Silvia Piranesi (San José, Costa Rica, 1979).
Es bibliotecóloga y bailarina de danza contemporánea. Ha sido publicada en el
suplemento La Malacrianza del Semanario Universidad, Revista Musaraña y Revista
Miércoles de poesía. Publicó su primer libro No importa existe el viento, con
Ediciones Perro Azul en el 2009 (Disponible la más reciente publicación de su
libro con Editorial Germinal). Textos suyos aparecen en la antología del VIII
Encuentro Internacional de Escritores, Eunice Odio in memoriam, de Ediciones
Arboleda, en el 2011. Ha promovido durante los últimos 5 años diversas
actividades literarias y culturales en la Alianza Francesa de San José. Dirige,
junto con el poeta Esteban Chinchilla la Editorial Ambigú. Mantiene un blog
piranésico: http:///www.escargotina.blogspot.com
Selección
por Gladys Mendía.
PALABRAS
SEGUIDAS POR NÚMEROS
1.
Casa
8. Temperatura 26. Edad 35. En 1914 nació. Desde 1932 estudió. En 1935 emigró.
Por desgracia, en 1942 se casó. Volvió en 1951. Y en 1957 empezó de nuevo. Ya
era 1964 cuando terminó. A esta vida le precedió siempre un detalle. A esta
verdad la mentira le tiñe la mitad. La mitad de una mentira es alguna verdad.
Nunca murió en esta biografía. Sólo volvió, empezó y terminó. Las biografías no
existen. Sabemos detalles que no vemos en los registros. Lo sabemos muy bien.
Sabemos y reconocemos las palabras exponenciales. Como las mentiras y como las
verdades.
2.
El
gato negro siempre estuvo a su lado. El gato negro siempre estuvo y se sentó a
su lado. El gato negro siempre estuvo y se sentó a su lado en la penumbra. El
gato negro siempre estuvo y se sentó a su lado en la penumbra de la sala. El
gato negro siempre estuvo y se sentó a su lado en la penumbra de la sala fría.
El gato negro siempre estuvo y se sentó a su lado en la penumbra de la sala
fría y moribunda. El gato negro siempre estuvo y se sentó a su lado en la
penumbra de la sala fría y moribunda la esposa. El gato negro siempre estuvo y
se sentó a su lado en la penumbra de la sala fría y moribunda la esposa
arrinconada. El gato negro siempre estuvo y se sentó a su lado en la penumbra
de la sala fría y moribunda la esposa arrinconada en la cama. El gato negro
siempre estuvo y se sentó a su lado en la penumbra de la sala fría y moribunda
la esposa arrinconada en la cama junto al gato negro. Es mentira nunca tuvo un
gato negro. Es mentira nunca tuvo un gato negro. Es mentira de verdad nunca
tuvo un gato negro. Es mentira de verdad podría jurar que nunca tuvo un gato
negro. Es mentira de verdad podría jurar que nunca tuvimos nosotros un gato
negro. Es mentira de verdad podría jurar que nunca tuvimos nosotros juntos un
gato negro. Es mentira de verdad podría jurar que nunca tuvimos nosotros juntos
un gato negro moribundo. Es mentira de verdad podría jurar que nunca tuvimos
nosotros juntos de niños un gato negro moribundo en la sala. Es mentira de
verdad podría jurar que nunca tuvimos nosotros juntos de niños un gato negro
moribundo en la sala a nuestro lado. Es verdad que de niños nosotros juntos en
la sala nunca tuvimos a nuestro lado un gato negro moribundo ni de mentiras.
DOMINIO
DE LAS BESTIAS
1.
Construyeron
un muro durante la madrugada, justo por donde pasa el tren. No hay vuelta atrás
cuando amanece. Ante la inminente explosión de metal y silencio abrupto, el
tren pega alaridos, acelera el motor, cierra sus puertas, abandona a sus hijos
y las hojas de los árboles que se cuelan por las ventanas.
2.
Caminaba
haciendo equilibrio. El riel es estable cuando es amigo. Es el carril de la
infancia y los insectos, el sol pesadumbre de la tarde, lo rojo de la frente.
