viernes, 27 de abril de 2018

STEPHANI RODRÍGUEZ: Poesía Actual de Venezuela






STEPHANI RODRÍGUEZ (Táriba, Táchira, 1995). Estudiante del último semestre de Idiomas Modernos mención Traducción en La Universidad de Los Andes, Estado Mérida. Ha publicado en Revista Insilio vol. II. Ganadora del primer certamen poético de la librería Rama Dorada. Asimismo, recibió mención honorífica en el III concurso nacional de poesía joven Rafael Cadenas (Venezuela, 2018). 

Selección por Gladys Mendía


Pertenecientes al libro inédito La voz muerta:



I

Una muerte me descubre y toma mi mano
Una muerte joven me espera
Me abandona a la oscuridad
Una muerte ha buscado alojar flores en mi pecho para devolverme
Se refleja en mi costado          
Y renace en mi esperanza

He arrancado las mariposas que yacían en mi corazón
Para echarlas a volar
Probando la vida
Lejos de mí

Cómo vuelvo a la tierra del miedo sin ser su hija
Cómo dejo el llanto en la cartera de mi padre
Cómo uno las piezas de la infancia si todo permanece ausente
Cómo es que la melodía de la tristeza conoce mi camino y me abandona en el turbio andén sediento
Cómo es que el mar se oculta en la edad de mis ojos
Y la vida de mi alma se detiene entre cadenas
Grito, clamo e imploro
Inútil fuerza redentora
Corro, clamo e imploro
Mi fe se ha quedado estancada en la travesía que me ha desolado
Huyo, clamo e imploro
Mi rostro está lleno de agujeros que la noche atraviesa
Busco, clamo e imploro
El aire en llamas golpea mis pómulos enmudecidos
Desaparezco, clamo e imploro
Ausente me han anunciado
Vivo, clamo e imploro
Mi llegada.


V

Desvanezco
Una parte de mí se ha marchado
Me consume y no  me encuentra

Adónde va la luz de mis ojos
Perdido y enfermo llanto en Mi alma
Adónde la llevas

Mientras te recuerdo
Sangra una niña en mis brazos
Déjanos partir
Somos un ave que desea tomar las alas de            mis años quise contar
Y encuentro los rastros de un muerto desolado
Él me enlaza aferrándose a los colores de mi último aliento
Mi hermana huye
A través de los acantilados
El tiempo se divide
Lo convierto en polvo

Quién nos ha matado
Señor
Déjame gritar
No ha sido la sombra
No soy mi muerte
Escucha como todos saltan desde aquel cielo saciado      agrietado

No me pidas una palabra que de ti han huido
No me encierres en esta vida en estos siete años
No me encierres en estas casas muertas que me arrastran hacia el sepulcro
No me encierres en estas casas muertas donde agonizas
No me encierres en estas casas muertas que esconden el polvo de dos hermanos
Guardados en tu sangre.


TRAVESÍA


I

Vienes desde atrás
Y estás tan cansada
Tu aurora se desvanece por las calles de un país
Que guarda tu alma
Un país muerto

Te ahogas
Y los aullidos de la hacienda
No te salvan

Te pudres en tu cuello
Adornado
Ahorcado.


II

Te lo he confesado
Cada día viaja un sueño entre el viento
Que me habla tras las rejas
Halándome

Un viento que se incrusta en el tejado
Para mostrarme lo que me espera en las manillas de las puertas

Moriré pronto
Lo confieso.


III

He dibujado cada noche
Y las hojas
Sólo me desean a mí
En medio de ellas
Muerta

He llorado cada día
Pero mis lágrimas permanecen
Ausentes

Intenté gritar
Pero mi garganta duerme bajo el silencio,
Recuerda

Corrí,
Las luces de mi casa se apagaban
Y mi cuerpo se disipó
Entre los brazos de mi madre
Donde el dolor
Viene de la pérdida

Nunca quise ser la única caminante de la noche
Lo confieso.



IV

Busqué sin parar
Busqué sin mirar atrás
Busqué lo que ni siquiera conocía mi camino
Busqué
Y dejé mis uñas enterradas en la arena

Te confieso
Levanté mi rostro
Y de las montañas venía un mar de olas rojas
Un mar
Desde nosotros

No quiero recorrer este viaje de calles divinas
Que matizan los rostros de niños hambrientos
Calles que premeditan el inalcanzable camino de la muerte.



V

Enlacé todas mis heridas al llanto
Como un camino que me iluminaba hacia el pasado.




VI

La luz es el acertijo final
De esta bestia.



VII

Un monte
Es partícipe de todo
Un monte
Tras mi casa
Destruido

Mis huellas
Son marcas de caricias
Que dejé en cada lugar
Desde mi despedida

El canto de los grillos penetra mis oídos
En estas calles

Es lo único que tengo.

  
VIII

Estoy cansada de escuchar mi voz
Sin redención apuñalando mi cabeza

Me busqué en camas desteñidas
Me encontré contemplando los párpados preciosos de desconocidos
Quise atarme a ellos
Pero las mariposas carcomían mi piel.



IX

Vengo de un cuerpo que desde el umbral
Solo lo acaricia el insomnio
He desgarrado mi ropa interior
Como al cansancio de la ciudad

Vengo
Y nada me pertenece
Todos los paisajes viajan conmigo
Señalando el silencio que vive en mí
Y exhiben el brillo
De aquellos cielos que no recuerdo

Quién dice
Que la ausencia no viene del portal de la muerte
Como una ventana ardiente que se abre

Quién dice que la muerte es una salida
Si queremos entrar.





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