miércoles, 8 de enero de 2014

JENIFEER GUGLIOTTA. Poesía Actual de Venezuela


JENIFEER GUGLIOTTA (Ocumare del Tuy, Venezuela  1985). Poeta, cofundadora del Grupo Musaraña, coeditora de la revista Cubile, la hoja poética Madriguera y Ediciones Madriguera en Coro, donde reside desde muy joven. Recibió el Premio del XI Concurso Rafael José Álvarez de la Universidad Francisco de Miranda en la mención Poesía (2009). Poemas suyos figuran en los libros colectivos “Antología de la Cueva” (2006), “Girapoema II” (2009), “Cuaderno de poesía. Nuevas voces” (2010) y la Brevísima Antología Arbitraria Me Urbe, Chile-Venezuela (2011). Ha publicado 490h (2009) y De eso se trata (2013).

Selección por Gladys Mendía del libro De eso se trata



                                                          A Ennio Tucci




De cerrar la puerta y
no olvidar colocar la llave
del lado que quede el cuerpo,
adentro no habrá quien abra.

De lo difícil que es tender la cama
con esa sábana pirata,
metes dos esquinas
y a la tercera se sale la primera.
A menos que se mantengan las cuatro manos
hoy sólo dos.

De los recuerdos en la basura,
los poemas de amor, de sangre,
de niños olor a chocolate...
junto a las deudas de la vida.

Del temor a respirar,
a sentir,
de querer limpiar el baño y dormir.

De lo que surja en el día,
la cucaracha caminando por el cabello,
luego los gritos, el desespero hasta darle muerte...
el ataúd, una extensa cantidad de papel toilet
y a la papelera del baño.

De no trasnocharse,
conseguirle acomodo a la almohada
y no permitir interferencias internas.
Mandar a dormir a los pensamientos.

De intentar levantarse temprano,
no inmutarse, ni deprimirse al girar y
encontrar el espacio vacío.

De sentarme a colorear la piel de Luciano,
verlo comerse el pincel
y las ganas.

De respirar profundo
y jactarse con el olor que ha dejado en la cama,
¡sin exagerar!
debe durar al menos tres días.

De escuchar este silencio
que ahora inunda el cuarto.

De encender el televisor,
escuchar Chespirito desde la cocina
y así sacarle una sonrisa al alma.

De matar a la mosca cuando no deje escribir,
el fusil –matamosca
aún está donde lo dejaste.

De recoger la basura que han botado los perros.

De alegrar al corazón
con una buena melodía.
De dormir interminables horas
esperando el regreso.

De buscar, todas las noches,
el peluche: perro-conejo
en la otra cama.

De mantener las manos ocupadas,
escribir un mal poema y confeccionar un buen cuaderno.

De imaginarnos hablando,
bailando, cocinando...

De pensar en el desayuno: pan.
De pensar en el almuerzo: pan.
De pensar en la cena: pan.

De buscar a Luciano y enviarle
a través del aire dulces besos,
de tomarlo entre mis manos,
de morderlo,
de regalarle mi nariz y que la chupe.

De hacer el día agradable,
reír y soñar con tu regreso.
Verte feliz, tranquilo, amoroso.

De escribir, vivir, sentir
así la soledad y los pesares se nos abalancen.

De despertarme y ver cómo tus ojos me ven,
iluminados llenan los míos de luz.

De escribir el poema más cursi,
el que siempre he querido escribirte
y nunca ha salido el pendejo ese.

De un poema cursi
porque te amo y sabes que daría estos pies y sus cayos.
Te daría de mi copa,
del pan que espero amasar un día sábado,
estas calles, los perros que la habitan, la luciérnaga en el cuarto.
Te amo y mentiría
si dijera que no te extraño. Que he intentado llorar,
que la poesía no me deja dormir,
que quiere dedicarte este cursi poema
cargado de ti, de mí,
de las noches interminables
con poemas de Sabines y el Chino Valera,
porque en definitiva de eso se trata.

De romper el poema,
por patético, por no dar la talla,
por querer parecerse al otro,
esta vaina es mía
y punto.

De saberse íntegramente poética.

De ir cerrando los ojos
porque mañana hay que trabajar,
aún faltan dos días para el descanso
y no llegarás... hasta el domingo.

De tomar el lápiz y dibujar tu rostro en la pared.

De no tomarme la pastilla hoy,
es muy tarde y no deseo levantarme
en la madrugada a orinar y no encontrarte.

De darme la vuelta, no encontrarte,
ver encendida la luz de la cocina y extrañarte.

De toparse con el silencio
en esta esquina y evitar inmutarse.

De ver condensada la energía,
abrir paso con las manos
y entrar a casa.

De socavar los pensamientos
y encontrar el primer beso.

De tocar estas paredes frías
y hablarles y animarlas
y hacerlas reír.

De colgar algún cuadro
que decore el pasillo.

De lanzar cayenas al mar.

De no pensar en las ausencias.

De colocar la canción
que hace vibrar.

De escribir en el pizarrón acrílico
la nota preliminar al llanto.

De vaciar y llenar el closet
una y otra vez.

De eso se trata.

De pegar el zapato
cansado de andar.

De quitarse uno a uno
los cadillos de la piel.

De dejar reposar la vista en la biblioteca
y observar de vez en cuando borrosa las acciones.

De cortarse las uñas.

De lavarse el cabello.

De tenderse en la cama
y sentir cómo la pesadez disminuye.

De no pensar.

De coleccionar árboles
hechos poemas.

De distinguir la luciérnaga
que aparece en el cuarto al apagar la luz.

De cepillarse el hablar
y no saber qué decir
y a quién.

De perder los pensamientos en el hueco del techo.

De sentarse a meditar
y labrar en el hueco del techo un jardín de cayenas.

De recibir a Luciano dando sus primeros pasos.

De verlo y vernos crecer.

De amar.

Dar la vuelta a la página y estar completos,
seguros.





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