Mi desafío de niño múltiple era aguardar el temblor, cerrar el puño de piedra,
abandonar a mis padres y sostener el aliento hasta el último momento.
3.
El
metal puro no se encuentra en la naturaleza.
4.
El
chofer de ese tren no sabe que hay gatos escondidos en el metal y con pánico.
No sabe que hay sueños atravesados por bestias. Olvida que en ese balcón ya no
duermen un perro y su dueño. El chofer se sienta en una manada, alza la mano y
pega tiros. La manada donde se sienta es una evidencia: el vaso quedó anoche en
el borde de la mesa, las medias sucias quedaron desde anoche en el pasillo, la
puerta de la refri está mala, anoche quedó semi abierta. No mucho ha cambiado
desde ayer, me visto, subo, me encierro, alzo la mano, pego tiros, domino a la
bestia y le doy de comer piedras.
SITUACIÓN
DE LAS RUTAS
Del
techo un silencio. De la calle un martillo. La construcción del silbido negro
acosando. Aquí sentada escucho el humo vertical, la ruta de los platos sucios,
el tiempo rilke convertido en trance convertido en ángel terrible. Oigo que se
acerca, trance el instante de cometer una fotografía. La fotografía persiste
como novela geográfica del terror, la mano gira y enciende el motor justo
cuando la mía pasa al lado escuchando. Justo se quema el bombillo a la 1:00 am.
Justo el derrumbe de línea eléctrica, escucho el muerto, tumbando la ciudad que
desaparece en masa colonial, ahorcado cada edificio por máquinas tiesas,
sucias. O es eco mi cuarto. Eco terreno. Bloque masivo de concreto que se
asienta en el puente cuesta abajo. La noche voluminosa por donde gira un animal
enloquecido. No es la lluvia. O es la lluvia de cuatro patas rasgando el techo
sobre mi cama. El techo vivo. Martillando. O el ángel terrible en picada rilke
cuesta abajo. El puente mi cama. Mi cara la fotografía. El paredón pared que
colapsa. Suena en las manos la paliza larda. Todo se puede decir para no decir
este método síncope del miedo.
PRIMERA
DUDA
Última
noche en el paris canalla. Última noche de ciudad en masculino. Último verso
repetido durante años desde el lugar en donde no se ve la ciudad o sus
promesas. Último escritor que desea irse a Europa para escribir. Último pueblo.
Última tierra en el poema de todos. Poema unísono de raíces, porque siempre es
tema paris, como los abuelos. Los abuelos y sus manos, sus refranes, sus reglas
durante el almuerzo. Los almuerzos familiares que se terminan de raíz en este
lado, última familia, último idioma, como los recuerdos fríos de la duda,
porque recuerdo ahora que nunca he ido a paris a comprobar si se trata
verdaderamente de algún vos canalla.
PÁJAROS
PENDIENTES
Lo
que no se dice a gritos se despoja en la calle inútil, mintiéndole a no
terminar lo que urge. Así estoy frente a la mesa del lugar, frente a la taza.
La boca abierta de muñeco de trapo hablando. También la mano posa inerte los
dedos a contratiempo en la madera, posa en el caballo negro desbocado como
pasado quieto, o como lo que no ha pasado aún. Se me antojó negro después del
recuerdo de mi papá, con cinco años y recordando viejos tiempos, dándole de
galope al olvido. Es que me da risa el tiempo animal, acostarme cansada por las
noches como con veinte años más. La edad pendiente un animal. Los que tienen
veinte años más que yo se acuestan con mi edad. Mi cuello sospecha ahora la
despedida, trazándola lenta de hormiga, inútil bordeando la taza. Así la
espanto, con golpecitos en la mesa, pretendiendo metales del cielo, monedas que
la buscan en la disonancia de la piedra. Me urge el punto afónico de lo hecho.
Hecha la piedra, la mesa. Hecho frío el café como vértebra aconteciendo la
edad, donde suelen despedirse los pájaros en cuartetos blancos desde la calle.
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