Jaime Araya Miranda (Curicó,Chile.
1989). Profesor de Castellano y Comunicación y Licenciado
en Lengua y Literatura Chilena e Hispánica (PUCV), estudiante de Magíster en
Literatura Chilena e Hispanoamericana (PUCV).
Participó en el taller de Reescritura dirigido por Ximena Rivera (2010)
en Balmaceda Arte Joven. Fue becario de la Fundación Pablo Neruda (2012). Ha
publicado la plaquette "TWSC" (2010), Difusión Alterna, Buenos Aires.
"Mano del deseo" (2010), Ediciones Jirafa Muda, Valparaíso. Así como
en las antologías de "Puente de Madera + 13 poetas jóvenes " (2010),
"Breve memoria de un instante" (2011), "Cápsulas de tiempo,
invitación a la escritura dramática" (2013) y "Diáspora" (2015),
su primer poemario publicado en México a cargo de Ediciones Simiente.
Selección
por Gladys Mendía
*
Ningún
lenguaje es más auténtico que el lenguaje
de
los objetos,
el
lenguaje transparente, el lenguaje honesto, colectivo,
del
vuelo de las aves o de los objetos inmóviles
esperando
una empujada para moverse sin dirección.
VIAJE INICIAL
Cuando
viaje por un sueño
llegaré
hasta donde el sonido es canto-poema
y
la ciudad me mostrará sus nombres olvidados
como
raíces sin tierra en un bosque/laberinto blanco;
muy
adentro, me abriré un camino a pedazos
buscando
hablar con Dios.
En
el medio de su máscara/cáscara transparente
veré
el reflejo de mi deseo
y
un cazador aparecerá atrás, oculto.
Hacia
el lado de afuera,
una
caída de agua habita mi cuerpo
como
el canto de los pájaros
que
indican
mi
punto
de
origen.
Pewma
amulen mew
dipufili
ti kom pu ülkantun
ti
warria pegelelenew ta ngoymankenchi üy
folil
nienolu mapu reke
liq
mawüdantu mew
itro
punwi iñche gülaneañif rüpü
küpa
dungualu Ngünechen mew.
Ñi
liq takuangewe ragiñ mew
lilean
ñi apill tañi aywin
ka
kiñe tralkatufe wefalu
furitu
püle, llunkülelu
wekuntu
püle, kiñe trayenko
mogeley
tañi kal´ul mew
wünün
üñün reke
pegelkülelu
inche
tañi tuwün.
*
Moja
los pies al empujar el bote,
no
le teme a lo que el mar le espera,
sabe
que no hay tierra más firme
que
una idea fija.
KALEWTUN
Fochon’amun’key
ñi pelüntükufiel wampo
llükalay
ñi peam fütra l’afken’ mew
kimniey
ta genolu mapu doy fügkulu
ta
kiñe anün rakiduam.
Kallfü ñamkü*
Un
aguilucho quiere liberar a los encerrados
en
la ciudad enemiga,
no
le teme al fuego ni a la envidia,
conoce
cada parte del laberinto,
los
ve desde arriba.
*Águila
azul
CACTARIO
Una
bandada me despertó
mientras
estaba buceando
en
sueños colectivos y ajenos.
Pensé
que anunciaban, al fin,
la
llegada de un sueño premonitorio
pero
sólo ingresaron por la ventana,
observando
me
rodearon.
Me
levanté
y
comprendí que se trataba de otra cosa:
inmediatamente
imité el gesto de las aves
y
puse mi espectro en dirección
a
nuestro desierto familiar.
Olí
la tierra,
me
cubrí de ella
como
si fuese mi sepultura
dejándome
ciego de tanto ver el sol
—porque
los ojos nunca se entierran—
y
en ese instante, sumergido en mi jardín seco,
transmuté
en
un huevo caído,
perdido
del nido,
rodeado
de espinas y silencio,
y
allí no pude modular palabra.
Pensé
que experimentaba la muerte
—mi
primera muerte—
pero
estaba muy lejos de eso.
