lunes, 30 de agosto de 2010

REFLEXIÓN SOBRE EL BICENTENARIO


Entrevista al historiador venezolano Camilo Morón sobre el 5 de Julio de 1811 (a modo de Ensayo) que no llegó a Publicarse en la prensa formal

En la Curiana de los indígenas caquetíos, la Santa Ana de Coro de los conquistadores e invasores españoles, simplemente Coro, de los descendientes mestizos, a un joven historiador que ya anda largo por su tercera década, se le urgió respondiera una serie de preguntas referidas a una de las incontables y carnavalescas efemérides de la Patria. Venciendo rudas limitaciones de salud, el historiador en ciernes hizo a un lado sus quebrantos, y anudó lo mejor que pudo –entre la fiebre y el delirio– algunas ideas maduradas desde los tiempos de estudiante de Historia y Etnología de la Universidad de Los Andes. Todo esto al filo de la media noche entre escalofríos y turbias referencias a diccionarios. A la mañana siguiente, cobijado por un barniz de sudor, el joven y afiebrado pensador se encontró con que su escrito había sido hecho a un lado en beneficio de las declaraciones oficiosas un alto funcionario y de los lugares comunes y sin salero de un cagatinta de la Redacción.
Estas contadas líneas que aquí reproducimos merecieron el calificativo de “polémicas”. Van sin adornos ni añadidos. Hemos modificado ligeramente las preguntas para no poner en evidencia al rotativo, pero a poco que se esfuerce el lector identificará plenamente la fuente del desaguisado. Sólo omitimos en esta versión la inocua pregunta sobre comiquitas aplicadas a la enseñanza de la historia, que concluía la desafortunada entrevista, en el entendido de que aquellos que ponen la cómica son quienes aún no se han dado cuenta que la historia no la hacen los héroes, la Historia la hacen los pueblos.

¿Existe un nuevo enfoque de cómo hacer historia?

Para responder esa pregunta debemos hacer una serie de precisiones. Distinguir entre Historia, con hache mayúscula, historia, con hache minúscula, y, finalmente matizar qué es la historiografía o las corrientes historiográficas. La Historia, con hache mayúscula, es el devenir de la especie humana, así como se dice que cultura es todo aquello que el hombre hace, o siguiendo la famosa inversión de José Manuel Briceño Guerrero, cultura es todo aquello que no se explica sin el hombre, podemos decir que Historia, con mayúscula, es todo lo que el hombre hace y que puede ser expresada en una ecuación: acontecimientos humanos, sobre tiempo humanizado. Consideremos la explosión del Vesubio en tiempos del imperio romano: por una parte, es un capitulo de lo que hasta el siglo XIX se llamó Historia Natural, y que modernamente corresponde a la ciencia Geológica, pero en el momento en que sepulta bajo las cenizas las ciudades de Pompeya y Herculano, se hace Arqueología y por consiguiente Historia. La historia, con hache minúscula, es una narración de hechos pasados, y no necesariamente en prosa, la crónicas medievales podían estar escritas en verso, y en lo que se refiere a la historia americana, consideremos la obra de Juan de Castellanos “Elegías de Varones Ilustres de Indias”, que es el poema más largo jamás escrito en la lengua de Cervantes y al que el historiador científicamente formado puede ir en busca de noticias sobre Manaure, Juan de Ampíes o Lope de Aguirre. Así, pues, la historia no debe estar necesariamente escrita en prosa. La historiografía es el estudio de la producción intelectual de los historiadores y es como la revisión crítica de esa producción. En un estudio sobre Bolívar, Gabriela Soriano ha dicho que la historiografía es un enfoque que trata de conocer “cómo fueron propiamente las cosas” y no de formular una imagen del pasado que sirva de supuesto para enfrentar los problemas existenciales de los pueblos. Como dice Soriano: “Lo uno es historia; lo otro es apologética. Lo uno responde a una actitud intelectual; lo otro a una actitud existencial. Ambas tiene su razón de ser; ambas responden a perspectivas, objetivos e intereses distintos, sin que por otra parte, quepa llegar entre ellas a una solución de «justo medio», pues se trata de realidades distintas e irreductibles.” Hay aún una tercera interpretación de la historiografía como el estudio de lo algunos historiadores han escrito sobre tal o cual tema, una especie de encuesta con reflejos pálidos de crítica. Considerada por algunos estudiosos como un ejercicio cerebral gris y estéril. Finalmente, puede hablarse de historiografía en términos de la Filosofía de la Historia. Hubo una historiografía romántica en nuestro suelo como “Venezuela Heroica” de Eduardo Blanco, positivista como “Cesarismo Democrático” de Laureano Vallenilla Lanz, marxista como “Latifundio” de Miguel Acosta Saignes. En mis tiempos de estudiante universitario, se llegó a hablar de una historiográfica post-moderna, lo que es un sinsentido en sociedades que no han alcanzado plenamente la modernidad. Aquello de la post-modernidad fue como un sarampión intelectual, hoy absolutamente devaluado. Croce lo dijo de una manera más sintética: toda historia es historia presente.

¿Qué importancia tiene la celebración del centenario de la independencia en América?

