I PARTE
Siomara España (Manabí, 1976)
El regreso de Lolita
Yo soy Lolita
así los Lobos esteparios
me desenreden
las trenzas con sus dientes
y me lancen
caramelos de cianuro y goma.
Intuí mi nombre aquel día del puerto
con los náufragos
¿recuerdas?
Y aquel combate
con Vladimir, el imperecedero.
Sé que soy Lolita
lo supe cuando me entregó
sus manos laceradas de escribirme.
Por eso cuando apareciste
libidinoso y suplicante
a contarme tus temores
te deje tocarme
morder mis brazos y rodillas
te deje mutilar entre mis piernas
los ardides de Charlotte.
Sabía que tu vieja espada
cortaría una a una mis venas
mis pupilas
y me burlé cien veces
de tu estupidez de niño viejo
llorando entre mi vientre.
y cuando todos los náufragos del mundo
volvieron a mi puerto
a entregarme dadivas
que yo pagaba con carne
tú saltaste tras mi sombra
mientras yo, huía y bailaba.
Por eso sé que soy Lolita,
la nínfula de moteles y anagramas
que vuelve con la maleta al hombro
a retomar tras años el pasado.
Luis Bravo (Milagro, 1979)
Sofía
Salgo a las doce de la noche,
a darle un trozo de vidrio a los niños.
“Vuelvo…
¡Junta la puerta para que entre yo,
para evitar a los ladrones!”.
Hay algo de noche en el gato.
Hay algo de gato en el zinc que da a la calle.
Al final del jardín un duende defeca,
lo sé por los árboles
-¡tosen los árboles!-;
tiene la oreja de un cerdo
y el mandil de un carnicero;
Me arropo mientras la araña me mira:
sueño a Kerouac atropellado por un camioncito de marihuana,
y en el cuarto adjunto,
(a ti)
se te revientan los ojos.
Rocío Soria (Quito, 1979)
Él (11)
Seres inanimados pueblan su cuerpo por dentro
está hecho de miles de ellos
está hecho de las repeticiones de sus propios gestos y lloros
tantos que le es imposible encontrarse la cara con la mano y secarse
los ojos.
Seres inanimados pueblan su costumbre,
tiene espejos atravesándole la columna vertebral,
se apoya pero no lo lamenta,
se acarrea en su soledad sórdida
de un lado hacia otro
con una inexplicable picazón en las ventanas.
Una canción oscura vive en el fondo de sus ojos,
como terminando de alucinar
con el ángulo homicida empotrado en alguno de sus enfisemas.
Ha olvidado abierto uno de los cajones dentro de su cabeza,
y es como si una fruta rodara para perderse
debajo de algún sillón.
Y ningún ángel le guardara fidelidad.
Alexis Cuzme (Manta, 1980)
Podemos mentirle al placer
Sigilosamente
la tarde arrebata desencantos.
Creer en tu sexo,
en su frescura,
sonoridad,
es común y agotador.
Zozobra el artificio,
pero podemos mentirle al placer.
Amor,
tus glúteos encierran otra forma de vitalidad.
Marcelo Villa Navarrete (Quito, 1981)
Jinete
cuando tenga un hijo
habrá un sol ocultándose de mi ventana
y quizás porque ya no seré
la única sangre derramada por el mundo
cada día se alternarán
la dicha y la agonía
qué podré decirle a mi hijo
sobre la guillotina del tiempo
la miel silvestre de las caricias
o los verdugos que acechan nuestras espaldas
tendré que dejarle caer
sobre una almohada de agujas
o sobre un abismo de pétalos
será otro jinete embistiendo la noche
y no tendrá más alternativa
que deambular con su brújula de polvo.
Freddy Ayala (Latacunga, 1983)
Visiones
Enfurece el sol detrás de mis omóplatos
la mañana llega con muletas
cuando tu pezón
hace borbotear al agua
soy testigo de tormentas grises
desentierro dardos a la espuma
excrementos de papel carbón
parpadean raros mares
sus orillas topan tierra
las olas levantas páginas
dientes lanzados hacia el lodo
donde los designios se diluyen
la neblina aloca en mi boca
un remolino que se lleva las agujas
los barcos estampas reverencias
cachalotes en la alegoría de su sexo
presurosos por esperma
aparecen a cien leguas.
Ana Minga (Loja, 1983)
XIV
Te he sacrificado.
La ciudad está desinflada
dos pichones con alas harapientas rezan conmigo.
¡Dios! ¿Qué Dios está detrás de ti?
tus hijos respiran en mi estómago
me los comí de desesperación
al sentir que el espermatozoide
cruzaba los límites de la paciencia.
Perdón
te he sacrificado
como a todos los que se han acercado
mi culpa
es mi culpa
pero de qué me sirve
si el día de los espíritus muertos llega cada mes
me reclaman sus tumbas
quieren ponérselas
y Yo
sólo puedo mirarme los ojos.
Dina Bellrham (Milagro, 1984)
Anhedonia
Hasta los sismos en las piernas han mutado a esfinges. Hemos huido de la catástrofe de las encías. Nos mudaremos de falanges y ventanas, con el miedo bajo el brazo cual portafolio de oficina. El parque se torna pluvioso, quebradizo. No basta crujir nuestros dientes de columpio, ni bostezar resbaladeras si nos sobran extremidades y saliva. El suelo se ha vuelto puta en los zapatos. Y yo pretendo seguir de raíz en los cordeles, ahora que hay suburbios en un racimo de ósculos.
Tamara Acosta (Guayaquil, 1986)
Falo maternal
Permite a mis labios succionar el alimento de antaño. Beber del pecado desgarrando la manzana mientras simulo el sueño prohibido. Mi lengua cicatrizará tu castillo, dando rienda suelta a nuestro galope, entrelacemos nuestra lúbrica miel y pezón a pezón unámonos, atando en venas nuestra desnudez, probando de tu boca mi bosque humedecido por el líquido de desamor. Desgárrame el dogma, el prejuicio,
la atadura para que mi fuerza, irrumpa en el clítoris, los latidos de sabernos y sentirnos amadas.
Carolina Patiño (Guayaquil, 1987-2007)
Adiós
Tan cansada de estar aquí
con todos estos miedos sin infancia
me voy sin perdurar
sin lograr que voltees por mí
sin lograr que enciendas la luz
sin lograr que abras tus ojos
el dolor tan limpio no sostendrá tu mano
demasiados espejos
descuelgan tambores en mi funeral.
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