lunes, 1 de junio de 2020

MARÍA RAMÍREZ DELGADO: Poesía Actual de Venezuela


MARÍA RAMÍREZ DELGADO (Los Teques, Miranda, 1974). Escritora venezolana Licenciada en Filosofía egresada de la Universidad Católica Santa Rosa (Ucsar) y profesora de la Universidad Monteávila. Ha publicado Éramos malos (Ediciones Funsagu, Caracas, 2002), En el barro de Lesbos (Ediciones Funsagu, Caracas, 2002), Quemaduras (Eclepsidra, Caracas, 2004), Navajas sobre la mesa (bid&co, Caracas, 2009) y Violencia (Mago Editores, Santiago de Chile, 2017). Sus textos han sido traducidos al inglés, al alemán y al portugués, y han sido incluidos en revistas y antologías.


Selección por Gladys Mendía de Violencia (2017)



Rutina

Para combatir la rutina he resuelto removerme algunos órganos.

Enteros me saco los ojos de las órbitas, gustosas uvas de
fin año. Los guardo en un bolsillo de la cartera para evitar su
deshidratación en la abulia y mantener su encarnada frescura.
Ensayo por encima del abatimiento extraerme la lengua,
íntegro ají, extiende tras de sí una incompleta y postrera
composición. Con similar estudio anudo en una cabuya el
resto de mis sentidos.
A partir de mi inanición, los objetos avanzan, arcanas
mortajas insaciables, presiento su copulación glacial ante mi
indiferencia.





Ejercicio austero
Contener el aire es embargar el avance del lenguaje.
El cuello de la muchacha, envuelto en seda anaranjada, es
confiscado por el dueño de lo impávido.
Exaltada suplica la asfixia, la decisión del ahogo, el cierre de
la grieta. El marasmo de sus brazos muestra el deseado estuche
arruinado. Muerde la sobria pulsión, hace surgir su mirada de
toros embestidos, suelta el lazo.
Regresará la decepción.




Nocturno para laúd
Cada noche devengo objeto deforme y oscuro.
La inmundicia se apodera de mis cabellos, retorcidas lanzas
me atraviesan, mi lengua sedienta, putrefacta, huye de mi boca
para anidarse en mi vientre, lame con una tosca avulsión.
Mis brazos y mis piernas son tejidos a los lados de la cama,
me torno así en un resto inmóvil.
Permanezco impávida conducida hacia la transmutación.




Cordura y cardio
Hemos reservado una habitación cerrada para esconder la
cordura.
Bajo llave se tiene la seguridad de mantener ciertas
conductas. La obscenidad y la manía deben estar cerca. No
permitirle ninguna salida, así ningún otro puede poseerlas. Me
jurungo el corazón, vaso de obsidiana, dentro presiente a las
tías de pies llagados y las evita, no interpreta signos, no cree en
premoniciones.
Es la advocación de lo inaudito, la clonación del tormento.




Tiempo de orden
Toda limpieza esconde un acto siniestro, vil.
Hora es de recoger las sábanas, orquídeas macilentas.
Levantar las costras del piso, buscar la alfombra yacente al
fondo. Amputar los fragmentos olvidados y dispersos en la
habitación, ahora nuestra. Implica la separación del asco.

Ordenarnos en una caja, porque las cajas pueden soportar
placentas y reprensiones. Descolgar los espejos, arrancar
los clavos, raspar las paredes. Mientras el reloj, meticuloso,
gestiona un tiempo preciso para el orden. Atiborrar las bolsas
de cabellos profanos.

Despejar el cuarto, secar las últimas llagas, correr la cortina,
cerrar la puerta.




Moscas
Descansan opacas y todopoderosas dos moscas sobre la
torta de boda.
Sin remilgos saborean al final de la fiesta el generoso trozo
blanco. Nadie puede perturbarlas, nadie las estorba. Sus bocas
descomponen y aspiran toda la ceremonia.

El padrino revolotea al fondo del salón un último baile,
cada silla vacía simula un triunfo, en cada copa caída la
revelación del hábito.





Hacer la cama
Tiende tu cama manteniendo un penoso recogimiento.
Extiende una franja perfecta, frontera transgresora de la
belleza. Entre las sábanas expira el compromiso del linaje, la
disciplina armada sobre vastos cánones. Cede. Concéntrate
para ocultar el asco y las pesadillas bajo la almohada. Estira el
momento del aturdimiento.

Y cede.











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