viernes, 26 de julio de 2013

Sobre Un perro yonqui, de Armando Alzamora. Por Miladis Hernández.

UN PERRO YONQUI Y OTRAS MENTIRAS LEVES (Paracaídas editores, Lima 2012)
de Armando Alzamora.

Por Miladis Hernández.

  Con estos relatos aunque quisiéramos –obtener- una grata lectura formal es imposible conseguir esa satisfacción porque  -literalmente- su autor, anda buscando con objetividad: otras connotaciones. Esta propuesta, desde el inicio, salva su jerarquía en cuanto al contenido, contención semántica,  y  finalidad expresiva. Armando Alzamora al parecer, quiere darnos con esta suma de once cuentos, lecciones congruentes.
Todo parece simple, -eso creemos-, pero su intención  primaria es mostrarnos a través de su perro Maty una compleja atmósfera de situaciones reales: situaciones de conductas contemporáneas. Realidades convulsas y resultados fatales.
Maty, su mascota amada, ingiere primeramente una sustancia tóxica que lo enferma, su dueño busca ayuda médica y logra sacarlo del decaimiento. Pero su mascota, pasado el tiempo, se vuelve adicto, continúa bebiendo otras sustancias mucho más tóxicas provocando, lógicamente un dolor en su dueño, y provocando que, finalmente, al cabo de dos años, este perro cuasi drogadicto, muera.
Esta historia por supuesto, no es ningún réquiem a Platero, ese burro que todos amamos en la infancia, no es, ese tierno y dócil animal que vive por mucho tiempo, que se ofrece en cuadros delicados, cuasi románticos y que, Juan Ramón Jiménez decide, sin que los niños comprendan, ni yo misma aún, hacerlo morir.
La mascota de Armando Alzamora vegeta y define otros contextos. Enuncia otras circunstancias, otros accidentes. Ella ha decidido autoaniquilarse, ha elegido una vida que tiene por resultado último la desaparición.
En esencia, estamos bajo una lectura tensional, y lo que más puede chocarle al lector es: justamente que, no hay esperanzas. Simbólicamente, el autor de este primer cuento predestaca y asume con mucha sagacidad expresiva, conceptual, y estética un testimonio real de cualquier individuo del mundo contemporáneo: el individuo sin esperanzas, sin ilusiones, sin proyecciones: sin órdenes ni asideros espirituales posibles.
Lo que hace más honda esta historia es el lenguaje escogido. Armando apela a un lenguaje directo, decanta con mucha habilidad lexical  una escena donde todo nos parece real. No hay equívocos en esta –veloz- confrontación de sucesos cotidianos. No hay merodeos. Su mascota parece estigmatizada por una cruenta realidad. Su dueño personifica a esas innumerables familias que sufren la desidia, la calamitosa enfermedad de los adictos a las drogas, al alcohol, al resquebrajamiento del alma de los hombres. Por ende, el resultado, o el producto último tiene que ser necesariamente la muerte prematura como señal, como alumbramiento, como metáfora adicional para que, los desgraciadamente poseídos tomen conciencia de la gravedad del asunto.
El lenguaje opera sobre una arquitectura de contenido brusco, ostenta de igual modo una legitimación de los símbolos. Su autor tiene como objetivo primordial lo filial específico, quiere y ha logrado mediante una historia insólita, original y paradójica: corporificar la monumental tragedia contemporánea. Maty, se nos escapa entre los dedos, se desentiende y decide entrar en la curva de los valientes. Se nos va –abajo- por el exceso, por su ingravidez, por la sofisticada dependencia, y no podemos salvarlo.
Tras la muerte de Maty aparece la consiguiente anexión de historias pertrechadas de desalientos. Turbación, La mujer en la ventana, Hay un fantasma, La confesión, Vida y muerte del poeta, Muerte de Jesucristo en Los Barrancones, El tiempo invisible, Frontera, Tautología, y Fábula ratifican la obsesión de este escritor peruano nacido en Lima en 1982: personificar el héroe trágico, el hombre que quiere escribir más allá de su compleja situación, el artista que quiere emanciparse a través del hecho escritural como puede sugerir el último cuento.
Esta selección publicada por Paracaídas Editores, Perú, año 2012, nos indica que su autor clarea sus memorias, especula desde sus realidades, bucea su propia biografía, repasa sus evocaciones, rasga su existencia, y ha vencido sobre todos los estados de turbulencia.
La ficción o la no ficción de estos escenarios nos muestran un sujeto inquieto que calcula con excelentes herramientas técnicas los efectos expresivos, las concluyentes directrices de una voz omnisciente que hurga sobre los inexorables entornos de otros sujetos que se activan junto a él.
Este sujeto narra con una mancomunada poeticidad. Sus diálogos o monólogos ocasionales están provistos de una factibilidad poética, de una resonancia lírica- y conceptual que esplende y nos adhiere a sus inmutables interrogaciones.  
Con una predeterminada economía lexical este narrador se programa, y nos reta con esa, -su presencia- expuesta a evidenciar su coalición con los contextos sociológicos e historicista. Digo historia por la contumaz coyuntura contemporánea. Es obvio que Armando es un cronista de circunstancias cercanas, nada ajenas. Eventos comunes o menos comunes, fantasmas o criaturas reales, todo está optimatizado por la negación, por la irrefutable condición humana.
Sus personajes se sacrifican, imponen sus propias leyes de comunicación. Se notifican e increpan sobre lo -social emergente- sobre las condicionantes culturales y/o patrones sociales disímiles. Cualquiera de los escenarios, de los retos o de las distintas orientaciones; estos personajes tienen como eje común: la desesperación, la angustia, la sedición y el paroxismo de su acontecer.
Tienen como acicate una vida lastrada por las pérdidas, por la maquinación de propósitos suicidas, el engaño, el autoengaño, la malicie, y el deterioro. Los vasos comunicantes están –íntimamente- ligados a emisiones culteranas. Están permeados por lo esencial-humano: lo Universal humano desde lo raigal artístico.
Armando no propone soluciones, no hay arreglos definitivos, como tampoco salvación posible. Asume sus comunicados desde un lenguaje que busca las fluencias de referentes socioculturales. Sin embargo sus mensajes no están vacíos. Sus personajes vigorizan sus coordenadas estéticas, se prolongan en el tiempo y se consumen en su propia enajenación. Destaco que su intención está lograda: No es unilateral, ni absolutamente definitorio. Este autor “ensaya” otros paralelos de la ceguera, y otros derroteros de la decadencia humana.



Miladis Hernández Acosta.
Princesa de la poesía cubana.
Guantánamo, 9 de Julio 2013.


1 comentario:

Anónimo dijo...

qué bonita palabra empleaste: "fluencias"...