LA
ESCRITURA COMO SALVACIÓN EN
LLUVIA
DE
VICTORIA DE STÉFANO
Por
Gladys Mendía
La escritora Victoria De
Stefano nació el 21 de junio de 1940 en Viserba, Italia. Llega a Venezuela en 1946. Es Licenciada en Filosofía y ha publicado: El desolvido (1971), La noche
llama a la noche (1985), El lugar del escritor (1992), Cabo de
vida (1993), Historias de la marcha a pie (1997), Lluvia
(2002), Pedir demasiado (2004). Paleografías (2010).
En el presente ensayo sobre la novela Lluvia, se intentará dar cuenta
de la escritura como herramienta de supervivencia; del consuelo que brinda la
creación literaria al ser humano de agudeza crítica y de amplias inquietudes
existenciales. Ya en el prólogo del libro, nos dice
Ednodio Quintero que Victoria De Stefano reflexiona permanente a lo largo de
toda su narrativa sobre vida y escritura como un solo tema, pero es en Lluvia donde encuentran su más esclarecedora y equilibrada consideración.
También aconseja leerla en paralelo con El
lugar del escritor (1992), pues
ambas son unos formidables sistemas de representación.
Lluvia, enmarcada
en el estilo autoficcional, usa el metalenguaje como recurso discursivo, abunda
en imágenes visuales y olfativas, bajo un lenguaje culto y ampliamente
simbólico; inicia la primera parte con la descripción de un cuarto, sus
muebles, abundantes libros y luego pasa al clima, al paisaje, todo lo que se puede
observar desde la ventana del segundo piso de una casa. El narrador en tercera
persona nos sitúa en el espacio físico donde habita una mujer. Las
características de esta mujer son interesantes, ella es sumamente observadora y
reflexiva, compasiva y empática. Gran lectora y escritora de cuentos. Su nombre
es Clarice. Es inevitable asociarla con la escritora de narrativa brasilera
Clarice Lispector, ya en la segunda parte de la novela, la misma escritora-narradora,
explica que es en honor a Clarice Lispector que nombrará a su personaje así.
Todo va normal hasta que ocurre un incidente, una visita inesperada producto de
la situación climática. Es José, el jardinero, quien le pide posada a la señora
Clarice. En la última página de la primera parte del libro, se informa que
Clarice lleva un diario desde hace 4 años. Desde el inicio de la segunda parte,
accedemos a la lectura de ese diario que inicia el 29 de mayo y termina el 9 de
septiembre. Podemos preguntarnos, por qué el recurso del diario, por qué
mostrar ante el lector sus más íntimos pensamientos; es como desnudar el alma
en público y además dejar para siempre ese registro impreso. Los que escribimos
literatura, sabemos que nuestro oficio es solitario, pero por otro lado, cuando
el escritor termina su obra, la comparte socialmente, con su comunidad, ya sea
la intelectual o la ciudadana en general y hasta en algunos casos, viaja a
otros países donde le entrevistan, agazajan, etc., y todo gira en torno a ese
hecho literario, a esa obra que escribió en soledad, enfrentándose a sus más
variados estados del ser. El creador literario, se debate entonces entre un
estado íntimo y otro público, pero en este caso, la novela permite el acceso
directo a esa intimidad. Usar el recurso del diario es una invitación de la
escritora a su mundo interno, tal vez, para no sentirse sola, tal vez para que
entendamos un poco más el oficio de la filósofa, de la escritora
latinoamericana hoy día.
En la segunda parte de la novela, el lenguaje, al
mismo tiempo que se vuelve más intelectual, filosófico, más teórico con
respecto al ejercicio de la escritura, también lo es en cuanto a su expresión
emotiva y confecional. Nos es revelada la técnica: el arte de escribir una
novela y todo aquello imprevisible que experimenta la escritora en el proceso.
La narradora nos muestra su búsqueda como ser creador
a lo largo del diario. Es abundante en cultura literaria, citas de diarios de
escritores, historia universal, reflexiones filosóficas. Además de experiencias
muy íntimas y personales: describe su tercer parto. Comenta que su abuela
escribía poemas. Habla de su amigo escritor llamado P., su vecina de arriba
Wanda, el amigo de su amigo llamado Jacinto, quien era jokey y médium. Ella
escribe todo: sus encuentros con la gente, sus observaciones y reflexiones,
angustias, sueños y pesadillas, insomnios, paseos por el vecindario, viajes.
Todo es materia para la creación y su diario es el receptáculo perfecto al
igual que para otros escritores de la literatura universal. Hay reflexiones
sobre los conceptos de Belleza, Verdad, Arte, Vida, Poesía, Felicidad, entre
otros. Ahora bien, también podemos preguntar, por qué se nos muestras citas de
los diarios de otros escritores, tal vez sea para no sentirse sola en este
oficio, para encontrar lugares comunes con los demás escritores que ayuden a
esclarecer el camino propio. Los diarios de estos grandes escritores como
grandes amigos con los que establecer diálogos en el mundo de las ideas.
