viernes, 25 de noviembre de 2011

GERARDO CÁRDENAS: Poesía Actual de México



Soy Gerardo Cárdenas Robles, radico en Chihuahua, México, nacido en Cuauhtémoc, con una veintena de años. Actualmente estudio Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Chihuahua y asisto al taller de creación literaria “Scripta manent”.
Hasta el día de hoy cuento, en cuanto a trabajos personales, con los poemarios, El silencio de las cosas, por Tintanueva Ediciones, y Mediaciones, por Latin Heritage Foundation, así como la participación en las revistas RAWR, Contra Magazine, Clarimonda, Metamorfosis, Areté, y próximamente en un libro colectivo por la revista Infraarte.
He impartido talleres de poesía a nivel universitario por cuestión de los programas culturales del estado, y he participado con trabajos propios en mesas de lectura, encuentros y congresos organizados por la Uach y por el programa de difusión cultural Salas de lectura, de Gobierno del Estado.

Selección por Gladys Mendía


Primera parte: Las canciones de Ícaro

I

Espero que las palabras se reconcilien.
Ayer las escuché pelear.
Yo estaba...
Había algo que...
Las palabras peleaban. No quise intervenir.
No me veían. Sentado mordía la ventana.

Tal vez alguien me tapaba la boca.
Los ojos.
No sé quién movía la cortina.

Ojalá se vuelvan a ver.
Ojalá dejen de hablar y se busquen.

II

Nuestro corazón tiene delirios.
Sueña que lo dibujan con ingenuidad.
Sueña que se lo comen.

Despierta a veces por la noche
y se quiere palpar los costados.
Se inventa que le falta una costilla
quizás un par
y se entera de la existencia que
hay en todas las calles y las manos.

Esperando allá
en algún sitio
otro corazón también delira
y tiembla bajo los cristales.

Nuestro corazón es un perro
y es una piedra.
No es que lo dejemos andar solo
pero casi siempre está perdido.

III

Mi cuarto parece un congelador.
Odio que no me salga barba.
Odio rasurarme.

Hay días en que me levanto.
Obviamente hay días en que me levanto,
y traigo playera blanca interior, y siento
que de nuevo tengo ocho años.

Hoy no pienso ir a la escuela porque toca el uniforme de gala.
No me gusta ése, porque me da frío y siento que me veo raro
caminando, y no me gusta que la gente me vea caminar.
La pantalonera es más amplia y más cómoda, y nadie ve cómo
muevo los pies cuando camino.

Fingiré que estoy enfermo. Mi madre me dejará fingir.
Y tomaré jugo y comeré cosas que no le harían bien a un
niño enfermo.

Pero el cuarto parece un congelador
y me tiemblan los dientes debajo de
la cerradura.

IV

Huella de la serpiente que sigues hacia el agua
José Joaquín Cosío

Aún no entiendo cómo, pero los días son larvas y son flores,
y a cualquier hora el calor se pinta de noche entre el alumbrado.

De noche azul, como si realmente las cosas pasaran
arrastrando la tierra, y arrastrándonos con todo;
yéndonos así por los conductos que nos permite el momento...
este día de este mes de este único giro que ya no se moja
luego con las mismas plantas.

Se nota que no somos de aquí.
Yo pienso que alguna vez lo fuimos.
No somos de aquí, no caminamos,
no estamos acompañados del ruido y de las huellas.
Nuestro signo es volar, y lo que vuela
no quiere quemarse de concreto y
cansancio.
Tú y yo no somos de aquí.

Y es que mi mano es la de un pequeño, y mis ojos son los de un pequeño
y se amedrentan, y mi sonido se come tu sombra sólo para
llevarnos las primeras nubes que se estancan bajo los libros.

Tu mano se envuelve de mis huesos y me escudriña
los sueños desde la nuca.
Me dejas al extremo del mundo en una lata de refresco
con vainilla y cerezas.
Y no sé de mí otra cosa que no seas tú.

Me pierdo fácil si me lo dices, y si me encuentras,
y claro que mi boca y mis pasos te van siguiendo por las escalinatas
de un carrusel al que nos subimos sin saberlo.

Dejamos a un lado todo y ni siquiera elegimos el caballo
más brilloso y grande, porque tenemos certezas y una constante salida al mar.
Aún no entiendo cómo, pero los días son larvas y son flores.
Y luego lo entiendo.

V

No le digas a nadie que estoy escondido aquí.

Hoy volvieron los nervios, y otra vez tuve que escaparme, y otra vez
terminé a un lado de los ladrillos junto al salón de los de sexto.
Venir para acá es peligroso. Dicen que fuman y no les gusta que ronden
los más chavitos. Dicen que te va mal. Dicen que uno nunca volvió,
que está entre los ladrillos, porque siempre han estado.
Ahí siempre hay aire, y nadie sabe quién lo trae.

Pero hoy la cosa no es fácil. Cuando uno debe entrar al infierno,
el camino más corto ha de ser siempre el mejor.
Por la puerta grande, dijo el maestro.

Creo que a mí me duele algo entre la espalda y la barriga, porque
a veces no se me ocurre algo bonito que pueda decirle.
Y la saliva se me vuelve una masa dura y fría,
y se me va todo, y me veo correr lejos de mi cuerpo,
muy lejos, y no puedo detenerme. Sólo ella, si un día me animo.

Tal vez hoy debí regalarle una paleta y no decir nada.
Y sonreír juntos.
Eso habría estado bien.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Felicidades, Gladys por la difusión!
Nocturno Mar