Guillermo Chirinos Cúneo nació en Lima en 1946 y falleció en La Punta, Callao, en 1999. Mientras vivió solo pudo editar una plaqueta, Idiota del Apocalipsis (1967). De modo póstumo apareció en 2021 El guerrero del arcoíris, que fue calurosamente recibido por la prensa cultural.
Selección por Gladys Mendía
De El idiota del Apocalipsis
Gatos nocturnos
III
Era una voz de uranio, una ronca voz de asfalto, como de rosas aplastadas por las bocas mugrientas. Y le advertí celestemente que un pobre muñeco antiguo se divertía en sus bigotes. Y el vaso azul, en la ceja llena de cerveza, respondía a la ciudad ebria, pordiosera del alto hermano bajo letrinas.
El poema entonces quería morir. La primavera nocturna lo llevaba hasta un viento de túnicas y muerte, pero sucede en nuestras ramas que corrimos huyendo de los lechos: volamos casi sobre esas hierbas de la noche, vociferaríamos quizá a muchos parques de Lima la caída de nuestros ciegos dulces gatos cimarrones.
El derrumbe
VI
Sobre un ártico cruel y una hoja espuma de cerveza, entre caras de humo y orangutanes de jade, una necia voz con palidez de ahogado cuya cabellera de violín y arco trasciende a judías con gafas, ronronea.
Una sonrisa lince y hulla entre el polvo y la frente, un circulo astral, un circulo de ondas rojas y adefesios crepusculares, allá en piedras cuyo fragor de anillos y de cráteres volcaniza la troma rosa del pordiosero hermoso.
También los marfiles negros de los apaches vivamente muertos en colinas de guerra, y los de los vivos altamente lunáticos, hurgan monstruosamente su potra coral y las plumas rojas entre sus carnes dulces y niñas, habas y azules. Y también las amapolas rudas del animal de julio rompen sus extrañas rosas, albas e inconquistables, y parecen dos carcochas velludas de basura sus pulmones pálidos rosadamente tirados.
Las brujas y los magos entonces corren como un circo entre cabras negras, payasos judíos y torres; y la panza herida bajo burro de tropas, (soldados babeantes de hollín, uniformes rosadamente ebrios de rameras blancas y sucias), yace picoteada en fresas y bocas de niebla desde esas santas podredumbres hasta esas moles bohemias y rotas en cal y rosas de papel.
De El guerrero del arcoiris
*
Comprendí los arquetipos, los sueños, el caos, y me volvó loco.
Me mesí en la bruma de las estrellas y vinieron a mí sapiencias lejanas de locura. Adoré la belleza de la humanidad y mi sexo sembró el dulce equilibrio de la vida. Viví un sueño: la libertad de ser justos.
Sentí el hastío de las poderosas fuerzas del instinto y la inconclusa prisión de los mitos. Y mi padre, que lleva la señal de Caín, no me comprendió.
Yo había visto la luz.
*
Cristalizó la luz. Nociones de realidad atravesaron tu propensión despiadada a la imagen del conocimiento. Músicas hipnóticas señalaban tu ritmo. Supiste de metafísica, y buscaste la ideal arquitectura de la asechanza. Hombres redimidos por el arquetipo de la moral te señalaron el narcisismo de los espejos. ¿Cuándo devendrás pleno en las estructuras de la luz? ¿Cuándo tu sexo sembrará el diálogo del llanto? La humanidad pinta máscaras sobre el arquetipo del dolor.
*
El instinto hirió la suave delicadeza de tu además; oníricos placeres sedujeron el meditado anhelo de tu oración. Perdiste la moldura de los sueños y, en el estéril cuenco de tu imagen, devoraste la omnisciencia de los espíritus. Eras luna, y en los espejismos de tu recuerdo sembraste el dolor de luminosos presagios; eras Sol, y en la ardiente sumisión de la Tierra sembraste la belleza del arquetipo.
*
En la ardiente sumisión de la Tierra, reconociste la suavidad del espejismo; en el laberinto del sueño, tu vana sombra de ángel rozó cosmogonías; la conciencia inconclusa del hombre anhelaba el dulce sueño del arquetipo. En las arquitecturas de luz, la belleza busca su inexacta emoción sobre la paz del instinto.
*
Formas de pensamiento sobre mi inexacta emoción del instinto. Lucas diurnas en el cuenco de mi arquetipo. Músicas hipnóticas sembrando la belleza del sabio ritmo. Fuiste el elegido para limpiar de pecados los sueños, pero tus manos aladas solo pintaron máscaras sobre el dolor. Pertenecemos a la luz. Pertenecemos a la oscuridad.
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La energía condensada forma la materia; los misterios del devenir nos devuelven al pánico. Sinteticemos las formas, vibremos en la magia de la conciencia, pintemos nuestra ansiedad de luminosos presagios.
*
De tus manos recogí la bestia. En tu pecho, pájaros azules anidaban como en tormenta. La niebla enredaba en mi corazón el triste recuerdo. El amor a veces es triste -me dijste-, la belleza es una perdida enseñanza.
Busqué tu boca en las sombras del consuelo para herirla con mi beso. Busqué tus manos para clamar al Sol, la esperanza de una redención. NO sé si tu sueño invisible es la risa envenenada de los niños, o si tu música entrelazada a mis dedos es una sapiencia de tierras lejanas. Encuentro un laberinto de turbias respuestas en cada aliento, un deseo marchito en cada filosofía, una sangre de oro en cada religión.
Tú eras flor, y yo era raíz. Mas la vida es una pasión inútil, y el misterio es un sueño de yo urdido en los delirios del narcisismo.
*
Yo que nací copulando con los espejos. Yo que desgarré los ojos de mi padre en busca de una redención. Yo que en las tardes de invierno me solazaba delirando la eternidad. Yo y yo y todos, atisbando y reconociendo edades de oro; ¿qué nos queda? Pertenecemos a la oscuridad. Lloro tu muerte. Lloro, en tu pecho, la muerte del mundo. Pero yo, una vez y otra vez, vi el final.
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