Recuerdo
que ellos pensaron
que
todo era una máscara,
pero
estaban frente a mi primer rostro.
Recuerdo
que las aves en lo alto planeaban en círculos
hasta
llegar la noche.
Rodeado
entre las sombras espinares
mi
sed interior comenzó
por
pedirme modular un (g)rito
pero
mi cáscara frágil podía romperse
y
la sombra, la vieja sombra,
como
una verdad absoluta
me
mostró la constelación de Géminis
explicándome
que
en algún punto del globo,
bajo
otro cactario
nacería
nuevamente
con
otro nombre secreto para mí.
Kurrüf* y la
diáspora
Kürruf
me invocó,
me
invitaba a ser parte de la diáspora,
de
sentir cómo mi cuerpo se hacía polvo
y
se repartía por toda la geografía,
cómo
se mezclaba por los bosques
y
las piedras.
Diaspórico
me quedé por días,
floté
y caí,
todo
en la inmediatez
que
él me proporcionó.
Volé,
caí
a las aguas,
en
las bocas de los niños
que
me recibían con las lenguas afuera
y
los ojos cerrados,
agradecidos.
Me
dejé multiplicar,
no
había ataduras,
las
aprehensiones humanas
son
las anclas invisibles,
la
falta de poder
oír
ver
oler
gustar
de
verdad.
El
mundo que conocemos es artificio,
los
sabores eran otros
más
sutiles,
los
olores del cuerpo
más
intensos,
nuestro
tacto
más
alerta,
la
mirada siempre atenta.
*
Viento.
Vrajathan
Por
los poderes de San Cipriano
y
de las tres almas que lo vigilan,
por
todos los santos profanos
y
cada pecado concebido.
Amén.
Vrajathan
se pronuncia Bráyatan
como
si fuera una palabra esdrújula.
Vrajathan
es el reflejo de mi fuga,
la
destrucción de mi dualidad,
la
soledad del porvenir hecha baile.
Desde
el País de Cucaña
se
vino prófugo,
el
hambre que tenía
no
era por la falta de comida
sino
por la carencia de fama.
Dicen
que en su pueblo
del
agua brotaba vino y leche,
que
nunca faltaría la jarana,
como
diría su ñusta*,
pero
él quería escaparse
porque
estaba atrapado en la ciudad.
Así,
de noche (porque nadie puede huir de día),
tomó
una maleta con lo esencial
y
se vino peregrinando hasta el sur.
Todos
los caminos llegan a Vrajathan
porque
tarde o temprano iba a suceder,
la
rutina terminó por liquidar
su
deseo de permanecer,
debía
iniciar su viaje,
explorar
el mundo, bailar.
Cuando
llegó a Valparaíso
no
encontró más trabajo
que
ser maestro de construcción
y
allí, entre cimientos y cadenas
a
medio hacer,
descubrió
que todas las ciudades
son
una misma
sólo
que son vistas con otros ojos
y
que cada habitante es un prisma,
una
pupila.
De
noche, Vrajathan
era
bailarín exótico
en
un antro del Barrio Puerto
allí
se movía entre un caño
y
música envasada.
Entre
cada movimiento de cadera
una
mano se asomaba con un billete
y
Vrajathan debía venderse
por
el placer del que mira,
él
pensaba que todo era una paradoja,
porque
como dice el dicho:
el
que mira sufre,
el
que toca goza.
Vrajathan
es una serpiente
que
se enrosca cuando no recibe aplausos.
Éste
es su nuevo nombre
“artístico”,
su
nueva piel,
porque
en el fondo
era
parte de la multitud y estaba solo,
por
eso mismo llevaba siempre
su
pulsera de huairuro
para
protegerse del mal de ojo.
Vrajathan
no creía en Dios
y
pensaba que oriente y occidente
eran
una misma cosa
de
la que él no era parte.
Vrajathan
no dormía
porque
debía trabajar,
siempre
llevaba lentes oscuros
porque,
en
realidad,
no
tenía mirada.
Vrajathan
era sólo una alegoría.
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