto?
¿Estos lazos, digo, que me sujetan en la cama,
a otra sirena,
o más bien, a otro obeso manatí igual que tú?



de Animales de la casa
(Filadelfia: Asaltoalcielo editores, 1996 + otro)





Ciudad vacía (exteriores)


Un cuerpo solo transita
     una ciudad vacía.

La ciudad: Lima,
     grande y pestilente.
De dedos fuertes.
De antiguos osarios
     desgarrándose.

Lima,
la que amarra los talones
     al cemento
y erosiona gemidos
     desde la profundidad
     de sus escombros.

Ciudad fuego y piedra
     endurecida.





de Rincones (Anatomía del tormento)

(Lima: Editorial Colmillo Blanco, 1991)

 

viernes, 26 de julio de 2013

Sobre Un perro yonqui, de Armando Alzamora. Por Miladis Hernández.

UN PERRO YONQUI Y OTRAS MENTIRAS LEVES (Paracaídas editores, Lima 2012)
de Armando Alzamora.

Por Miladis Hernández.

  Con estos relatos aunque quisiéramos –obtener- una grata lectura formal es imposible conseguir esa satisfacción porque  -literalmente- su autor, anda buscando con objetividad: otras connotaciones. Esta propuesta, desde el inicio, salva su jerarquía en cuanto al contenido, contención semántica,  y  finalidad expresiva. Armando Alzamora al parecer, quiere darnos con esta suma de once cuentos, lecciones congruentes.
Todo parece simple, -eso creemos-, pero su intención  primaria es mostrarnos a través de su perro Maty una compleja atmósfera de situaciones reales: situaciones de conductas contemporáneas. Realidades convulsas y resultados fatales.
Maty, su mascota amada, ingiere primeramente una sustancia tóxica que lo enferma, su dueño busca ayuda médica y logra sacarlo del decaimiento. Pero su mascota, pasado el tiempo, se vuelve adicto, continúa bebiendo otras sustancias mucho más tóxicas provocando, lógicamente un dolor en su dueño, y provocando que, finalmente, al cabo de dos años, este perro cuasi drogadicto, muera.
Esta historia por supuesto, no es ningún réquiem a Platero, ese burro que todos amamos en la infancia, no es, ese tierno y dócil animal que vive por mucho tiempo, que se ofrece en cuadros delicados, cuasi románticos y que, Juan Ramón Jiménez decide, sin que los niños comprendan, ni yo misma aún, hacerlo morir.
La mascota de Armando Alzamora vegeta y define otros contextos. Enuncia otras circunstancias, otros accidentes. Ella ha decidido autoaniquilarse, ha elegido una vida que tiene por resultado último la desaparición.
En esencia, estamos bajo una lectura tensional, y lo que más puede chocarle al lector es: justamente que, no hay esperanzas. Simbólicamente, el autor de este primer cuento predestaca y asume con mucha sagacidad expresiva, conceptual, y estética un testimonio real de cualquier individuo del mundo contemporáneo: el individuo sin esperanzas, sin ilusiones, sin proyecciones: sin órdenes ni asideros espirituales posibles.
Lo que hace más honda esta historia es el lenguaje escogido. Armando apela a un lenguaje directo, decanta con mucha habilidad lexical  una escena donde todo nos parece real. No hay equívocos en esta –veloz- confrontación de sucesos cotidianos. No hay merodeos. Su mascota parece estigmatizada por una cruenta realidad. Su dueño personifica a esas innumerables familias que sufren la desidia, la calamitosa enfermedad de los adictos a las drogas, al alcohol, al resquebrajamiento del alma de los hombres. Por ende, el resultado, o el producto último tiene que ser necesariamente la muerte prematura como señal, como alumbramiento, como metáfora adicional para que, los desgraciadamente poseídos tomen conciencia de la gravedad del asunto.
El lenguaje opera sobre una arquitectura de contenido brusco, ostenta de igual modo una legitimación de los símbolos. Su autor tiene como objetivo primordial lo filial específico, quiere y ha logrado mediante una historia insólita, original y paradójica: corporificar la monumental tragedia contemporánea. Maty, se nos escapa entre los dedos, se desentiende y decide entrar en la curva de los valientes. Se nos va –abajo- por el exceso, por su ingravidez, por la sofisticada dependencia, y no podemos salvarlo.
Tras la muerte de Maty aparece la consiguiente anexión de historias pertrechadas de desalientos. Turbación, La mujer en la ventana, Hay un fantasma, La confesión, Vida y muerte del poeta, Muerte de Jesucristo en Los Barrancones, El tiempo invisible, Frontera, Tautología, y Fábula ratifican la obsesión de este escritor peruano nacido en Lima en 1982: personificar el héroe trágico, el hombre que quiere escribir más allá de su compleja situación, el artista que quiere emanciparse a través del hecho escritural como puede sugerir el último cuento.
Esta selección publicada por Paracaídas Editores, Perú, año 2012, nos indica que su autor clarea sus memorias, especula desde sus realidades, bucea su propia biografía, repasa sus evocaciones, rasga su existencia, y ha vencido sobre todos los estados de turbulencia.
La ficción o la no ficción de estos escenarios nos muestran un sujeto inquieto que calcula con excelentes herramientas técnicas los efectos expresivos, las concluyentes directrices de una voz omnisciente que hurga sobre los inexorables entornos de otros sujetos que se activan junto a él.
Este sujeto narra con una mancomunada poeticidad. Sus diálogos o monólogos ocasionales están provistos de una factibilidad poética, de una resonancia lírica- y conceptual que esplende y nos adhiere a sus inmutables interrogaciones.  
Con una predeterminada economía lexical este narrador se programa, y nos reta con esa, -su presencia- expuesta a evidenciar su coalición con los contextos sociológicos e historicista. Digo historia por la contumaz coyuntura contemporánea. Es obvio que Armando es un cronista de circunstancias cercanas, nada ajenas. Eventos comunes o menos comunes, fantasmas o criaturas reales, todo está optimatizado por la negación, por la irrefutable condición humana.
Sus personajes se sacrifican, imponen sus propias leyes de comunicación. Se notifican e increpan sobre lo -social emergente- sobre las condicionantes culturales y/o patrones sociales disímiles. Cualquiera de los escenarios, de los retos o de las distintas orientaciones; estos personajes tienen como eje común: la desesperación, la angustia, la sedición y el paroxismo de su acontecer.
Tienen como acicate una vida lastrada por las pérdidas, por la maquinación de propósitos suicidas, el engaño, el autoengaño, la malicie, y el deterioro. Los vasos comunicantes están –íntimamente- ligados a emisiones culteranas. Están permeados por lo esencial-humano: lo Universal humano desde lo raigal artístico.
Armando no propone soluciones, no hay arreglos definitivos, como tampoco salvación posible. Asume sus comunicados desde un lenguaje que busca las fluencias de referentes socioculturales. Sin embargo sus mensajes no están vacíos. Sus personajes vigorizan sus coordenadas estéticas, se prolongan en el tiempo y se consumen en su propia enajenación. Destaco que su intención está lograda: No es unilateral, ni absolutamente definitorio. Este autor “ensaya” otros paralelos de la ceguera, y otros derroteros de la decadencia humana.



Miladis Hernández Acosta.
Princesa de la poesía cubana.
Guantánamo, 9 de Julio 2013.