Si revisamos las características de la novela lírica
nombradas en el libro Las voces de la
novela, de Oscar Tacca, observamos que muchas de ellas están en Lluvia. Está presente a lo largo
de la obra el monólogo interior, la confidencia, el desplazamiento de la acción
a la reflexión, la acumulación de experiencias sensoriales, la corriente de la
consciencia, la intensidad de la expresión y si nos preguntamos acerca de la
fragmentación o la ruptura de la continuidad, podemos afirmar que este aspecto
se encuentra plasmado en la estructura de la obra, no en su eje temático.
En la segunda parte, con fecha 4 de julio, la
narradora reflexiona en su diario:
Encuentro
fascinante la posibilidad de ir creando armazones cada vez más amplios, la
posibilidad de sincronizar a través de un hecho único hombres de tradiciones,
culturas y geografías diferentes, de urdir historias con las que poder ensartar
una mayor porción de hilos a fin de extraerle jugo y sustancia incluso a las
vidas más corrientes. Las vidas pueden ser cortas pero en la desenfrenada
libertad del género está la posibilidad de estirarlas.
En la narrativa
venezolana actual , hemos leído varias novelas que guardan un elemento común o
hilo conductor, y es la reflexión sobre la creación literaria, dando cuenta de
sus procedimientos. En Historia de una
segunda vez, de Federico Vegas, el protagonista se pregunta: ¿Cómo definir la fortaleza de un arte que se
ocupa de preservar nuestra fragilidad? Escribir es tomar la decisión de
presentarnos sin estar presentes. En Corrector
de estilo, de Milton Quero Arévalo, una novela humorística, donde se
describen las aventuras del “Círculo de la Testosterona Literaria” y cómo el
protagonista asume la corrección y re escritura de un texto ajeno. En La expulsión del paraíso, de
Ricardo Azuaje, se muestra la escritura desde la otredad, y en Cadáver exquisito de Norberto
José Olivar, se narra la vida de un escritor surrealista venezolano: Hesnor
Rivera.
Volviendo a Lluvia, en la construcción de su
texto, la protagonista es víctima de la frustración al no conseguir imprimir en
sus páginas aquel contrastado equilibrio,
aquel estilo traspuesto en consonancia con la libre movilidad de la vida,
corrige y corrige, pero no logra alcanzar su meta, en la primera parte se narra
este momento:
Algo andaba mal, y ese algo eran ella y sus
frágiles descompensadas cuartillas finales, con apenas dos, a lo sumo tres,
elocuciones de verdad y eufonía. Siempre estaba cambiando de parecer respecto a
lo que escribía.
La escritura
como el intento de poner en orden el caos interno, todo lo observado, sentido,
leído, analizado, recordado, soñado. Colocar en papel el discurso interior es
un acto de orden consolador y salvador. En la segunda parte de la novela, el
día 30 de junio, a propósito de la lectura de Fedro de Platón, la escritora reflexiona:
El proceso del lenguaje escrito es más
reflexivo y amplio, las palabras hay que rumiarlas, decantarlas, suplantarlas,
alisarlas, ubicarlas e intencionarlas adecuadamente en beneficio de la
progresión del periodo en el que se gesta el pensamiento. El lenguaje escrito
tiene que ver más con las profundas modificaciones que derivan de la necesidad
de poner a punto la realización de una meta que de la necesidad de expresarse.
Para expresarse basta el grito.
En el diario, de
fecha 4 de agosto, luego de leer una carta de Flaubert a Turguéniev, anota: El escritor como el santo aislado y asilado
quiere ganar la torre que lo conducirá al cielo antes de que esta se derrumbe
bajo una avalancha de mierda.
La escritura
como la búsqueda de ascención, de sublimación de todo lo mundano que se gasta,
descompone y perece; en cambio, la torre que es el oficio literario, mantiene
al escritor vinculado a lo elevado. Es así como la narradora-protagonista hace
incapié en esta dualidad platónica de arriba/abajo; el piso de arriba de su
casa es el lugar de las ideas y el piso de abajo, es donde ella desarrolla lo
necesario para la supervivencia del cuerpo, están la cocina y las áreas comunes
con los demás personajes. El piso de arriba como el lugar de la introspección
y el silencio necesario para la creación filosófica y narrativa.
Maravilloso e
inagotable mundo de la creación artística, la luz que brinda el pensamiento nos
muestra el camino en la indagación de lo que somos. Lluvia, extraordinariamente escrita por Victoria De Stéfano,
nos devela su oficio literario y filosófico y es un regalo único e inspirador
para todos aquellos que vivimos y amamos la literatura.
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