En primer lugar ¿qué celebramos?
En segundo, ¿tenemos motivos para celebrar?
Considera que en los territorios dominados por los incas, no había desnutrición infantil entre sus súbditos. Hoy en esas mismas tierras las cifras arrojadas por la FAO son espeluznantes. Y esto no lo dice una visión nostálgica del pasado. Lo dicen la Arqueología y la Sociología. Desde luego, es la oportunidad para que los gobiernos de turno, de un extremo al otro del continente, saquen del closet un patriotismo de hojalata y cartón piedra. Pero parejamente a esta verdad, también es una ocasión para evaluar el curso de nuestra historia, de aquella historia común como naciones. Hay quien dice la historia enseña a los pueblos a no repetir los errores. Eso es falso y demuestra un escaso conocimiento de la historia como agente de cambio social, a lo sumo la historia puede señalar los peligros y los escollos, pero nunca evita que los pueblos marchen a su propio paso, sin cuidarse mucho ni poco de lo que dicen los historiadores, que para colmo de males suelen contradecirse.
A Mario Briceño-Iragorry, verbigracia, le preocupaba la pérdida de sentido histórico que se observaba en la comunidad venezolana. Y lo achacaba a la manera cómo se estaba enseñando la historia en escuelas y liceos y a la forma cómo se pretendía mostrar el proceso nacional a estudiantes y al gran público. Las investigaciones realizadas por Gil Fortoul, Laureano Vallenilla Lanz, Pedro Manuel Arcaya, César Zumeta, Lisandro Alvarado, Julio C. Salas habían caído en el silencio y condenadas al ostracismo. Se quería enseñar que Venezuela había nacido el 19 de abril de 1810, como Palas Atenea de la cabeza de Zeus: madura de un todo. Se pretendía borrar el proceso de formación de una sociedad, los trescientos años de gestación de la conciencia nacional, la tradición cultural, religiosa y económica. El discurso oficioso imponía héroes letrados y militares, ideólogos y caudillos, cuya obra extrae a Venezuela del seno de las tinieblas un día de abril de 1810. “En este plano –escribe Ramón J. Velásquez– se desconocían las propias advertencias del Libertador cuando observaba que nuestras sociedades hispanoamericanas para el momento de la Independencia eran viejas en usos civiles y la muy trágica de que habíamos perdido todo lo alcanzado en la larga gestación colonial a cambio, únicamente, de la Independencia.” Y a renglón seguido, destaca: “Para Briceño-Iragorry, la historia que elimina a la sociedad para relatar de forma avasallante la vida de un caudillo tras el cual marchan silenciosas, sumisas, las masas es uno de los factores que han estimulado en Venezuela las tesis cesaristas y las corrientes dictatoriales.”

¿El cinco de julio, nacen los patriotas? ¿Cuál fue la actitud de la actitud de la Provincia de Coro en este momento de la Historia?

Ocurre aquí algo muy interesante, porque los agentes políticos venezolanos de 1810 son los mismos que reciben –muy mal– a Miranda en 1806. Lo que había cambiado sensiblemente era la situación europea, más señaladamente la invasión de España por los ejércitos napoleónicos. En “Cesarismo Democrático”, Vallenilla Lanz considera que la Guerra de Independencia fue una Guerra Civil, y lo demuestra con cifras. Decir esto entonces y ahora es condenarse públicamente a la hoguera. Por otra parte, los patriotas son una invención de la historia romántica. Los llaneros que combatieron con Páez son los mismos que cabalgaron con Boves. El Negro Primero lo confiesa en alguna ocasión ante el propio Bolívar, basta leer las memorias de Páez. El Negro Primero llamaba a la forma de gobierno republicana “diablocracía.”
Durante la Guerra de Independencia, Coro fue por largo tiempo un enclave realista y ello ayuda a explicar por qué una Real Cédula es promulgada en fecha tan tardía como 1815, indicando se organizara la Provincia de Coro, y así persistió por orden del Rey de España hasta 1818, sin que pudiera realizarse a plenitud lo ordenado en dicha Cédula. Coro, durante la Primera República, se constituyó en arsenal y refugio del realismo venezolano. Este rol lo asumirán Maracaibo y Angostura durante la Segunda República. Coro fue tomado por los patriotas en 1821.

¿Los grandes héroes del cinco de Julio: Bolívar y Miranda?

La historia que ejerzo como profesión es la historia de los pueblos y no la historia de los héroes. Pero es bueno precisar que el papel de Bolívar en los acontecimientos del 5 de Julio es un papel de coro, con esto quiero decir que su perfil se destacará posteriormente. De hecho, el primer discurso de Bolívar está fechado el 3 de julio de 1811. Bolívar incluso pierde la guarnición de Puerto Cabello ante Monteverde en 1812. Bolívar y Miranda eran miembros de la Sociedad Patriótica, que era el ala más radical entre los conspiradores. Miranda tenía cierto prestigio entre los radicales, pero era temido por los sectores más conservadores dentro del movimiento independentista. Recordemos que fueron los patriotas quienes detienen a Miranda en La Guaira y lo entregan a las autoridades españolas.

Mgs. Sc. Historiador Camilo Morón

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