jueves, 2 de agosto de 2012

Especial de Poesía Peruana




Alberto Hidalgo Lobato (Arequipa, Perú, 23 de mayo de 1897 - Buenos Aires, 12 de noviembre de 1967), poeta y narrador peruano cuya obra se cuenta entre los introductores del vanguardismo en la literatura del Perú.

En su juventud se trasladó a Lima para estudiar medicina en la Universidad de San Marcos. Posteriormente, abandonó sus estudios para dedicarse a la literatura.

Participó en la revista Colónida, publicada en 1916 y dirigida por Abraham Valdelomar y publicó sus primeros poemarios Panoplia Lírica (1917), Las voces de colores (1918) y Joyería (1919), en la que ya se denotan su carácter innovador e inconformista ante los cánones de su época.

En 1919 Hidalgo jugó un rol importante en el ambiente vanguardista, participó y editó junto a Borges y Huidobro el Índice de la nueva poesía americana (1926), conoció a Xul Solar,Güiraldes, Girondo, Macedonio Fernández, Leopoldo Marechal y Rafael Squirru, entre otros. Creó las Revistas Oral y Pulso.

Obra posterior fue Actitud de los años. Asimismo la ideología izquierdista y combativa de Hidalgo y su vinculación con el Perú se refleja en sus poemarios Carta al Perú (1957) y Poesía inexpugnable (1962), en los días de guerra.

Además de su obra poética escribió cuentos publicados originalmente y en su mayoría en Caras y Caretas y luego editadas bajo el título Los sapos y otras personas (1927), único libro de cuentos del autor. Se dedicó también a obras de teatro, además del ensayo Diario de mi sentimiento (1937), en el que comenta de forma bastante personal e irreverente el ambiente artístico de su época. Mención aparte merece una colección de libros de difusión de la obra de Sigmund Freud, publicados entre 1930 y 1945 bajo el seudónimo de Dr. J. Gómez Nerea, que contribuyeron a dar a conocer el psicoanálisis en Argentina.

Falleció en Buenos Aires el 12 de noviembre de 1967.

Selección de poemas por Gladys Mendía.

de DESCRIPCIÓN DEL CIELO (Buenos Aires, 1928. Sociedad de publicaciones del Inca. Ediciones especiales)


La hora cero

Hora en que a los relojes les duele las doce de la noche
Apéndice del tiempo mejor para la huelga de lo real
Segundo infinitesimal interminable como muchas horas cosidas unas a otras
Punto seguido para que hinchen el pecho las distancias
Ápice de movimiento imposible de fotografiarse porque con él fracasa hasta la cámara ultrarrápida
Terraplén de la nada en el que los minutos se paran a tomar aire ávidos ya de ruta
Momento adulto tan mayor que se sale de la cuenta único que hay de fugacidad permanente
Esquina por donde dobla el día hacia la posibilidad de otro sistema
Trampolín de la eternidad en el gimnasio de los orbes
Agujero hecho en las paredes de la noche
por donde saca la cabeza un pedacito de aurora para ver si es temprano todavía
Medida infinita donde descifrar la anchura del latido del mundo
Hora cero solo es verso el nacido en los brazos abiertos de tu instante



Envergadura del anarquista

Soy apretón de manos a todo lo que vive
Poseo plena la vecindad del mundo
Mi alma llama viva lame las paredes de la humanidad y sin piedad chamusca todo dolor asomado a algún balcón
El arroyo usa un ritmo asilábico aprendido a mi acento
El futuro va enroscado a la inflexión madura de mi voz
Voy colocando postes cada parcela de años
Soy el Amundsen de mí mismo
Cuantos explorándose se acerquen al infinito comprobarán las dilatadas leguas de mi viaje
Habrá un cartel en cada incertidumbre
Hablo y a mis palabras no les falta ni una probable dimensión
Marcho y los caminos quedan habitados por siempre
Grito y de las campanas gotean sonidos porque mis iras apuñalan todas las torres
Donde siembro un odio crece una bandera para los hombres de presente imposible
Nada de sangre me corre un viento por las venas
Mi corazón es una veleta en lo más alto de mi vida













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